Por Cornelius
Castoriadis.(1)
Pero
la esencia del espacio público no se deduce únicamente de las decisiones
finales, si este fuese el caso, ese espacio estaría más o menos vacío. Se
refiere igualmente a los presupuestos de las decisiones, a todo aquello que
conduce a ellas. Todo lo que importa debe aparecer en la escena pública. Se
encuentra ahí la materialización efectiva en la presentación de las leyes, por
ejemplo: las leyes se graban en mármol y son expuestas al público con el fin de
que todos puedan verlas. Pero además y esto es lo más importante,
estas reglas se materializan igualmente en la palabra de los que hablan
libremente de política y de todo aquello que pueda interesar a todos en el
ágora, antes de su deliberación por la Ekklesia
Para entender el formidable cambio histórico que esto supone, no hay más que comparar esta situación con la situación asiática típica. Esto equivale a la creación de la posibilidad- y la realidad- de una libertad de palabra y de pensamiento en el seno de la colectividad. Ocurre al mismo tiempo que los otros dos rasgos fundamentales de la ciudadanía ya mencionados: la isegoria, el derecho igual para todos de hablar con franqueza y la parresia, el compromiso que todos adoptan de hablar realmente y libremente en todo aquello que se refriere a la cosa pública. . Es importante insistir sobre la distinción entre lo formal y lo real. La existencia de un espacio público no es un mero asunto de mecanismos jurídicos que garantizan la misma libertad a todos. Dichas clausulas no son sino una condición previa para la existencia de ese espacio público. Lo esencial esta en otro lugar: ¿Qué es lo que la población va a hacer de esos derechos? Los rasgos determinantes a este respecto son la valentía, la responsabilidad y la vergüenza ( aidos auschune) . Si esto falta, el espacio público se hace simplemente un espacio de propaganda, de mistificación y de pornografía que es lo que suele ocurrir hoy cada vez en mayor medida. No hay disposiciones jurídicas que puedan compensar tal evolución- o bien engendran males peores que los que trata de evitar- . Únicamente la educación (la paideia) de los ciudadanos en tanto que ciudadanos puede dar un verdadero contendió al espacio público. Pero esta paideia no es una cuestión de libros ni de créditos para la escuela mayoritariamente. Es ante todo la toma de conciencia del hecho de que la polis, es todos, y que su destino depende también de
nuestra reflexión, de nuestro comportamiento y de nuestras decisiones, es decir de la participación en la vida política de todos.La
creación de un tiempo público no es menos importante que la creación de un
espacio. Entiendo por tiempo público, no la institución de un calendario de un
tiempo social, un sistema de hitos temporales sociales, lo que naturalmente
existe todo caso, sino la emergencia de una dimensión en la que la colectividad
pueda observar su propio pasado como resultado de su propia acción y donde se
genera un porvenir indeterminado como resultado de su actividad. Las restantes
sociedades no conocen sino un régimen incontestable de tradición
donde se da una simple consignación por escrito de los
acontecimientos por los sacerdotes o por los cronistas reales. Heródoto, por el
contrario, declara que la tradición de los griegos no son dignas de fe. El
quebrantamiento de la tradición y la investigación critica de las verdades
creídas van juntas. Este conocimiento del pasado está abierto a todos: Heródoto
leía su historia a los griegos reunidos con ocasión de los juegos olímpicos .
La oración fúnebre de Tucidides contiene un relato de la historia de los
atenienses desde el punto de vista del espíritu de la actividad de
generaciones sucesivas- una perspectiva que conduce hasta el tiempo presente e
indica claramente la tarea que debe llevarse a cabo en el futuro.
¿
Cuáles son los límites de la acción política, los límites de la autonomía?.
Cuando la ley está dada por Dios o hay una fundación científica o
filosófica de verdades políticas substánciales ( la Naturaleza, la Razón
o la Historia que dan un principio ultimo) , entonces existe para la sociedad
una norma extra-social. Se tiene una norma, una ley de la ley, un criterio
sobre cuya base se hace posible decidir o discutir y decidir sobre el carácter
de lo que sea justo o injusto apropiado o no, de una ley particular ( o de un
estado de cosas). Este criterio esta dado de una vez por todas y, no depende de
la acción humana.
Desde
el momento en que se reconoce que no existe tal base, sea porque hay separación
entre religión y política como es, de manera imperfecta el caso de las
sociedades modernas, sea porque, como en Grecia, la religión se mantiene
rigurosamente al margen de las actividades políticas, y cuando no hay
tampoco una ciencia, ni episteme, ni techne, en materia
política, la cuestión ¿qué es una ley justa? ¿Qué es la justicia?¿ cuál es la
buena institución de la sociedad? Viene a ser una autentica cuestión (es decir
un interrogante sin fin) .
La
autonomía no es posible más que si la sociedad se reconoce como fuente de sus
propias normas. En consecuencia la sociedad no puede eludir el interrogante
¿porque tal norma, mejor que tal otra? .Dicho de otro modo, no puede evitar el
cuestionamiento de la justicia (respondiendo , por ejemplo que la justicia es
la voluntad de Dios o de un Zar, o el reflejo de las relaciones de producción).
Tampoco puede esquivar la cuestión de los limites de los actos. En una
democracia, el pueblo puede hacer cualquier cosa pero tiene que saber que
no debe hacer cualquier cosa. La democracia es el régimen de la
autolimitación, es también el régimen del riesgo histórico, lo que es una
manera de decir que es el reino de la libertad, es un régimen trágico. El
destino de la democracia ateniense lo ilustra. La caída de Atenas- su derrota
en la guerra del Peloponeso, fue el resultado de la hybris de
los atenienses. Hybris no significa simplemente libertad,
significa también la ausencia de normas, la imprecisión fundamental
de las referencias ultimas de nuestros actos. (El pecado para los cristianos
es, al contrario un concepto de heteronomía). La transgresión de la ley no es
una hybris, es la de un delito definido y limitado. La hybris existe
cuando la autolimitación es la única norma, cuando son transgredidos los
límites que no estaban definidos en ningún sitio.
La
cuestión de los límites de la actividad de autoinstitución de una colectividad
se despliega en dos momentos. ¿Existe un criterio intrínseco de la ley y para
la ley? ¿Se puede garantizar efectivamente que un tal criterio, sea cual sea su
definición, no será nunca transgredido? En el nivel nos fundamental, la
respuesta a ambas cuestiones es un no categórico. No hay norma de la norma que
no sea a su vez una creación histórica. No hay ningún medio de eliminar
los riesgos de una hybris colectiva. Nadie puede proteger a la humanidad
contra la locura o el suicidio. Los tiempos modernos han creído-
pretendido- haber descubierto la respuesta a estas dos cuestiones
amalgamándolas en una sola. Esa respuesta seria la Constitución, concebida como
una carta fundamental que incorpora las normas de las normas y articulando
clausulas particulares estrictas en lo que concierne a su revisión. Casi no es
necesario recordar que esta respuesta no se sostiene ni en lógica ni en los
hechos y que la historia moderna desde hace hoy ya dos siglos se ha burlado de
todas las maneras imaginables de esta idea de una Constitucon, o que la mas
antigua democracia liberal occidental, la de Gran Bretaña, no tiene
Constitución. Basta señalar la falta de profundidad y la duplicidad del
pensamiento moderno a este respecto. Tal y como se manifiesta en el
terreno de las relaciones internacionales tanto como en los casos de cambio de
los regímenes políticos. A nivel internacional, despecho de la retórica de los
profesores de derecho público internacional, no hay una ley en realidad sino “
la ley del más fuerte”, dicho de otro modo, existe ley en tanto que las
cosas no tienen verdadera importancia, mientras no se necesita una ley.
Esta ley del más fuerte es la misma que opera en la implantación de
un orden legal en un país. “una revolución victoriosa crea el derecho”, enseña
la casi totalidad de los profesores de derecho público internacional y todos
los países siguen esta máxima en los hechos reales (Esta revolución no es
propiamente una revolución por decirlo con propiedad, lo más normal es
que no sea sino un putsch victorioso). En la experiencia de la historia europea
de los últimos sesenta años la legislación introducida por los regímenes
ilegales e incluso monstruosos se ha mantenido en lo esencial despues de su
caída. .
(1).Cornelius
Castoriadis.-Lo que hace a Grecia . 1986.
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