Éste no es un día de fiesta; éste es un día de recuerdo,
de rememoración. Un día para mirar hacia atrás, más allá y dentro de la frontera
de la patria y rendir un homenaje a todos aquellos que, en distintas latitudes,
cayeron luchando por hacer más digna la vida del hombre y conquistar la
auténtica libertad.
Hoy termina una semana en la que, por mi intermedio, el
Gobierno del pueblo ha dialogado con los más diversos sectores nacionales.
Hemos conversado con los jóvenes de la Unidad Popular ; con
los médicos recién graduados para señalares la responsabilidad que implica el
ejercicio de su profesión; hemos estado en un organismo de la importancia de la CEPAL para llevar el
pensamiento nuestro y destacar la realidad de los países pequeños, en vías de
desarrollo, frente a los países industriales, para señalar, una vez más, la
dura explotación a la que hemos sido y somos sometidos, y para reclamar el
derecho a la autodeterminación y a la no intervención. Y, otra vez, no como
político, pero sí como Generalísimo, título que me otorga la Constitución Política ,
he dialogado con los representantes de las Fuerzas Armadas, en este caso con la
guarnición de Santiago. Junto con reafirmar como respetamos el cometido
profesional de nuestras Fuerzas Armadas y de Carabineros, como son respetuosos
de la Constitución
y la ley, destacamos también que ellos no pueden ser una parcela independiente
al margen del gran proceso de transformaciones que Chile encara en lo
económico, en lo social y en lo cultural, para hacer más digna y justa la vida
del hombre de nuestra tierra. Estuve dialogando, además, con la comunidad
universitaria en la
Universidad Técnica del Estado; con los dirigentes sindicales
de Yarur, y con los trabajadores que vinieron de Panguipulli para contarme el
drama de los que laboran en la madera y en los aserraderos. Hoy con este acto
culmina esta semana; con este 1 de mayo tan distinto a otros primeros de mayo
del pasado.
Estamos aquí en este día que tiene una profunda y honda
significación; que es trascendente porque están aquí ustedes, trabajadores de
Chile, junto con nosotros; porque estamos aquí Gobierno y pueblo, porque el
pueblo es Gobierno, y, por serlo, interpreta las ansias y los anhelos de las
grandes mayorías. Hemos llegado al Gobierno y avanzamos a la conquista del
poder. La diferencia con el pasado es notoria, no sólo por la concentración
multitudinaria que desde aquí diviso, que triplica y quizás aumente en cantidad
superior a los actos realizados otros años, sino porque veo a miles y miles de
mujeres. A ellas les rindo homenaje en dos ancianas que hace más de una hora
estoy observando, y que han llegado con su cansancio de siempre a decirnos con
su ejemplo cómo sienten y apoyan al Gobierno Popular.
Saludo a los representantes que han venido de otros países
en su calidad de dirigentes sindicales, trayendo a los nuestros su palabra
solidaria. Saludo a los personeros de países amigos, diplomáticos o jefes de
misiones comerciales, y destaco la presencia en esta tribuna del jefe de la Iglesia chilena, cardenal
Silva Henríquez. Ella implica un hecho de profundo contenido, porque él tiene
conciencia de que en el Gobierno del pueblo han sido y serán respetadas todas
las creencias. Siendo mayoritaria la Iglesia Católica
chilena, recibe el cariño popular porque cada vez su verbo está más cerca del
pensamiento de Cristo.
Y saludo a todos los dirigentes sindicales chilenos, a mis
compañeros dirigentes de la
CUT. Y rindo homenaje a aquellos que, si bien ya cumplieron
con su deber, nunca dejaron de estar junto a los trabajadores, en la persona
del primer presidente de la
Central Única, mi estimado amigo Clotario Blest.
Hemos venido a hablarle al pueblo; a hablarle de sus
derechos, de sus deberes fundamentales, de sus responsabilidades. Yo quiero que
ustedes mediten el alcance y el contenido de mis palabras. Algo grande y
trascendente ha sucedido en la patria con la victoria del 4 de septiembre. No
ha sido un hecho casual; ha sido el esfuerzo sacrificado y anónimo de millares
y millares de chilenos que tuvieron fe en ellos mismos, que creyeron en los
partidos populares y que entendieron la gran tarea histórica que debemos
cumplir. Éste ha sido el fervor de generaciones y generaciones que supieron de
la cárcel, del destierro y de la muerte, para darnos la posibilidad de llegar
al Gobierno y conquistar el poder. Pero la victoria alcanzada en las urnas
implica una gran responsabilidad, y yo quiero que se entienda muy bien, muy
claramente. Desde luego, que se sepa, que se aprecie, que se medite lo que
significa que un pueblo por vez primera en la historia, dentro de los cauces
legales y de las leyes de la democracia burguesa, haya alcanzado el Gobierno
para trasformar la sociedad e ir abriendo camino a las profundas
transformaciones estructurales que conduzcan al socialismo. Reitero: es la
primera vez que esto acontece. Queremos que las libertades políticas así
conquistadas se transformen en libertades sociales. Queremos que cada
trabajador comprenda que la teoría revolucionaria establece que no se destruye
absoluta y totalmente un régimen o un sistema para construir otro; se toma lo
positivo para superarlo, para utilizar esas conquistas y ampliarlas. Es conveniente
que eso se entienda y se adentre en la conciencia de cada uno de ustedes. Las
conquistas políticas las mantendremos, porque el pueblo las alcanzó en sus
luchas y las consagraron las leyes y la Constitución chilenas. Y los logros positivos en
el orden económico, derivados del Gobierno Popular de Pedro Aguirre Cerda y
expresados en el acero, en el transporte, en energía, combustibles y
electricidad, serán puntos de apoyo, para extenderlos y organizar el capital
social de que tanto hemos hablado.
En otro sentido, es conveniente no olvidar jamás que
tenemos un compromiso y que lo vamos a cumplir: acatar el derecho de opinión,
el derecho a crítica. Y de aquí les contesto a los jóvenes de la Universidad Católica
-tan inquietos- que el Gobierno del pueblo respetará a los que disientan de él.
No nos inquieta la crítica, lo único que exigimos es que ella se realice dentro
del contexto jurídico que nosotros estamos observando.
Quiero reiterar que, por primera vez en la historia, un
pueblo conscientemente ha buscado el camino de la revolución con el menor costo
social. Y ese hecho es indispensable que se entienda: con el respeto a todas
las ideas, con el irrestricto respeto a todas las creencias.
Quiero recordarles que tenemos un programa y que vamos a
cumplirlo cualesquiera sean las dificultades que tengamos que vencer. Para que
Chile rompa el retraso, la cesantía, la inflación, la miseria moral y
fisiológica; para que el niño tenga futuro y el anciano tranquilidad, debemos
aprovechar los excedentes que producen economías e invertirlos planificadamente
en el desarrollo económico y social de nuestro país. Por eso es que son
fundamentales las nacionalizaciones para fortalecer el área de la economía social
de la que habla nuestro programa. Por eso vamos a nacionalizar las riquezas
fundamentales en manos del capital foráneo, así como a los monopolios que
actualmente también detenta el capital extranjero o el gran capital nacional.
Queremos hacerlo en función de las necesidades de Chile y
su pueblo, de nuestra capacidad técnica para mantener las empresas
estratégicas, no en iguales sino en más altos niveles de producción. Es
esencial entender esto y también darse cuenta de que es el Gobierno el que debe
acelerar o detener este proceso de acuerdo con la realidad. Y yo apelo a la
conciencia de los trabajadores para que entiendan que es su Gobierno el que
fija la técnica y los métodos de cómo proceder y que deben dispensarle la
confianza necesaria para que pueda alcanzar las metas que se ha trazado.
Estamos abriendo en Chile un nuevo horizonte para ustedes.
En los sectores social y mixto de la economía los trabajadores dejarán de ser
simples asalariados. Óiganlo bien, van a dejar de ser simples asalariados para
integrarse, junto a los representantes del Estado -que son ustedes mismos-, a
la dirección de esas empresas, respetando la organización sindical, que tiene
una actividad diferente. Si planteamos eso respecto del área social y del área
mixta, debe entenderse que es fundamental que en las empresas privadas
funcionen comités de producción. Hay en el país más de 35.000 empresas, y
nosotros, en esta etapa, tan solo vamos a nacionalizar menos del uno por ciento
-oigan bien- , y en Chile existen 35.000. Por lo tanto, debe comprenderse que
la actividad de las empresas no nacionalizadas, las empresas medianas y
pequeñas, es indispensable en el proceso del desarrollo económico. Queremos que
en ellas haya comités de producción, porque el trabajador no es una máquina; es
un ser humano que piensa, sufre, tiene esperanzas y puede contribuir al
mejoramiento de la producción, aun en esas organizaciones.
El compañero Víctor Díaz, cuyo documentado discurso era
necesario para que los obreros tuvieran conciencia de la realidad que
confrontamos, ha señalado que el Gobierno, por mi intermedio, ha resuelto
entregar el canal de la
Radio Balmaceda a la CUT. Al respecto yo les digo: ¿conocían los
trabajadores, los periodistas, los comentaristas, los que allí laboran, la
realidad de esa empresa? Se lo voy a decir. En primer lugar, hace más de dos
años que está caducada la concesión de su frecuencia de onda larga. El Gobierno
demócrata - cristiano no le otorgó una nueva concesión y esa Radio Balmaceda,
con un capital de 300 millones, debe 3800 millones de pesos. Y 2.800 millones
los ha obtenido del Banco de Crédito e Inversiones sin ningún respaldo, y ha
conseguido 700 millones más sobre la base de letras para responder a este
enorme pasivo. Yo no creo, y lo digo claramente, que haga bien la Democracia Cristiana
en querer adquirir esa radio, ya que implica -si no un compromiso- un hecho
extraño para un partido político. Esa emisora ha perdido diez veces su capital;
esa radio debe ser de los trabajadores, porque yo no la he entregado ni a los
trabajadores socialistas ni a los radicales ni a los comunistas: se ha
entregado a la Central
Única, donde también, y por suerte, hay trabajadores cristianos, hay
trabajadores de la
Democracia Cristiana.
He dicho que en las empresas privadas y públicas debe
haber comités de producción porque nuestra necesidad fundamental, nuestra
prioridad básica, es aumentar la producción. Tantas veces lo he dicho y tantas
y tantas lo volveré a decir: los pueblos progresan sólo trabajando, produciendo
más, estudiando más. pero es muy distinto -y esto lo entienden y lo saben-
trabajar para una minoría que producir para Chile y para todos. Por eso yo
recalco e insisto que es fundamental el mayor esfuerzo, el mayor sacrificio y
el mayor empeño patriótico de ustedes para trabajar y producir más, porque al
hacerlo estarán asegurando el futuro de la patria y demostrando a los que
conspiran contra ella y el Gobierno que se han dado. Por eso destaco que ha
hecho bien el compañero Víctor Díaz en realzar lo que representa el esfuerzo de
los obreros del carbón, de Purina, del salitre o de otros sectores textiles
nacionalizados. Ello es demostración de una conciencia que es útil destacar y
un ejemplo que hay que imitar. También es conveniente saber que el nuevo
sentido del trabajo implica nuevas obligaciones. Antes, cuando el Estado estaba
al servicio de los capitalistas, los trabajadores del sector público o privado
adoptaban necesariamente una actitud requeritiva, postulando aumentos de
sueldos y salarios frente al alza del costo de la vida. Es decir, luchaban
reivindicativamente. Hoy, tienen que entenderlo, los trabajadores son Gobierno;
el pueblo es Gobierno. El sector público no está financiando a una minoría.
Está poniendo los excedentes económicos al servicio de ustedes, al servicio del
pueblo y de Chile. Por eso es necesario mirar desde otro lado de la barricada,
para asumir la responsabilidad, la enorme, la trascendente responsabilidad que
implica ser Gobierno.
Una parte del Estado está en manos de los trabajadores a
través de los partidos populares y de la Central Única, que representa todos los niveles
de la organización sindical. Y si digo una parte del Estado es porque hay otros
poderes independientes, como el Judicial o como el Legislativo, donde no
tenemos mayoría. Por eso debe entenderse que, junto con las dificultades
inherentes a esta realidad, hoy tenemos que fijarnos objetivos distintos. El
primero de todos: consolidar el poder político. El segundo, ampliar ese poder
político, el poder popular. Y hacer esto en la forma más efectiva y realista,
de acuerdo a las condiciones chilenas. Cuando yo hablo de ampliar el poder
político, pienso que más allá de los límites de la Unidad Popular hay
miles y miles de ciudadanos que pueden estar junto a nosotros; hay cientos y
miles sin domicilio político, y hay otros que, teniéndolo, no pueden olvidar ni
los principios, ni las ideas, y por eso yo los llamo fraternalmente,
limpiamente, a trabajar por el Chile nuevo y por la patria mejor que queremos
para todos los chilenos.
Consolidar y ampliar el poder popular supone vitalizar los
partidos políticos, sobre la base de hacer efectiva la unidad, para mantener
un diálogo ideológico, polémico, crítico, pero con lealtad y no mirando la
parcela partidaria, sino la gran responsabilidad común que enfrentamos.
Fortalecer el poder popular y consolidarlo significa hacer
más poderosos los sindicatos con una nueva conciencia, la conciencia de que son
un pilar fundamental del Gobierno, pero que no están dominados por él, sino
que, conscientemente, participan, apoyan, ayudan y critican su acción.
Significa fortalecer el poder popular, organizar la
movilización del pueblo, pero no tan solo para los eventos electorales;
movilizarlo diariamente, a todas horas, minuto a minuto. Y hay que tener conciencia
de ello.
Un pueblo disciplinado, organizado, consciente, es, junto
a la limpia lealtad de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, la mejor defensa
del Gobierno Popular y del futuro de la patria.
Fortalecer, ampliar y consolidar el poder popular significa
ganar la batalla de la producción. Óiganlo bien, compañeros trabajadores: ganar
la batalla de la producción. Tengo aquí para ustedes, a mano, un resumen de un
documento publicado en Estados Unidos por un semanario financiero. No
reproducen los diarios chilenos lo que aquí se publica. ¿Pero qué dice? ¿Qué
señala? ¿Qué se pretende entre líneas? Se afirma que los préstamos del Banco
Mundial no están directamente bajo el control de los Estados Unidos, pero que
gran parte del capital viene de la
Tesorería de ese país, y que, con seguridad Washington puede
influir en la decisión. Quieren cerrarnos los créditos, pretenden iniciar ese
camino. Dice que cada actividad, y se refiere a los préstamos, parecería ser
contraria a la legislación existente, que, interpretada por cualquier criterio
sensato, parecería prohibir la ayuda de Estados Unidos a Chile. Y agrega, con
la mejor voluntad del mundo, que los Estados Unidos podían hacer poco o nada
para salvar a Chile del desastre. ¡Qué piadosos y compasivos están con nosotros!
¿no? Porque, según ellos, los trabajadores chilenos tienen menos y mucho menos
que comprar ahora. Y agregan que en Chile no habrá producción. Y dicen:
"Los trabajadores tienen poco tiempo para su trabajo". El ausentismo
en Valparaíso promedia un 25% al día de las faenas portuarias y agregan con
ironía, "salvo el día lunes, que alcanza a un 40%". Esto no se ha
publicado aún en Chile, pero refleja un propósito que el pueblo debe atisbar:
empezar ya a crearnos dificultades económicas que repercuten sobre las bases
políticas en que se afianza el Gobierno. Los diarios nuestros, los diarios que
reclaman libertad, mientras tanto publican lo que se les ocurre y reproducen
artículos que, por desgracia, en muchas capitales latinoamericanas y de Europa,
escriben en contra nuestra, desfigurando lo que somos, lo que queremos y a
donde vamos. Pero al lado de eso, que sabíamos iba a ocurrir, está la amplia
solidaridad, está la actitud de respeto de Gobiernos que, sin compartir la
orientación nuestra, tienen concepciones de principio afines en cuanto a la
autodeterminación y a la no intervención; está la presencia de los
trabajadores, que han manifestado su adhesión a Chile en los países
industriales del capitalismo y en los países industriales del socialismo; está la
actitud de los trabajadores latinoamericanos, cuya solidaridad sentimos tan de
cerca, porque sabemos que es leal, porque la historia de ayer y la de hoy hará
posible la lucha cada vez más intima, más profunda de nuestros pueblos.
Y quiero destacar, como un hecho de gran significación
moral y solidaria: la palabra de Cuba. Hace poco se realizó en La Habana una monstruosa
concentración, porque era el aniversario de la victoria del pueblo en Playa
Girón. Chile estuvo presente en la palabra del senador de la Unidad Popular ,
compañero y amigo Volodia Teitelbom. Fidel Castro, junto con hacer una síntesis
histórica de las luchas de los pueblos latinoamericanos y del pueblo cubano,
tuvo frases para Chile que reflejan su amplio y grande espíritu solidario,
trasunto del fraternal espíritu del pueblo de Cuba por nosotros. ¿Qué dijo
Fidel Castro, cuyo discurso ha sido tan solo publicado parcialmente y
tergiversando, extrayendo párrafos de él para comentarlo a su sabor por los
sectores reaccionarios? ¿Qué dijo Fidel Castro refiriéndose a nosotros?
"Lógicamente, nosotros estamos de todo corazón junto
al pueblo chileno y estamos dispuestos a mostrar nuestra solidaridad en
cualquier campo. Nosotros, por ejemplo, ahora hemos restablecido el comercio
con Chile. Le enviamos azúcar, que es un producto importante del consumo
popular chileno. Ellos nos mandan frijoles, ajo, cebollas.
Mientras los chilenos puedan retribuirnos nuestra azúcar y
nos puedan mandar alimentos y nos puedan mandar madera, recibiremos alimentos y
recibiremos maderas; pero si como consecuencia de las maniobras
contrarrevolucionarias del imperialismo y de la contrarrevolución interna
sabotean la producción de alimentos de Chile y el día de mañana no nos pudieran
mandar ni ajos, ni cebollas, ni frijoles, no importa, no por eso dejaremos
nosotros de mandar nuestra azúcar al pueblo de Chile."
Y agrega: "Al pueblo hermano de Chile, al Gobierno de
la Unidad Popular ,
al Presidente Allende le decimos: al pueblo de Chile no le faltará azúcar,
haremos lo que sea necesario, con más producción, hasta nuestro propio
consumo". Y termina:
"Expreso al pueblo de Chile, desinteresadamente,
fraternalmente, con el espíritu de Girón, que cuando lo necesiten pueden contar
con nuestra sangre: que cuando lo necesiten pueden contar con nuestras
vidas". Ésa es solidaridad, ése es un concepto de la revolución sin
fronteras.
Aquí se ha pretendido decir que, a través del ofrecimiento
de las vidas de los hombres de Cuba, hubiera pensado Fidel que no tenía Chile
en sus Fuerzas Armadas o en Carabineros o en su pueblo la capacidad de
resistencia frente a una amenaza. No. Basta recordarles a aquellos que
desfiguran la palabra de Fidel Castro que nuestros pueblos nacieron a la
independencia política porque hombres nacidos en patrias distintas levantaron
la común bandera, y Bolívar y Sucre y San Martín y Martí y O'Higgins fueron
latinoamericanos para luchar con las armas por su independencia.
Por eso, no vengan a desfigurar ni la historia ni la raíz
del contenido fraterno que tienen que tener los pueblos para nuestro Gobierno y
para las luchas nuestras. Pero, reitero, el gran combate, la gran batalla de
Chile es ahora y será siempre la producción. La producción, que lo entiendan,
que se lo graben aquí y para siempre, que se lo graben aquí en el cerebro y en
el corazón, repito, la batalla de ahora y de siempre es la batalla de la
producción. Hay que producir más. Y para aumentar la producción a largo plazo
necesitamos también aumentar las inversiones, los excedentes, óiganlo bien, los
excedentes de las empresas. Las utilidades de las empresas servirán, en parte, para
mejorar los sueldos y salarios de los que allí trabajan, pero el más alto
porcentaje de esas utilidades y esos excedentes deben ser invertidos para crear
nuevas fuentes de trabajo, nuevas empresas, para movilizar la capacidad ociosa
de muchas de ellas. Por eso ha hecho muy bien el compañero Víctor Díaz en
señalar que no puede haber pliegos de peticiones exagerados. Que no se les
vuelva a pasar el tejo, porque no se lo vamos a aceptar. Éste no es un simple
juego de rayuela, aquí se esta jugando el destino de Chile; aquí no puede haber
sectores privilegiados, aquí no puede haber aristocracia de obreros o empleados
o técnicos, aquí todos tenemos que amarrarnos el cinturón. Compañeros, si las
empresas del sector público no tienen utilidades, ¡imagínense ustedes!, si todo
lo gastáramos en sueldos y salarios, ¿que sucedería, como podríamos avanzar?
Las llevaríamos directamente a la quiebra y a la ruina. Y eso deben entenderlo
muy claramente las empresas del sector mixto, las del sector social no les
pertenecen a ellos. La CAP
no es de los trabajadores del acero. Chuquicamata, El Salvador y El Teniente no
son de los trabajadores del cobre. Son de los trabajadores de la patria. Y los
obreros del cobre y del acero deben estar orgullosos de laborar para ellos,
pero, sobre todo, de hacerlo para el resto de sus hermanos de clase, para Chile
entero. Por eso, deseo citar dos ejemplos, y quiero que pongan atención. (Es
bastante tarde, van a llegar con apetito a sus casas y la mayoría de las
viejitas no les van a tener almuerzo) Quiero poner dos ejemplos: cobre y
tierra. Y escuchen, compañeros. Cobre: el cobre es el sueldo de Chile. Y deben
entenderlo también el Gobierno y el pueblo norteamericanos. Cuando nosotros
planteamos nacionalizar nuestras minas no lo hacemos para agredir a los
inversionistas de Estados Unidos. Si fueran japoneses, soviéticos, franceses o
españoles, igual lo haríamos. Es que necesitamos el cobre para Chile.
Necesitamos lo que sale más allá de nuestras fronteras como utilidad de esas
compañías, para poder impulsar el desarrollo de la nación, junto al hierro, el
salitre y a las empresas nacionalizadas. Recuerden que en algo más de 50 años
han salido del país, por concepto de utilidades del cobre, más de 3000 millones
de dólares. Ahora, con la nacionalización, anualmente debemos retener 90
millones adicionales de dólares. Eso significara, en los próximos 20 años, al
precio de 50 centavos la libra, 1830 millones de dólares. Si el precio promedio
llegara a 55 centavos la libra, serían 2114 millones de dólares. Este
excedente, este mayor ingreso, lo necesitamos para poner en marcha los planes
de desarrollo económico de Chile, junto a los excedentes de otras empresas o
industrias en manos del Estado, junto a los tributos y a los impuestos que
pagamos todos, absolutamente todos los chilenos. De allí entonces que sea
fundamental que se entienda la importancia que tiene el cobre y por qué
nosotros debemos entender y hacer que el pueblo entienda lo que representa de
responsabilidad para los obreros, para los técnicos, para los profesionales
chilenos.
Se han ido, se van de Chuquicamata 240 técnicos
norteamericanos. No los hemos echado pero se van. Tenemos que reemplazarlos por
técnicos y obreros nuestros, tenemos que reemplazarlos por nuestros
profesionales, tenemos que improvisar la técnica cueste lo que cueste, y
tenemos que hacer producir más a Chuquicamata. Tendrán que sudar cobre los
chilenos que allí trabajan para defender a Chile. Y tendrán que hacerlo, porque
nosotros, el pueblo, se lo estamos pidiendo y exigiendo.
Ayer en la mañana tuve horas amargas, compañeros. Me
dijeron que se habían parado en la semana tres secciones de Chuquicamata, sin
razón justificada alguna. Y esto ocurre ahora, cuando hay obreros en la
dirección de esas empresas. Me dijeron que estaban exigiendo que se pagara
indemnización a todos los trabajadores, para ser recontratados después cuando
nosotros tomemos definitivamente las compañías. Me golpeaba mi conciencia y me
dolía como revolucionario que esto fuera cierto. Esta mañana me llamaron desde
Antofagasta y me dijeron que la asamblea gremial rechazó esa proposición que
habían hecho, en mala hora, algunos trabajadores, y, lo que es peor, algunos
dirigentes políticos que andan a la caza de votos. Eso demuestra la conciencia
de los compañeros de Chuquicamata y desde aquí los saludo, porque su actitud
también representa un aporte esencial para la patria.
He dicho que, junto al cobre, está el problema de la
tierra. Y tienen que entenderlo ustedes. Ustedes que trabajan en Santiago, la
mayoría de ustedes que están aquí en esta gran concentración, que no son
campesinos. Pero a lo largo de Chile, me oyen, seguramente trabajadores del
agro. Éste es un problema muy serio. Si el cobre es el sueldo de Chile, la
tierra es el alimento para el hambre, y no puede seguir produciendo lo que
hasta ahora ha producido. Por eso se ha impulsado la reforma agraria; por eso
se ha modificado la propiedad de la tierra; por eso hay que cambiar los métodos
de explotación; por eso hay que poner el crédito, la semilla, el abono y la
ayuda técnica junto al campesino, al pequeño y mediado agricultor; por eso hay
que terminar con el minifundio, y por eso hay que terminar con el latifundio.
Fíjense, compañeros que me escuchan a lo largo de Chile: todos los años nacen
300000 o más chilenos. Y a pesar de la alta mortalidad infantil, son muchas
nuevas bocas las que hay que alimentar. Si la producción se mantuviera en los
niveles que hoy alcanza, y que sólo representa un incremento de 1,8% mientras
la población crece en 2,5 a
2,7% al año, nos encontraríamos el año 2000 (año al cual ustedes van a llegar,
y yo también, ¿ah?) con que el año 2000 tendríamos que importar, óiganlo bien,
1000 millones de dólares en carne, trigo, grasa, mantequilla y aceite. Hoy
importamos 180 a
200 millones de dólares al año. Y el 2000 tendríamos que importar 1000 millones
de dólares. Toda la exportación chilena alcanza a 1050 millones de dólares.
Calculen ustedes el drama que tenemos por delante y la tremenda responsabilidad
que implica la reforma agraria. Por eso les digo muy claro; por eso le he dicho
al pueblo de Chile; se lo he dicho a los trabajadores de la tierra; se lo he
gritado con pasión para que me entiendan en Cautín y en Valdivia, en Osorno y
en Llanquihue, en las provincias agrarias del centro y del norte: vamos a
terminar con el latifundio. Este año expropiaremos 1000 predios que están más
allá de la reserva legal y terminaremos con el minifundio. Pero no basta
expropiar, hay que hacer producir la tierra y tenemos que respetar la ley. No podemos
aceptar que se atropelle al propietario que tiene derecho frente a la ley. No
podemos crear el caos en la producción. No podemos apropiarnos de tierras y
dejarlas sin producir. El Gobierno tiene que respetar la determinación y la
planificación del ejecutivo.
Yo les digo a ustedes, y se los digo a los funcionarios de
INDAP y de CORA: no pueden traspasar la ley. ¿Qué haría un hombre, que haría
yo, si hubiera sido agricultor durante cuarenta o cincuenta años de mi vida, si
no tuviera más que mi casa y el pan para mis hijos, si la ley me da un derecho
y llegan funcionarios que no respetan la ley? ¿Qué hace ese hombre que no puede
a su edad encontrar otro trabajo? ¿Por qué nosotros no vamos a tener un sentido
humano y justo? Yo reclamo del pueblo que trabaja en la tierra, yo reclamo de
los campesinos, que tengan confianza, que para eso hemos creado el Consejo
Campesino. No se salvará ni un latifundio en Chile, pero el propietario mediano
y pequeño contará con nuestro apoyo, con nuestra ayuda, con los técnicos
necesarios, con la semilla y con el abono para cumplir con los planes de
producción indispensables para alimentar al pueblo, camaradas.
Por eso tenemos que tener conciencia: la revolución no se
hace en las palabras, compañeros, se hace en los hechos. Y hacer la revolución
no es tan fácil, si no ya la habrían realizado otros pueblos, en otras
latitudes o en este continente.
Se necesita tener el nivel político, la responsabilidad
necesaria para entenderlo; no basta hablar de la revolución. Hay que hacer la
revolución interior, que le dé autoridad a uno para poder exigirles a los
demás, y por eso les hablo así el día 1º de Mayo, con pasión, frente a la
responsabilidad que tenemos nosotros ante Chile y ante la historia: Nuevas
metas, más organización, más disciplina, desprendimiento, no egoísmo; superar
el horizonte pequeño de cada empresa, industria o de cada cerco para mirar el
problema de clases en su conjunto, sean campesinos, obreros, empleados,
técnicos o profesionales. Por eso debo decirles a ustedes que he leído con
inquietud un documento publicado en el diario La Prensa , el 29 de abril, en
que se hace una entrevista a un dirigente campesino, compañero de apellido
Fuentes. No ha sido desmentido, por eso lo comento. ¿Qué dice este dirigente?
Dice que está con el Gobierno, pero que si el Gobierno se queda a mitad de
camino, continuará adelante. Dicen que tienen autonomía para hacer las cosas
que quieran, dicen que a pesar de que el Gobierno no expropiará todos los
predios, ellos piensan que es necesario y que por eso lo hacen y lo harán, y
agregan, «porque hay que pararle el carro al compañero Allende y al compañero
Baytelman».
Camaradas, el compañero Víctor Díaz dijo: «compañero
Allende, échele para adelante». Yo le voy a echar para adelante; no le voy a
poner el pie al freno, camaradas. Pero que lo sepan de una vez por todas, sobre
todo los militantes de la
Unidad Popular : aquí hay un Gobierno y un Presidente, y si yo
le echo para adelante, es porque tengo los pantalones bien amarrados y no
acepto... (Y perdón, señor cardenal Silva Henríquez, por esta expresión, pero
yo sé que usted me entiende y la comparte.)
Pues bien, he puesto este ejemplo parque si cada cual toma
el camino que se le ocurra, aquí se va a producir el caos, compañeros, y eso es
lo que ellos quieren: que no se produzca en la tierra; que no se produzca en
las industrias; que haya dificultades. El poder de compra que ustedes tienen
ahora ha hecho que se venda coma nunca antes. Pero hay que reponer ciertas
cosas. Dentro de 15 días o dos meses se acaban los stocks, y si las industrias
no producen, Chile no está acostumbrado a racionamientos y no los queremos. Por
eso hay que producir en el campo, en las industrias, compañeros. y por eso
quiero, también muy tranquilamente, como compañero de ustedes, decirles lo
siguiente: traigo un informe del señor Contralor General de la República , hecho a
pedido mío. Se estudian en él dos empresas fiscales, sobre todo una de ellas, y
aquí están las cifras que marcan el porcentaje de ausentismo de sus trabajadores
y empleados. (Esto es lo que publicaba con tanta alegría el semanario americano
a que hice referencia.) Y lo que es peor, en este informe de la Contraloría se
confirma lo que yo le dije al pueblo allí en la otra plaza, hace muy pocos
días. Les dije que por desgracia faltaban a su trabajo empleados y obreros
simulando estar enfermos, y agregué que, lamentablemente, también había algunos
profesionales médicos que no teniendo sentido de su responsabilidad, que no
comprendiendo el juramento hipocrático, se prestaban para dar certificados que
en el fondo son falsos. Obreros y empleados que ganan más no trabajando, porque
la ley es absurda, y médicos que reciben un porcentaje por cada certificado que
den. Ha habido algunos que han obtenido así 50, 60, 80 millones de pesos al
mes. Se lo he expresado al Colegio Médico de Chile. yo he sido presidente de
ese Colegio durante cinco años, tengo autoridad moral para decirlo, porque esa
ley la hice yo, al igual que la que creó el Servicio Nacional de Salud, al
igual que el Estatuto del Médico Funcionario: jamás la profesión médica en este
país ha podido caer a los niveles morales a que algunos han querido llevarla.
No podemos aceptar la colusión entre obreros y empleados y médicos para estafar
al Fisco, al pueblo y al propio Chile, camaradas.
Para terminar (es que no me gusta la explotación del
hombre por el hombre), ustedes ya saben lo que el Gobierno ha hecho y lo
detalló recién el compañero Víctor Díaz. Desde el medio litro de leche hasta
controlar el 53 por ciento de las acciones bancarias y hasta entregar a los
bancos nacionalizados el mercado del dólar. Desde la nacionalización de
empresas monopólicas, hasta la reconquista de las riquezas básicas en manos del
capital extranjero. Hemos hecho y haremos todo el esfuerzo necesario para
detener la inflación, para disminuir la cesantía. Pero no se detiene la
inflación si no se produce más, camaradas. Porque genera mayor demanda y no
habiendo como respuesta mayor producción, suben los precios, y las
consecuencias ¿las pagan quiénes?, ustedes. Y, sobre todo, los pensionados, los
jubilados, las montepiadas, los que viven de ingresos rígidos, sueldos o
salarios. El Gobierno hace, cumple, realiza, pero la responsabilidad no la
tiene sólo él. La tienen ustedes también. Fundamentalmente, la tienen los
trabajadores. Cuando hablo de trabajadores, hablo de campesinos, obreros,
empleados, técnicos, intelectuales, profesionales. Hablo de pequeños, medianos
empresarios, industriales y comerciantes. La responsabilidad la tienen los trabajadores.
Lo que debilita y divide a los trabajadores, debilita al Gobierno, y tienen que
entenderlo. Lo que fortalezca a los trabajadores, fortalece al Gobierno, y
tienen que entenderlo. El futuro de la revolución chilena está, hoy más que
nunca, en manos de los que trabajan. De ustedes depende que ganemos la gran
batalla de la producción. El Gobierno, día a día, muestra lo que es capaz de
hacer. Pero no podrá realizar más si no contamos con el apoyo, la voluntad
consciente y revolucionaria de ustedes, compañeros trabajadores.
Por eso -como decía- hay que vitalizar los movimientos,
los sindicatos, los partidos populares, y, sobre todo, deben tener conciencia
de su responsabilidad los campesinos y los obreros. La revolución, el destino,
el futuro de Chile están en manos de ustedes. Si fracasamos en el campo
económico, fracasaremos en el campo político, y será la decepción y la amargura
para millones de chilenos y para millones de hermanos de otros continentes que
nos miran y que nos apoyan. Tenemos que darnos cuenta de que más allá de
nuestras fronteras, desde África y de Asia, y aquí en el corazón de América
Latina, hombres y mujeres miran, con apasionado y fraterno interés, lo que
estamos haciendo nosotros. Piensen, compañeros, que en otras partes se levantaron
los pueblos para hacer su revolución y que la contrarrevolución los aplastó.
Torrentes de sangre, cárceles y muerte marcan la lucha de muchos pueblos, en
muchos continentes, y, aun en aquellos países en donde la revolución triunfó,
el costo social ha sido alto, costo social en vidas que no tienen precio,
camaradas. Costo social en existencias humanas de niños, hombres y mujeres que
no podemos medir por el dinero. Aun en aquellos países en donde la revolución
triunfó hubo que superar el caos económico que crearon la lucha y el drama del
combate o de la guerra civil .Aquí podemos hacer la revolución por los cauces
que Chile ha buscado, con el menor costo social, sin sacrificar vidas y sin
desorganizar la producción. Yo los llamo con pasión, los llamo con cariño, los
llamo como un hermano mayor a entender nuestra responsabilidad; les hablo como
el compañero Presidente para defender el futuro de Chile, que está en manos de
ustedes, trabajadores de mi patria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario