El 68 comenzó en Vietnam: ofensiva del Tet,
solidaridad, radicalidad
PIERRE
ROUSSET (*)
Desde 1965 Vietnam se había
convertido en el epicentro de la situación mundial. Estados Unidos tomaron el
relevo de los franceses. Prosiguieron una escalada militar multiforme que al
hilo de los años se hizo cada vez más mortífera, e incluía el bombardeo masivo
de las zonas liberadas del Sur, de Vietnam del Norte, de Laos y, finalmente, de
Camboya. Washington envió hasta 500.000 soldados sobre el terreno (en la
intervención de 2003 en Irak no hubo nunca más de 180.000). Los gigantes
bombarderos B52 entraron en acción. El programa Phoenix [ideado
por la CIA y orientado a identificar y neutralizar la
infraestructura civil de la insurgencia]hizo más víctimas que actualmente los
drones. La mayor potencia mundial movilizó sus recursos económicos y
científicos. El conflicto abarcó todos los planos; incluso en el social: la
reforma agraria revolucionaria de las fuerzas de liberación tuvo su réplica en
una reforma capitalista de la agricultura. En muchos aspectos la extrema
brutalidad de aquella escalada no tenía precedentes y aún hoy continúa siendo
una excepción. Encarna la barbarie imperialista.
Si Washington comprometió
semejantes medios fue porque la dimensión de aquella guerra iba más allá de lo local. Se trataba de poner freno, y después hacer “retroceder” (contain and roll back), a la dinámica revolucionaria iniciada en el Tercer Mundo con la victoria de la revolución china (1949). El objetivo era el restablecimiento del orden imperialista bajo hegemonía de EE UU en el mundo.Las raíces de la
radicalización de la juventud en los años 60 fueron diversas. En Francia, el
régimen gaullista salido de un golpe de Estado (“10 años, ya basta”), así como
el tabú moral de fuertes tintes católicos se hizo insoportable. A medida que
los estudiantes de origen popular empezaron a acceder a la universidad
emergieron nuevas tensiones sociales. El año 68 presentó rostros diferentes
según los países. Sin embargo, la movilización contra la escalada imperialista
en Vietnam constituyó un elemento aglutinador, un rasgo de identidad
compartido, una característica fundamental en numerosos países. Está claro que
todo ello no tuvo una dimensión tan amplia bajo los regímenes dictatoriales o
en Europa Oriental.
En Vietnam, no era evidente
emprender una ofensiva cómo la del Tet y provocó intensos debates en el seno de
la dirección del partido comunista. Finalmente, la decisión adoptada fue la de
una ofensiva en todas las direcciones, constante, que pudiera (objetivo máximo)
abrir la vía a levantamientos insurreccionales o (objetivo mínimo) cambiase el
curso de la guerra, especialmente gracias a su impacto mundial. La ciudad de
Hué (capital del centro de Vietnam) resistió 26 días antes de ser reconquistada
por la fuerzas estadounidenses al precio de su destrucción. El asedio de la
gigante base militar de Khe Sanh por las divisiones del Ejército Popular fue un
elemento de diversión para encubrir los preparativos de la ofensiva del Tet
propiamente dicha. Los combates alcanzaron al centro de Saigón (incluyendo la
embajada de Estados Unidos) y se prolongaron durante mucho tiempo en los
barrios populares.
Durante la ofensiva del Tet
se combinaron todas las modalidades de una guerra popular: operaciones de
guerrilla, levantamientos, intervención del ejército regular (basado inicialmente
en el Norte)… Aparecieron muchos problemas que no fueron forzosamente resueltos
: ¿cómo organizar en semejante enfrentamiento a las poblaciones
desestructuradas refugiadas en los barrios de Saigón? ¿cómo protegerlas de
forma duradera frente a una mortífera contraofensiva absolutamente indiferente
a las pérdidas civiles?
Aunque al comienzo fue
cogido por sorpresa, Washington movilizó rápidamente sus enormes medios
militares así como las redes y las fuerzas del régimen de Saigón para
contrarrestar la ofensiva del Tet. El coste para el movimiento revolucionario
de Vietnam fue enorme: La infraestructura política y militante del Frente
Nacional de Liberación (FLN), que emergió a la luz del día, fue golpeada con
dureza y la amplitud de las pérdidas sufridas en cuadros en el Sur tuvo
consecuencias a largo plazo.
En 1968, la dirección
vietnamita estuvo confrontada a un verdadero dilema. Era necesario cambiar la
marcha de la guerra porque de otro modo la escalada militar estadounidense
habría podido continuar sin límites: Por ejemplo, hasta bombardear masivamente
los diques en el delta del río Rojo, lo que habría provocado la inundación de
una vasta región densamente poblada. ¿Qué hacer?
Impulsar una ofensiva
espectacular pero puntual (unidades revolucionarias que se retiran rápidamente
tras ataques simultáneos en el conjunto del territorio) habría sido mucho menos
costoso, pero quizá no habría cambiado el curso de la guerra. Comprometer
duraderamente a tantas fuerzas era una apuesta muy arriesgada -y el costo fue
considerable-, pero el curso de guerra cambió.
La ofensiva del Tet provocó un electroshock en Estados Unidos y en el mundo. Puso al desnudo muchas mentiras de Washington. Mostró que esa guerra no era democrática, ni estaba ganada, sino que era terrible, bárbara, y estaba embarrancada. Dividió a la burguesía de EE UU, porque para los círculos financieros su coste económico se hacía insoportable. La universidades estallaron. Las protestas de los soldados estadounidenses adoptaron una forma colectiva. Se hizo popular la reivindicación de “retirada inmediata” de las tropas. Más que nunca, la población negra se reconoció en la lucha de emancipación vietnamita : No quiero ir Vietnam. Porque yo estoy en Vietnam, Diablos, ¡no ! ¡Yo no iré ! Diablos, ¡no ! ¡Yo no iré !.
En Japón, el combate contra
las tropas estadounidenses y contra la construcción del aeropuerto de Narita se
radicalizó con la movilización de los campesinos, del movimiento pacifista y de
la extrema izquierda. En Europa, en febrero, en pleno auge de la ofensiva, se
celebraron la conferencia de Berlín y la manifestación internacional, teniendo
como bandera emblemática :“El deber de todo revolucionario es hacer la
revolución [Ché]. En efecto, el combate vietnamita
se percibió, con razón, como la íntima combinación de una revolución social y
de una lucha de independencia nacional, cada una de ellas dinamizando a la
otra.A los ojos de la extrema izquierda, Vietnam simbolizó en ese momento la
actualidad de la revolución mundial. El contexto de la época era profundamente
diferente al de 50 años más tarde. En Europa, existían las dictaduras de
Grecia, España y Portugal; los contactos transpirenaicos debían ser
clandestinos. Muchos militantes conocidos (es menos el caso de las militantes)
sufrieron la prohibición de residencia en numerosos países; y para viajar y
tejer lazos entre movimientos fue necesario pasar discretamente las
fronteras. El apoyo a los soldados que desertaron de la bases estadounidenses
de Alemania exigió también mucha discreción. La vida cotidiana de
los miembros de organizaciones de extrema izquierda era muy diferente de los de
la socialdemocracia; los choques eran constantes con los grupos fascistoides,
se visitaba regularmente la comisaría, y terminar heridos o en
prisión era siempre una posibilidad.
La identificación con la
lucha del pueblo vietnamita ayudó a construirse a la extrema izquierda y -en
sectores mucho más amplios- anunció la radicalidad de Mayo del 68.
En Francia, gracias a los
lazos establecidos durante la guerra de Argelia en las redes de solidaridad con
el FLN, el Comité Vietnam National (CVN) agrupó desde el primer momento a
numerosos componentes: personalidades autónomas del PCF,
cristianos sociales, americanos venidos a París a protestar contra la guerra,
extrema izquierda, sin papeles…. Sin embargo, las principales
corrientes maoístas hicieron grupo aparte y la UJCML lanzó los Comités Vietnam
de Base (CVB). El PCF animó una amplia coalición que incluía a numerosos
sindicatos. El CVN proponía la unidad pero el Partido Comunista rechazó
colaborar con los izquierdistas. Por su parte, los vietnamitas
trabajaban con todo el mundo.
En Francia, la crisis del
régimen gaullista y la agudización de las tensiones sociales latentes, la
herencia aún fresca de la experiencia del combate contra la muy sucia guerra
argelina francesa, fue una de las particularidades en los años 60 y del 68. En
el recuerdo más lejano estaba la resistencia a la reconquista colonial de
Vietnam emprendida en 1946-1954 para reconstituir el imperio. Todo ello constituyó
la armadura en la que se desarrolló la solidaridad anti-imperialista en los
años sesenta. El Comité Intersindical Universitario desempeñó un papel clave en
esa transmisión.
A contrapelo de la ofensiva
del Tet, Washington se vio forzado a aceptar el principio de las conversaciones
de paz. Realizadas en París, fueron cuartipartitas: por un lado, gobierno
norvietnamita y gobierno provisional del Sur; y, por otro, Estados Unidos y el
régimen de Saigón. El PCV rechazó la presencia de las grandes potencias.
Extrajo lecciones de las negociaciones de Ginebra, en 1954. En ellas China y la
URSS habían ejercido presiones considerables para que aceptase un compromiso
(la supuesta división temporal del país) que estaba muy alejado de lo que las
fuerzas de liberación tenían derecho a esperar teniendo en cuenta la relación
de fuerzas sobre el terreno. El exorbitante precio de ese compromiso fue la
Segunda Guerra de Indochina, bajo hegemonía de Washington que no firmó los
Acuerdos de Ginebra.
Esta cuestión tuvo una
importante repercusión en el movimiento de solidaridad, especialmente en
Europa. Tradicionalmente, la consigna central del Partido Comunista Francés
era la paz; Pero ¿qué paz? En cambio, tras la experiencia de
Ginebra, la izquierda radical, el movimiento estudiantil, las
personalidades autónomas del PCF se movilizaron a favor
de la victoria de las fuerzas de liberación. ¡No más
compromisos injustos a Vietnam! El PCF realizó finalmente una honorable
rectificación y la coalición que pilotaba en ese momento pasó a denominarse
Comité Nacional de Acción por la Victoria del Pueblo Vietnamita.
Aceptar las conversaciones
de forma obligada, no quiso decir que se comprometieran a verdaderas
negociaciones. De hecho, Washington aún intentó ganar la guerra o, al menos,
destruir ese país que se le resistía hasta tal punto que no pudiera levantarse
jamás. Así pues, la escalada militar continuó prosiguió pues, pero el contexto
internacional y la situación interna en Estados Unidos hizo imposible el
recurso a medidas límite como el bombardeo masivo de los diques en el delta del
río Rojo (si bien algunos fueron atacados y fragilizados), o incluso, por qué
no, el uso de la bomba atómica.
Las fuerzas de liberación de
Vietnam lanzaron finalmente un llamamiento a todos los componentes de la
solidaridad internacional para que se movilizaran y forzaran a Washington a
firmar los Acuerdos de París: un compromiso, pero esta vez un compromiso
ganador, que se logró en 1973. Las tropas estadounidenses se retiraron
progresivamente de Vietnam (s bien los bombardeos se concentraron en Camboya…).
En 1975 se hundió el régimen de Saigón.
Estos años de fuego
constituyeron una verdadera escuela de internacionalismo para nuestra
generación militante. Se experimentó la utilidad –y, por tanto, la necesidad- de
la solidaridad. Adoptó mil formas, mil rostros, mil expresiones y su diversidad
reforzó su eficacia (ver http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article10123).
El internacionalismo no es
una noción abstracta o una simple teoría, un estado de ánimo, un sentimiento,
la sensibilidad de una comunidad que lucha, aunque haya de todo eso.
Desencarnado es impotente, queda reducido a proclamaciones vacías de
compromiso.
El caso francés muestra sin
embargo hasta que punto esa solidaridad puede ser frágil. Después de la huelga
general de Mayo 68 los CVN y CVB desaparecieron y la extrema izquierda se
concentró en su implantación obrera. Sin embargo, estábamos lejos de esa
victoria vietnamita que proclamábamos. El momento político francés
permite comprender por qué sucedió. Para un ala del maoísmo ya no era cuestión
apoyar a los vietnamitas; se les consideraba demasiado próximos a los
Soviéticos. Esto les lleva a colocarse al lado de los Jemeres rojos. Para la
mayoría de nuestra generación militante no fue el resultado de una decisión
cínica sino de un brusco giro de las prioridades y de los
entusiasmos.
La interrupción brutal de
las movilizaciones de solidaridad también fue irresponsable en el sentido
fuerte del término; una irresponsabilidad dolorosamente resentida por una parte
de los componentes del CVN.
Por supuesto, la mejor ayuda
que podíamos aportar a los vietnamitas habría sido hacer la revolución en casa,
pero eso no estaba al alcance de la mano, incluso mucho más de lo que creíamos
en ese momento. La crisis de Mayo fragilizó el campo imperialista sin que ello
redujera la importancia de un movimiento específico de solidaridad, como lo
muestra la dureza de los años indochinos de 1968 a 1975. Lo sabíamos, la
reconstitución de un movimiento de solidaridad pero no fue fácil.
La representación vietnamita
en Francia hizo todo lo que pudo para ayudar. Para desgracia del PCF, entonces
pasivo, el GRP (Vietnam del Sur), Laos y los Jemeres rojos participaron incluso
en un mitin de la Ligue communiste en solidaridad con indochina. En gran parte,
el arco de fuerzas que animaron el CVN se reconstituyó para fundar en 1971 el
Frente Solidaridad Indochina (FSI), que multiplicó las iniciativas hasta 1973.
Solo que después de 1975 no logró superar la política de estrangulamiento
proseguida durante años por el imperialismo, como consecuencia de los
conflictos inter-burocráticos China-URSS y la crisis chino-indochina.
En Francia incluso la propia concepción del movimiento anti-imperialista fue objeto de divisiones en el seno de la extrema izquierda. ¿Se trataba ante todo de popularizar en casa la ejemplaridad del combate revolucionario llevado en Vietnam (“Osar, luchar”) ? ¿En realidad, debía ayudarnos a construirnos el pueblo vietnamita? La brújula que guía la solidaridad, si esta palabra tiene un sentido, son las necesidades de los que luchan allá abajo. Es verdad que respondiendo lo mejor que pudimos a ese reto nos construimos, pero como organización internacionalista.
Fuente : Viento Sur.https://vientosur.info/el-68-comenzo-en-vietnam-ofensiva-del-tet-solidaridad-radicalidad/
(*) Pierre Rousset,
anima el sitio Europe Solidaire Sans Frontière y forma parte de la
dirección de la IV Internacional
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