"

"
...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

7/6/13

HANNA ARENDT: La incondicionalidad del comportamiento digno

EL EJEMPLO EL SARGENTO ANTON  SCHMIDT (1)

“……, no puede pretenderse que exista  una ley  dictada  por  la naturaleza humana que obligase  todos a perder la dignidad al producirse un desastre…”(1)
 

Epitafio en la tumba del sargento Smichdt en Vilna:
“Aquí yace un hombre que juzgó más importante
 ayudar a sus semejantes que vivir».



(…)  En ese instante un tanto tenso, el testigo mencionó el nombre  de Anton Smichdt, Feldwebel, o sea, sargento, del ejercito alemán, nombre que no era totalmente desconocido   del publico asistente al jucio  por cuanto el Yad Vashem había publicado la historia del Sargento Smichdt algunos años atrás en su boletín  Hebreo y cierto número de periódicos  norteamericanos, publicados en yidddish, la había recogido. Anton Smichdt estaba al mando de una patrulla que operaba en Polonia dedicada a recoger soldados alemanes que habían perdido contacto con sus unidades. En el desarrollo de esa actividad, Schmidt había entrado en relación con otros miembros de las organizaciones clandestinas judías, entre ellos el propio Kovner, y había ayudado a los guerrilleros judíos, proporcionándoles documentos falsos y camiones del ejército. Y lo que es mas importante todavía: “No lo hacia para obtener dinero”. Lo anterior duró cinco meses, desde octubre de 1941 hasta marzo de 1942, en que Schmidt fue descubierto y ejecutado 

(…) Desde luego esta no fue la primera vez que se hizo mención de la ayuda recibida del mundo exterior, del mundo no judío. El magistrado Halevi había peguntado reiteradas veces a los testigos:; “ ¿ Nadie prestó ayuda a los judíos?”.Lo había preguntado con la misma regularidad con la que el fiscal preguntaba: “¿porqué no se rebelaron ustedes?”. Las contestaciones a la pregunta del magistrado Halevi fueron de distinto tenor y todas poco concluyentes: “ Toda la población estaba en contra de nosotros” , y los judíos escondidos por familias cristianas “ podían contarse con los dedos de una mano”, quizá fueran cinco o seis en una población  de trece mil individuos: sin embargo, la situación, globalmente considerada, de los judíos de Polonia, fue- y ello no deja de causar sopesa- mucho mejor que aquella otra en que se hallaban los restantes países del este de Europa. (Tal como he dicho , no había testigos procedentes de Bulgaria). Un judío, a la sazón casado  con una polaca,  y con residencia en Israel, declaró que su esposa le escondió, a él y a otros doce judíos, durante toda la guerra. Otro tenia un amigo cristiano, al que conocía dese antes de la guerra, a cuya casa acudió después de huir de un campo de concentraron, y quien le ayudó, aunque luego fue ejecutado por haber ayudado a los judíos. Otro testigo declaró que los guerrilleros polacos habían suministrado de muchas armas a los judíos y habían salvado miles de niños judíos que colocaron bajo protección de las familias polacas. Los riesgos que comportaba prestar ayuda a los judíos eran prohibitivos; corria la historia de una familia polaca que había sido ejecutada de la manera más brutal por el solo hecho de haber adoptado a una niña judía de seis años de edad. Pero el relato del comportamiento de Schmidt constituyo el primero y último ejemplo de una actitud de esta índole adoptada por un alemán, ya que la otra anécdota referente a un alemán constaba en un documento: un oficial del ejercito alemán ayudo indirectamente a los judíos, al sabotear ciertas ordenes de policía; nada le ocurrió a dicho oficial, peor el incidente se considero lo suficientemente grave como para que fuese mencionado en la correspondencia entre  Himmler y Bormann.

Durante los pocos minutos que Kovner necesitó para relatar la ayuda que le había prestado un sargento alemán, en la sala de audiencia reino un anormal silencio. Parecía que la multitud hubiera decidido espontáneamente guardar los tradicionales dos minutos de silencio en memoria del sargento Anton Schmidt. Y en  el trascurso de estos dos minutos, que fueron como una súbita claridad surgida en medio de impenetrables tinieblas, un solo pensamiento destacaba sobre los demás, un pensamiento irrefutable, fuera de toda duda: cuan distinto todo hubiera sido en esta ala  audiencia, en Israel, en Alemania, en toda Europa, quizá en todo el mundo, si se hubieran podido contar mas historias como aquella.

Desde luego, hay razones, mil veces repetidas, explicativas de la escasez de historias de este género. Expresare la esencia de estas razones con  las palabras que constan en una de las pocas memorias de guerra subjetivamente sinceras, publicadas en Alemania. Peter Bamn, medico militar alemán que sirvió en el frente de Rusia, relata en Unschitbare Flagge ( 1952) la matanza de judíos que tuvo lugar en Sebastopol. Los judíos fueron reunidos por “ los otros”  como el autor llama a las unidades móviles de exterminio de las SS, para distinguir las de los soldados comunes  cuyo honestidad en el libro ensalza, y fueron encerrados en un ala independiente de la antigua prisión de la GPU, contigua al alojamiento para oficiales nazis en que  Bamn vivía. Después se les obligó a subir a un camión dotado de un gas letal, en cuyo interior murieron al cabo e pocos minutos, tras lo cual el conductor transportó los cadáveres fuera de la ciudad y los arrojó a una zanja antitanque. “Nosotros sabíamos lo que ocurría, pero nada hacíamos por evitarlo, Si alguien hubiera formulado una protesta seria, o hubiera hecho algo para impedir la actuación de la unidad de matanza, hubiese sido arrestado antes del transcurso de  veinticuatro horas y hubiera desparecido. Uno  de los refinamientos propios de los gobiernos totalitarios de nuestro sigo consiste  en no permitir que quienes se oponen a él  mueran, por sus convicciones, la grande y dramática muerte del mártir. Muchos de nosotros hubiéramos aceptado esa clase de muerte. Pero los estados totalitarios se ilimitan a hacer desparecer a sus enemigos en el silencio del anonimato. Y tambien es cierto que todo aquel capaz de preferir la muerte a tolerar en silencio el crimen, hubiera sacrificado su vida en vano. No quiero decir con ello que tal sacrificio hubiera carecido de trascendencia moral, sino que hubiese resultado prácticamente inútil, Ninguno de nosotros tenia unas convicciones tan profundamente arraigadas  como para aceptar el sacrificio prácticamente inútil, en aras de un mas alto ideal moral”. No es necesario advertir que al autor del libro citado no se da cuenta de la vaciedad que supone el dar la importancia que da a la “decencia”, cuando no existe lo que él llama un “más alto ideal moral”.

Pero la vaciedad de la respetabilidad- ya que la decencia en el contexto en que el autor la sitúa, no es más que respetabilidad-no era precisamente lo que se hallaba en el fondo del ejemplo dado por el sargento Anton Schmidt. Al contrario, este ultimo pone en elieve el fatal fallo del argumento de Banmm, que tan plausible aparece a primera vista. Cierto es que el dominio totalitario procuró formar aquellas bolas de olvido en cuyo interior desaparecían todos los hechos, buenos y malos, pero del mismo modo que todos los intentos nazis de borrar toda huella de las matanzas- borrarlas mediante hornos crematorios, mediante fuego en pozos abiertos, mediante explosivos, lanzallamas y maquinas trituradoras de huesos- llevados a cabo a partir de junio de 1942, estaban destinadas a fracasar, también es cierto ue vanos fueron todos sus intentos  de hacer desaparecer en el “ silenciosos anonimato” a todos aquellos que se oponían al régimen. Las bolsas de olvido no existen. Ninguna obra humana es perfecta y, por otra parte, hay en el mundo demasiada gente paa que el olvido sea posible. Siempre quedara un hombre  vivo para contar la historia. En  consecuencia nada podrá ser  jamás “prácticamente inuil” por o menos a la larga. En la actualidad seri apara Alemania e gran importancia práctica, no solamente nen lo referente a su prestigio en el extranjero, sino también en cuanto concierne a su tristemente situación interior, que pudieran citarse mas historias como la de Anton Schmidt. La lección de esta historia es sencilla y al alcance de todos. Desde un punto de vista politico, nos dice qu ene circunstancias de error, la mayoría de la gente se doblegará, pero algunos no se doblegarán, del mismo modo que la lección que nos dan los países a los quee se propuso la aplicación de la Solución Final es que “pudo ponerse práctica en la mayoría de ellos”, pero no en todos. Desde un punto de vista humano, la lección es que actitudes cual la que comentamos constituyen cuanto se necesita, y no puede razonablemente pedirse más para que este planeta siga siendo un lugar apto para que lo habiten seres humanos


().-Hanna Arednt : “ Eichman en Jerusalem”.- Ed de Bolsillo.- 2010



No hay comentarios: