.- No es válido oponer en política el enfoque de Aristóteles: la prudencia, contra el enfoque de Kant: el deber, como si se opusiese ética de la responsabilidad frente a ética de la radicalidad deontológica. Porque en los tiempos actuales del capitalismo crecientemente dominante , alienante y desigual, sin alternativas viables y amenazando destruir el ecosistema, prudencia ya no quiere decir equilibrio y ponderación sino utilidad inspirada por lucro y consecuente destrucción global. Lo verdaderamente prudente sería hoy, para Aristóteles, una radicalidad del deber de revertir el camino que nos lleva a la autodestrucción. Mantener la lógicas dominante es peligrosamente imprudente e irresponsable.
.-Porque traicionaron las
causas en las que creían ahora sostienen que
vivir por una causa es utópico y reclaman “realismo”. En realidad,
ciertamente, en ellos no había nada bueno
salvo la causa que perseguían. (
Nihil bonis praeter causam”). Una vez renunciado a ella, quedaron en nada
bueno.
.- La revolución, o el cambio,
no solo debe de ser algo acertado sino también legitimo. En caso contrario no
es revolución sino circunstancia cambiante.
De ahí la insuficiencia de los fundamentos políticos que no sean éticos.
Una revolución no se equipa eficazmente hoy con armas sino con filosofía. Pensar
es revolucionario. El mal es la banalidad de la conformidad que renuncia al esfuerzo de la
reflexión
La conveniencia nunca puede ser una fuente de reclamación de derechos
pero nunca puede convertirse en una base de fundamentación del derecho. Por lo
tanto, los efectos jurídicos de esa conveniencia y las leyes que resulten
duraran lo que dicte la situación que políticamente los ha considerado convenientes. No será un cimiento cultural y político
inamovible siono sujketo a os valores circunstanciales de quien ejerza el poder
de turno.
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