Actualidad: El harakiri de IU: 15-M y Extremadura

Por Jose Miguel Sebastian y Miguel Angel Domenech

Indudablemente esta primavera están sucediéndose episodios de efervescencia social y política. Incluso algún personaje relevante ha dicho que estos acontecimientos pueden ser “el hervor que le falta a la izquierda”.

Desde luego no estamos de acuerdo con opinión tan “bulliciosa”, por lo del “hervor” no por el carácter habitualmente sombrío del opinante. Y no lo estamos por las razones que hemos expuesto en anteriores artículos publicados en este blog y que no repetimos por economía expositiva y por el desasosiego que nos producen.

Y es que no creemos que el actual sea el mejor momento para la izquierda. Concretamente, centrándonos en Izquierda Unida, entendemos que este fin de semana ha sido nefasto para el  futuro de esta fuerza política, en la que, sin militar formalmente, nos encuadramos los autores de estas líneas.

Por un lado, con las manifestaciones del día de hoy, en principio contra el pacto del euro, Izquierda Unida ha terminado por escenificar su disolución en el magma del 15-M, entregando con armas y bagajes sus reivindicaciones sociales tradicionales a una indefinida plataforma “apartidista” cuyos verdaderos fines son una incógnita. Sólo por el voluntarismo de quien quiere ver lo que desea y no lo que es, puede comprenderse este seguidismo acrítico, en el que se ha renunciado a nuestros propios lemas y símbolos para que estos jóvenes airados no se fueran a molestar.

Y quien crea que trabajando “desde los bordes del movimiento” puede conseguir que el mismo termine defendiendo posiciones claramente de izquierdas transformadoras, creemos que peca de ingenuidad. Hasta ahora lo único que está pasando es que se están apropiando de nuestras revindicaciones, y del trabajo de muchos años, los “apolíticos” que, en cuanto surge la ocasión, nos dicen que no los representamos.

Por otro lado, con la descabellada decisión de IU-Extremadura de permitir con su abstención  que gobierne el PP en esa Comunidad Autónoma, se da la sensación, por una parte, que Izquierda Unida no tiene voluntad de dejar fuera de las instituciones al Partido Popular, cuando sus votos son decisivos y, por otra, que sigue siendo un acumulado de fuerzas regionales autónomas sin un discurso federal cohesionado. 

Y, aparte del público desaire al coordinador general de Izquierda Unida, que creyendo erróneamente que todos sus correligionarios se vestían por los pies como él, afirmó aquello de “ni por activa o por pasiva IU permitirá llegar al PP al gobierno de las instituciones…”, dicha decisión afecta gravemente, y no sabemos si definitivamente, a la credibilidad de Izquierda Unida como fuerza política estatal, no tanto entre sus militantes acostumbrados a peores trances, pero si ante el electorado de izquierdas.

Sería, pues, momento este de apelar, nuevamente, a la necesidad de refundar Izquierda Unida, pero lamentablemente el proceso de refundación, en el que muchos habíamos puesto nuestra ilusiones y nuestro trabajo político, ha sido abruptamente abortado, incluso podríamos decir que dinamitado desde dentro de IU, siendo su mayor fruto que nuestros amigos Isabelo Herreros y otros dirigentes de IR hayan vuelto a los órganos federales de dirección. De lo que nos alegramos, pero constatando que es un pírrico resultado para un proceso en el que tanta gente de izquierdas habíamos puesto nuestras esperanzas.

En fin, que por muy gramscianos que seamos, los abajo firmantes no tenemos hoy la grandeza moral y política del gran filósofo político sardo para afirmar el optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la razón.

No queremos tampoco pecar de agoreros, pero no sería extraño que, si los militantes de toda la izquierda, incluidos los socialistas, no lo remediamos, las próximas elecciones nos deparen el hundimiento de la izquierda tradicional, tanto de origen socialdemócrata como comunista y el surgimiento de una fuerza política populista postmoderna que hiciera gala de radicalismo verbal, pero cuyas propuestas no fueran dirigidas más que a apuntalar la hegemonía cultural y política de los poderosos. Ejemplos, como los distintos fascismos, el peronismo o la actual Lega Norte en Italia, tenemos en la historia.

Es por tanto tarea de las gentes de izquierda de buena voluntad, sobre todo de los trabajadores afiliados a los sindicatos de clase, el impulso para la creación de un nuevo polo político de la izquierda democrática, socialista y republicana frente a cualquier tentación de pensamiento débil postmoderno.