Robespierre,: Terror
y Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano
Yannick BOSC, (1)
Nosotros hemos
heredado una imagen de Robespierre caracterizada esencialmente por la violencia
y la sangre del Terror, siendo este ultimo considerado como el prólogo del totalitarismo estalinista. Por el
contrario, para sus contemporáneos, Robespierre se asociaba a los principios de
la decaración de Derechos, de la que era “el comentario viviente ” según Camille
Desmoulins.
Que alguien pueda
encarnar al mismo tiempo el Terror y la Declaración no tiene nada de paradójico durante la Revolución Francesa.
Asi, en 1795, una vez Robespierre
eliminado y cuando sus enemigos construyen la figura del “tirano sanguinario”, Jeremy
Bentham resumía la opinión dominante considerando que “el lenguaje del Terror”
se contiene en el articulo 2 de la Declaración de 1789: “el fin de toda asociación política es la conservación de los derechos
naturales del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad
y la resistencia a la opresión”. He ahí, para Bentham y los termidorianos,
el leguaje de la anarquía del que hay que desembarazarse si se quiere fundar un
orden social basado en los intereses de los poseedores y sin el cual, piensan,
no puede existir prosperidad.
El artículo
incriminado recuerda el principio constitutivo de la sociedad y fundamenta la soberanía popular. Se encuentra, en efecto,
en el corazón de la reflexión y de la acción política de Robespierre que resume en su discurso sobre
la Constituyente
el 10 de mayo de 1793: “ El hombre ha
nacido para la felicidad y la libertad, y , sin embargo, ¡ es esclavo y
desgraciado por todas partes!. La sociedad
tiene como fin la conservación de sus derechos y la perfección de su
ser, ¿ y en todas partes la sociedad lo degrada y lo oprime! Ha llegado la hora
de recordarle su verdadero destino. Los
progresos de la razón humana han preparado esta gran revolución, y es a vosotros(los legisladores) a quienes se os ha impuesto especialmente el
deber de acelerarla”
En un proceso por el quie un pueblo conquista y mantiene su libertad, los legisladores
tienen un papel esencial. Puesto que en una democracia o una republica-
terminos que para Robespierre son sinónimos- el pueblo soberano legisla por
medio de sus representantes, estos últimos deben de ser imperativamente
virtuosos. Como para Montesquieu, esa
virtud de los delegados del pueblo “ no es ni una virtud moral ni una virtud
cristiana, es la virtud política “ es decir “ el amor a la igualdad ( Advertencia al lector
de “El espíritu de las leyes”). Ese amor
de la igualdad que debe guiar a los legislador es consiste en garantizar la
libertad de todos.
Robespierre, al igual
que todos los republicanos de esa época, estima que un ser es libre con dos condiciones: si no está dominado por nadie y si no domina a nadie. La libertad es, por
lo tanto reciproca o no es. Esta reciprocidad define la igualdad. En una
demoracia, los legisladores no deben favorecer la libertad de unos a costa de
la de los otros, por ejemplo si decretasen la libertad de comercio sabiendo que
eso conlleva a los propietarios de trigo a especular al alza con el fin de
aumentar sus beneficios. Los especuladores atentan entonces contra la libertad
y la existencia de los mas desfavorecidos. Nadie puede enriquecerse a expensas
de la vida de sus semejantes, la propiedad de la vida es más importante que la
de Las cosas. Por esa razón, Robespierre combate la libertad ilimitada del
propietario, la esclavitud y la guerra de conquista por la que un pueblo somete
a otro. Pero, desde la
Constituyente hasta la Convención girondina, la mayoría de los representantes
del pueblo eligen la guerra, la libertad
de comercio y el mantenimiento de la esclavitud.
De esta manera,
señala Robespierre, los delegados del pueblo olvidan con demasiada frecuencia que
la magistratura que ocupan no es un privilegio o una prerrogativa sino un cargo. En efecto, deben de aportar un esfuerzo
político para ser virtuosos y anteponer asi el interés público a su interés particular.
Ser ciudadano es, por lo tanto, ejecer un control sistemático sobre sus
representantes con en fin de recordarles ls obligaciones de su cargo. Todos los
actos políticos deben de ser visibles en el espacio publico y la resistencia a
la opresión debe garantizarse como un atributo de la soberanía. Los que en 1795
denuncian al “tirano Robespierre” y una “Francia inundada de sangre” señalan simultáneamente
la anarquía del “ sistema de Terror”, una política que inflama a la multitud
con principios y genera el desorden instituyendo
la insurrección de “ un pueblo constantemente deliberante”. “El monstruo” es,
entonces, acusado de haber fomentado una “sans-culotizacion general para extinguir
la iueza y para la ruina del comercio”
(1).- Profesor de historia de la Universidad de Rouen.
Fuente: Tribune libre
19 février 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario