Cambiar el mundo por la razón. Estas dos frases resumen lo que es una constante en la vida y la obra de Zeev Sternhell; un trayecto de múltiples entradas cuya unidad y coherencia quedan articuladas en este libro que sintetiza una larga serie de conversaciones con Nicolas Weill. Intelectual, historiador, politólogo, activista, político, publicista, sionista y declarado hombre de izquierda, su obra no ha dejado de suscitar polémica desde el inicio, cuando sus estudios sobre Barrès (1972), sobre la derecha revolucionaria francesa (1978) y sobre los orígenes franceses del fascismo (1983) (1) pusieron en cuestión la interpretación canónica de la «excepcionalidad francesa» dominada por la tesis de R. Rémond de las «tres derechas»: legitimista, bonapartista y orleanista (2), para añadir una cuarta, la derecha fascista.
Su libro sobre el nacimiento
de la ideología fascista, escrito con M. Sznajder y M. Asheri (3) mantiene la
misma tesis, diferenciando entre fascismo y nazismo: el fascismo como un ataque
a las Luces, al liberalismo y la democracia, una revolución de tipo nuevo,
intelectual, moral y política, pero no económica o social, en tanto que el
nazismo es un asalto frontal contra el género humano.
El análisis de Sternhell se construye sobre la
base de una historia de las ideas fiel a la tradición clásica, sin concesiones
al giro lingüístico, las lecturas posmodernas o los planteamientos
multiculturalistas, que considera un freno a los valores universales. Lo
reitera en Les Anti-Lumières (4), su gran estudio sobre la contra-Ilustración,
edificado según el mismo método, en el que el autor amplía el marco francés, en
que se había centrado gran parte de su obra, para analizar a los grandes
pensadores europeos, aunque con algunas lagunas destacadas, especialmente en lo
que se refiere al caso español. En Histoire et Lumières se hace un recorrido
coherente por la vida y la obra del autor, que se entrelazan. Sternhell explica
su proceso formativo, sus iniciosen la historia de las ideas, así como su
interés y primeros estudios sobre el fascismo en un recorrido que pasa por
Francia, la Universidad Hebrea de Jerusalén, el IEP de Paris, Oxford y el
encuentro con Walter Laqueur en el St. Antony’s College, la universidad de
Princeton, etc. (Histoire, especialmente capítulo 7).
En todo su trabajo, afirma,
«está presente la naturaleza dialéctica de las relaciones entre ideología
política y realidad histórica. Las ideologías dan forma a la realidad y, a su
vez, evolucionan en contacto con la realidad; no se hace nada importante sin un
marco conceptual, una visión del futuro, una clara concepción del bien
político; es decir, ideas» (Histoire, p. 180). Era lógico que Sternhell, que ha
estudiado los orígenes del fascismo, su relación directa con el nacionalismo
tribal, con la defensa de la tierra y la sangre, se planteara las mismas
preguntas sobre el sionismo e Israel, tan entrelazado con su historia personal
y con la historia colectiva de los judíos.
Nacido en Polonia en 1935,
superviviente de la Shoah, la última vez que ve a su madre y su hermana es en
1942, el día en que parten a un campo de trabajo. «La mémoire de la Shoah est
enracinée en moi, mais je ne suis pas plongé dans le souvenir» (Histoire, p.
121). A finales de 1946 es evacuado a Francia, en donde vive con sus tíos.
Siempre con el estatuto de apátrida, realiza sus primeros estudios en Avignon,
hasta que en 1951 decide inmigrar a Israel, en donde formará parte de lo que A.
Shavit ha calificado como la generación del «Housing State» (5). Pasa sus
primeros años en el kibutz que abandona a los 17 para ir a estudiar al instituto
de Haifa, en donde él es el único nuevo inmigrante. La enseñanza secundaria era
de pago, recuerda, y costaba el equivalente de un 35% del salario medio de la
época (Histoire, p. 97). Es de nuevo en Francia en donde termina sus estudios
superiores, culminados con su tesis doctoral sobre Barrès. Estudios que, como
ciudadano israelí, compagina con su actividad militar; miembro de la brigada
Golani, participa activamente en las guerras de Israel. Su crisis, la puesta en
cuestión del relato canónico de los padres fundadores, comienza después de
1967. Sternhell es, hasta hoy, una de las voces israelíes más críticas y
comprometidas. En 1996 se publica su libro sobre Los orígenes de Israel,
estudio sobre un sionismo situado «entre nacionalismo y socialismo», que por
fin se traduce al español, con una ligera modificación en el subtítulo: «los
orígenes de una realidad conflictiva», pero sin cambios en el análisis, que
incluye un último capítulo escrito en 2004, «El temor al futuro», que mantiene
y corrobora las ideas fundamentales de la primera edición. Sternhell analiza
los años de formación de Israel, desmontando, más que deconstruyendo, los mitos
fundadores del Estado.
Si sus estudios sobre el
fascismo dieron pie a una fuerte y larga polémica, el libro sobre Israel, que
está animado por las mismas preguntas y el mismo hilo rojo de toda su obra, por
una similar búsqueda de coherencia e indignación moral, entrelazada con el
análisis riguroso, provoca una reacción similar, que no ha cesado.
El libro de Sternhell, criticado duramente y
debatido académicamente, es tachado por ciertos sectores como un ataque a las
bases mismas sobre las que se sustenta la legitimidad del estado de Israel. El
autor ha sido calificado de anti-sionista, y de post-sionista, incluso de enemigo
de Israel por algunos radicales, como los que en septiembre de 2008, poco
después de que recibiera el prestigioso Premio de Israel, atentaron contra su
vida colocando una bomba en su domicilio de Jerusalén; la policía encontró
cerca panfletos en los que se ofrecía un millón de shekels a quien matara a un
miembro de Paz Ahora, el grupo pacifista del que Sternhell había sido uno de
los promotores en la década de 1970 (6). Estas críticas y descalificaciones
carecen en su mayor parte de una base sólida, si bien la polémica que el libro
suscita, y sigue provocando, supone un aldabonazo a una reflexión profunda
sobre el sionismo y su significado y, sobre todo, sobre los límites que tiene
el sionismo liberal (7). Sternhell no ha cejado en su defensa del sionismo
liberal y democrático, sosteniendo que es posible la existencia de un «Estado
judío, democrático y laico en donde los judíos sean mayoría pero capaz de
asegurar la igualdad total de los pueblos que viven en él». Los verdaderos
post-sionistas, afirma, son los colonos, con su «sionismo de la catástrofe»
(Histoire, pp. 128, 132). Los orígenes de Israel comienza por preguntarse si un
movimiento nacional que aspira a una revolución cultural, moral y política,
cargada de valores fundamentalmente particularistas, puede coexistir con los
valores universalistas del socialismo. Los padres fundadores del Estado-nación
judío, que son también los dirigentes del movimiento laborista pre-estatal y
los que ocupan el gobierno de las primeras décadas del Estado de Israel,
siempre han defendido su compatibilidad, afirmando que es la síntesis entre
nacionalismo y socialismo lo que hace singular al movimiento nacional judío de
Eretz-Israel (Los orígenes, p. 15).
El análisis de Sternhell, en una línea de
investigación que sólo en parte coincide con los temas planteados por los
llamados «nuevos historiadores» y con los que de forma un tanto genérica han
sido calificados de post-sionistas y antisionistas, presenta un dibujo mucho
más crítico (8). En el libro se expone cómo, desde muy pronto, los fundadores
comprendieron que los dos objetivos, la igualdad y la construcción nacional, no
podían lograrse de modo simultáneo y optaron por una vía pragmática, un
«socialismo constructivista» que sacrificó la corriente que abogaba por un
socialismo igualitario y distributivo, representada en gran medida por B.
Borojov, —el filósofo del sionismo marxista, cuyos discípulos cesan de tener
una actividad política autónoma ya antes del Mandato británico—, Poalei Zion o
el Batallón del Trabajo, en aras del nacionalismo y de un socialismo de
producción al servicio de la construcción del Estado, en el que el obrero era
considerado como un soldado al servicio de la construcción nacional. Esta
opción, que está ya clara a finales de la segunda década del siglo pasado, en
gran medida va a marcar el desarrollo futuro del Estado y la sociedad israelíes,
y no es inconsistente con el programa expansionista que se desarrolla después
de la guerra de 1967. El camino, no obstante, no estaba determinado desde el
inicio: si el nacimiento del sionismo no puede desvincularse del fracaso del
liberalismo y de los valores universalistas de la Ilustración, al no frenar el
nacionalismo tribal y excluyente, tampoco puede entenderse solo como una
respuesta al antisemitismo y la inseguridad; también lo es al temor de la
pérdida de identidad. Lo cierto es que entre 1890 y 1922, cuando los EE.UU.
adoptan restricciones a la inmigración, la respuesta mayoritaria a los pogromos
es América y no Jaffa, a donde solo se dirige el 1% del total de inmigrantes
judíos.
Desde el inicio se dibujan
dos corrientes en el sionismo, una liberal y utilitarista, representada por
Herzl y Nordau, que ve en la reunión de los judíos en Israel una solución a la
inseguridad física y económica de los judíos de Europa del Este y una respuesta
al fracaso del liberalismo de la Europa occidental, y otra nacionalista,
procedente de lugares de la Europa oriental en que el nacionalismo tribal era
dominante, que veía en la «ascensión» a Israel la salvación de la nación judía
en tanto que entidad histórica (Los orígenes, p. 75). Sternhell analiza cómo se
va construyendo el primado de la nación, comenzando por A. D. Gordon, con su
rechazo del socialismo y su visión comunitaria del individuo. El trabajo es
para Gordon instrumento de justicia social y factor de renovación de una nación
que concibe como un cuerpo en el que se combate el parasitismo y en el que
reina la unidad. Es el trabajo el que da derecho a la tierra. Los judíos tienen
un derecho histórico a ella, superior al de los árabes, pero la tierra no debe
ser conquistada por la fuerza sino comprada a quien esté dispuesto a venderla.
Gordon, sostiene Sternhell, «ha contribuido de forma decisiva a impedir la
emergencia de un culto de la fuerzadentro del sionismo de izquierda» (Los
orígenes, p. 100). B. Katznelson completa la vía iniciada por Gordon, poniendo
el socialismo, y su potencial movilizador, al servicio del movimiento nacional
judío. Un mito movilizador que, al igual que en Ben Gurion que ya en 1930 habla
de pasar «de la clase a la nación», se formula en un lenguaje religioso: la
construcción nacional como algo sagrado. Toda la capacidad organizativa de los
fundadores, al igual que todas las instituciones, se ponen al servicio de la
construcción nacional, comenzando por el Histadrut, el sindicato que en 1948
cubría ya el 25% de la economía del país y que, sostiene Sternhell, no fue
capaz de dar una respuesta a las disparidades sociales que no cesaban de
aumentar. La organización, la disciplina y la solidez de las estructuras de
encuadramiento permiten que en 1948 el paso al Estado apenas se note, una
dinámica que continúa en las décadas siguientes. Para Sternhell el momento
clave sigue siendo 1948, fecha en que se presentó la ocasión para pasar del
sionismo pre-estatal de combate, «del nacionalismo intransigente, necesario
para la conquista de la tierra, a un sistema liberal y abierto». Pero lo que
debió ser un punto de llegada y fue legítimo en 1949, se transformó en un punto
de partida y, en 1967, quienes no estaban de acuerdo con la colonización
carecían de una alternativa ideológica para oponerse a todos aquellos, más
poderosos y numerosos, que defendían la implantación judía en los territorios
ocupados (Histoire, pp. 115-117). Pese a la energía de sus afirmaciones, y la
indudable de su compromiso político, la obra de Sternhell plantea tantos interrogantes
como los que trata de responder.
Su estudio sobre la génesis
del sionismo critica el camino seguido para lograrlo y las consecuencias que se
derivan por no haber seguido un modelo alternativo, cuyo éxito queda en el
terreno de lo hipotético. Pero también explica las razones del éxito en el
establecimiento de un Estado que, para Sternhell, garantiza la existencia
colectiva de los judíos. Lo que no se llega a contestar es la pregunta casi
imposible que está en el punto de partida de su obra, en la que se defiende el
modelo liberal ilustrado, franco-kantiano, en que la razón es la que construye
una sociedad de iguales; una obra que persigue una coherencia que choca con las
contradicciones inherentes al desarrollo histórico real y que no resuelve la cuestión
de la compatibilidad real de un modelo liberal y democrático, basado en las
premisas universalistas y defensoras de los derechos del hombre, con la defensa
de un Estado judío. Estado judío que, en principio, no tiene por qué estar en
contradicción con una defensa de la concepción civil y republicana de la nación
como una comunidad abierta de ciudadanos iguales, pero que sí plantea la
pregunta clave de cómo mantener esa mayoría judía manteniendo a la par el
criterio de igualdad y universalidad. Es una pregunta teórica cuya respuesta no
está clara en la obra de Sternhell. Una pregunta para el futuro pero, como bien
muestra su obra, el futuro está construido con las ideas y los materiales del
presente.
Sternhell busca la coherencia, que no es
unidimensionalidad, y alerta sobre los riesgos que acechan a la democracia y el
liberalismo que, como hallazgos humanos que son, no están inmunizados ante el
peligro de su desaparición. La expresión de una esperanza racional de que otro mundo
es posible, y su compromiso con ella, presente en toda la obra de Sternhell, no
logra ocultar al «pesoptimista», en término tomado de E. Habibi, que la
proclama.
(1) Zeev Sternhell, Maurice
Barrès et le nationalisme français, París, Fayard, 1972; La droite
révolutionnaire, 1885-1914: les origines françaises du fascism, París, Fayard,
2000 (1978); Ni droite, ni gauche: l’idéologie fasciste en France, París,
Fayard, 1983. (2) René Rémond, La Droite en France de 1815 à nos jours.
Continuité et diversité d’une tradition politique, París, Aubier, 1954. (3)
Zeev Sternhell, Mario Sznajder y Maia Asheri, Naissance de l’idéologie
fasciste, París, Fayard, 1989 (traducción española: El nacimiento de la
ideología fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994). (4) Zeev Sternhell, Les
anti-Lumières: du XVIIIème siècle à la Guerre Froide, Fayard París, Fayard,
2006. Ver reseña de C. López Alonso, Historia y Política n.º 18 (2007):
337-342.
(5) Entre los que se
encuentran Zeev Sternhell, Aharon Appelfeld, Aharon Barak, Louise Aynachi, Anna
Spiegel, Arie Belldegrun, Yehudit Fischer, Shlomo Teicher y otros que Shavit
entrevista en su libro (Ari Shavit, My promised land: the triumph and tragedy
of Israel, New York, Spiegel & Grau, 2013, pp. 175 y ss.)
(6) Peter Beinart, The
Crisis of Zionism, Nueva York, Times Books. 2012, p. 23 y cap. 1. (7) Hay una
abundante literatura sobre el tema. Las obras de Gabriel Piterberg (The returns
of Zionism: myths, politics and scholarship in Israel, Londres-Nueva York,
Verso. 2008), ampliamente debatida por Zeev Sternhell («In Defence of Liberal
Zionism», New Left Review, 62 (2010), pp. 99-114), la citada de P. Beinart, o
la de Judith Butler (Parting ways: Jewishness and the critique of Zionism,
Nueva York, Columbia University Press, 2012) no son sino una pequeña muestra de
una abundante literatura sobre el tema, ampliamente tratado en varios artículos
aparecidos en los últimos años en The New York Review of Books.
(8) Carmen López Alonso,
«Historia y presente en Israel y Palestina. Separación, oposición y
entrecruzamiento de dos historias paralelas. Nuevos y viejos enfoques», Ayer,
76 (2009), pp. 293-317.
(*) Carmen López Alonso
Universidad Complutense de Madrid. Fuente HISTORIA Y POLÍTICA
NÚM. 32, JULIO-DICIEMBRE (2014), PÁGS. 331-364
Capital
Intelectual, Buenos Aires, 2013, 544 págs. (Edición original: Aux Origines
d’Israël : Entre nationalisme et socialisme, París, Fayard, 1996 y 2004).
Histoire et Lumières. Changer le monde par la raison. Entretiens avec Nicolas
Weill; Albin Michel, París, 2014, 368 págs. Historia y Luces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario