Por Miguel Angel Domenech
Es el ser humano el que lo
reclama. Es la polis la que hace una
ius, un orden, una Virtud contra
Fortuna, una legalidad contra la Ley divina, una razón contra Natura. Virt ud contra Fortuna ha sido uno de los topos de la tradición republicana del humanismo civico, precisamente. ( J.G.A. Pocok, H. Baron)
Por eso la política no es la
voz de lo que existe, ni de lo dado y no puede confiarse a los expertos en
conocer lo que es, los que dicen lo que es verdad, y sabedores de las cosas pues nos repetirán-
complacidos desde su solipsista descubrimiento-
el discurso de la voluntad
caprichosa y ratio desigual de la
Fortuna. No es el discurso de expertos
competentes en la legalidad de la Natura. El discurso politico genuino es
la razón de la polis hecha por ciudadanos que nos traen con la voluntad humana otra legalidad acordada.
Es la voz, el logos
compartido como discurso argumentativo- la ratio y oratio. No el soliloquio del
saber que mira y obedece a la salvaje
Natura y su Verdad sino la
construcción de una Verdad que es nueva
y llamamos justa. Verum et factum
convertuntur.
El acuerdo asi construido que llamamos polis-ciudad- justa y buena, y su legalidad- Verdad posee siempre razón, porque la razón de la polis es la voluntad acordada de ese pueblo. “El pueblo siempre es bueno , el magistrado corruptible” ( Robespierre) El pueblo siempre tiene razón. La voluntad acordada libre de la polis, la res , las cosas de la res publica, son el objeto de la política, no como ciencia sino como conciencia. El conjunto de cosas de la republica, no son conocidas por los ciudadanos porque existan y sean ciertas y verdaderas antes de republica sino que existen, son ciertas y verdaderas, porque son conocidas, discurridas y hechas por los ciudadanos. Es la conciencia de los miembros de la ciudad la que construye lo cierto en política. Declaramos como verdades inalienables y “ evidentes” cosas fundamentales como los derechos humanos pues nos son evidentes tras haberlas dicho como tales por todos. Los que hacen las cosas- los ciudadanos – son los mismos que las cuentan por lo tanto no pueden sino ser ciertas. Demostramos la evidencia de nuestros derechos y construcciones justas de la ciudad porque las hacemos.
La única condición de este
equilibrio es que hayan sido hechas por todos iguales de manera de poder ser
llamadas públicas de un discurso de iguales , que emanen
realmente de la república. La república de los iguales ( Babeuf).Esto no
significa ninguna adhesión solidaria- sólida- ni pertenencia, ni unanimidad.
Las ciudades hacen su edifican con
materiales del mutuo disenso no del mutuo consenso y nacieron míticamente de fratricidios, de Rómulo asesino de Remo, e
“inventadas por Cain” ( Tertuliano) . Desde su origen , el ser humano no
es Uno fueron al menos dos, hombre y mujer.
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