No cabe duda de que ni Kant
fue un adelantado protomarxista, ni Marx un kantiano militante. Los une, sin
embargo, una antigua tradición de pensamiento filosófico-político, hoy
renacida, luego de preterida; una tradición republicana que despuntó con
Aristóteles y que luego de un largo y fecundo viaje cobró vida en el socialismo
de Marx –como de manera original y bien documentada nos dejó escrito Toni
Domènech en su libro sobre una revisión republicana del socialismo. Kant, como
Marx, fueron hijos de tal tradición europea.[1]
¡Kant y Marx! sigue siendo, hoy, un título provocativo,[2] aún
cuando hubo y hay dignos intentos por aunarlos, incluso luego de que el
pensamiento de Kant fuera considerado un estadio superado por Hegel, y por
Marx. Pero los estadios conceptuales aparentemente superados suelen regresar,
incluso luego de supuestas sepulturas.
Volvieron juntos ‘Kant y Marx’ a principios del siglo pasado, como bien dijo
Oskar Negt en su hermoso librito Kant y Marx. Un diálogo entre épocas:
“Kant fue, por así decirlo, un aguijón en la carne del movimiento socialista”.[3]Por supuesto
volvió un Kant ‘socialista’ en Alemania en la Escuela de Marburgo, con Herman
Cohen y Karl Vorländer, o en el plano del revisionismo político de la mano de
E. Bernstein pero siempre rescatando su contribución ética, [4]como si el
viejo Kant no hubiera indagado, en los 80 y 90, en las venas de un
republicanismo histórico, desde un punto de vista jurídico y político. Franz
Mehring pensó que la segunda fórmula del imperativo categórico de Kant –la del
hombre como fin en sí-, era equivalente al ideal marxiano de sociedad libre. No
faltaron -más tarde- escritos valiosos como el de André Tosel y Domenico
Losurdo, sobre el Kant revolucionario aunque autocensurado; o el de Lucien
Goldmann de 1945, considerando a Kant como un eslabón fundamental en la
construcción de un sistema de filosofía dialéctica que culmina con Marx.
Intentos recientes de
construir un hilo conceptual entre Kant y Marx los hay y muy valiosos; también
hay textos que adolecen de demasiada -y no tan buena- filosofía y poca
historia, y otros de poca historia aunque buena filosofía. Sólo menciono unos
pocos de los buenos autores, tales como A. Wood, Lea Ypi y William Howard.
Por razones de espacio, sólo
presentaré una brevísima reconstrucción de una tradición que los identifica. Lo
haré a partir de algunas pocas citas de uno y otro sobre tópicos comunes, como
lo son la libertad y la garantía de una existencia social independiente de
poderes arbitrarios que confiere la propiedad, y también por su insistencia en
la idea de una república fundada en la coacción recíproca universal: no hay
deberes sin derechos, ni derechos sin deberes, todos tienen derecho a
coaccionar y ser coaccionados.
La distinción entre los
trabajos libres o dignos de hombres libres y los serviles o ilibres, ha sido
una constante en el pensamiento político republicano -democrático y no
democrático-, y está enraizada en una idea de libertad opuesta a la dominación y,
por eso mismo, a la condición de esclavo o de siervo. Como la garantía de una
libertad no dominada supone tener garantizado el “derecho a la existencia”
mediante algún tipo de propiedad que impida depender de otros; los republicanos
demócratas consideraron que la universalización de esa libertad era el límite
que debía imponerse a todo tipo de apropiación privada expropiatoria de tal
derecho universal; mientras que los no democráticos se opusieron a limitar el
derecho de propiedad, considerándolo como un derecho inalienable, aunque ello
impidiera la universalización de la libertad republicana. Así Aristóteles,
Cicerón, Locke, Kant… y Marx, con todas las reservas necesarias por presentar
una lista de pensadores de distinto tenor, en otros muchos aspectos.
Es indudable que como
republicanos, Kant y Marx comparten la idea de que la estructura
institucional de la propiedad tiene consecuencias para la libertad
política, en la medida en que permite (o impide) el control y la garantía de
una existencia social autónoma. Aunque con demasiada frecuencia se ha dicho que
la filosofía kantiana es un largo excurso para legitimar una propiedad privada
(supuestamente liberal). Un error probablemente dimanante de una interpretación
confusa de lo que Kant, como el grueso de la tradición republicana, (¡incluido
Marx!) dijo sobre la propiedad ‘personal’, entendida como un requisito
indispensable y ligado de manera indisoluble con la libertad y la igualdad.
Justamente, esa apropiación personal no era compatible con la gran propiedad
agraria (nacida, siempre, del expolio).
A finales del XVIII, Prusia
estaba socialmente fragmentada en distintos estamentos que transmitían sus
privilegios de manera hereditaria e indefinida. La nobleza y el clero, además,
estaban prácticamente exentos de impuestos; los grandes propietarios de
tierra eran los encargados de recaudar las exacciones fiscales de los
campesinos, la alta burocracia civil se reclutaba de los junkers,
los miembros del ejército, en su inmensa mayoría, procedían de la nobleza; los
grandes terratenientes eran los señores de los campesinos (y el señor, como su
propietario -dominus- utilizaba sus fuerzas antojadizamente
convirtiéndolos así en subjectus, que sólo en apariencia no eran
esclavos -servus-). [5] Por eso
insistía Kant en que era imprescindible expropiar a los expropiadores, dividir
los latifundios y abolir todo tipo de exenciones feudales; así como enajenar
los privilegios de la nobleza hereditaria y de la Iglesia. De ahí su atinada
pregunta:
“¿cómo llegó a ser un
derecho que alguien se haya apropiado de una cantidad de tierra más de la que
puede hacer uso con sus propias manos (porque la apropiación por la fuerza de
la tierra no es una apropiación primera;) y cómo acaeció que muchos hombres,
que de otra manera en conjunto hubieran podido adquirir una propiedad estable,
tienen que servirlos para poder vivir?[6]
Para el filósofo de
Könisberg, los grandes apropiadores de la tierra causan desigualdades de patrimonio incompatibles
con una propiedad estable sin la cual los no propietarios tienen que servirlos
para poder vivir. Imposible no recordar –aquí- el texto de Marx, de la Crítica
al Programa de Gotha: “quien no tiene medios propios de vida tiene que
pedir permiso a otros para vivir, y por eso no es libre”
En el mismo sentido dejó
dicho Marx en 1871:
“el sometimiento económico
del trabajador a los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir, de las
fuentes de vida, es la base de la servidumbre en todas sus formas, de toda
miseria social, degradación intelectual y política”…
En su condena a los
expropiadores, ambos clásicos republicanos utilizaron el mismo concepto, aunque
históricamente indexado: la reducción a la servidumbre de
quienes no han podido adquirir una propiedad personal estable.
i) como dijo el filósofo de
Königsberg, el monopolio de la tierra (la ‘sustancia’ de cualquier
apropiación), genera una desigualdad en la capacidad de ejercer la “coacción
recíproca” que es la esencia de la igualdad política, y la consecuencia es que
unos pueden ejercer la coacción, sin que los otros, a su vez, sean capaces de
ejercer sobre él una coacción de signo contrario, lo que colocaría a los
primeros por encima del nivel de un cosúbdito, en personas con deberes y sin
derechos a causa de los privilegios. [7]
ii) Y Marx lo ha dicho,
también, de maneras diversas, por ejemplo en la parte propositiva del Manifiesto,
resaltó con bastardilla la siguiente frase: "No más deberes sin
derechos, no más derechos sin deberes”. Importante cita para alguien
que, como Marx, fue muy crítico de los derechos, burgueses. Y también, por
supuesto, la archiconocida cita del Manifiesto -de Marx y
Engels- sobre la propiedad personal: “la propiedad bien adquirida, fruto del
trabajo, del esfuerzo personal, esa propiedad que forma la base de toda libertad,
de toda actividad y de toda independencia individual que el progreso de la
industria ha abolido”.
Ambos clásicos, Kant y Marx,
articulan la crítica a la desposesión producto de una propiedad privada
excluyente en términos de ilibertad o servidumbre, y nunca en términos de una
injusta distribución de recursos. Para Kant, se trata de la ausencia de
libertad de quienes ”no pueden conservar su existencia (su sustento y
protección) por su propia actividad, viéndose forzados a ponerse a las órdenes
de otros”[8]. Y Marx, al referirse al trabajo asalariado: “El
esclavo romano era retenido por medio de grilletes; el obrero asalariado está
ligado a su propietario por hilos invisibles”.
Las citas elegidas poseen un
núcleo conceptual común: republicanamente libre sólo lo son quienes pueden
trabajar en condiciones manejadas por sí mismos, en palabras de Marx, o en las
de Kant: republicanamente libre es cualquiera que sea capaz de conservar su
existencia por medio de la actividad propia.
Pero también hay otro nudo
conceptual que comparten nuestros clásicos y que sería interesante indagar:
para ambos, la imposibilidad de lograr esa libertad depende de la distribución
social de la propiedad. Para el prusiano dieciochesco “de los privilegios de
las corporaciones (como la Iglesia y la Nobleza) que pretendían hacer
valer como naturales sus derechos de propiedad sobre la tierra, intentando
frenar -en nombre de la injusticia en la conculcación de sus derechos-
cualquier tipo de enajenación que en función de la libertad de todos a adquirir
una parcela del suelo (la sustancia de cualquier tipo de adquisición posterior)
proceda a regular tales privilegios”. (Kant, 1989, 325). Para Marx: "No
queremos de ninguna manera abolir la apropiación personal de los productos del
trabajo, indispensable para la reproducción de la vida humana, esa apropiación
que no deja ningún beneficio que pueda dar un poder sobre el trabajo de
otros... Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no
puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea
privada de propiedad." (Marx, 1872).
En ambos clásicos, por
supuesto, las distintas formas de propiedad y apropiación confiscatorias de la
libertad externa de todos, están históricamente indexadas y siempre lo
estuvieron. Marx lo expresó como el secreto de la acumulación originaria, una
acumulación «originaria» anterior a la acumulación capitalista –como la
denominó Adam Smith- que no es fruto del régimen capitalista de producción,
sino su punto de partida. Algunos de esos puntos de partida son los que
describía Kant: por ejemplo cuando que el jefe del estado (el gobernante) de
una monarquía absoluta era dueño de dominios privados para su propio disfrute,
corriéndose así el peligro de que la propiedad del suelo quedara en sus manos y
que los súbditos se conviertan en siervos de la gleba; o que las corporaciones,
rangos y órdenes, a causa de sus privilegios, transmitieran el suelo a las
siguientes generaciones hasta el infinito.[9]
‘Kant y Marx’ sigue hoy
siendo un título provocativo, en parte porque nos hemos acostumbrado y
acomodado -por las prisas y la parcelación de los saberes académicos- a una
filosofía política discontinua: Kant o Marx, Kant o Aristóteles… No es fácil
revertir tales inercias interpretativas. Es posible que leerlos como pensadores
–entre otros pensadores- que comparten una misma tradición filosófico-política,
sea un buen comienzo para revertir tal discontinuidad. El camino fue abierto y
cimentado por Toni Domènech, ahora toca continuarlo, sin prisa pero sin pausa.
(* ) Este texto es una versión castellana y
parcialmente modificada de un artículo publicado por su autora en la
revista Nous Horitzons, nº 218, que conmemora el
bicentenario del nacimiento de Karl Marx.
[1] Domènech,
A. (2004) El eclipse de la fraternidad. Una lectura republicana de la
tradición socialista. Barcelona, Crítica.
[2] Así
lo escribió acertadamente el filósofo Ulrich Ruschig a quien remito por la
pertinencia de sus conceptos, aunque no sigo su interpretación final de las
razones para hablar de ‘Kant und Marx’. Ulrich Ruschig (2004), Kant und Marx,
http.www.unioldenburg.de/fileadmin/user_upload/philosophie/download/Kant+Marx...).
[3] Negt,
Oskar (2004) Kant y Marx. Un diálogo entre épocas. Traducción de
J.M.Ripalda, Madrid, Trotta,
[4] Para
una reseña histórica de Kant y el socialismo: van der Linden, H (1988), Kantian
Ethics and Socialism, Indianapolis, Hackett Pub. Co.
[5] Kant.I, KW, MdS
I, VI, 330. Versión castellana de Cortina, Adela y Conill, Jesus: Metafísica
de las Costumbres, Madrid, 1989. Kant utiliza la palabra subjectus
en su sentido original latino, como un mero súbdito,
sometido como servus al señor, que se apodera de sus fuerzas
propias.
[6] Kant,
I, KW, TuP, VIII, 296. Versión castellana de Rodriguez
Aramayo, R (2013) “En torno al tópico: Esto vale para la teoría pero no sirve
para la practicea” en ¿Qué es la Ilustración? Madrid, Alianza.
(*) María Julia
Bertomeu es miembro del comité de redacción de Sin Permiso
Fuente: www.sinpermiso.info, 23-9-18
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