Por Miguel Ángel
Doménech
Contrariamente a lo que se
hace, no deberían ser tratados con desprecio
, como postmodernos, los que afirman que la
verdad no puede ser algo que se posee, que no
es una posesión sino una tensión, un vértigo o una
pasión. No son todos superfluos partidarios de la
postmoderidad los que sospechan que es
vicio de una convicción
altiva construir sistemas
filosóficos que dicen cual es la
verdadera vida . Al contrario, la inseguridad modesta de
los que dudan se sitúa en la tradición más genuina del pensamiento
crítico, insatisfecho. Es la tradición de una sabiduría
que encontramos en un Sócrates experimentando que el
saber más alto sobre las cosas bellas y justas es reconocer que nada
sabemos y que vagamos, errantes, buscando.
Esta actitud es, en
definitiva, la de llevar una vida guiada por el pensamiento y es
la genuina herencia que la Ilustración
nos ha dejado : la del reconocimiento que toda reflexividad suscita una crisis perpetua
de puesta en tela de juicio de lo
establecido. La democracia radical, republicana, es, en efecto, la
permanente escucha del dictado libre- ¡y quizás cambiante!- de la voluntad popular vaya por donde vaya.
Es también la sabia tradición del machadiano “se
hace camino al andar” y que debería situar la reflexión de la izquierda en
una práctica de recorrido de caminos como el
acto de un errar, deambular,
vagar, vagabundear, callejear, desviarse, desorientarse, perderse. Errar es
pensar sin estar establecidos ni asentados, con el riesgo de equivocarse, engañarse, desacertar, fallar,
marrar, confundirse, desbarrar. Es una forma de viaje inhabitual cuyo único
equipaje sería una atentísima escucha a las voces del pueblo. En palabras
geniales de Guy Debord:”La
fórmula para dar un vuelco al mundo no la encontramos en los libros sino
errando”. (1)
No se trata de una
errar ebrio y vacío sino una invitación
a un camino que si bien es “sin
barandillas” se comienza desde la baranda inicial de un humanismo, un valor
inmanente al que no se renuncia en esa errancia. Precisamente es esto lo que motiva ese errar. La construcción de lo bueno y justo es la pasión, el vértigo, la tensión que
constituye la inspiración del buscador errante por los caminos de la izquierda.
Es por la izquierda por donde queremos
errar y no por cualquier otro sitio. Por la derecha no hay camino que
permita errar solo el que lleva al palacio del rey y los desiguales.
Detrás de la inestabilidad fundamental del pensamiento critico que obliga a una conciencia errante, está la posición existencial de que lo importante " No es la posada, Sancho, sino el camino" que nos señalaba el Quijote. Cavafis también advertía al viajero de que el mismo viaje a Ítaca es ya la anhelada Ítaca misma.
1ª
Errancia: ¿Qué es la izquierda?.
La izquierda no debería ser
una reclamación inacabable de derechos, una fuga hacia delante para la creación
de un inventario más extenso de derechos y servicios a proporcionar por la
autoridad política. Todo lo más eso
sería un centro comercial
cuantitativamente más amplio, más abastecido o de mayor calidad en
derechos, bienes y servicios, que el que
la concurrencia de derecha ofrece. Quizás la izquierda debería afirmarse más
bien proponiendo otro orden de vida.
La comunidad republicana, que es la genuina comunidad de izquierda, no es un sistema de distribución
y reparto, ni contractual de
contraprestaciones mutuas, basada en el cálculo y compensación de egoísmos y
necesidades. La ciudad republicana no procede de contrato sino de humanidad. Es una solidaridad interna, una vivencia que
nos hace moralmente mejores y auténticamente seres humanos. Es una desviación de
efectos perversos el desplazamiento de la virtud publica, el autogobierno y la participación
por la reclamación de derechos subjetivos individuales. Esta desviación ha dado lugar a la subversión de
lo ético (la relación intersubjetiva) por lo individual (moi et mon droit). Esta perspectiva
viciada no es de izquierdas. Socava lo publico, hunde la república. Porque lo que da sustancia a lo
público es la ética ( la organización normativa y libre de la relación intersubjetiva)
2ª errancia: ¿Soberanía? …ni en pintura
Es cosa asombrosa que el concepto político de “soberanía”, sea
tan reivindicado por las izquierdas. Porque ese concepto es uno d e los
favoritos al mismo tiempo de la derecha (Carl Schmitt lo tiene consagrado e
incluso Vox y similares lo utilizan
como sagrado para justificar sus
oposiciones anti-emigración y afirmar el
centralismo nacional amenazado).
La noción de soberanía ha
sido algo acuñado como concepto históricamente por el absolutismo y fue una invención de intención anti-republicana,
acompañando la construcción de la monarquía moderna y de reacción frente a los
republicanismos. Lo propio de la república es la voluntad popular no la
soberanía popular. La soberanía, supone, en efecto, una prevalencia de una
institución por encima y separada del común,
una majestad, algo relevante, propia del trono y de sede, una jerarquía
donde hay superior e inferior, mando y obediencia. La república es de otra
lógica, es la de “todos mandan y obedecen a la vez” y en la que no hay
cuerpo separado institucionalmente. La voluntad popular es un movimiento
y si algo instituye es una asamblea y no
es un cuerpo en lo alto de un orden jerárquico. En su radicalidad la república
no soporta al Estado, es la res publica en acto, la democracia constante,
como movimiento, no como institución ni como soberano alguno. La soberanía
genera su propia legitimidad por ser una diferencia, un lugar elevado,
una facultad digna de reverencia. El poder y la voluntad del pueblo es la
irreverencia y el descaro de la igualdad, la parreshia, la isonomía.
La democracia republicana es un
escándalo perpetuo para las
elites y las oligarquías que no conciben que la “canaille” tenga verbo.
Para la oligarquía de orden y razon monárquicas el pueblo no puede tener cuerpo si no la vertebra
"otra cosa" superior a él mismo.
Para la razon oligárquica debe de existir siempre algo que debe de ser soberano que dé
forma a la asamblea insuficiente e impida que manden los que “nada saben”.
Cuando la izquierda adopta el término de soberanía adopta el logos de jerarquía, de verticalidad
y de discriminación propio de la
monarquía y la aristocracia. El pueblo no puede ser soberano porque es decir
términos contradictorios. Seria como decir que el viento del Norte viene del
Sur. Los libertarios son una excepción en su
rechazo del concepto de soberanía, hablando mas acertadamente
de “mutualidad”, “federación”,
“asamblea”. Los griegos antiguos lo hacen
igualmente: su régimen político
no es la “constitución de
Atenas” sino la “constitución de los
atenienses” como subrayan pensadores
como Castoriadis. Esto no impedía una
organización compleja y técnicamente minuciosa de la vida política, pero
inconcebible que se llamase ni se conceptualizase como
“soberana”, como era lo propio de los persas.
Skinner también habla del
nacimiento del Estado moderno y su legitimación con el concepto de
soberanía como un fenómeno político reactivo al
republicanismo y nacido en la misma cuna que el absolutismo. El soberano y su
facultad de soberanía cerraban todo el sistema. Posteriormente, la política
no ha sabido desprenderse de ese concepto de soberanía, tan antirrepublicano.
En efecto, el concepto fue acuñado teóricamente por Bodino, el gran
fundamentador del absolutismo. Skinner, señala que Hobbes, el otro gran antirepublicano es también
con Bodino el fundamentador de la
necesidad de un Estado como cuerpo institucional y hasta
físicamente diferente del común de sus simples partes que no serian
sino elementos funcionales sin
personalidad. La política necesita siempre de un Soberano, tal como
lo ilustraba la famosa portada de su Leviathan. El cuerpo debe de tener
corona, si no, es informe y fútil.
Con estos antecedentes ¿aún
podemos usar como si fuera ingenuo el concepto de soberanía? La soberanía es un
gravamen que la izquierda se ha impuesto a si misma como una servidumbre
voluntaria, una maldición. ¿Soberanía?…. ¡ni en pintura! ¿Soberanía?...
¡ni popular!
3ª
errancia: La República no es el Estado
No es de extrañar que la política devenga una actividad detestable. Al estar reducida a la actividad del Estado, no es sino una especialización técnica que requiere unos saberes que no son los propios de los que se usan en nuestras vidas cotidianas. Esto es lo que sucede cuando se reduce la política a actividad de los poderes del Estado y sus mecanismos. Reducir la democracia a Estado es destruir la democracia. Pero además, reducir la democracia a Estado es destruir la política, el compromiso ciudadano de construir nuestro propio mundo y gobernarnos a nosotros mismos, de tener el dominio de nuestras propias vidas en la vida cotidiana.
Algo
que podía dar mucho de si para renovación de una izquierda es el contribuir a desanclarla en
distinciones irreductibles que han contribuido a un falso dilema de
identificación vulgar entre derecha-liberal-sociedad civil versus
izquierda-Estado. El propio pensamiento de la izquierda ha contribuido a
esa identificación al señalar como indispensable el Estado para toda
emancipación y como única vía de paso obligado para la libertad política.
La cuestión no se plantea destacando
la oposición entre sociedad civil y Estado, sino que designa
un contraste entre una sociedad civil politizada que se llame comunidad
política (república) y una totalidad
separada y cerrada sobre ella misma, el
Estado. El lugar inevitable de conflicto no está entre lo social y lo
político (la sociedad civil y el Estado) sino entre lo político y lo
estatal. La vía en la que insiste
un Miguel Abensour de sociedad politizada o comunidad política sería la que
encarna la idea genuina de república para el republicanismo. La simple sociedad
civil tan reivindicada por los
liberales, sin política, es el reino de
las fuerzas de los poderosos dejadas a si mismas. Sigue siendo un reino. En esa
coartada, los liberales donde dicen sociedad civil están entendiendo mercado
cuando no Sociedad Anónima y últimamente, ya Sociedad Financiera. No conciben, o no quieren concebir, que haya
otra alternativa que esa sociedad civil
funcionando como un mercado. No
es el Estado- cuerpo jerárquico separado-
la única alternativa que la
izquierda debe proponer. Es la de una sociedad política, en la que los iguales se organizan a si mismos en la
infinidad de instituciones políticas de
razón y organización horizontal. Toda
asociación colectiva es una asociación política
desde el momento que se ocupa de ámbitos donde algo de nuestras
vidas relacionadas está en juego. La
república debe de estar en todo caso, en toda cosa, en toda casa, mientras que el sitio del Estado es en la oligarquía y
para su servicio.
La política al quedar reducida
a actividad de Estado, tiene la
ventaja antidemocrática añadida de blindarse
suplementariamente puesto que el
ciudadano que lo discuta, que ponga en
tela de juicio las decisiones del Estado desde cualquier otra institución que
no sea la del seno del Estado está forzosamente
dando “golpes de Estado”. El
ancestral y virtuoso “vivere civile”
republicano, la virtud ciudadana por lo común,
queda fuera de la ley y de toda legitimidad. Desde la lógica de que la
actividad política solo está dentro del Estado los enemigos del Estado no
pueden ser más que traidores golpistas
u otros Estados.
Dos instrumentos se añaden
a ese edificio vertical separado:
la policía y la Constitución. Las Constituciones sirven para evitar la puesta
en tela de juicio de lo constituido. De
la misma manera que se ha reducido política a actividad del Estado se
reduce democracia a ley. Todo ello cimentado por un segundo blindaje: la
policía. Si nuestros Estados
occidentales son tan democráticos y sede donde culmina el non plus ultra
del progreso democrático, ¿porqué necesitan de tanta desmesura de fuerza
para sostenerse? En la manifestación de su desorbitada fuerza están confesando
su propia debilidad en materia de la racionalidad persuasiva
y legitimidad de la que se jactan. El llamado “monopolio de la violencia” weberiano que caracterizaría el
Estado moderno, es mas bien “monopolio
brutal y amenazante de la violencia”.
En definitiva podría señalarse a manera de resumen, que la
diferencia entre Estado y República es que el Estado es de uno o de unos, es decir, de
alguien, mientras que República es la comunidad política de todos
4ª
errancia: La democracia no puede se representativa.
En su ya clásico Los principios del gobierno representativo, B.Manin muestra
que la democracia representativa se instituyó
históricamente con el propósito
de impedir la forma democrática de gobierno. La democracia, era
considerada algo malo, y la política debía de confiarse, apartada de la
voluntad de las masas necesariamente ignorantes y sometidas a pasiones e intereses. Debía ser cosa de profesionales,
de los representantes, selectos en tanto que electos, que actúan con un
conocimiento y voluntad propios diferentes de la inmediatez irracional del
pueblo. Se confirmaba así institucionalmente la
clarividencia aristocrática de E. Burke, en su Carta a los electores de
Bristol : la política debe
confiarse a los representantes electos que a pesar de ser electos no actuaban
por mandato alguno sino que
actuaban bajo su propia responsabilidad y juicio superior porque veían lo que era conveniente para el
reino y entendían el bien común y lo bueno
para el pueblo mejor que el
propio pueblo , que , ignorante y menor de
edad perpetuo ,desconoce. Es esta la razón genuina del
funcionamiento del sistema
representativo a pesar de que actualmente, por avatares históricos muy cercanos
a la coartada puramente nominativa y publicitaria, se le ha venido a llamar democracia. De
esta manera queda expulsado del mundo político el gobierno del
pueblo.
Podemos errar largamente por
los caminos apasionantes de las alternativas a esta empobrecida democracia
representativa : el mandato como forma de ejercicio del cargo publico, el
sorteo como forma de provisión, la revocación, la rotación frecuente y el
mandato breve e irrepetible, la
rendición de cuentas política estricta, la incompatibilidad severa de concurrencia de intereses privados y públicos
o de cargo publico y riqueza, la forma
colectiva de ejercicio de las decisiones y
funciones publicas, la iniciativa popular, el referéndum frecuente , las formas
plebiscitarias, asamblearias y deliberativas de
toma de decisiones políticas, las posibilidades de democracia
directa,……Toda una errancia reflexiva
que nos volvería a traer el hábito
del vivir civil, de la virtud pública . Toda una perspectiva de
consideración del compromiso político como formando parte del desarrollo moral humano y la reconsideración
sin descalificaciones del igual
discernimiento moral y dignidad de
todos, sin exclusiones incluyendo
el siempre sojuzgado y juzgado “pueblo bajo”
5ª.-
Errancia: ¡Viva el cantón republicano de
Cartagena!
Erremos por una excepción a lo constituyente y constituido.
En el verano de 1873, se alzó como
pueblo republicano el Cantón Murciano en Cartagena,(izando, quizás por primera
vez en nuestro país una bandera roja )
en el contexto de impaciencia popular de
una república para todos, es decir una república federal. Los republicanos
intransigentes decidieron errar en acto
por los antecedentes de la Comuna de Paris, otro de los momentos históricos de la excepción democrática. En su
errancia de autogobierno decretaron el derecho al trabajo, la jornada de ocho horas, el divorcio, la
organización federal de municipios, la abolición de la pena de muerte y la
supresión de los impuestos indirectos. El propósito del “buscador de perlas” en la historia, que
proponía Walter Benjamin a contrapelo de
la historia de progreso escrita por los
vencedores, debería recuperar el camino desbrozado por el que trataron de errar hacia la libertad los maltratados cantonalistas, independentistas a la fuerza y republicanos de Cartagena de aquel 1873.
Otros similares esperan su turno.
Cuando nos vienen a la memoria
acontecimientos como estos u
otros en que una comunidad y una
voluntad popular quiere erigirse en
república o Comuna como la de Paris en
1871 sin que ello signifique enemistad
hacia otras sino únicamente autogobierno republicano e incluso estimulo e
invitación a las demás a hacer lo mismo en orden a su libertad constatamos de inmediato el hecho de
su más salvaje represión por los Estados. La mayoría de los Estados existentes no se han construido
por consentimiento alguno entre las
culturas o naciones prexistentes en él
sino por la voluntad y fuerza - frecuentemente muy violenta- de una sola de
ellas: la más belicosa. En ese sentido,
los Estados actuales son siempre estados
de dominación derivados de situaciones de injusticia de los que no cabe esperar ningún generoso
resultado visto los antecedentes históricos que la generaron. Este nacionalismo
estatal de dominación de un Estado se ajusta mejor por vocación al
imperialismo. Que no cabe esperar
ninguna generosidad de un Estado hegemónico, ejerciendo el imperialismo respecto al destino de las
demás naciones ni de república alguna
que la integre lo vemos anticipado en el imperialismo de un Estado
paradigmático: USA. Pensemos por un momento en la pesadilla abismal que supondría la hegemonía definitiva del imperialismo
americano. Otras pesadillas de
globalización e internacionalización como la de los poderes financieros y de
monstruosas corporaciones son el mejor
ejemplo para considerar con pánico el argumento
banal pero extendido de que son hoy tiempos progresistas
de internacionalización y no de fronteras, y que
es un atraso pensar en independencias
o en el cantón de Cartagena.
Cada vez se nos hace más
patente que la creación de un modo de vida no jerárquico y ecológicamente
sostenible pasa por rechazar los sistemas a gran escala. Porque hay como una
oposición latente pero irreductible
entre la gran escala y la libertad
republicana como autogobierno
6ª Errancia: El pueblo es bueno el magistrado corruptible.
Para la izquierda
republicana la libertad se define, no
negativamente como un simple
libre arbitrio de la voluntad individual
sin trabas sino positivamente como vivencia y construcción del
autogobierno de todos, de un
mundo común normativo sin dominación.
En ese marco, en política,
el pueblo siempre tiene razón. No porque acierte siempre, que lo hace con más
frecuencia que la alternativa de los sabios o los poderosos, sino porque la
razón de la política es la libertad y al ser la libertad el ejercicio del autogobierno
popular, es el autogobierno popular la
razón misma de lo político. Es un
corolariopatente: si la razón de la política es la libertad, es decir la
voluntad del pueblo, esa voluntad tiene siempre razon en política. Este es el
sentido de la franqueza descarada de la expresión de Robespierre: “El pueblo es bueno, el magistrado
corruptible”.
Errar por esta vía abierta por Robespierre y aún pendiente
de desarrollo implica como labores políticas apremiantes la vigilancia del magistrado- cualquier cargo
mandatado- , en la misma línea que advertían
los anuncios públicos de la Comuna de Paris en sus convocatorias para
elección de mandatados: “Tened cuadrado que pertenezcan vivencial y realmente al pueblo”. Queda pendiente de recorrer, en
esa errancia, la reflexión sobre quienes el pueblo . En perspectiva republicana
solo puede serlo el pueblo en tanto que preocupado y ocupado, no en un mero
interés particular sumando a otros intereses privados, sino en la construcción
del bien común, el pueblo político, el pueblo activo y participante .Sin que
esto llegue a ser una exigencia de virtud
y entrega heroica, debe ser al
menos un
pueblo con suficiente “conocimiento de causa” que reclamaba
Castoriadis.
…………….
Por el momento aquí acaban
las errancias, quedando abiertas muchas otras no solo a la imaginación sino a
la atención de lo que va latiendo en la vida de los pueblos. También a la
modificación y rectificación. Por
cierto, todos nos podemos apercibir que
errar significa no solo vagar y divagar sino equivocarse. En efecto, el que
erra, puede ser también el que yerra. Históricamente fueron los llamados
“marranos”, herejes que incurrían en el
yerro peor, los que erraban en la fe, los que marraban del recto camino de la
religión verdadera. Esos “marranos” eran necesariamente perseguidos. Es lo que
podemos esperar de la fe que nos predican diariamente.
(1). El concepto de filosofía o saber errante es uno d e los que inspira la modernidad desde la descomposición de la Edad Media. El concepto es acuñado por Nicolas de Cusa, que concibe el saber mismo y su metodología como un acto de perseguir el conocimiento, un esfuerzo errante de búsqueda incesante como quien va a la caza de la sabiduría y de la Verdad, perpetuamente esquiva. El reconocimiento humilde de ese carácter de lo que el ser humano puede conocer y el esfuerzo incesante es la humildad de una docta ignorancia socrática y empeñada. Pierre Bayle, recogerá esta propuesta reivindicando los derechos de una conciencia errante que se manifiesta en un pensamiento critico sin contemplaciones añadiendo al arsenal de instrumentos de Las Luces la tradición más radical de la ilustracion: la de los escépticos y libertinos eruditos.
Publicado por la revista El Viejo topo nº 388 mayo 2020
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