Por Miguel Angel
Doménech (1)
Monseñor James Ussher, arzobispo
de Armarg y Primado de Irlanda calculó de manera sin lugar a dudas que el mundo
fue creado por Dios el 22 de octubre de 4044 a c. a las 8 de la tarde. Era
jueves. Si esto fue así, dependiendo del cómputo de los siete días, el hombre habría sido creado
al final de ese mismo jueves, a las 8h y
un minuto, o bien al día siguiente, viernes. Es más probable este último
cálculo, pues se dice que Dios descansó después, lo que debió hacer en sábado
como es más lógico por ser día no laboral. La mujer hizo su aparición más
tarde, probablemente el fin de semana
siguiente, pues Adán no reclamaría al Creador compañía antes de
alcanzar la conciencia de soledad
que solo experimentaría al menos transcurrida una
semana. Quizás menos, mediando el aburrimiento paradisiaco. En todo caso, la
historia de la especie humana, según el
arzobispo, es de corta duración.
Para la ciencia, el tiempo
, el espacio y materia del cosmos
surgieron hace 13.800 millones de años por una primera explosión desde un punto de densidad inconmensurable en cuya
dinámica ni siquiera sería válida ley
conocida alguna. De ese monstruoso
producto difícil de encontrarle otro sentido o
explicación más que la
descripción causal de acontecimientos habría surgido nuestro planeta hace 4.500
millones de años. La vida en él apareció en sus primeras formas primitivas hace
3.800 millones y, tras ser destruida y reconstruida esa vida primera por diversos avatares, el ser que puede
llamarse humano surgió hace menos de un millón de años. Una nimiedad
temporal si lo comparamos con la magnitud
de los tiempos y ante cuya minucia frente
la enormidad de los espacios es
casi fútil, por anecdótica, la pregunta
de su sentido: ¿Por qué existe
el ser humano? Ese interrogante que puede dirigirse a la totalidad de lo
existente con más merecimiento de relevancia
por su envergadura, se hace más descaradamente desprovisto de respuesta
útil ante la irrelevancia del objeto:
el ser humano, en efecto, no es más que
un accidente infinitamente minúsculo,
azaroso y superfluo aunque esté
resultando ser progresivamente
dañino incluso dentro de su propia
innecesaridad.
Ambas perspectivas,
científica y arzobispal, tienen validez
cognoscitiva aunque de una racionalidad diferente. La ciencia nos trae una explicación causal de la vida
humana sobre la tierra, consecuencia evolutiva desde la primera explosión. El
mito nos propone su significado y
sentido.: la voluntad divina. Porque el
Dios vio que era bueno que así fuese,
siendo Él su propia ley y causa. Quia voluit.
Aunque
luego tuvo que enviar un reparador.
Pero ambas, en todo caso,
confluyen en lo que concluyen: la vida humana
sobre la tierra es un milagro
efímero y excepcional que igual
que ha venido se irá. Ya se han ido otras formas de vida cuatro veces, casi en su totalidad. No hay razón para que la excepción sea regla
alguna. Todo
devendrá de nuevo un mundo mineral y
sin memoria, volviendo a ser la
explosión inconmensurable y muda.
Pero no es solamente la advertencia de las constelaciones la que
nos previene. No es la falta de
advertencias con voz humana, y no necesariamente la de
profetas malhumorados, lo que nos haya de servir de excusa. Advertencias las
hay y ha habido siempre. Ya Hesíodo
había razonado, y explicado mitológicamente (hay mucho logos en el mito), que
la historia de la humanidad estaba desde épocas nobles desembocando en la de
metales baratos. Y Sófocles representaba a la emoción y adhesión del pueblo
reunido en el teatro la grandeza admirable y asombrosa de lo humano
“Andan por ahí infinidad de cosas
formidables,
Pero ninguna más formidable que el
hombre.
Esa cosa que es el hombre avanza,
Incluso
al cabo de las rutas del grisáceo mar
Con borrascoso ábrego, atravesándolo,
Bajo la amenaza de oleaje que brama a su
alrededor
Pero no se olvidaba en un fulgurante párrafo final de prevenirnos
que ese ser también se transforma en nocivo indeseable cuando falta a la decencia
(…) ¡Pero sea
privado d e la condición de ciudadano en pago de su osadía y falta de escrúpulos
Aquel con quien convive el desdoro
Ojala no comparta conmigo el hogar
Ni esté entre los que piensan igual que
yo
Quien así se comporte!
Estamos tan acostumbrados a
fiarnos de la Historia de la humanidad
como progreso que no solo no nos damos
cuenta de que ésta puede relatarse
como la historia de un inmenso matadero. La lección de las historias acaba siempre con el optimismo
de la Historia. No hay documento de cultura que no sea un documento de
barbarie, nos recuerda Walter Benjamin.
Walter Benjamin precisamente
nos ha suscitado otra versión mas intensa y profunda, que es la que
contemplaría un testigo imparcial en las Tesis sobre el concepto de la Historia. Benjamin, nos ilustraba la
situación con su memorable descripción del mito
del asombro del Angelus Novus.
Ese Angelus Novus planea en un viaje por
encima de lo que los humanos son y han sido y serán, con la mirada espantada
empujado por el viento de la historia. En ella, donde nosotros no vemos sino
una cadena de datos, el ángel ve una única catástrofe que amontona
incansablemente ruina tras ruina. El Angelus Novus quisiera despertar a
todos para recomponer el destrozo, sigue contando Benjamin, pero el soplo de la
tempestad es tan fuerte que le empuja inconteniblemente sin poder hacer nada
para impedir el cúmulo de ruinas que progresa.
Hay, no obstante, una
diferencia entre los catastrofismos pesimistas del pensamiento conservador y la
desesperanza pesimista revolucionaria. Los profetas de la decadencia reaccionarios
no quieren identificar que la amenaza que pesa sobre la humanidad haya sido
provocada por el desarrollo del capitalismo, sino por la pérdida del
encantamiento que antes ejercía un pensamiento benévolamente dominante. Se omitía que era el que
se imponía a través de los pocos
poderosos y vencedores de siempre. Los contrailustrados reniegan, efectivamente
de la actualidad, a la manera de Spengler , Smicht y Heidegger lamentando el
ocaso de las élites que han perdido su
turno dominador sustituidas por
otras con menos méritos estéticos. No es
así. La barbarie no ha venido por la luz de la razón y la libertad sino por la
sinrazón interesada , actuando con
violencia salvaje cuando era preciso y
con la astucia de crear una
cultura de servidumbre voluntaria ,
alternativamente , si alguno de los métodos brutales no daba los resultados suficientes para el
fin ultimo del lucro , la ganancia a toda costa y el provecho . No. La amenaza que pesa hoy con su gravedad irremisible ha sido
producida por la sinrazón de los vencedores, hoy llamados capitalismo.
Benjamin no deja de plantear
un ¿qué hacer? en un sentido diferente, no solamente de aquella sinrazón
nostálgica de las ideologías reaccionarias sino se enfrentó, de una manera que
ha sido definitiva, al determinismo de
un pensamiento de izquierda que aunaba
progreso de las fuerzas productivas y trabajo a progreso humano. Muy al
contrario, Benjamin nos ha mostrado el pesimismo revolucionario. La
transformación revolucionaria es, hoy día, “pulsar
el “freno de emergencia”.
No obstante, es de temer que el ¿qué hacer? de Benjamín, en esa tarea
del frenado exigido por el pesimismo revolucionario, tras la evolución
posterior, no ya de su actualidad sino de la nuestra, puede resultar insuficiente. Su pesimismo se ha
quedado tan corto ante el destrozo como
excesivo su optimismo en la potencia de los eventuales frenos de
emergencia. Con su propia vida dio testimonio anticipado de lo imposible, tal
como confirmó su propio suicidio. El
peso de las ruinas que vio el Angelus Novus es tan grande que el
terminus del viaje está muy cerca y casi no
queda tiempo. Siendo los escombros
demasiado altos no le queda al ángel
espacio para batir las alas. Oímos
también de Benjamin que el final de una historia de sufrimiento
no desemboca necesariamente en rebelión sino que puede serlo en exterminio.
El vuelo del Angelus Novus
espantado aún no llegó a contemplar lo
que habría de venir en acumulación de ruina y mataderos. Ni, pasados aquellos
inmediatos mataderos de guerra que sucedieron a la muerte de Benjamin , tampoco
alcanzó su espantada vista la continuación por otros medios y en otros sitios .
Las extinciones de vidas inocentes por hambrunas masivas extendidas, las
migraciones aterrorizadas, las
alambradas y muros impidiendo la huida de la desesperación, el mar-cementerio,
… Tampoco contempló la inminente ruina que alcanza la tierra, el subsuelo, el
suelo y el vuelo: la pudrición de los océanos y contaminación de aguas y
fuentes, la disolución de los hielos, la desertificación , el calentamiento ,
la alteración desequilibrada y destructora de naturaleza y especies, la
suciedad de todas las superficies, alturas
y profundidades de la tierra, la pudrición del aire puro, la
descomposición del paisaje, el agotamiento de recursos energéticos fósiles y
minerales… Hasta la herencia más generosa
y abundante de los miles de siglos de la naturaleza está siendo
arruinada irremisiblemente. Por fin, para que nada sea respetado, las vidas de
los seres más inocentes, las pobres criaturas animales, compañeros con los que compartíamos esa misma
herencia natural, son destruidas. Estas últimas victimas, deben de
contemplarnos con la misma espantada
mirada del Angelus Novus, no pudiendo concebir como puede matarse con tanta
acumulación de maldad y crueldad que ni
los mas salvajes de ellas serian capaces.
El lugar privilegiado más
expresivo de esa indiferente fiereza, es la macrogranja. El formidable matadero símbolo de la historia se hace cuerpo real en ese ese anexo de carnicería. El pudridero de las macrogranjas es la más
paradigmática representación del
pudridero ambiental con el que el ser
humano agota todo sin reserva alguna ni
piedad.
Una macrogranja es la metáfora mas expresiva de lo que el capitalismo está haciendo de nosotros mismos, en efecto, y no es de extrañar la susceptibilidad que ha levantado su denuncia. Será por alusiones ofendidas. Un espacio de acumulación, un lugar de aprovechamiento. El capitalismo es, ante todo, explotación. En esta ocasión es explotación ganadera lo que en otras ocasiones y lugares es explotación humana sin más. En todo caso, una explotación de seres vivos. Si ésta, la ganadera, se permite ser más cruel que aquella, la humana, es porque las victimas se lo consienten. Los animales, no se reivindican ni organizan peligrosamente ni sindicalmente, solo claman su protesta con alaridos de criatura torturada.
Pero las macrogranjas no significan
únicamente un trato inhumano mas brutal
que el que cualquier bestia “bruta”
pudiera imaginar que fuese posible
acometer contra otro ser vivo. Como explotación que es, contiene igualmente el
trato irresponsable e insolidario hacia
todos. Es la irresponsabilidad de unos pocos
del deterioro y perjuicios que se hacen pesar sobre el prójimo que ha de
pagar las consecuencias de su avaricia de lucro. No es necesario traer
aquí los datos ya muy conocidos de su desorbitado coste ambiental. La conocida contaminación ambiental de las
macrogranjas, que se dice
eufemísticamente como
externalización de las deseconomias, es tan intensiva como el amasijo de seres vivos que se
acumula en ellos. Una irresponsabilidad sin contemplaciones que se hace imponer sobre el
pobre animal apresado y el engañado
vecino, sin respeto ni al suelo
ni al subsuelo ni al cielo. Un desagüe
de deshechos y orines, de emanaciones, de carne aprisionada en masa, de
sacrificio incesante, de muerte y
pudrición. Un lugar infecto. Un lugar de mierda. Todo por la pasta.
Las macrogranjas comparten
técnicas organizativas con lugares que fueron entrenamiento abyecto de
ellas en lo que a management de
explotados se refiere: desde los barcos negreros de la trata de esclavos, hasta
los barracones de las canteras del valle
d e los Caidos, las obras de los presos
Banus y un larguísimo y
atroz etcétera cuyo entrenamiento y
experiencia no cesa. Encerrar a muchos trabajando mucho para obtener mucho
lucro a pocos.
El capitalismo surge precisamente como
encerramiento: el cercado privatizador de fincas comunales (comunistas) en su origen rural, el encerramiento fabril de
mano de obra antes artesana en lo industrial, el encerramiento de castigo en la
cárcel o penitenciaria de vagos, victimas
y desplazados de aquellos regímenes, el encerramiento-castigo de las work
houses. Es el encerramiento masivo y apretado
como “muros de madera” en el mar, aquellas macrogranjas humanas de los barcos negreros de la infame trata de esclavos. Aquellos navíos del comercio de esclavos resultan ser, sorprendentemente, lo mas parecido a la macrogranja. Igualmente
eran un lugar de hedor,
amontonamiento e inhumanidad, del que
nos habla P. Linebaugth en The Ship
slavers. Eran igualmente espacios de
encierre las granjas algodoneras de
Armagh, los almacenes-cuartos de esclavos de las plantaciones caribeñas, la
reclusión en reservas de los iroqueses. Donde estuvo y pueda estar todo lo
abierto al aire común y compartido libre entre iguales, el capitalismo
ha puesto macrogranja de aprovechamiento
privado, pone cerco a la libertad por
amontonamiento. No siendo posible
por su rebelión ni suficiente para su
desmesura de rentabilidad continuar haciéndolo
a las personas ahora les toca el
turno a los animales.
Una macrogranja no es
sino una mínima expresión concentrada e
ilustrativa de la historia humana cuyo
peor semblante se ha hecho comportamiento habitual y acelerado de los últimos
tiempos. El capitalismo, en efecto, ha
normalizado como condición del ser humano la depredación sin
contemplaciones. Hacer y reproducir vida para el sufrimiento y la rapiña,
promover vida y naturaleza para el
engorde desmesurado del capital y del beneficio,… ¿ Qué especie de ser se ha terminado de engendrar que
carece de la mas mínima piedad ante tanta mirada inocente que clama con espanto y muda resignación doliente sin
entender la crueldad de la avaricia? ¿Qué paradoja de inhumanidad es el ser
humano?
El enorme agravio cometido,
el sufrimiento acumulado, de personas y
animales y destrucción de cosas arroja ya, acelerado en los últimos
tiempos, un saldo de deuda moral que no
parece poder solventarse.
A pesar de “ultimas llamadas” de advertencia, la
especie humana, no obstante, sigue sin
confesarse a si misma que quizás le quede ya poco recorrido. Ha entrado
probablemente en modo irreversible como
efecto de los desequilibrios ecológicos, de la superación d e los
limites de recursos de la biosfera, del deterioro en tantos lugares. La deliberación y el juicio,
aunque se diese, que no se dará, sobrevendría demasiado tarde.
Para el obispo Ussher la
aparición del humano sobre la tierra es reciente. Comparándolo con los tiempos
cósmico es así ciertamente. Ante tanta
desmesura de sufrimiento de inocentes, de envilecimiento de todo lo bello y
bueno puede llegar a desearse que tan temprano como vino al mundo, con la misma premura, cuanto
antes, desaparezca de él. ¿No es el ser humano un animal principalmente nocivo en términos globales
del valor y existencia de la naturaleza? La permanente interrogación de “¿por qué fue creado el hombre?, se puede
continuar en una réplica escéptica y desencantada con “… que ninguna falta hacía”.(1) El
arzobispo Ussher y la cosmología parece
que permitirían apuntar
una respuesta más sarcástica y desabrida: “Total,
para lo que va a durar,….”
Al contrario de la religión
de progreso que profesamos todos, la edad del hierro, última de las edades de
Hesíodo en su historia del desprogreso, ya está entre nosotros con tanta necesidad como
justicia. Podríamos alegar, como protesta, que no somos, al menos no somos
todos, los causantes del desastre y de
la falta de nobleza del mundo en que vivimos. Serían los poderosos de
todas las épocas quienes merecerían el exterminio, Pero ya no se trata de
merecimientos sino de hechos brutos. El exterminio nos alcanza a todos, aunque
unos- los poderosos de siempre- sean adelantados por otros en este destino: los
animales desvalidos primero, después, los humanos pobres, después vendremos los pobres humanos.
(1). Este era el reproche que le hacia Hermes,
a otro creador de hombres, Prometeo en la dramatización burlesca del dialogo de los dioses de Luciano
de Samosata. Otro descreído, Saramago añadiría
que tampoco hacía falta alguna de
Dios que le crease.
Fuente : Publicado en Viento sur. 20 enero 2022 :
https://vientosur.info/walter-benjamin-entre-los-cerdos/
No hay comentarios:
Publicar un comentario