Después de las
conmemoraciones de la Revolución Rusa de 1917, uno de los procesos más
transcendentales del siglo pasado, cuyo mensaje igualitario sacudió el mundo,
ahora nos van llegando los centenarios de muchas de las luchas inspiradas en
y/o condicionadas por el terremoto ruso. Un ejemplo es el mal llamado “trienio
bolchevique” en el sur de España (1918-20), cuando una ola de movilizaciones
sociales, a veces violentas, se extendió por la región como la pólvora. Muchas
veces se habla de un trienio andaluz, aunque hay que puntualizar que el marco
geográfico de esas luchas se extendió al campo valenciano y otras regiones
agrarias como Extremadura y La Mancha.
La frase trienio
“bolchevista” fue usada primero por Juan Díaz del Moral en su célebre Historia
de las agitaciones campesinas andaluzas - Córdoba. Antecedentes Para Una
Reforma Agraria (1929) para hablar de un tiempo cuando no había
bolcheviques en España. En muchos sentidos, se trataba de un estudio pionero
–que también funcionó como advertencia para sus lectores sobre la necesidad de
una reforma agraria– y que combinaba la historia social y la etnología local.
Mostrando un uso de fuentes impecable, Díaz del Moral exploró el auge de
conflictividad cordobesa a partir de la revolución rusa y del papel central del
movimiento anarcosindicalista, que fue seducido por el éxito de lo que sus
militantes entendieron como una revolución no partidista (de hecho, hay que
reconocer que ni los bolcheviques hablaban en aquellos años de una revolución
“bolchevique”). El texto constituye un precedente importante para la historia
social-obrera de los años sesenta; Díaz del Moral nos presenta la historia de
las luchas y de la gente de capas sociales que antes no tenían su propia
historia, y esto lo hace en los años 20, décadas antes de la propuesta del
historiador marxista inglés, E. P. Thompson –que podemos ver en su obra
monumental, La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963)– de recuperar
las batallas populares de la “condescendencia de la posteridad” explícita en el
discurso histórico dominante, que menosprecia a los que han intentado construir
un mundo mejor.
Quizás un defecto del libro
de Díaz del Moral fue el recurso de la perspectiva milenarista, que luego fue
adoptada tan catastróficamente por Eric Hobsbawm, con su teoría de “rebeldía
primitiva” (1959), que pone en evidencia su marxismo arcaico y rígido en
contraste con el marxismo humanista de Thompson. La tesis controvertida de
Hobsbawm ha sido rechazada por varias generaciones de historiadores y
antropólogos que han analizado el tejido sociopolítico de las sociedades
rurales más a fondo. En el caso concreto de Andalucía y el movimiento
anarcosindicalista, Clara Lida, Temma Kaplan y Jerome R. Mintz, entre otros,
han enfatizado la racionalidad y el pragmatismo de las protestas, con fines
realizables, nada milenaristas. Todos coinciden en que las propuestas ofrecidas
por el movimiento de los desposeídos eran una reacción lógica al contexto
histórico de opresión en que se encontraban. Más preocupante para Hobsbawm y
los defensores de la tesis milenarista, Kaplan analizaba a fondo la provincia
de Cádiz, precisamente la zona que citaban como confirmación de sus teorías.
Las conclusiones han sido ampliamente aceptadas: los militantes anarquistas y
anarcosindicalistas perseguían un praxis realista y creíble basada en tácticas
de protesta firmemente arraigadas en la vida cotidiana de sus bases y la
defensa de sus intereses.
En algunos casos sí que
había protestas violentas como la quema de cosechas y ocupaciones de fincas y
algún atentado, pero dentro de un mar de acciones sindicales para mejorar las
condiciones de trabajo, huelgas contra patronos abusivos y contra el coste de
la vida; en fin, un repertorio de protesta variado anclado en una sociedad con
un pie en la vida rural y otro en la vida urbana. De hecho, hay que hacer
hincapié en que no eran movilizaciones exclusivamente agrarias: en Sevilla
ciudad, con el auge del anarcosindicalismo de aquellos años, nació un Comité
Revolucionario de Defensa de los Inquilinos, que organizó una huelga de
inquilinos para reducir los alquileres, algo que no consiguieron siquiera los
militantes barceloneses, mucho más numerosos, en plena cuna del
anarcosindicalismo ibérico. En fin, si había utopía en aquellos años se trata
de una utopía racional.
Si deseáis explorar más
estos asuntos, os recomiendo un importante libro colectivo reciente que ha sido
coordinado por Francisco Acosta Ramírez, La aurora de rojos dedos. El
trienio bolchevique en el sur de España (Comares, 2019). Es el fruto
de una serie de intervenciones y conversaciones de un grupo de historiadores, científicos
sociales y filósofos que se reunieron en Fernán Núñez (Córdoba), en noviembre
de 2018, con ocasión del comienzo de los cien años del “Trienio Bolchevique”.
Primero, hay que decir que este libro es mucho más coherente de lo que suele
ser un libro de este tipo, con 13 capítulos que se complementan acertadamente.
Se trata de un trabajo analítico que une el pasado con el presente, y terminan
con unas proyecciones sobre luchas futuras.
Dividido en 3 secciones, la
primera parte, «El despertar del siglo XX corto», consiste en 4 capítulos que
analizan los contextos internacionales (la revolución Rusa), las limitaciones
de la democracia y el liberalismo en España y la papel de la mujer en las
luchas sociales en Andalucía. (Hablando de las luchas de las mujeres, casi la
mitad de los participantes en el libro son historiadoras, bien diferente a un
libro colectivo que vi ya hace unos años en el cual varios historiadores
revisionistas y conservadores “reinterpretaban” los años treinta –con una foto
de una mujer en la portada, una Miss España de los años republicanos– pero sin
ninguna historiadora participando en el proyecto.)
La segunda sección, «¿La
revolución Rusa en Andalucía? El trienio bolchevique», consiste en cuatro
capítulos que analizan la conflictividad de aquellos años desde varias
perspectivas. En una apreciación crítica, Roberto Robledo analiza el legado de
Díaz del Moral, mientras otros autores se detienen en la dimensión cordobesa de
las movilizaciones. Y, por último, «El siglo XX, hoy. Reflexiones y
proyecciones», con varios capítulos también, analiza la evolución del
significado de la utopía desde el siglo XX hasta nuestros tiempos con
consideraciones sobre el cambio revolucionario y el centenario de 1917;
concluye con un homenaje a las luchas de esa gente anónima sureña del siglo
pasado.
Desde mi punto de vista, la
más clara divergencia entre la experiencia del trienio «bolchevique» andaluz y
la Revolución Rusa es que los jornaleros andaluces no tenían armas como en
Rusia –se trataba de un ejército revolucionario sin fusiles. Además, la descomposición
del estado español no tenía nada que ver con el caso ruso, ni con Hungría o
Alemania en los mismos años. Así, las autoridades pudieron anular el ciclo
contestatario manu militari, usando unidades del ejercito español.
Aquí tenemos un ejemplo más de la militarización de la política durante la
Restauración, ese sistema semi-autoritario y poco democrático tan idealizado
por ciertos historiadores de derechas y por los revisionistas. Luego llegaría
la Dictadura de Primo de Rivera pero no sería posible reprimir del todo las
expectativas y el espíritu rebelde sureño, por ello los latifundistas y el
ejército de África tuvieron que recurrir a una represión mucho mas contundente
y escalofriante en el verano del 36.
Historiador. Su libro más reciente es Vivir la
anarquía, vivir la utopía. José Peirats y la historia del anarcosindicalismo
español. Está preparando un nuevo libro sobre las dinámicas
revolucionarias y contrarrevolucionarias en España entre 1917 y 1923.
Fuente: El obrero. Defensor d e los trabajadores. 10 Septiembre 2020. https://elobrero.es/cultura/historia/56493-sobre-el-centenario-del-llamado-trienio-bolchevique-1918-20.html
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