"

"
...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

6/2/15

EL MÉRITO DE LOS SUPERMILLONARIOS


Por  Linda McQuaig y Neil  Brooks (*)


(…) Los megamillonarios  se han esforzado  en buscar nuevas justificaciones para sus hipertrofiados patrimonios. Uno de los argumentos más extendidos, al menos entre los más privilegiados, es la idea de que las enormes fortunas  actuales se han ganado en una “meritocracia”, argumento que pone el énfasis en la idea de que la riqueza heredada tiene actualmente menos importancia que en el pasado. Concretamente, el auge de los milmillonarios “hechos a si mismos” y el surgimiento de una clase privilegiada de profesionales de la empresa y de las finanzas ha llevado a ciertos analistas a concluir que los ricos de hoy se han ganado sus gigantescas retribuciones, que lo ingresos se asignan actualmente  en el contexto de una economía global despiadadamente competitiva en la que los mejores y más brillantes llegan  a lo más alto gracias a su propia valía y sus aportaciones.

No es de extrañar, pues,  que el concepto de meritocracias  se haya convertido en piedra angular de buena parte de la literatura que  esgrimen los miembros de la nueva elite. En un reportaje especial publicado en enero de 2011- poco después de la constitución del movimiento  Uncut- Reino Unido-  , The Economist, celebraba el ascenso de aquellos a  quienes calificaba como “ los elegidos”·. “Toda sociedad ha tenido elites (…) el gran cambio con respecto al siglo pasado es que las elites son cada vez más meritocraticamente globales. En los países desarrollados,  las persona más ricas no son aristócratas, sino emprendedores como Bill Gates”. La revista seguía luego cantando las alabanzas de lo súper ricos de hoy,  argumentando que “en primer lugar,  para llegar a ser ricos, por regla general,  han tenido que hacer algo extraordinario. Algunos, claro está, han heredado parte de su dinero, pero la mayoría han mejorado algún producto, financiado una buena idea,  o, cuando menos, han sabido gestionar una cadena de peluqueras y han conseguido que los clientes repitan.  Y como la mayoria  se han hecho a  sí mismos, los ricos de hoy son inquietos y dinámicos.”

En realidad, los  emprendedores constituyen una parte muy pequeña del grupo d mayores ingresos, menos de un 4% según algunas estimaciones. La actual elite de superricos está compuesta en su mayoría por ejecutivos de la empresa y las finanzas, que representan alrededor del 60%, del 0,1% de los que más ganan. (Abogados y promotores inmobiliarios, representa otro 10%) En el pasado se consideraba que los ejecutivos corporativos y financieros eran agentes que  gestionaban las empresas de la clase propietaria. Sin embargo, en las últimas décadas estos profesionales de la gestión han ido cobrando protagonismo, acaparando más poder para sí mismos y una cuota mucho mayor de las recompensas económicas.

El resultado según John G.Bogle,  fundador y expresidente de  Vanguard Gruop, compañía de fondos de inversión radicada en Estados Unidos, ha sido “que  los directores ejecutivos han obtenido remuneraciones tremendamente exageradas, remuneraciones que no están justificadas ni de lejos por  logros empresariales proporcionales” (18). Bogle sostiene que el mundo   de la gran empresa está actualmente plagado de conflictos de intereses, que dejan poco espacio para controlare la connivencia entre presidentes ejecutivos y consejos de administración,  comités salariales y auditores. En ese sentido, en el Reino Unido, la Higt Pay Commission llego a la conclusión de que “en algunas de neustras mayores empresas, las remuneraciones de los altos cargos han experimentado una escalda preocupante, alcanzando niveles estratosféricos” y consideraba asimismo  que las grandes empresas  tratan de  “camuflar” los sueldos de los ejecutivos y ocultar “unos acuerdos de retribución cada vez mas complejos (…)  bajo toneladas de informes sobre remuneraciones” ( 19).

En ningún sitio ha sido más evidente la apropiación de dinero por parte de las clases profesionales que en el mundo financiero cuyos altos ejecutivos- forman parte de una elite que el historiador Charles Geisst ha calificado como “ el grupo con mayores ingresos  de todos los tiempos” (20). Entre el 0,1% de británicos que más ganan, no menos de un 30% trabaja actualmente en las finanzas (21), lo  que no solo refleja lo grandes que han llegado a ser las retribuciones en la cúspide del mundo financiero, sino también la cambiante naturaleza de las finanzas  y del papel que juega en la economía. Antiguamente, su papel co0nsistia en  reunir capital arfa iniciar negocios, para “financiar  una buena idea”, como dice The Economist. Pero  en la actualidad, los baron4es de este mundo rehúyen en su mayoría las recompensas más inciertas y más a largo plazo que se derivarían  de financiar buenas ideas Y prefieren, por el contrario dedicarse a la especulación (o a apostar, como también se conoce), pues las ganancias pueden ser mucho más  rápidas y verdaderamente extraordinarias, y normalmente, arriesga menos,  puesto que los Estados terminan asumiendo  las perdidas cuando éstas son  cuantiosas.  Los gestores de fondos de alto riesgo han utilizado la especulación financiera para catapultarse a si mismos a una estratosfera de remuneraciones  e indemnizaciones  que es una liga completamente aparte, con retribuciones muchísimo más elevadas incluso  que los niveles de sueldos, ya de por si extremadamente altos, de los presidentes de las empresas líderes en   otros sectores.  En 2009, los 24 gestores  de fondos de alto riesgo mejor pagados del mundo ganaron un total de 254.000 millones  de dólares, algo más de 1.000 millones  sde media cada uno.

 Presentar a los superricos  financiando buenas ideas o mejorando algún producto es presentarlos bajo una luz muy favorecedora. Peor fuera delas páginas del Economist lo miembros de la nueva elite global normalmente no se dedican a tales menesteres tampoco se trata de gente especialmente talentosa o insustituible.  Ni siquiera resultan particularmente beneficiosos para la sociedad. Lo más normal es que contengan sus gigantescas remuneraciones como resultado de la mera suerte, de una actuación despiadada, de su capacidad para especular, de sus fu8llerias, o simplemente por estar mejor posicionados para dirigir las ganancias hacia ellos mismos o para capitalizar oportunidades generadas pr la sociedad y de las que otros podrían- o deberían- haberse beficiado si ellos no hubieran estado allí.  Y desde el liego, nada hace pensar que los miembros de la actual elite sean mas listos, más talentosos o más trabajadores de lo que lo era la elite de la generación anterior, que recibía una fracción  de estos sueldos a cambio  de[E1]  un trabajo que era como minimo igual de bueno y valioso para la sociedad.

En realidad, a la hora de determinar cuánto ganan los ricos- y para el caso lo que gana todo el mundo- influyen enormemente las leyes y las instituoico0nes concretas que rigen en una sociedad, y que han sido establecidas por quienes tiene el poder para hacer las normas ( n tema éste al que volveremos en el próximo capítulo). Se dice a menudo que lso enormes sueldos actuales son resultado de la “globalización·. En realidad lo que se denomina “globalización”  es simplemente el conjunto de leyes concretas que gobierna la economía mundial,  recogidas en tratados de comercio e impuestas por organismos como la Organización Mundial de Comercio. Y esas leyes, pensadas y aplicadas por la elite, tienden a favorecer a la elite.  Es más, si bien todos los países desarrollados han padecido la globalización, en realidad las remuneraciones de los más  privilegiados solo han crecido de una manera tan espectacular en los países anglosajones. La Europa continental, y en especial, los países nórdicos, siguen siendo sociedades mas igualitarias porque han seguido redistribuyendo los ingresos d amanera mas equitativa gracias a las leyes que constituyen su sistema fiscal y de transferencias.

Co0mo trataremos de mostrar a lo largo de este libro,  el principal factor a la hora de explicar los colosales suedl0s de los más privilegiados no es ni su mayor rendimiento ni los efectos de la globalización, sino  antes  bien, el hecho de que quienes más ganan se las han arreglado para modelar la agenda política  en los últimos treinta años, utilizando su influencia para imponer leyes, tanto a nivel nacional como intrnacional, que favorecen sus propios intereses. Más que la creación de riqueza, su principal logro ha sido conseguir desviar hacia ellos mismos una enorme parte de la riqueza creada, lo que en economía se conoce como frentismo parasitario  o rent-seeking.

Así pues, la cada vez mayor concentración de ingresos y patrimonio e nla cúspide de la escala social es el resultado de cambi0os deliberados en las políticas económicas que afectan al mundo empresarial y financiero, asi como de la liquidación del  del derecho laboral ylos programas sociales que protegían a los que están en los peldaños mas bajos de la escalaq social. El ascenso de una clase de profesionales de las finanzas, extraor9idnariamemnte bien remunerados se ha visto enormemente facilitado por ejemplo, por el desmantelamiento d  elas regulaciones financieras que con tan buen criterio se establecieron en los años treinta, tras el crash de 1929. Y ningún análisis de como los ricos han conseguido amañar las reglas en su favor podría estar completo sin poner de relieve el pago el que ellos mismos han jugado a lo hora de convencer a los gobernantes para que reduzcan las cargas fiscales.

Más importante aún es el hecho  de que las elites han conseguido, p0or medio de ua propaganda permanente, convencer a buena parte de la opinión publica de que el desvió masivo de recompensas los de arriba sencillamente no es un problema. Esta propaganda.- que permea los medios de comunicación y el discurso público- ha transformado en la practica las normas y las expectativas de la sociedad, y han erigido un nuevo credo social que celebra  la ambición y la codicia personal- en especi8al, la de los más privilegiados- . Los centro de estudios financiados por las grandes empresas no dejan de fabricar pseudoteorias que explican porque el enriquecimiento de los ricos es  beneficioso para todos;  y la conducta depredadora de un aparte de las elite ha llegado a percibirse como algo natural y saludable, algo digno i9nclouso de admiración y recompensa.

Todo esto se aleja radicalmente de los valores igualitarios de la posguerra, cuando conductas de este tipo, basadas en la codicia , habrían estado mal vistas En aquella época había un acuerdo social tácito, ampliamente aceptado, con respecto a los niveles razonables de remuneración para todo0 tipo de trabajos , incluido los más remunerados. Los ejecutivos del mundo de los negocios y los consejos de administración encargados de supervisión tenían un sentido de los límites. No se remuneraban a si mismos con retribuciones principescas porque la opinión pública lo habría considerado, inapropiado e indecente, cuando no vulgar. Esta censura social se reflejaba en los altísimos tipos  impositivos marginales máximo que predominaron en la época de posguerra y que definían  los  límites de lo que se consideraba un sueldo razonable, incluso para quienes desempeñaban los trabajos mas remunerados. Todo lo que traspasaba  esos límites se veía excesivo y la sociedad intervenía gravándolo casi en su totalidad.

En las últimas décadas esas  restricciones sociales han desaparecido casi por completo acallando la indignación popular que, en otras circunstancias, seguramente habrían acompañado a este robo a gran escala de la renta nacional por parte de los miembros más ricos de la sociedad.   La campaña de propaganda que se ha dedicado a vender las virtudes d e la codicia desatada parece haber convencido a amplios sectores d ela opinión publica de que esta alucinante avaricia es algo aceptable, o cuando menos “ ley de vida”, un rasgo inevitable de la era posmoderna contra el que nada hay que hacer.  Con una indignación publica enmudecida o desviada hacia la contemplación permanente de las vidas de los multimillonarios, caso nada ha podido impedir que los amos del mundo empresarial y  financiero metan mano cada vez más a fondo en la caja registradora.

 Las implicaciones de este estado de cosas- para la igualdad, la concordia social, para el bienestar el bienestar de ols ciudadanos, para la democracia británica, y hasta para la misma supervivencia del ecosistema planetario- son obviamente enormes, y son el tema de este libro. Pero empecemos tratando de esclarecer un poco lo que esta pasando y no nos dejemos confundir malentendiendo como “meritocracia”  un sistema que asigna las mayores recompensas de la historia a un grupo cuyo principal rasgo distintivo es una determinación excepcionalmente feroz de enriquecerse.

(18).-John G.Bogle.- La batalla por el alma del capitalismo.—Marcial Pons Mdrid 2007
(19).-Informe final de Haigt Pay Comission
(20).-Citadio en Abdrew Clark.- “Top hedge founds boom despite recession”The Guardian 25 Marzo  2009
(21).-Mike Brewer. Y otros .-Insitutte of Fiscal Studies Londres 2007.- Racing away? Income inequality and the evolution of high incomes

(*).-De su obra: “El problema de los supermillonarios”.-  Capitán Swing libros.-Madrid 2014






No hay comentarios: