"

"
...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

24/9/22

A REINA MUERTA S.W.A.T. PUESTO

 


 

libro-imagen-animada-0009Por Miguel Angel Doménech (*)       

 


Una máxima  moral  de sabiduría antigua nos dice que “el exceso  aflige al sabio más que lo escaso al ignorante”. No hace falta colocarse en esta polarización exagerada de sabios e ignorantes y clasificarnos  nosotros mismos vanidosamente  como sabios frente a muchedumbres ignorantes para darse cuenta de algo que todos y todas, experimentamos  sin duda: el hartazgo de Reina muerta. Parecería ser que los únicos en no darse cuenta de esto son los organizadores de la programación televisiva. Quizás porque les va el sueldo en ello.

Que se nos pone Reina hasta en la sopa es un exceso incomprensible de ritos simbólicos que no son necesarios. ¿Tan quebrantado está el poder, el Estado en general, que necesita este fortalecimiento  por sobreabundante de formas  simbólicas? ¿ Tanta subversión reformadora  se da para justificar una barroca contrarreforma de propaganda de valores  que significan poder, desigualdad y riqueza?  No es necesario ser historiador, y basta ser una persona  atenta lectora de actualidad  para darse cuenta. No existe proporción entre el hecho del fallecimiento de una funcionaria ya inactiva de un país ya en un proceso de decadencia hace tiempo hasta el punto de  haberse reducido a ser  ya de irrelevancia mundial   comparándolo con  los fastos desorbitados  de su exaltación.

Hubo un sublime imitador surrealista  de las maneras  oficiales de  lo  que hoy se celebra en el Reino Unido  : aquel Idi Amin Dada  de  carrozas doradas ,  escoltas con  caballos emplumados y uniformes que en Uganda paseaba, como su admirada monarca, su magnifica autoridad.  El desprecio que se le tuvo no correspondía a su responsabilidad en un Estado sanguinario sino a su negrura. Porque, en efecto,  el reino colonial  de nuestra blanquísima majestad no le quedó a la zaga en materia de salvajismo y persecución de quienes se opusieron a su imperio reclamando independencia. Por no citar más que uno entre muchos ejemplos, véanse los millones de exterminados, hombres y mujeres en Kenia. En los mismos años en que Isabel, hoy muerta, y antes muy viva , se trasladaba en carroza como un  Amin Dada retrospectivo , sus  civilizados blanquísimos  funcionarios castraban y cegaban con cemento el ano de los prisioneros keniatas que pedían ser libres violando además a sus mujeres.  No fue la única salvajada y podrían citarse relaciones y crónicas enteras mucho mas largas y espantosas  pero  más dignas de memoria que las que den cuenta en el futuro  del  idiota rito de   entierro de una persona siempre emplumada como un gallo. El exceso  impúdico parece ser una adherencia que necesitan los poderosos.


También hay otra sentencia moral antigua que decía con perspicacia: “Culmen honoris lubricum”: el exceso de honores es resbaladizo. En efecto,  no solo porque  una institución que precisa de tanta exaltación está mostrando sus carencias sino porque a la sobreabundancia innecesaria sigue el hartazgo y el símbolo resbala hacia otra significación no querida: la desigualdad. La desigualdad  es la base de nuestras sociedades y su ocultamiento, por eficaz y funcional  que logra ser para intereses inconfesables,  no consigue ocultar  lo esencial  que caracteriza al Estado moderno occidental: deben de existir desiguales y debe existir la servidumbre para que este Estado político y  consecuente estado de cosas sea posible. Los desfiles del entierro lo  confiesan  gracias  la vanidad inevitable de los poderosos. Un patinazo de franqueza   y descaro que los privilegiados no pueden evitar  no pagarse.

 Etienne de la Boetie (1) se extrañaba retóricamente de la posibilidad, irracional, del poder de uno o de los pocos, sobre todos y, sin darse repuesta, la avanzaba ya en su reflexión: la servidumbre es voluntaria. Lo asombroso es que el orden de dominación se respete y  solo por ese respeto sobrevive. La Boetie no se espantaría demasiado  ante  la exhibición de servidumbres llorosas. El amo  se sostiene por la piedad del siervo.  Las insistentes imágenes del entierro real son un desfile de sentimientos y sentimentalismos.  Es labor del Estado también esta del cultivo de los sentimientos y  promoción de una ciudadanía sufriente y pasiva no  protagonista de  la vida activa, de virtud política  que  exige  la República. Tampoco desatendería que  a la  exhibición real  no le puede faltar, por supuesto, la parte del lujo y despilfarro. No es  solo un desfile de sentimentalismos. Es un desfile de modelos, porque el que tienen la bolsa y los que tienen la espada son siempre solidarios.

 


 El artefacto  de los poderosos es la creación de instituciones que hagan materialmente a los seres humanos desiguales y al mismo tiempo instituyan la aceptación de la desigualdad y la servidumbre. En el caso de los fastos  no estanos ante una excepción británica sino ante un ejemplo ilustrativo: se debe dar  sustancia y significado de valor al mito a través de ritos. Es el rito mismo el que crea el mito, como Cassirer lo expuso muy acertadamente. (2) Hacer ritualmente cosas juntos produce pensar  socialmente las mismas cosas. El campo por excelencia de funcionamiento del mito que integra es, en nuestras sociedades  el Estado moderno

Durkheim (3) entendía dos formas de integración social, la integración lógica y la integración  moral. La primera consistía en compartir las mismas  estructuras cognitivas, es decir, categorías de percepción que nos dicen lo que la realidad es. La integración moral es el acuerdo sobre valores, normas que han de servirnos para emitir jucios de conducta y ponernos de acuerdo sobre lo que la realidad debe ser. Esa integración lógica y moral está encomendada al Estado. El Estado es – según la definición  weberiana, el monopolio de la violencia y además, y sobretodo, la legitimación social de esa violencia. El Estado no se impone – que lo hace- por la fuerza bruta de las instituciones fácticas de represión sino ante todo es la imposición de un poder simbólico. (4) Esto no quiere decir que un orden social sea un orden de consenso. Es un orden de fuerzas, pero  no se pueden entender las relaciones de fuerza de un orden social sin que intervenga la dimensión simbólica. Las relaciones de fuerza, policiales, militares, e incluso económicas, serian fáciles de derribar sin la producción de lo simbólico que genera las integraciones que Durkeim señalaba. Integraciones que operan tan invisiblemente que ni siquiera nos damos cuenta de ellas.  El mecanismo de   la obediencia simbólica que protagoniza el Estado opera como el de la creencia. Con el añadido de que el poder simbólico no actúa  solamente en el campo de la mente privada sino en el de las relaciones.

La simbología en vigor en nuestras sociedades  como lo muestra la del entierro real es una simbología que establece que la relación entre seres humanos que conviven  ha de ser forzosamente de desiguales, relaciones de poder en que unos son superiores a otros, y que forzosamente unos deben obedecer y otros mandar. Es esta  la relación que se impone en todos los ritos del Estado y en su misma simbología de cosa relevante. El Estado y sus agentes  son  una institución superior y separada  del común ciudadano   . Para que la convivencia sea posible, dice el monopolio simbólico del Estado, debe de existir un status  en que unos- que saben y tienen- intermedien a otros , no capacitados para gobernar  sino solamente para opinar o , como mucho , para consentir y aceptar a los  superiores en la capacidad  que deben  monopolizar merecidamente. Recordemos que la integración simbólica no es simple veneración supersticiosa de un  ritual inocente para almas simples. Actúa una verdadera  integración cognitiva de calado teórico e ideológico. No es necesariamente con la lectura de libros teóricos como se adquiere  la teoría.   


No es de extrañar que la exacerbación del rito, que haya de  consolidar el mito de servidumbre y delegación, se produce en las liturgias monárquicas como la que presenciamos. Fue precisamente la monarquía absoluta la que históricamente produjo el Estado moderno. Los monarcas aún mantienen esa adherencia mayestática símbolo de legitimación de la desigualdad necesaria para la convivencia ordenada. Son los vestigios rituales de algo muy vigente. En la legitimación simbólica debe suplementarse como argumento su carácter ancestral. Pretende decirnos que existe desde tiempo inmemorial. Su arcaísmo da fe de la garantía de verdad que esa antigüedad atestigua. Es verdad lo que el transcurrir de la historia ha hecho verdadero. Pues toda la historia  oficial, la relatada en las ceremonias, es historia sagrada en cuanto existe una providencia divina que la dirige. Sin perjuicio de la estimación que hagamos sobre la eficacia que realmente esté teniendo hoy una parafernalia que estéticamente sentimos como ridícula y francamente de mal gusto, esa es la intención de la Corte.

No es de extrañar que sea la monarquía la institución  que más contiene, en los ritos de su desenvolvimiento, este género de símbolos propios de la legitimación de lo  estatal. Fue precisamente en las monarquías modernas absolutas  donde se dio la génesis del Estado moderno al pasar el monopolio privado del poder ( poder personal- dinástico: “ Soy yo”) a monopolio público ( Estado moderno. “El Estado soy yo“), pero siempre manteniendo  la  herencia de la calificación de lo político como monopolio y como privacidad. Todos los símbolos estatales y monárquicos repiten sin tregua: “lo político ha de ser monopolio, es  de Uno o de Unos. Nunca es de todos. La polis es supremacía y soberanía. La polis no permite lo común”. Lo genuinamente político, dice, su quintaesencia  manifestada precisamente en la solemnidad, es lo Superior, lo Soberano, lo Poderoso exclusivo,  nunca la relación  mutua de iguales y  vulgares, comunes, comunistas. El Estado es, ante todo y como buen monarca,  anticomunista.

A las personas  partidarias de lo común, a las y a  los comunistas, nos cabe, no obstante, otra esperanza. Es precisamente la del aspecto resbaladizo, ambiguo,  lubricum de la máxima que amenza con su exceso. El barroco espectáculo se desliza y resbala hacia lo grotesco, como caricatura de si mismo.  El empacho termina siendo el resultado y revela lo que quiere ocultar. Que ese mundo simbólico está necesitando cada vez más de añadidos y oropeles pues no se  sostiene por si mismo. Su poder simbólico está degradándose en la potencia y calidad propia  de las revistas del corazón. Era de esperar. Las sociedades occidentales dominantes  pierden fuelle simbólico en favor de una creciente irracionalidad de apariencia cada vez más estúpida e impresentable de los valores y realidades que tratan de significar. El consumo innecesario, derroche, destrucción del medio ambiente, superficialidad y empobrecimiento de relaciones intersubjetivas, trabajos “de mierda” (David  Graeber), exaltación de lo superfluo obtenido con avaricia insolidaria, afán de lucro a cualquier precio,… exige una compensación cada vez más desmedida de oropel y decorados de la misma degradada calidad de lo que son significantes. Los fastos horteras  del funeral inglés son una buena metáfora de que ni significante ni significado valen ya  un pimiento.

 Desgraciadamente  también cabe resbalar hacia lo peor. Cuando el monopolio de la simbología de legitimación se va desvaneciendo se hace necesario acentuar la presión del monopolio de la violencia. Cuando se debe poner tanta potencia en el respeto  de la democracia es que esa democracia no es respetable. Este deslizamiento no hace falta esperarlo, ya lo tenemos encima en la forma de militarización creciente de las fuerzas represivas y de seguridad antidisturbios del Estado que se hace llamar  liberal. Que las inútiles guerreras escarlata  y ridículos gorros  Busby no nos engañen .Terminados los  entierros  y archivados  los símbolos de Estado , vuelven a las calles   los SWAT (5), los GSC-9, los  RAID , los GEOS  y  embrutecidos antidisturbios de todas partes.

 (¡). Etienne de la Boetie. Discurso debe La servidumbre voluntaria. Akal 2022

(2) Ernst Cassirer. El mito del Estado. FCE  México 1968

(3).E. Durkheim. Las formas elementales de la vida religiosa. Alianza .Madrid. 2014

(4). P. Bourdieu. Sobre el Estado. Anagramav.Barcelona 2014

(5). Special Weapons And Tactics,

 

(*). Fuente. Viento sur

https://vientosur.info/a-reina-muerta-swat-puesto/

No hay comentarios: