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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

10/2/20

INSTITUCIONES CONSTITUCIONALES REPUBLICANAS




Por Miguel Ángel Domenech Delgado (*)

En  nuestros días  puede afirmarse sin dificultad que el republicanismo ha adquirido carta de naturaleza en la reflexión política. En efecto, se tiene identificada su especificidad y personalidad propia como teoría política y como praxis de manera que ha quebrado el monopolio que parecía final de la historia  entre las únicas realidades políticas  reconocibles liberalismo o socialismo. Incluso en  el interior de estas dos se ha reconocido deudas básicas con aquella perspectiva autónoma y que ha configurado  milenariamente la práctica y la propuesta  política en la historia de occidente.

El pensamiento político actual ya no puede prescindir de aquella aportación en cualquiera de los  desarrollos contemporáneos  que emprende. Es destacable a este respecto, no obstante, que los desarrollos e implicaciones de la concepción republicana de la política se han dirigido mas bien  , tanto en el ámbito de la teoría como de la praxis, a inspirar propuestas y realizaciones consistentes en “ sanear” las insuficiencias de la democracia dominante, es decir de la democracia representativa. La inspiración republicana,  se usa  para subrayar la necesidad de acentuar  los aspectos participativos y deliberativos del funcionamiento de nuestras democracias occidentales.  La critica- de inspiración republicana-  de las insuficiencias de la democracia se ha planteado
como una reparación de un sistema y funcionamiento políticos que, en tanto que fin de la historia, podría   únicamente  “enriquecerse” con elementos sacados de iniciativas de inspiración republicana. Las propuestas del republicanismo se han visto desde un paternalismo benevolente de quien ya posee todas las certezas por situarse en un orden histórico superior  como propuestas de cierto  ingenuo   primitivismo político dignas de una   consideración marginal y excéntrica  entre  exaltadas,  desmedidas  y  de aplicación anacrónica. 
  
 Algunas “deconstrucciones” de conceptos, algunos experimentos participativos,…pero no se plantean ni se propone ninguna demolición critica de carácter revolucionario a pesar de que fundamentalmente puede afirmarse que la concepción republicana de lo político es radicalmente opuesta a la concepción liberal, si es que concepción liberal de lo político existiese  dado que para el liberalismo  lo genuinamente humano es lo no-político. Lo que afirmaba Cristopher Caudel de la burguesía: “La ilusión burguesa mas profunda e inextirpable es que el hombre es libre, no a través, sino a pesar de las relaciones sociales” (1)  puede aplicarse  sin  reparos a la concepción  fundamentadora del pensamiento e instituciones liberales de todo género.  Desde el lado opuesto, es decir para el republicanismo, república es la única categoría de lo político. No existe polis ni puede llamarse política lo que no es construcción de un  mundo normativo común,  un espacio creado  y funcionando por todos. El espacio político que configura  la democracia liberal  no es sino “vacas paciendo en el mismo prado”,  que describía Aristoteles en tanto que lugar, no de desarrollo moral sino de simple   competencia  de intereses individuales, lugar  de poder, sitio  donde  operan aquellos en los que se ha delegado y abandonado la obligación moral de autogobernarnos a nosotros mismos para poder ser libres.

La radicalidad constitutiva de la perspectiva  del republicanismo no encuentra plasmación en  propuestas políticas de programas que se jactan en llamarse republicanos. Instituciones  como el sorteo para la provisión de cargos políticos  que históricamente ha sido uno de los ejes de fundamentación  organizativa de  repúblicas e incluso  su rasgo definitorio - como señalaba Montesquieu-  y su presencia  milenaria   en  la historia de las ciudades  y colectivos de todo genero eclesiásticos, profesionales, académicos, municipales,…., se considera como formando parte de un gabinete de curiosidades. El mandato imperativo y la revocación son excluidas fuera del mundo de lo posible como si utopías de la isla de  Hitlodeo  se tratase. En ninguna cabeza parece caber que los mandatos de más de un año que nosotros consideramos inevitables  han sido una anomalía histórica y que se han dado habitualmente  en organizaciones y sociedades complejas mandatos y cargos de cumplimiento de un solo mes e incluso de un solo día.

 El problema del rechazo del mandato breve no es consecuencia de la complejidad creciente de nuestras sociedades, pues en  regímenes de una reglamentación minuciosa e institucionalmente y jurídicamente complicadas ha sido una normalidad. Véase el propio funcionamiento de la polis griega (2). El  derecho romano, modélico del derecho de  occidente, es una creación de una sociedad política cuyo cargo supremo, la  presidencia de la republica, era  anual, irrepetible y compartido por dos personas, dos cónsules. El arrinconamiento  de la institución republicana del mandato imperativo y breve al campo de anticuado e imposible obedece a la misma lógica de que lo político debe de ser alejado del pueblo. El pueblo, el demos, es una  masa ignorante, sujeta a pasiones, irreflexiva y susceptible siempre de ser manipulada  por demagogos. Se hace necesario el gobierno de los competentes, los selectos que realmente conocen lo bueno y lo justo, siendo esta sabiduría  no lo propio del discernimiento moral que todo humano dispone y debe disponer por el hecho de serlo sino una complejidad solo al alcance de los mejores. El desarrollo moral de las personas en su responsabilidad en construir el mundo de las normas que han de han de regirse y la definición del propio mundo que debe de ser está reservado solo a unos pocos. No es una casualidad añadida que   siempre son  éstos, por cierto, los de mayor fortuna.

El sorteo como  forma de provisión de los cargos públicos es una de las piedras angulares del sistema genuinamente republicano. Es la expresión de la radical igualdad de todos  en la participación en los asuntos públicos y más allá de esta circunstancia electiva, significa que todos debemos tenernos como dotados de igual discernimiento moral y dignidad considerando que es inalienable el igual  acceso al momento alternativo en que unos deben mandar tras haber obedecido antes y tomar responsabilidades tras haberlas exigido.  A efectos de eficacia,  en nuestras modernas sociedades, no le  es reprochable ninguna irracionalidad  pues el sistema de sorteo es matemáticamente similar al sistema aleatorio  que se desarrolla en las encuestas de opinión  pero como si tal sistema de azar fuese extendido al mayor numero. Contra la elección por sorteo tampoco es alegable el argumento de incompetencia a menos que se postule la incompetencia moral que sería execrable. El concepto de competencia técnica debe de ser predicado de los técnicos – que “sirven objetivamente intereses generales”- como se establece en las relaciones entre Administración Publica y política  de nuestro derecho.

La rendición de cuentas políticas, es decir la responsabilidad en el ejercicio del mandato no tiene lugar ni es concebible en nuestras democracias que no contemplan  sino la responsabilidad  penal. Esto es consecuencia del otorgamiento de cheque en  blanco y patente de corso  moral y política al representante electo. Contrariamente a esta concepción, la “corrupción” política para el republicanismo no es solo el cohecho y el soborno sino la ocupación privilegiada a intereses privados en lugar de los públicos. Atender a la responsabilidad y el deber de su conciencia en el ejercicio de un cargo público que tan a gala se tiene el discurso del  representante gobernante nuestro   es remitirse a su privacidad, es decir una corrupción y una inversión de valores puesto que el cargo publico se ejerce por y para realización de la  voluntad popular y no para el beneficio ni al juicio  del particular que lo ejerce. El pueblo tiene su conciencia y su voluntad propia. No es una masa irracional e inconsciente que deba de ser suplantada por la conciencia superior del representante. La verdadera rendición de cuentas debe versar sobre la fidelidad del mandatado al mandato recibido. Por esta misma razón el mandato debe ser  revocable en todo momento por iniciativa popular pues la rendición de cuentas le alcanza siempre en cuanto que no se  representa al ciudadano ni bien ni mal sino que constantemente  en republica, según la formulación clásica de Aristóteles , quien gobierna, obedece y viceversa


Estas mismas propuestas constitucionales republicanas de incompatibilidades o brevedad  del mandato  no solo se dirigen a cumplir el fin de la mayor participación del mayor número. Se relacionan con aquella otra que contempla lo político con el reconocimiento realista  de que fundamentalmente la democracia es el régimen que  imponen  los más desfavorecidos en la ciudad.   Maquiavelo, se reconoce en esta tradición de las dos ciudades en la misma ciudad y un enfrentamiento que nace del ánimo de los poderosos y ricos en dominar y del pueblo en no ser dominado. La riqueza es, por lo tanto y por otra parte, afiliación al interés  particular no al bien publico. La fortuna ni resulta de la adhesión al   bien público ni se origina en el servicio a la  polis. La republica advierte  que los muchos y pobres, protagonistas de la democracia,  deben desconfiar  de la riqueza privada. Los desarrollos de una incompatibilidad republicana tendrían un alcance en este terreno a la manera quizás de una limitación censitaria de ejercicio de cargo público por excesiva  riqueza, siempre sospechosa a los ojos políticos de un republicano.

Otra institución olvidada y arrastrada a la subsidiariedad de lo secundario en el mismo eclipse de lo republicano, es la forma colectiva de las instituciones de gobierno. El consejo, la pluralidad de componentes y participantes en los lugares republicanos  de decisión solo ha sido evocada con valor político central en la herencia revolucionaria que el republicanismo legó a los movimientos populares obreros en al forma de soviet, de consejo. El ejercicio de responsabilidad en la gestión de los asuntos públicos por el propio público tiene su imagen en que todo ejercitante que administra los asuntos comunes debe de ser asimismo un cuerpo plural. Es destacable que,  salvo con el advenimiento del absolutismo, la gestión de los asuntos colectivos  era asunto de algún órgano colectivo cuya elección de miembros, en la que entraba con relevancia la insaculación,  el sorteo, era tan compleja, reglamentada y minuciosa que hoy nos llama la atención: cofradías, hamsas, gremios, universidades, ciudades, asociaciones piadosas,….no eran nunca espacios donde la individualidad del gobernante fuese relevante. Solamente el Pontífice de la Iglesia Católica era la excepción y precisamente lo era por su fundamento más lejano a lo político  pues la Iglesia,  imagen del reino de Dios,  no es de  este mundo. Las reivindicaciones de la preeminencia del Concilio frente al Papado personal fueron una constante entre los teólogos más cercanos a la visón republicana de concebir la autonomía de lo político con racionalidad  secular propia, y al mismo tiempo por el acento que ponían en el origen  popular del poder como Marsilio de Padua, antecedente en esta secularización de lo político que luego operaria  Maquiavelo.


 Por aquella  misma razón,  las formas asamblearias en política, también características republicanas desde sus antecedentes clásicos, son despreciadas como indeseables en el pensamiento dominante. En este rechazo convergen todos los argumentos que desvalorizan la propuesta republicana en cuanto que republicano quiere decir propio del pueblo.  Su fundamento es el habitual de la demofobia : la ignorancia e irracionalidad del vulgo que no merece el uso de la palabra docta, la reserva de las decisiones a los que saben, poseen y tienen,  el desorden material y moral de las multitudes. La necesidad de contener las pasiones del populacho se hace muy aguda en los lugares precisamente más políticos: las ágoras y las plazas. En esos lugares la ocasión de la palabra libre  es sospechosa puesto que la sabiduría solo se da, no en las razones compartidas y discutidas sino que es privilegio de unos pocos que la reciben como una revelación indiscutible.  Se hace preciso impedir  que se den ni siquiera espacios materiales de ocasión de pronunciamiento del pueblo que no es sino rebelde  masa informe a merced de los demagogos sin la presencia de liderazgo que lo vertebre, o le guíe. 

Detrás de todo ello se sitúa una clásica agorofobia y verdadero odio a la democracia. No es preciso extenderse mas sobre estas fobias de cuya origen y consecuencias nos ilustran  particularmente Jacques Ranciere, o Francis Dupuis-Deri

Las izquierdas de nuestros días plantean y observan el republicanismo desde esa misma perspectiva paliativa de los males supuestamente necesarios de una política inevitablemente  configurada, por la institución de la representación política. Están lejísimos de ni siquiera reconocer aquello con lo que Bernard Manin inicia su clásico Principios del gobierno representativo: la democracia representativa actual fue concebida por sus fundadores para evitar  la democracia. Desarrollos reflexivos e historiográficos de esta constatación abundan. No obstante parece como si se diese una desconexión  entre las reflexiones de una radicalidad republicana y los compromisos y actuaciones políticas de una izquierda  que no obstante se sigue diciendo renovada por el republicanismo. Basta constatar el empeño cada vez más insistente en concentrar  de manera casi exclusiva la actividad política en el momento electoral y la actividad de los representantes como la clave del éxito de una sociedad renovada por la emancipación que la izquierda propone. Es paradójico que el rasgo de igualdad que es la seña de identidad del “alma” misma de la izquierda, se deja de lado permanentemente en la actividad política consistente en  elegir a los que han de dirigirnos, en nombrar  “electos”, es decir “selectos” en quienes se abandona la soberanía popular y en los que se delega la política, es decir se delega la libertad.  Política es hoy lo propio de algo diferente,  de un cuerpo segregado y separado del pueblo, sea en otra persona jurídica o en otras personas, pero no el pueblo mismo actuando directamente. Política hoy es, no una cosa pública, una res pública sino un  saber, una techne propia de los que conocen, que exige una capacitación y especialización que el común no tiene. La izquierda actual no atiende a los desarrollos genuinamente republicanos que están a su alcance y en esto, como en tantas cosas, continúa siendo únicamente la mano izquierda de un cuerpo de derechas.

Pero no es esa la única paradoja. La contradicción entre la difusión y extensión del pensamiento republicano, al menos de los que de él se reclaman y la penuria de las propuestas institucionales y desarrollos consecuentes de ese pensamiento es patente en otros muchos momentos y circunstancias políticas.
La división de poderes y el sistema de checks and balances que el constitucionalismo  liberal  ha traído  es considerado   el buque insignia de la madurez política, el descubrimiento-joya del constitucionalismo contemporáneo. Se ha pretendido  configurar  como un acierto del “poder que limita al poder” evitando así el riesgo de la dominación en política. Tras esta institución política volvemos a encontrar aquella ilusión  burguesa  de que lo político no es una oportunidad y lugar del desarrollo moral  sino  que  es ante todo un riesgo y un obstáculo, un mal necesario que es preciso reprimir ya que no puede ser evitado. A esto se añade, que si no puede evitarse lo político, al menos debe de ser evitado lo político en manos del pueblo.

Realmente  contra lo que se dirige la joya de la corona del constitucionalismo liberal es contra la soberanía popular. En la configuración de esta institución  históricamente volveremos a encontrar los argumentos ya enunciados propios de la demofobia. Una panoplia jurídica debe de ser desplegada para contener lo público y su expresión.  Esa ha sido históricamente su intención originaria  y explícita entre los padres fundadores del constitucionalismo occidental. A pesar de la evidencia de la inspiración monárquica de todo el mecanismo de la división de poderes  parece como si una  mano invisible providencial hubiera dado como resultado  inesperado  y antes no deseado, pero hoy ya milagroso, de una democracia. La mano invisible es realmente una manía liberal en todos los órdenes en que opera la mano de los propietarios.

A esto se añaden otros mecanismos como la rigidez de las constituciones o de algunas de sus partes como  inamovibles o la propia elaboración de lo constitucional como una labor de expertos en gabinete cerrado, lo cual se suele combinar con lo anterior acrecentando su indisponibilidad para la voluntad popular. La iniciativa  constitucional popular, otra reivindicación desarrollable de inspiración republicana radical sale al paso de esa rigidez que ya condenaba Jefferson como la de los muertos que dan leyes a los vivos.



La soberanía popular propuesta por el radicalismo republicano no puede renunciar a su expresión ni aceptar limites que no sean los que el propio pueblo se impone a si mismo. Instrumentos precisamente de la autolimitación de poderes sin limitación del poder popular  son los mecanismos jurídicos que estén inspiradas en las instituciones políticas mencionadas. La rotación y brevedad del cargo, el sorteo para la provisión  de cargos, el ejercicio del cargo mandatado no representativo, las formas directas , asamblearia y deliberativas  de democracia, las acentuadas incompatibilidades, la posibilidad de revocación, la exigencia de responsabilidad posterior  en el ejercicio del cargo, la forma colectiva de gobierno,  la apelación frecuente al referéndum,…todas ellas son una arquitectura constitucional que  operaría  con el mismo resultado   de limitar el poder de una manera realista, es decir, el poder de quien lo ejerce que debe de ser siempre el pueblo soberano  y no el efecto  de limitar  la soberanía popular otorgando poder a quien no pertenece a ella.

 (1) C.Caudel. Studies in a daying culture 1938 , citado por Julio Mtnez Caba en Prefacio de  Costumbres en común de Polany. Barcelona 2019.
(2).-Miguel A.Domenech. ·La trasparencia en política en la democracia griega”. El Viejo Topo. Nº 361


(*); Fuente: El viejo topo nº  380 septiembre 2019


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