En cierto sentido lo soy, en la medida en que creo que
uno de los propósitos, uno de los sentidos de la existencia humana – la fuente
de su libertad – es no aceptar nunca nada como definitivo, intocable, obvio o
inmóvil. No se debería aceptar que ningún aspecto de la realidad se convierta
en ley definitiva y anti humana para nosotros.
Sin embargo, necesitamos aferrarnos, incluso de manera
provisoria.
Sí, es cierto. Esto no significa que uno deba vivir en
una discontinuidad indefinida. A lo que me refiero es que uno debe considerar
todos los puntos de fijación, de inmovilización, como si fuesen elementos
tácticos, estratégicos; como parte de un esfuerzo por devolver las cosas a su
movilidad original, a su apertura al cambio.
Te mencionaba anteriormente los tres elementos de mi
moral. Estos son (1) la negación a aceptar como evidente las cosas que se nos
proponen; (2) la necesidad de analizar y conocer, dado que no podemos llevar a
cabo nada sin la reflexión y el entendimiento – de ahí el principio de curiosidad;
y (3) el principio de innovación: buscar en nuestras reflexiones aquellas cosas
que nunca han sido pensadas o imaginadas. En resumen: negación, curiosidad,
innovación.
Me parece que el concepto que tiene la filosofía
moderna respecto del sujeto supone estos tres principios. Me refiero a que la
diferencia entre sujeto y objeto es precisamente que el sujeto es capaz de
negarse, de generar innovación. Por tanto, ¿su trabajo ataca la tendencia a
cristalizar esta noción de sujeto?
Lo que estaba explicando era el campo de valores
dentro del cual sitúo mi trabajo. Me preguntaste antes si yo era un nihilista
que rechaza la moralidad. Te respondí que no. También me estuviste preguntando
“por qué hace el trabajo que hace”
Estos son los valores que propongo. Pienso que la
teoría moderna del sujeto, la filosofía moderna del sujeto, muy bien podría ser
capaz de otorgar al sujeto una capacidad para la innovación, etc., pero que,
sin embargo, en la actualidad la filosofía moderna sólo lo hace en un nivel
teórico. En la realidad no es capaz de traducir en una práctica estos
diferentes valores que estoy tratando de elaborar en mi propio trabajo
Acerca del poder y sus
relaciones
¿El poder puede ser abierto y fluido, o es
intrínsecamente represivo?
El poder no debe ser entendido como un sistema
opresivo que somete desde la altura a los individuos, castigándolos con
prohibiciones sobre esto o aquello. El poder es un conjunto de relaciones. ¿Qué
significa ejercer el poder? No significa tomar esta grabadora y arrojarla
contra el suelo. Tengo las capacidades para hacerlo, tanto material como física
y anímica. Sin embargo, si la azoto contra el suelo con el propósito de hacerte
enojar o que no puedas reproducir lo que he dicho, o presionarte de modo que te
comportarás de tal o cual manera o para intimidarte; pues bien, lo que he hecho
al moldear tu comportamiento mediante ciertos medios, eso es poder.
Esto quiere decir que el poder es una relación entre
dos personas, una relación que no está en el mismo orden de la comunicación
(incluso si estás obligado a servirme como instrumento de comunicación). No es
lo mismo que decirte “el clima está agradable” o “nací en tal o cual día”.
Ejerzo poder sobre ti: influyo en tu comportamiento o
intento hacerlo. Intento guiarlo, conducirlo. Y la manera más sencilla es,
obviamente, tomándote de la mano y obligarte a que vayas a donde quiero. Ese es
el caso límite, el grado cero del poder. Y es precisamente en ese momento en
que el poder deja de serlo y se convierte en simple fuerza física. Por el contrario,
si uso mi edad, mi posición social, el conocimiento que pueda tener sobre
determinado tema para hacer que te comportes de un modo particular – es decir,
no te estoy forzando a algo sino que te estoy dejando completamente libre – ahí
es cuando empiezo a ejercer poder. Está claro que no debemos definir el poder
como un acto violento y opresor que reprime a los individuos forzándolos a
hacer algo o evitando que hagan algo distinto. Sino que el poder tiene lugar
cuando existe una relación entre dos sujetos libres y esta relación es
desigual, de modo que uno puede actuar sobre el otro, y ese otro es guiado o
permite que lo guíen.
Por tanto, el poder no siempre es represivo. Puede
tomar varias formas. Y es posible tener relaciones de poder que son abiertas.
¿Son relaciones equitativas?
Nunca son equitativas porque la relación de poder es
desigual. Pero puedes tener sistemas de poder reversibles. Tomemos, por
ejemplo, lo que sucede en una relación erótica – no estoy hablando de una
relación amorosa sino simplemente una relación erótica. Pues bien, tienes claro
que es un juego de poder y la fuerza física no es necesariamente el elemento
más importante aquí. Ambos tienen una cierta manera de actuar en el
comportamiento del otro, moldeándolo y determinándolo. Uno de los dos puede
usar esta situación de un modo determinado y luego generar el inverso exacto
con respecto al otro. Pues bien, ahí tienes una forma específica y pura de
poder reversible.
Las relaciones de poder no son en sí mismas formas
represivas. Lo que sucede es que en las sociedades, o en la mayoría de ellas,
se crean organizaciones para mantener cristalizadas las relaciones de poder,
para mantener dichas relaciones en un estado de asimetría, de modo que un
cierto número de personas obtienen una ventaja social, económica, política,
institucional, etc. Y esto cristaliza la situación. Eso es lo que uno llama
poder, en el sentido estricto del término: es un tipo específico de relación de
poder que ha sido institucionalizado, cristalizado e inmovilizado para
beneficios de algunos y perjuicio de otros.
Pero, ¿son ambas partes de la relación victimas del
poder?
¡No del todo! Sería forzar demasiado la idea si
decimos que aquellos que ejercen el poder son víctimas. De cierta manera es
verdad que pueden quedar atrapados en la trampa, dentro de su propio ejercicio
de poder; pero no son tan victimas como los otros. Inténtalo…ya verás [risas].
Los sistemas sociales
¿Está alineado con la posición de los marxistas?
No lo sé. Verás, no estoy seguro de saber qué es el marxismo
en realidad y no creo que exista como algo abstracto. Para mala o buena suerte
de Marx, su doctrina ha sido adoptada casi siempre por organizaciones políticas
y es, después de todo, la única teoría cuya existencia siempre ha estado atada
a organizaciones sociopolíticas que fueron extraordinariamente fuertes y
volátiles, hasta el punto de convertirse en aparatos del Estado.
De manera que cuando mencionas al marxismo, te
pregunto a cuál te refieres, ¿el que se enseña en la República Democrática
Alemana (marxismo-leninista); el vago, desaliñado y bastardo concepto que usan
algunos como George Marchais; o el cuerpo doctrinario que sirve como punto de
referencia para algunos historiadores ingleses? En otras palabras, no sé lo que
es el marxismo. Intento luchar con los objetos de mi propio análisis, por lo
que cuando uso un concepto utilizado tanto por Marx o los marxistas, un
concepto útil y tolerable, para mí es indiferente. Siempre me he negado a
considerar como factor decidor el estar o no de acuerdo con el marxismo a la
hora de negar o aceptar lo que digo. No me podría importar menos.
¿Tiene algunas ideas respecto de un sistema de poder
que ordene a la masa de seres humanos en el planeta, un sistema de gobierno que
no se convierta en una forma de poder represiva?
Un programa de poder puede tomar tres formas. Por un
lado, ¿cómo ejercer un poder que sea efectivo y posible (en esencia, cómo
reforzarlo)? O, por otro lado, la postura inversa: ¿cómo anular el poder, qué
puntos atacar para derrumbar la cristalización del poder ya existente? Y por
último, la postura intermedia: ¿de qué manera limitar las relaciones de poder
tan encarnadas y desarrolladas en una sociedad específica?
Pues bien, la primera postura no me interesa: crear un
programa de poder que ejerza el poder más que antes. La segunda postura es
interesante, pero me complica que se deba considerar esencialmente bajo el
propósito de sus objetivos concretos: las luchas que uno desea emprender. Y
esto significa, precisamente, que uno no debe hacer de ella una teoría a
priori.
En cuanto a la postura intermedia – ¿cuáles son las
condiciones aceptables del poder? – digo que estas condiciones aceptables para
el ejercicio del poder no pueden ser definidas a priori. Ellas son
siempre el resultado de relaciones de fuerza dentro de una sociedad. Y en tal
situación sucede que un cierto desequilibrio en las relaciones de poder es, en
efecto, tolerado por un periodo de tiempo por aquellas víctimas que están en
una posición más desfavorable. Esto no quiere decir que semejante situación sea
aceptable. Ellos son conscientes de esto desde el primer momento, de modo que
después de pocos días, años, siglos, las personas siempre terminan
resistiéndose y ese viejo compromiso ya no funciona. Eso es. Pero no se puede
dar una fórmula definitiva para el ejercicio óptimo del poder.
¿Quiere decir que algo se cristaliza en las relaciones
de poder entre las personas y que se vuelve intolerable después de un tiempo?
Claro, a pesar de que a veces sucede de inmediato. Las
relaciones de poder, tal como se expresan en una determinada sociedad, no son
sino la cristalización de una relación de fuerzas. Y no hay ninguna razón para
que estas cristalizaciones de las relaciones de fuerza deban ser formuladas
como una teoría ideal de dichas relaciones.
Dios sabe que no soy un estructuralista o un lingüista
o algo por el estilo, pero, verás, es casi como si un filólogo quisiera decir
“bien, así es como el lenguaje debe ser hablado, así es como el inglés o
francés debe ser hablado”. ¡Pero no! Uno puede describir de qué manera un
lenguaje es hablado en un determinado momento, uno puede decir lo que es
comprensible y lo que es inaceptable, incomprensible. Y es todo lo que uno
puede decir. Por otro lado, sin embargo, esto no significa que este tipo de
trabajo en relación al lenguaje no permita innovaciones.
Es una posición que se rehúsa a hablar en términos
positivos, excepto para el momento presente.
Desde el momento en que uno concibe el poder como un
ensamble de relaciones de fuerza, no puede haber ninguna definición
programática de un estado óptimo de fuerzas, a menos, claro, que uno fije
posiciones al decir “quiero que el blanco ario, de raza pura tome el poder y lo
ejerza”, o incluso, “quiero que el proletariado ejerza el poder y quiero que lo
haga de manera absoluta”. En ese momento sí se ha establecido un programa para
la construcción del poder.
El poder siempre presente
¿Es intrínseco a la existencia humana que su
organización se transforme en una forma represiva de poder?
Sí. Por supuesto. Tan pronto como haya personas que se
encuentren en una posición – dentro del sistema de relaciones de poder – donde
puedan actuar sobre otros y determinar la vida y el comportamiento de éstos,
pues bien, la vida de esas otras personas no será del todo libre. Como
resultado, dependiendo del umbral de tolerancia y de un gran número de
variables, la situación será más o menos aceptada, pero nunca completamente.
Siempre habrá personas que se rebelen, que se resistan.
Permítame poner otro ejemplo. Si un niño quiere rayar
las murallas de una casa, ¿sería represivo impedir que lo haga? ¿En qué punto
uno dice “¡Basta!”?
[…] Si acepto la idea que frecuentemente se tiene del
poder – vale decir, que es algo horrible y represivo para el individuo – es
evidente que evitar que un niño raye las murallas sería una tiranía
insoportable. Pero eso no es el poder: Yo digo que el poder es una relación.
Una relación en la que uno guía el comportamiento de los otros. Y no hay
ninguna razón para decir que la manera de guiar el comportamiento de los otros
no puede tener, en última instancia, un resultado positivo, valioso,
interesante, etc. Si yo tengo un hijo, te aseguro que no rayaría en las
murallas; y si lo hiciera, sería contra mi voluntad. ¡Incluso el solo pensarlo!
Es complicado…a veces uno tiene que cuestionar
constantemente.
¡Sí, sí! ¡Así es! Un ejercicio de poder nunca debe ser
algo evidente. No significa que porque seas el padre tienes derecho a golpear a
tu hijo. A menudo, incluso, no castigarlo es también una manera de moldear su
comportamiento. Este es un dominio de relaciones bastante complejo que exige
una reflexión constante. Y cuando uno piensa en el cuidado con que los sistemas
semióticos han sido analizados en nuestra sociedad, para develar su valor
significante [valeur signifiante], ha existido un relativo descuido
de los sistemas para el ejercicio del poder. No se le ha dado la suficiente
atención a este complejo ensamble de conexiones.
Su postura escapa continuamente de la teorización.
Tiene que rehacerse una y otra vez.
Es una práctica teórica, si tú quieres. No es una
teoría sino más bien una manera de teorizar la práctica. […] Como mi posición
aún no ha sido esclarecida del todo, a veces la gente piensa que soy una suerte
de anarquista radical que tiene un profundo odio hacia el poder. ¡No! Lo que
trato de hacer es abordar este fenómeno tremendamente importante y confuso que
es el ejercicio del poder en nuestra sociedad, con la mayor reflexión y
prudencia. Prudencia en mi análisis, en los postulados morales y teóricos que
empleo. Intento averiguar qué está en juego. Pero cuestionando las relaciones
de poder de la manera más escrupulosa y atenta posible, examinando todos los
ámbitos de su ejercicio, que no es lo mismo que construir una mitología del
poder como si fuera la bestia del apocalipsis.
¿Hay temas positivos en su concepto sobre lo que es
bueno? En la práctica, ¿cuáles son los elementos morales en los que basa sus
acciones?
Ya te los dije: negación, curiosidad e innovación.
Pero, ¿no son todas ellas negativas en cuanto al
contenido?
La única ética que puedes tener con respecto al
ejercicio del poder, es la libertad de los otros. Yo no le digo a la gente
“hagan el amor de esta manera, tengan hijos, vayan a trabajar”.
Debo admitir que estoy un tanto perdido al no tener
puntos de orientación en su mundo, hay demasiada apertura.
Escucha, escucha… ¡No es tan difícil! No soy un
profeta; no soy un organizador; no quiero decirle a la gente qué debe hacer. No
voy a decirles “¡esto es bueno para ti, esto no!”.
Intento analizar una situación real en sus diversas
complejidades, con el propósito de permitir la negación, la curiosidad y la
innovación.
Y con respecto a su vida personal, eso ya es distinto…
Pienso que en el fondo de todo esto hay un
malentendido sobre la función de la filosofía, del intelectual, del
conocimiento en general: y es que les concierne a ellos decirnos qué es bueno.
¡Pues no! ¡No, no, no! No es responsabilidad de ellos.
Ellos ya son bastante propensos a interpretar ese papel. Por dos mil años han
estado diciéndonos qué es bueno, con todas las consecuencias catastróficas que
eso ha generado.
Hay un juego terrible aquí, un juego que oculta una
trampa en la que los intelectuales tienden a decir lo que es bueno, y las
personas no encuentran nada mejor que les digan lo que es bueno, cuando sería
mejor que empezaran a gritar “¡esto es malo!”
Pues bien, cambiemos el juego. Digamos que los
intelectuales ya no tendrán el rol de decir lo que es bueno. Por tanto,
dependerá de las propias personas, basando su juicio en los múltiples análisis
de realidad que se les ofrezcan, trabajar o comportarse espontáneamente, de
manera que puedan definir por sí mismos qué es bueno para ellos.
Lo bueno a veces surge a través de la innovación. Lo
bueno no existe como tal en un cielo atemporal con personas que serían como los
Astrólogos del Bien, cuyo trabajo es determinar cuál es la naturaleza favorable
de las estrellas. Lo bueno es definido por nosotros, se practica, se inventa. Y
es un trabajo en conjunto.
¿Está más claro ahora?
(*)Esta entrevista se realizó el 3 de noviembre de 1980
por Michael Bess, estudiante graduado del Departamento de Historia en la
Universidad de California, Berkeley. Foucault se encontraba en Berkeley para
ofrecer las conferencias Howison (“Subjetivación y verdad”) los días 20-21 de
octubre de 1980. Extractos de la entrevista aparecieron en un artículo escrito
por el propio Bess y publicado el 10 de noviembre de 1980 en el diario
estudiantil Daily Californian, de dicha universidad. La entrevista
se desarrolló en francés y fue traducida por el propio Michael Bess.
. Extraído del diario History of the Present Nº
4 (Primavera de 1988), 1-2,11-13.
Traducción realizada por: Francisco Larrabe
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