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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

26/9/12

Actualidad: PARRHESIA

  Por David Rodríguez Rodríguez (1)

Etimológicamente el término griego parrhesia viene de pan rhema y quiere decir "la actividad de decirlo todo". Parrhesiazesthai significa "decirlo todo” y el parrhesiastés es "quien dice todo". Según Michel Foucault para que se pueda hablar de auténtica parrhesia "es menester que el sujeto, al decir una verdad que marca como su opinión, su creencia, corra un riesgo, un riesgo que concierne a la propia relación que el mantiene con el destinatario de sus palabras" incluso hasta hacer peligrar la propia existencia del que habla, por lo menos, "si su interlocutor tiene algún poder sobre él y no puede tolerar la verdad".

 Sin embargo, no toda la responsabilidad en esta apuesta por la verdad cae del lado del que asume el riesgo si no que la parrhesia puede desenvolverse por medio de un "juego parrhestiástico" en el que aquel que recibe la verdad (sea "el pueblo, el príncipe o un amigo") debe, según recuerda Foucault, aceptarla, por ofensiva que sea para las opiniones manifestadas y "reconocer que quien corre el riesgo de decirles la verdad tiene que ser escuchado [...] de modo que se establezca una suerte de pacto por el cual si el parrhesiasta muestra su coraje para decir la verdad con respecto a todo y contra todo, aquel a quien se dirige esa parrhesia deberá mostrar su magnanimidad aceptando que se le diga la verdad".

No hay duda de que la izquierda (o las izquierdas) de hoy no sólo desconfían de que aquellos para los que hablan, o deberían hablar, —la gente del común— vayan a comportarse, dada la minoría de edad que aquellas les atribuyen, del modo magnánimo que preveía la ética griega si no que, además, están demasiado acostumbradas a concebir la política como algo más parecido a un asunto de prevención de riesgos que a un compromiso moral, de ahí su contumacia en la mentira (y no hablo de la pequeña mentira de regate corto institucional si no de las grandes mentiras que nutren con alimentos contaminados los imaginarios colectivos durante años y que cortan el acceso a otras viandas más frescas) pese a saber del mal negocio que, en el largo plazo (y como ahora está quedando claro a golpe de desafección), suponen estas prácticas.

Así, cuando los últimos estertores de la socialdemocracia extendían la buena nueva de que era posible mantener el Estado del bienestar a partir de las migajas que iba dejando la vía libre otorgada al movimiento de capitales, o cuando —ahora que el milagro financiero se mustia— esa misma socialdemocracia echa de menos el regreso de los buenos tiempos de redistribución nacional a partir de los impuestos pagados por el sector industrial, no se está más que inflando la burbuja de la mentira.
Otro tanto hace esa otra izquierda nominalmente no socialdemócrata —pero socialdemócrata de facto desde el momento en que también se convirtió en una maquinaria electoral— que aboga por el mismo tipo de soluciones económicas al tiempo que posterga la asunción de cualquier otra alternativa a la nebulosa de la línea del horizonte; que es, como se sabe, la línea a la que nunca se llega.

No extraña, pues, que, cuando aparece como evidente el papel que juega la Unión Europea como superestructura tecnocrática (ver si no a Monti queriendo gobernar Italia sin pasar por las elecciones) encaminada a detraer las herramientas que la soberanía popular —filtrada a través del estado-nación— tenía, mal que bien a mano, para domar la voracidad del sistema económico (devaluación e impresión de moneda), ni la izquierda oficialmente socialdemócrata, ni la otra, son capaces de decir claramente, y en todos los foros, que no hay camino practicable para las políticas no neoliberales —es decir, para una salida de la crisis que no lleve aparejada la perpetración de un saqueo histórico— ni para independencias reales de ningún país (por mucho referendum de autodeterminación que se convoque) permaneciendo en esa sanguijuela boreal que chupa la sangre al sur del continente.

Tampoco extraña que la cuestión del acaparamiento de recursos energéticos escasos que hoy tanto están detrás de la mayor parte de las guerras del mundo como del sondeo por parte de las multinacionales de cada esquina del planeta en busca de metales preciosos, tierras raras o shale gas (sea en Corcoesto, Viana do Bolo, el monte Galiñeiro o el predio que la Xunta tenga a bien conceder a cualquiera empresa resuelta a practicar en el subsuelo de nuestro país la agresiva técnica del fracking), así como la cuestión de la inviabilidad ecológica del modo de vida que consume todos esos recursos, nunca serán mencionadas públicamente (o lo serán partiendo de la retórica del anticolonialismo desarrollista) por unas izquierdas que, cada día más, pasaron de la gestión de lo existente a la digestión de lo que va camino de dejar de existir.

Para Cornelius Castoriadis en la polis de la antigua Grecia la parrhesia era la "obligación moral de hablar con absoluta franqueza y el compromiso que cada cual asume de hablar realmente con toda libertad cuando se trata de asuntos públicos" y, según el filósofo, conformaba, con la isegoria (el derecho de todos los ciudadanos a tomar la palabra) y la isopsephia (el igual peso de todos los votos) uno de los rasgos fundamentales y constitutivos del ciudadano. Difícilmente podrán nuestros parlamentos recordar, ni aunque sea levemente, a las viejas polis griegas cuando tan saludable obligación moral desapareció incluso de aquellos llamados a ejercer de tribunos del pueblo.

(1).- Fuente:  http://ofunambulistacoxo.blogspot.com.es/

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