Por Michel Vovelle, copresidente de la Socité d´Etudes
Robespierristes.-Discurso en el Teatro de Arras el 18 de junio de 1988.
Volviendo a tomar, pero con una significativa modificación
el titulo elegido por uno de mis grandes
predecesores en La Sorbonne ,
A. Mathiez, quien, el 14 de febrero de 1920, bajo una forma aparentemente ingenua- falsamente
ingenua sin duda-daba respuesta a la
pregunta “ ¿Porque somos robespieristas?” (1) ,soy consciente de formar parte de
una tradición jalonada también por otras etapas. En 1933 , el 15 de octubre,
G.Lefebvre pronunció en esta ciudad , con ocasión de la inauguración de un
busto de Maximilian Robespierre, una conferencia que era también una especie de
alegato. Sin querer multiplicar mis referencias, y sin apoyarme, por así decir, sobre ninguna especie de bibliografía o
tras esas fuertes presencias, me permito
recordar también la aportación de mi predecesor y amigo Jean Bruat en 1958, con
ocasión del bicentenario del nacimiento de Robespierre. Al releer, consultando, para hablarles hoy,
todos esos textos de referencia, me siento sorprendido por algunas líneas
maestras, unas constantes que son al mismo tiempo el inicio
de una nueva manera de presentar al Incorruptible.
A nivel de esas constantes, comenzaré, si les parece bien,
por una evidencia: Robespierre necesita ser defendido: Es por esta razón por la
que unos y otros han tomado la palabra, es por esto por lo que Mathiez en 1920 ha querido responder
al interrogante: “Porque somos robespieristas”. Fundador en 1908 de la Societé dÉtudes
Robespierristes, que aun sigue muy viva,
A. Mathiez se sentía obligado a explicar
porqué Robespierre, porqué esa referencia emblemática, Para hacerlo, recordaba
los reproches que han sido
tradicionalmente dirigidos a Robespierre cuando se le describía como el
responsable de la sangre del Terror , o
como el gran pontífice del Ser Supremo y cuando se le estigmatiza- según
recordaba-como el que arrastró a Danton ante el tribunal revolucionario.
Mathiez explicaba el origen de esas imágenes y que tras ese estereotipo forjado complacientemente reaparece otro Robespierre que se impone con
fuerza. G.Lefevbre retomaba en 1933 ese argumentario al inaugurar en Arras el
busto de Robespierre, en el marco de un discurso que cuando leemos las actas en los archivo nos
sorprende que causase un escándalo en su época, por cuanto suponía un escándalo
evocar la memoria de ese gran ciudadano en su ciudad natal incuso cuando el
Ayuntamiento de Arras entonces, que estaba en manos de su alcalde republicano. M. Delansonne, que había tomado parte asociándose a aquella manifestación civica asumiendo sus responsabilidades. Una valentía que no ha tenido continuidad
posteriormente ya que al dia de hoy el busto de Robespierre ha sido relegado a
la parte trasera del edificio municipal de donde quizá la ocasión del
bicentenario le haga salir. A través de estos episodios pueden ver que Robespierre
es uno de esos héroes que hay que defender. G.Lefevbre nos recordaba en su discurso
de 1933 las grandes fases de una evolución de más de un siglo. Cómo Robespierre
ha sido sucesivamente borrado de la memoria para ser redescubierto y no al azar
de cualquier ocasión sino cuando se trataba de defender a la Republica.
Podemos recordar el informe que la acusación ha levantado
desde la época revolucionaria misma, desde Termidor o en la víspera de
Themridor. Es el discurso de la calumnia, de las habladurías, de la ignoracia y
la mala fe: Robespierre quería casarse con Madame Royale, quería devolver el trono a Luis XVII, quería negociar en secreto
con Inglaterra. Era tan ambicioso que hizo reinar un régimen de terror para
eliminar a sus rivales, incapaz, como un sumo
sacerdote fantico, incapaz y orgulloso. A pesar de todo lo ue se ha dicho de él desde
entonces debemos recordar que por encima de esas voces calumniosas ha sido
objeto de homenaje incluso por aquellos que fueron sus enemigos, de los que
acabaron con él en Termidor. Acordémonos que Cambaceres- que no es ni muhco
menos un revolucionario extremista, le ha honrado y declarado que el “ juicio
definitvo sobre Robespierre esta en la posteridad”. Entre los termidorianos
mismos, Cambon , Barras, han insistido que no podia cuestionase sus
convicciones, la honestidad y la entrega a la Republica francesa de
Robespierre. En esa misma línea de homenaje se explica la visión de los
republicanos del siglo XIX, la generación de Godefroy y Cavaignac, él mismo
hijo de un montagnard de la Convención , cuando se refieren a Robespierre descubriéndole y
rehabilitándole y haciendo de el un personaje emblemático portavoz de la nuevas
reivindicaciones que planteaban citando
como referencia el texto de los cuatro artículos que Robespierre propuso añadir a la nueva declaración de lo derechos
del hombre de abril de 1793, esos cuatro artículos que poniendo los limites del
derecho de propiedad, le daban los hitos que son los del derecho a la
existencia y el derecho a la vida. De esta generación de republicanos de 1830
se pasa directamente a esa otra herencia
que se nos ha transmitido desde las prisiones de la monarquía de julio por
Bounaroitti, el superviviemnte de la conspiración de Babeuf. Babeuf había sido hostil a Robespierre antes
de meditar posteriormente sobre la perdida que habia significado su caida. Buonarroti,
su compañero, fue uno de los que contribuyeron
a restablecer la imagen positiva , esa imagen gloriosa de Robespierre.
Al hilo de este recorrido, recordemos también como
entre los historiadores románticos, de
Michelet a Quinet algunos se
distanciaron del Incorruptible
dirigiéndole los reproches que volvemos a encontrar nuevamente: Quinet reprocha
al sumo pontífice del Ser Supremo por no haber llevado a termino el movimiento
de descristianizacion sustituyéndole e
instaurando en su lugar una moral cívica laica. Después los fundadores de la Tercera Republica ,
para tomar la expresión de G.Lefevbre qe es un eufemismo, han juzgado a veces a
Robespierre “compromtedor”, y, nos dice G.Lefebre, para exaltar a Danton había
que vilipendiar a Robespierre. Pero Lefevbre nos recuerda asimismo que tras el trágico
dúo Danton-Robespierre, en torno a los
cuales se cristaliza el debate ideológico de la Revolución a finales
del XIX, se perfilan en profundidad otros asuntos. A través de la condena de Robespierre
es el ideal de la democracia social el que se pone en cuestión y se condena. Y
esto se entiende más si tenemos en cuenta que es en la circunstancia del asunto
Dreyfus- nos recuerda Lefevbre- al
ponerse en marcha un movimiento para la defensa e los valores republicanos, cuando el recuerdo de Robespierre
resucita con Clemenceau. Es cierto que ya había habido precedentes en los
medios republicanos y socialistas, o en
un socialista utópico como Laponneraye que habia recogido los recuerdos de
Carlotte Robespierre exhumando esa imagen olvidada, pero fue a finales del XIX
cuando el “ recuerdo de Robespierre resucitó”, y G. Lefevbre añade: “ en las
primeras filas de los que le hicieron justicia hay que citar a ese gran hombre que ha sido una luz para tantos
otros hombres de mi generación, el ciudadano J.Jaures que decía en 1933: “ hoy, hubiera sido de los nuestros” .
“ Precoupado en su Historia del Socialismo, por encontrar
con el advenimiento de la democraia los primeros genios del movimiento
socialista, también él habia encontrado
en su camino los cuatro artículos de
1793. Su genio noble y generosos , atento a preservar la democracia le llenaba
de una dolorosa simpatía por el destino de Maximilian Robespierre,
convenido campeón de la paz, obligado
por culpa de otros a tomar en sus manos la defensa de una democracia desfalleciente y a asumir la
responsabilidad terrible de las medidas que aseguraron su triunfo”.
Pero lo que es cierto de este redescubrimiento de
Robespierre al principio de siglo se verifica también en la historia posterior.
Avanzando y retrocediendo. Con sus avances y retrocesos de una nueva imagen d e
Robespierre. La inauguración de un busto en Saint Denis, de una estación de
Metro en Montreuil y la colocación de un busto en Arras en 1933 anunciaban en
cierta manera el vuelco de los años siguientes.
A pesar de todo queda aun hoy la imagen o la fisonomía de
Robespierre no solamente oscurecida sino alterada. Por un autor que le defiende
y le invoca como Max Gallo en su “Carta abierta a los nuevos muscadins”, ¡cuantos
hay que recurren al vocabulario del escarnio ¡ Hemos visto la publicación de una novela historia de ficción “Antoine y
Maximilian, o el Terror sin virtud”, una payasada que evoca a un Robespierre
obseso sexual y un temible erotómano sobre quien Sain t Just se vengaba disparándole
el tiro de pistola que tradicionalmente se ha atribuido al gendarme Merda. Todo es posible en la ficción
de una novela histórica incluso si esto da lugar a que ciertos historiadores,
del Instituto o de otra parte, declaren que tales novelas tienen mas valor que
el propio trabajo de los historiadores. En el hit parade de los sondeos tal como se hacen hoy da, cuando Robespierre va en cabeza de lista como el
menos amado, junto con Marat, mientras que Lafayette caracolea en cabeza de los
queridos en su caballo blanco, podemos
constatar el éxito de ese discurso odioso mantenido durante tanto tiempo,
sabiamente mantenido.
Robespierre el
odiado,….. y sin embargo, contradiciendo esta primera imagen , he aquí que descubrimos toda
un tradición de fervor, toda una
tradición de lecturas en la historiografía que
desde el siglo XIX hasta nuestros
días, han instalado los elementos de esa admiración que Robespierre nos suscita
por diferentes razones.
Robespierre, si se me permite resumir en pocas palabras lo
que representa, más allá de toda idea y estereotipos hostiles, sigue siendo por
decirlo de alguna manera, el “otro amigo del pueblo”. Igual que se dice de
Marat que fue “el amigo del pueblo”, Robespierre se caracteriza no solamente en todas sus declaraciones sino también
en todas sus actitudes expresas desde el principio de la Constituyente , en
1979, como el defensor el pueblo. Habla para el pueblo el “pueblo bajo” , pero también
el de los desheredados los excluidos, los judíos, los comediantes,
los esclavos, los soldados y sus familia. En este Robespierre de la constituyente se reencuentra
fielmente el redactor del “ cahier de doleances” de los zapateros remendones de la ciudad de
Arras de la primavera de 1789, que prestaba su pluma a los mas modestos de
estos artesanos y en continuidad con el autor que fue de la “Llamamiento a la Nacion Arlesiana ”
sobre la necesidad de reformar los Estados de Artois en donde había denunciado
“ a los que especulan con la miseria y la
ignorancia de aquellos que habitan nuestros campos y ciudades y cuya vida esta
completamente absorbida por la ocupación de mantener su subsistencia “.
Eran los hombres que defendía hasta el final, en ese gran discurso
pronunciado en la tarde del 8 termidor ante los jacobinos: “…Existe
una ambición generosa de fundar sobre esta tierra la Primera republica del mundo,
la del egoísmo de aquellos hombres no degradados que hallan una satisfacción
celestial en la tranquilidad de una conciencia pura ante el espectáculo admirable de la felicidad publica. Vosotros la sentís en este momento en el alma, yo lo siento también en
la mía”. Lirismo, se dirá, pero
lirismo que se hace trágico en la perspectiva de una muerte asumida y
que se adivina próxima. Ese Robespierre de la peluca bien peinada y que cuida siempre
su apariencia exterior de la respetabilidad
no ha vacilado en decir cuando era necesario, es decir en 1792: “somos los sans-culottes y la canalla”. El
supo asociar su destino a ese mundo del pueblo bajo planteando no solamente las
bases o los temas de la democracia, el ideal democrático, sino también de una
democracia concebida como democracia social. Escuchémosle una ves más: “El pueblo, ¿que obstáculo impide para la educación despueblo? La miseria.
¿Cuando podrá ser instruido. el pueblo? Cuando tenga pan. Que los ricos y el
gobierno cesen de sobornar plumas y lenguas pérfidas para engañarle haciéndole
creer que sus intereses son los mismos
que los del pueblo,… ¿Cuando el interés
de aquellos va a coincidir con el del
pueblo? Nunca “.
Y este Robespierre que
propone de esta manera un ideal social
que no es el de la socialización de los medios de producción, ni de una
sociedad socialista sino , en el
contexto de su época el de una sociedad
de pequeños productores poseyendo cada cual una porción de tierra, un pequeño
taller, una tienda , capaz de alimentar a su familia, converge, en suma, con el ideal igualitario de los
sans- culottes de la ciudad y del campo. Da forma a sus aspiraciones tal como
son formuladas en esos cuatro artículos que propuso se añadiesen a la declaración
de derechos de 1793:
1º.-La propiedad es el derecho que tiene todo ciudadano de disfrutar y disponer de la porción de bienes que la ley
le garantiza.
2º.-El derecho de propiedad está limitado, como los otros derechos, por la obligación
de respetar los derechos de los demás.
3º.-No puede perjudicar ni la seguridad ni la libertad ni
la existencia ni la propiedad de los semejantes
Toda posesión- articulo 4º- todo uso que viole este
principio es esencialmente ilícito e inmoral.
Aquí se expresa toda una filosofía, la misma que Saint
Just resume en sus Instituciones Republicanas: “Es preciso que el hombre viva independiente”. Robespierre, el
hombre de la democracia, Robespierre el hombre de una democracia social, es también
el patriota y, perdónenme la expresión
por su aspecto paradójico o aparentemente contradictorio, es un patriota
universalista. Es el hombre que ha
luchado por la paz, el que ha denunciado el peligro de la guerra oponiéndose al
compromiso de la Revolución
con una aventura belicosa hacia la que se lanzaban alegremente e imprudentemente el partido de la Gironde y otros muchos basándose
en motivos mas equívocos e inciertos. Contra la guerra, Robespierre ha luchado
y contra ella ha argumentado
denunciando, y cito de nuevo: “ el
espíritu de despotismo y dominación que es natural en los militares de todos
los países”. Pero el autor
clarividente que ha denunciado la guerra es también el que, cuando estalla,
cuando Francia se encuentra invadida, la
gestiona con tenacidad, con obstinación y hasta el fina en el seno del
Comité de Salud Publica.
En Robespierre coexisten dos rostros: el pacifista, el
universalista que proclama que “ el lenguaje de la Revolución Francesa
no se está reservado únicamente al
pueblo francés sino que se dirige a toda la humanidad”. En esto esta de acuerdo
con la filosofía misma de la
Revolución. De la misma manera que es patriota y
universalista, Robespierre se nos presenta a la vez como legalista y como el partidario más convencido de la Revolución , de la necesidad
incluso del procedimiento revolucionario.
Se ha dicho y recordado: Robespierre no ha empujado a la
insurrección .No se le ve jamás en la primera fila de los levantamientos y son
conocidos sus escrúpulos tanto en la víspera del 31 de mayo como o del 2 de
junio en la víspera de la caída de os
Girondinos. Pero también es quien, cuando toma conciencia de que la insurrección
se hace necesaria, la acepta, la invoca y expresa el deber de insurrección que
refleja para él, la alianza necesaria- lo dice y retomo su cita: “ del pueblo y
de los burgueses”. De esa burguesía
montagnarde que ha comprendido que únicamente una política de alianzas
era el medio de alar la
Revolución Francesa. Es en ese unión, por decirlo así, de
clarividencia, de realismo, de conciencia clara de la necesidad de una
estrategia de alianza que excluye toa idea de oportunismo donde vemos aparecer
el otro rasgo de la personalidad de Robespierre que yo expresaría en términos de exigencia moral.
Robespierre
fue, desde el principio ,
apodado por el pueblo francés El Incorruptible. Fue el hombre del compromiso hasta la muerte y esto incluso sus adversarios, sus enemigos,
lo reconocen. Mirabeau, como Vds. saben, decía de él “Ira
lejos, creo en todo lo que dice” y el Courrier de Provence, su diario,
añadía: “Todos los partidos coinciden en
reconocer a M.Robespierre la honra de no haber nunca renegado de los principios
de libertad y no hay muchos de los que se pueda hacer el mismo elogio”.
Camille Desmoulins decía de Robespierre que era el comentario vivo de la
declaración de derechos. Adrian Duport afirmaba que ocupaba en la Constituyente “una cátedra de derecho natural”. Para no
multiplicar las citas y los ejemplos, Barère que también se volvió contra
Robespierre en Thermidor, reconocía: “Siempre fue recto, como los principios de la razón”. Dubois Crancé con
quien tuvo un aspero conflicto dijo de él: “Nunca ni sus mayores detractores han podido reprocharle un instante de
abandono. Tal como era al principio lo fue hasta el final. Ni las calumnias ni
los ultrajes le hiciern mella. Le he visto enfrentarse a toda la Asamblea y
solicitar, como un hombre digno, que el Presidente le llamase al orden. Para
concluir Robespierre era una roca, y una roca inexpugnable” .
En Robespierre, esta firmeza, esta incorruptibilidad se
apoyaba sobre la intima convicción que
es la creencia en la virtud, tal como él mismo decía. Démosle la palabra tras
haber escuchado los testimonios sobre el: “ El
alma de la Republica
es la virtud. Es el amor a la patria, la entrega generosa que integra todos los
intereses en el interés general. Los enemigos de la Republica son los
cobardes egoistas, los ambiciosos y los corruptos”.Este combate por la
virtud lo fue hasta el final hasta el compromiso supremo que nos deja este
adios ultimo: “El unico tormento del
justo en su ultima hora/ y el ultimo que me ha de desgarrar/ es de ver al morir
la palida y sombria envidia destilar en
mi frente el oprobio y la infamia/ de morir por el pueblo y ser detestado por
el”.
Es desde estos rasgos que brevemente he esbozado- pero que
era importante hacerlo de cabo a rabo cuando se han adulterado y ennegrecido
tanto tiempo-desde los que se puede refutar punto por punto los argumentos que
invocaba al principio. ¿Robespierre
dictador? Pero si Robespierre se caracteriza por una política de sorprendente legalismo. Quien no recuerda
haber visto reproducida la firma inacabada e Robespierre la tarde del 9
thermidor, esa firma inconclusa de la apelación a la sublevación contra las
tropas de la Convención :
esa firma que Robespierre no ha querido estampar porque, finalmente, era un
hombre que respetaba en extremo la legalidad misma el régimen del que derivaban
sus poderes. Mas que una dictadura personal lo que se ejercía en el gobierno de
lucha del Comité de Salud Publica era una dirección colegiada, donde las
tensiones, pero también la solidaridad fueron el alma misma de la victoria.
¿Robespierre terrorista? No podemos exculparle recordando
las responsabilidades del Comité de Seguridad General, ni recordando igualmente
las responsabilidades de la llamarada terrorista de prairial y de mesidor de
aquellos a los que interesaba, para debilitar al gobierno revolucionario, agravar
el balance trágico del Terror. Podrían desarrollarse esos argumentos pero no
entremos en el debate. No olvidemos no obstante que Robespierre no era de los
que promovían un Terror arbitrario sino al contrario de los que ejercían sobre
los representantes en mision mas fanáticos el control y el juicio con mayor severidad . Esto
tampoco se le perdonó en thermidor. Solidario sin duda del Terror en la medida
en que lo encuentra como expresión misma de la necesidad de un gobierno
revolucionario, no tiene nada de sanguinario y hay una contradicción aparente
entre el Robespierre que bajo la Constituyente había pedido la abolición de la
pena de muerte y el que por la fuerza de los hechos se encargará de aplicar la política
del Terror.
En cuanto a esa inculpación o apreciación que le ha sido
hecha de pontífice sel Ser Supremo, él mismo la justifica: ha explicado que significaba para él formulándolo en su celebre discurso del 18
floreal del año II cuando hizo que se decretase que el pueblo francés “
reconoce la existencia del Ser Supremo y la
inmortalid del
alma” . Para Robespierre, en el sistema de virtud que es el suyo, la
inmortaliad del alma es la codicion necesaria para que esa usticia que no puede
obtenerse en la tierra sea una realidad en más allá que imagina...” Tanto los
buenos como los malos desaparecen de este mundo…”. Pero para Robespierre no
deben desaparecer de la misma manera: el alma inmortal debe de ser avalada por
ese Ser Supremo que es, en definitiva, la garantía de la virtud que invoca. Y
además no podemos dejar de señalar una vez mas lo que nos dice: “ Invocar el nombre de la Providencia y tener
una idea de un ser eterno que influye
esencialmente en los destinos de las naciones y que me parece que
haya de velar de manera muy
especial sobre la
Revolución Francesa , no es para mi una idea casual.. Lo
siento en mi corazón, es un sentimiento que se me hace necesario. ¿ Como no iba
a serme necesario, a mi , que me he entregado en la Asamblea Constituyente
a todas las pasiones, rodeado de viles intrigas y de tan numerosos enemigos
sostenerme únicamente con la fuerza de
mi alma, cómo huibiera podido soporta esas tareas por encima de toda fuerza
humana si no hubiese elevado mi alma a un Dios? Sin profundizar demasiado en
ese idea que me anima, ese convencimiento me ha recompensado del rechazo de
todas las ventajas que me han prometido los que querrían traicionar al pueblo”. Por lo tanto ese
Ser Supremo es una necesidad de orden ético, una necesidad de orden moral, en
la situación trágica en que se encuentra.
Esas son las constantes de ese informe sobre Robespierre
qe hoy podemos presentar igual que ayer, tal como los lo proponía Mathiez y
Geore Lefevbre , sus defensores. ¿Es un alegato repetitivo? ¿ Es un alegato a
la defensiva? No lo creo. Hoy podemos sin duda decir que nuestra visión de Robespierre ha cambiado igual que cambia
la historia. Como cambian so solamente los métodos de investigación, sino
tanbien la sensibilidad colectiva. Vivimos quizás si no el fin de los héroes al menos el fin de esa
personalización que hacia leer la historia
a partir de cierto umero de individualidades destacadas, a partir de combates
celestiales donde se enfrentan bajo la pluma de Alhonse Aulard y Albert
Mathiez, Robespierre y Danton, historia radical contra historia socialista. Ya
no escribimos como Mathiez y Aulard, y añadiré, para no criticar a esos dos
grandes adelantados, que ellos mismos tampoco han dado de sus héroes una imagen
tan caricaturesca que se les suele atribuir.
Al releer recientemente a Aulard con ocasión de una biografía, fui sensible al hecho de que el
maestro, etiquetado como dantonista y
fanático dantonista, procuraba decir que en su opinión no era bueno
refugiarse detrás del héroe y reconocía, por su parte, que el héroe era un
héroe colectivo, el pueblo, “ al que pertenecemos”., añadía.
Pues bien, eso es precisamente lo que la marcha de la
historia ha confirmado: la historia social tal como se ha desarrollado a lo
largo de nuestro siglo XX ha hecho emerger masas anónimas, las masas populares
campesina o urbanas y la historia colectiva de los que no han podo pagarse el
lujo de una biografía individual pero que han moldeado la historia. Es esta
historia la que hacemos hoy día a través del relato de una historia social diferentemente
estructurada y formulada. Es desde este
contexto donde pueden parecernos ciertos
debates antiguos, pasados e moda, y que ese enfrentamiento entre Danton y
Robespierre nos parezca de otra época. También desde ese contexto podemos abordar
otra cuestión formulada a medida que ha surgido: la imagen de un
movimiento popular del que Albert
Souboul y otros han mostrado su carácter autónomo, su potencia y finalmente sus ideas-fuerza y su política específica. ¿En que medida Robespierre ha sido el
representante de esa corriente o, por el contrario, gracias a su política y la
de la burguesía montagnarde, en que medida ha contribuido ha esterilizar o
congelar ((tomando los términos de Saint
Just) la expresión de ese movimiento popular? ¿Se da un divorcio o una
incomprensión entre Robespierre y el pueblo para el cual vive y muere? Es
cierto que en los estudios de los
historiadores actuales o de ayer, de Daniel Guerin a Albert Souboul o en Walter
Markow, se ve aparecer esa personalidad colectiva en los Enragés de Jacques Roux, de Varlet de Leclerc,…y
también de las masas populares que les siguen y se reconocen en ellos pero también
se puede constatar la incomprensión de esa burguesía montagnarde de la que Robespierre
sigue siendo el representante. ¿ No fue él el que al hablar de la lucha por las
subsistencias o el pan se arriesga a exclamar: “No perdamos en tiempo en
esas superficiales mercancías”? Porque
sin duda no esta sintiendo la importancia de esa problemática que le parece una
desviación con respecto a las prioridades políticas que el momento demandaba.
Pero este reparo no sirve hasta el punto de alterar- creo
y- la imagen misma que guardamos de Robespierre, simplemente permite adquirir
una saludable perspectiva que permite apreciar mejor lo que continúa vivo en la
personalidad del Incorruptible. Poner a Robespierre en el marco de una
perspectiva histórica, con las limitaciones de la época, su formación, su
pertenencia, no es ser mezquino. Hoy día podemos, en el marco de una
sensibilidad diferente, comprender mejor que Lefevbre o Mathiez al Robespiere
del Ser Supremo que busca en esa aspiración metafísica un aval de su ideal de
virtud, sin necesidad de hacer de él, como lo hace Henri Guilemin en su
reciente libro, un místico pues ese místico era al mismo tiempo un racionalista.
El hombre que cuando era abogado ha
defendido a un habitante de Saint Omer atacao por haber puesto un pararrayos en
su casa. Ión. Robespierre racionalista , Robespierre adorador del Ser Supremo,
se encuentran ahí las contradicciones e su generación. Hoy podemos entender
mejor los limites de su concepción de la sociedad. Georges Lefevbre había ya
insistido sobre el hecho de aue no podia encerrarse a Robespierre en el
ideal del pequeño burgués sino que había
que presentarle junto con lo que continua vivo de su lenguaje. Integrar a
Robespierre en la evolución de un pensamiento histórico que ha evolucionado,
progresado, que ha sustituido a los heroes individuales por el análisis el estudio de los actores colectivs de la
historia, no quiere decir por eso que sea necesario matar por segunda vez a Robespierre. No es necesario revestir al héroe
con la belleza de la muerte para que sea posible apreciarle.
Lo que queda vivo de él , y es esa finamente, la idea
con la que queria concluir, es el
movimiento mismo que le ha llevado, es la cualidad de un fervor y compromiso
vital, es un camino, el del ideal democrático, el amor al pueblo y la voluntad ( y retomo aquí la formula de
Georges Lefebvre)” de construir una sociedad feliz”. Esto es lo que existe
profundamente enraizado en la imagen que podemos guardar del Incorruptile.
Podemos concluir interrogándonos como lo hacia Albert Mathiez en 1920: “No se si
les habré convencido- decía- , pero al menos les he dicho sin reticencias lo que
somos y lo que queremos. Creemos que nuestra sociedad, la Sociedad de Estudios
Robespieristas ha prestado un servicio
desde 198 con valor y desinterés, no
tanto a la causa de un hombre, no
tanto a la causa de un partido, sino a la causa de Francia, de una Francia
moderna fiel a sus tradiciones. Creemos que nuestra sociedad que ha luchado sin
desmayo contra la indiferencia, contra la ignorancia, contra el desdén, contra
la hostilidad incluso, no ha hecho su trabajo en vano ni en el ámbito de la
ciencia ni en el de la acción. Creeos que nuestra investigación independiente,
que nuestra lucha de ideas, prepara el advenimiento de una nueva Republica, a
la que apelan tantos corazones sinceros. Una democracia invencible porque sera
justa y fraterna. Esa ciudad de la igualdad
por la cual Robespierre y Saint Just murieron. Esa ciudad de la libertad por la
que tatos millones de anónimos héroes han vertido generosamente su sangre”. ¿Ha envejecido realmente tanto este pronunciamiento para que no podamos repetirlo hoy?
Podríamos también, continuando a Jean Bruhat, distinguir-no
estoy muy seguro de que esta distinción no conlleve algo de artificial- entre
Robespierre y el robespierismo. El en 1958 nos aconsejaba dejar a Robespierre en su época, de
entregarle la admiración que le debemos, pero, teniendo
conciencia de los limites de su enraizamiento en la historia, seguir atentos a
lo que constituye el robespierismo, esa especie de mensaje, esa llama que arde
todavía. Cito a Bruhat: “el
robespierismo, esa especie de mensaje recogido por Bounarotti y Babeuf, que nos
ha sido transmitido por generaciones de revolucionarios. De ese mensaje,
rechacemos las formulas antiguas, los
programas superados, rechacemos lo que la historia ha quemado en su marcha
inexorable pero bajo las cenizas acumuladas reencontremos esa llama que arde
aún y que puede iluminar el camino del porvenir”.
Hubiera podido contentarme encaminándome por ese legado,
con el discurso de los que nos han
precedido y han predicado con el ejemplo.
De todas formas,
debo decirles, para concluir, que ha sido
para mi un placer estar con ustedes aportando este testimonio. ¿Podemos
preguntarnos si somos los últimos robespieristas?¿Somos esa ultima generación ,
el ultimo reducto de robespierristas vergonzantes que se atreven a confesar
todavía , no sin cierta molestia , esa calidad de fidelidad y
calidad de esperanza? No lo creo. Es precisamente esa esperaza la que he
encontado hoy en esta asamblea.
(1).- Ver en este mismo blog la entrada: ¿ Porque somos robespierisas?.-Albert Mathiez
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