Voici dos espantapájaros. Mejor debería decir: “Ahí detrás , mi casilla de campo y un cerezo ; delante, yo mismo, y- presentándolo con la formula de cortesía coloquial habitual. ... aquí un amigo.” Porque con él estoy unido amistosamente en el mismo gesto que se supone debería tener las mismas espantosas funciones: alejar a los malos . En su caso, alejar a los mirlos enemigos de que pueda recoger alguna cereza llegada su sazón. En el mío cabrear a los enemigos del pueblo.
Pero esto es solo aparente. En realidad estamos unidos ambos espantajos en la misma e inútil función. Probablemente mi amigo no conseguirá ahuyentar a ningún pájaro y hasta es posible que éstos se posen en sus brazos riendo, si es que los pájaros pudiesen reír . Mi gesto no consigue ya espantar , solo queda un relente provocador de aquella agresiva tarea que se le asignaba al puño en alto. El, hace tiempo que ha quedado reducido a un símbolo de lo inútil y por cuya ineficacia precisamente se le tiene una cariñosa consideración, incluso por los pájaros . Mi gesto de puño republicano y "rojo" , -o quizás simplemente el deseo simple de la llegada del delicioso y rojo tiempo de las cerezas que describía Clement(1) ,-ha quedado reducido a un símbolo de quienes esperábamos cosas superiores a las que nadie podía esperar en aquel siglo y por su fracaso se nos tiene una cierta consideración piadosa, salvo por los pájaros. Esta última salvedad- los pajarracos inquietos ante el gesto - me hace pensar que no todo está perdido mientras existan pájaros a los que aún espanta la cosa y no se limiten a ser un “merle moqueur”. Son estos últimos mirlos rapaces y susceptibles de ser asustados los que me hacen confiar. Porque aunque el empeño de guiar la conducta según lo que se debe hacer no trae su causa en la espera del final feliz de la película, ellos están en lo cierto en espantarse. Tienen razón. Es siempre espantoso para los malos tener enfrente alguien que dice que debe hacerse categóricamente lo que es bueno con independencia de su posibilidad de éxito. Tampoco es menos amenazador tener enfrente a alguien que aún espera que vengan los gozos humildes pero gloriosos de le “temps des cerises”.
No soy de aquellos que viviendo de la esperanza cualquier tiempo que llega se les escapa. Pero también soy de los que saben que si no se espera no se hallará lo inesperado.
(1).-www.musimem.com./temps_des_cerises.htm
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