Bolivia confirma que las
rupturas de la democracia son golpes
El caso de Bolivia es, de
alguna manera, similar al brasileño. La derecha se ha mancomunado con fuerzas
policiales y las fuerzas armadas, contando con los medios y con la justicia,
para tumbar al gobierno legalmente reelegido de Evo Morales, reprimir a los
movimientos populares, meter en prisión a los dirigentes del MAS, convocar
elecciones amañadas…
Desde que adoptó su nueva
estrategia, la derecha latinoamericana ha tratado de enarbolar la
bandera de que ha tumbado a gobiernos progresistas latinoamericanos por vías
democráticas, mediante movilizaciones populares, cívicas, de la sociedad
civil contra gobiernos que habrían roto la institucionalidad, cometido
arbitrariedades, atentado contra la democracia.
Lo ha hecho en Brasil,
tumbando al gobierno recién reelegido de Dilma Rousseff alegando
arreglos presupuestarios, que no faculta, según la Constitución brasileña, a
promover el impeachment de un presidente de la República. Es tan arbitraria e
inconstitucional la decisión, que, hasta ahora, casi cuatro anos después, el
Supremo Tribunal Constitucional, instancia máxima del Judiciario de Brasil, no
ha juzgado el impeachment en contra de Dilma. Porque si abre la
Constitución, no va a encontrar respaldo alguno para la mas grave decisión que
un Congreso puede tomar – tumbar a una presidente recién reelegida democráticamente
para el cargo por el voto popular. Entonces el trubunal aplaza su posición,
como si el paso del tiempo pudiera hacer olvidar la connivencia del Judiciario
brasileño con el golpe que ha roto la democracia brasileña y ha llevado al país
desde los gobiernos mas virtuosos de su historia, hasta el infierno en el que
vive actualmente.
La discusión de si el
impeachment fue un golpe o no, es absolutamente relevante,
porque denuncia aquel acto como ruptura de la democracia, de la Constitución
brasileña o, al contrario, como quiere la derecha y sus voceros en los medios,
se trataría de una corrección de camino, de un acto perfectamente legal y
aceptable, para tumbar un gobierno que la derecha no supo derrotar por medios
democráticos, habiendo sido derrotada cuatro veces de manera sucesiva.
Cuando la derecha ha
derrotado a un gobierno progresista por medio de elecciones, como ha ocurrido
en Argentina, teniendo que atenerse a la institucionalidad democrática, esa
derecha ha sido abiertamente derrotada cuatro años mas tarde. Confirmando que,
por vías democráticas, la derecha puede hasta llegar a triunfar, pero no
tiene políticas que den estabilidad y apoyo popular a su visión neoliberal,
inmediatamente reinstalada, cada vez que la derecha vuelve al gobierno. La
democracia se revela incompatible con el neoliberalismo y así condena la
derecha a la derrota__salvo que ésta apele a métodos antidemocráticos.
El caso de Bolivia es,
de alguna manera, similar al brasileño. La derecha se ha mancomunado con
fuerzas policiales y las fuerzas armadas, contando con los medios y con el
Judiciario, para tumbar al gobierno legalmente reelegido de Evo Morales.
Ha alegado ilegalidades electorales, mencionadas por la OEA, que se ha
revelado rápidamente como participe del golpe, a punto de que había
propuesto nuevas elecciones, aceptadas por Morales, pero que ha abandonado
aquel planteo, para sumarse a un gobierno abiertamente golpista y
dictatorial.
La prueba definitiva de si
aquel movimiento sería de restauración democrática o, al contrario, de ruptura
de la democracia, estaría dada por las nuevas elecciones convocadas por la
presidente que, sin legitimidad institucional alguna, ha asumido el gobierno. La
represión a los movimientos populares, la prisión de dirigentes del MAS, las
condiciones cada vez mas estrechas en que pretende que se den las elecciones en
principio convocadas para mayo de este año, confirman que se ha
tratado de una farsa de movilización popular y de restauración
democrática, como ha querido afirmar la derecha boliviana, sostenida por el
gobierno de los Estados Unidos y sus aliados en la región.
La reciente prohibición
de la candidatura de Morales al Senado boliviano, solo confirma las
condiciones controladas, antidemocráticas, excluyentes, en que pretenden realizar
las elecciones. Conforme la candidatura de Luis Arce, del MAS,
asume el liderazgo en las encuestas, hasta la realización misma de esas
elecciones se pone en peligro, pues las FF.AA. bolivianas han asumido
espacios determinantes en el gobierno actual.
Bolivia camina por la vía
brasileña, de la guerra hibrida, del régimen de excepción, y no la
vía argentina, en que las fuerzas democráticas se han reimpuesto, porque se ha
logrado mantener las condiciones democráticas mínimas para la disputa
electoral.
Fuente: ATTAC España
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