. Los derechos naturales no son los más eminentes límites de la autoridad política. En el mismo nivel de importancia, e incluso mayor y sin sus inconvenientes, se encuentra la voluntad de la comunidad.
. El derecho natural puede fácilmente convertirse en ideológico, tomando el término ideológico en el peor sentido, porque se presta a reivindicar como natural lo que alguien conviene a alguien si así lo considera. Ese alguien suele ser el más poderoso. Su calificación de natural y su consecuente elevación a legitimador universal no proviene de instancias inmanentes sino trascendentes. Es heterónomo, norma de Otro, no popular. Es del sabio o, con mayor propiedad para nuestros días, del técnico, es decir del intérprete de otra voluntad que existiese supuestamente antes de la creación de cualquier polis. Es pre-política. No proviene de la ciudad humana misma. No es republicano. Su origen lógico- quizás también histórico- no puede ser sino divino o similar, en todo caso de orden monárquico.
Obviamos, además, la cuestión de quien determina el que haya de ser el competente, el sabio y técnico, o el electo, en quien tanta responsabilidad recae. Erasmo, ya nos ponía en guardia: “Si consultas a los historiadores no te será difícil encontrar que no ha habido ningún gobernarte más perjudicial para un estado que en aquellas ocasiones en las que el poder ha recaído sobre algún filósofo” (1)
. Este es el problema de la expresión “derechos y libertades” cuando dicha expresión se entiende, y asi es su uso por el liberalismo, como derechos individuales, haciendo ocioso y reiterativo el añadido “y libertades” pues se supone que la libertad o las libertades n son sino reivindicación y protección de derechos subjetivos individuales. Lo reiterativo de ambos términos nos da a significar que libertad no es sino la mera realización de derechos que existirían por un orden de cosas que nos ha sido dado , por física. No que somos nosotros los que, en uso de nuestra común libertad, hayamos definido como un orden jurídico humano- que no físico-, simbólico y común. No es la republica – ese orden jurídico común surgido de la voluntad popular- la que nos hace libres, sino la física. No es la voluntad popular sino la voluntad de natura. Cuando no conseguimos por nuestra voluntad en las cosas, suponemos que éstas son vo9luntad de alguien. No somos libres cuando hacemos un mundo común que definimos como lo que debe ser sino lo que es, las cosas como son lo que definiría nuestra libertad desde este enfoque. La libertad, por lo tanto, seria adhesión no creación. La libertad sería consensus populi, consentimiento, nunca ejercicio ni construcción de un mundo propio.
. Por eso la política y la democracia desde esa perspectiva no es sino elección consentida de gobernantes- interpretes del Otro- no gobierno del pueblo. Es administración de cosas, no creación de nuestra ciudad y nuestras vidas.. La liberad en tanto que creación de un mundo humano, sería, de nuevo desde esa perspectiva, una facultad reservada, no al pueblo y al común, sino a algunos que valen más que el resto de la plebe , la valentior pars de la que hablaba Marsilio de Padua. Siempre que nos remitimos al Otro absoluto, son unos pocos los que lo encárnen. Lo natural termina siendo privilegio y desigualdad. ¿No es eso precisamente la naturaleza, fuerza, desigualdad, arbitrariedad y azar? De ese reino, que no de república, recibe muy adecuadamente su nombre el derecho natural. El derecho natural es por lo tanto fuerza, arbitrariedad, inhumanidad, selección, ...todo contra el pueblo llano. Al derecho natural podrian aplicarsele las acusaciones de Babeuf: " Sabemos que tras vuestras bellas palabras grandilocuentes lo que hay es desprecio del pueblo llano, desprecio de la canaille". Esas "grandilocuentes palabras" serían las palabras del derecho natural.
. No es el menor de los
riesgos ni la única consecuencia de la consideración del derecho natural como fundamento político. Hay más que para
otro dia dejamos. Uno de los desarrollos más interesantes lo proponía Hannah Arendt al plantear la cuestión del "derecho a tener derechos" y quien era la instancia que lo decidía que ha suscitado tantos airados enemigos como equivocadas lecturas de lo que quiso plantear con aquella expresión.
(1).
Erasmo . Elogio de la locura XXIV)
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