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Discurso de la líder estudiantil chilena en la asunción a la Presidencia Federación
de Estudiantes de Chile:
21 Julio 2011
Mi nombre es Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling y
quisiera, antes que todo, poder expresarle a los presentes el orgullo y el
desafío que significa para mí encabezar la Federación de
Estudiantes más importante de Chile, es una gran responsabilidad que significa
hacerse cargo de 104 años de historia, 104 años de aventuras y desventuras, 104
años de lucha en el seno del movimiento estudiantil.
Y es un orgullo y un gran desafío porque vengo de aquellos
lugares que no reciben condecoraciones, de los cuales poco y nada se dice,
porque poco y nada se sabe, lugares que a veces incluso se les llega a olvidar.
Mis estudios secundarios los cursé en un pequeño colegio
cuyo nombre significa tierra florida; extraña paradoja, ya que en sus patios se
respiraba más tierra que flores y en sus salas de madera se acumula el polvo de
generaciones de alumnos no emblemáticos, que nunca llegaran a ocupar los
puestos de poder más importantes de nuestro país.
Mi carrera, una de las más pequeñas de esta Universidad,
casi no se encuentra en el consciente colectivo, se pierde entre los pasillos
de la FAU y se
confunde con otras disciplinas. La
Geografía en esta Universidad casi no tiene tiempo ni
espacio, otra paradoja.
Sin embargo, lo más terrible es darse cuenta que de pronto
esto no pasa solo en Geografía, sino que también en Administración Pública, que
es carrera de ocho a seis, porque después de las seis de la tarde no hay
Universidad para ellos, una carrera que debiese ser fundamental para fortalecer
el sistema público. Y también ocurre en Educación y de pronto, nos damos cuenta
que no son solo unas pocas carreras, sino que es toda una rama del saber, es
toda un área del conocimiento la que ha caído en la pobreza universitaria como
consecuencia de las lógicas del mercado implementadas ya a lo largo de estos
últimos treinta años.
Y de lo pequeño y olvidado de mi lugar de origen, se suma
además, mi corto tiempo de vida, con 22 años, vengo a ser la segunda mujer
presidenta de la FECH
en más de cien años de historia. Y usted rector tendrá el privilegio de ser el
segundo en la historia de la
Universidad que es acompañado por una mujer en la presidencia
de nuestra federación de estudiantes.
Ahora bien, puede que en este momento me toque a mí
ejercer el cargo de Presidenta, sin embargo, debo decir que yo sola jamás
habría logrado todo esto y que mis manos son tan solo un par más dentro de
tantas otras, y en donde todas juntas son las que levantan este proyecto
colectivo que se llama Estudiantes de Izquierda, el cual ya se encamina a su
tercer período consecutivo al mando de nuestra Federación.
Si me permiten contarles un poco acerca de Estudiantes de
Izquierda, debo decirles que como colectivo político estamos presentes en
amplios espacios de nuestra Universidad, que en nuestro interior se expresa la
máxima diversidad estudiantil, que entendemos que la izquierda debe construirse
con participación y democracia y que esta elección en donde hemos aumentado en
casi 400 votos respecto de la elección anterior, nos demuestra que como
movimiento estamos vinculados orgánicamente con las bases estudiantiles de
nuestra Universidad.
Como Estudiantes de Izquierda sentimos la responsabilidad
ética de hacer política, porque la administración del poder por los poderosos
de siempre nos obliga a entrometernos en sus asuntos, porque estos asuntos son
también nuestros asuntos y porque no podemos dejar que unos pocos privilegiados
sean quienes eternamente definan las medidas y contornos que debe tener nuestra
patria, ajustándola siempre a sus pequeños intereses.
Creemos que la clave del éxito para el movimiento
estudiantil está en volver a situar a la Federación en una posición de vanguardia a nivel
nacional, en volver a entretejer redes sociales con los pobladores, los
trabajadores, las organizaciones sociales y gremiales, los jóvenes que se
quedaron fuera de la
Universidad pateando piedras, en otras palabras, hablamos de
volver nuestra mirada al conjunto de los problemas sociales que hoy rodean a la Universidad y con los
cuales estamos íntimamente vinculados y comprometidos.
Debemos romper con aquella burbuja universitaria que
instala el individualismo, la competencia y el exitismo personal como patrón de
conducta para los estudiantes por sobre ideas y conceptos fundamentales como lo
son la solidaridad, la comunidad y la colaboración entre nosotros.
Somos contrarios a la visión de que la Universidad es solo venir,
sacarse buenas notas, y abandonar cuanto antes sus aulas para salir pronto a
ganar dinero en el mercado laboral, tenemos los ojos lo suficientemente
abiertos como para darnos cuenta que afuera hay un mundo entero por conquistar,
que este mundo requiere de nuestra entrega, de nuestro esfuerzo y de nuestro
sacrificio y que para quienes ya hemos abierto los ojos a las inequidades
sociales que asoman por todos los rincones de nuestra ciudad, se nos vuelve
imposible volver a cerrar la puerta y hacer como que nada hemos visto o como
que nada ha pasado. Nuestro compromiso por la transformación social es
irrenunciable.
Porque necesitamos hoy, más que nunca, una profunda
discusión respecto del país que queremos construir y a partir de aquello cuál
es el tipo de Universidad que se pondrá al centro de dicha construcción.
Porque no creemos en la Universidad como un
espacio neutro dentro de la sociedad, la universidad es un agente vivo en su
construcción y en el desarrollo del proyecto país que como ciudadanos levantamos
día a día. Nuestra responsabilidad está en generar organización al interior de
aquella, lo cual nos permita transformar la universidad, para así poder
transformar la sociedad.
Nuestro concepto de Universidad nos habla de un espacio
abierto, participativo y democrático, con una comunidad universitaria activa,
dialogante, una comunidad que se involucra en el diseño y conducción de su casa
de estudios.
Nuestra visión es la de una Universidad que se ubique ya
no en los primeros rankings de la competencia o el marketing universitario, de
los cuales hoy en día mucho se habla, sino que se ubique en el primer lugar de
aporte al desarrollo social del país, el primer lugar en el fomento de la
equidad en cuanto a la composición social de sus estudiantes, que ocupe el
primer lugar en el desarrollo de la ciencia y tecnología al servicio de los
intereses de Chile y su pueblo.
Creemos en una Universidad permanentemente vinculada con
los problemas que nuestro pueblo le presenta, activa en la búsqueda de
soluciones y en la entrega de aportes por medio del conocimiento.
Sin embargo, nuestra realidad actual dista mucho de estos
conceptos brevemente aquí esbozados, hoy la Universidad es cada
vez más un proyecto sin otro norte que no sea el que le señala el mercado, a la
educación superior se le ha puesto precio y nuestras Universidades son medidas
por criterios industriales de producción como si fueran una empresa más dentro
del esquema productivo de la nación, una empresa especial con muchas
comodidades en su proceso productivo, pero empresa al fin y al cabo.
En este esquema, un rol fundamental lo jugó el
desfinanciamiento sistemático que vivió la Universidad Pública
al momento de implementarse las políticas neoliberales. El autofinanciamiento,
establecido como doctrina, fue un golpe seco que dio en la esencia misma de lo
que constituía el quehacer universitario hasta ese momento, condicionando y
sometiendo a la
Universidad a lógicas y esquemas mercantiles que le eran
desconocidos. La
Universidad Pública tuvo que verse obligada a competir en
situaciones desfavorables en lo que se llamó âel nuevo mercado de la educación
superiorâ, se le puso precio, tuvo que venderse a sí misma para poder captar
mayores recursos y continuar así con su proyecto educativo, perdió su brillo y
su color, perdió su esencia transformadora y quedó botada en un rincón, ya
incapaz de reconocerse a sí misma.
Estamos hablando que se operó un cambio estratégico en el
desarrollo de la
Universidad , el cual ha sido irremontable hasta este momento.
Con ello hubo sectores importantes del quehacer universitario que producto de
su no rentabilidad económica fueron cayendo rápidamente en la desgracia y el
abandono, las Universidades Públicas se volcaron a sí mismas, viviendo casi un
chauvinismo institucional, donde cada una se preocupaba de su propia
sobrevivencia, perdiéndose la visión de conjunto que poseía nuestro antiguo
sistema de educación superior pública.
Este procedimiento operado en plena dictadura, siguió su
curso con los gobiernos de la
Concertación , la cual no operó mayores cambios, más bien, se
dedicó a administrar con comodidad el modelo heredado y en algunas líneas,
incluso, lo profundizó. No obstante lo anterior, pasaron los años y el control
del gobierno volvió a las manos de quienes tiempo atrás habían gobernado con
trajes de civiles detrás de los uniformes de soldado.
Según nuestra mirada, esto representa un peligro fatal
para la
Universidad Pública hoy día, creemos que el gobierno de los
empresarios busca poner el broche de oro a la privatización total de la
educación superior, sellando definitivamente la obra que iniciaron desde las
sombras en los años ochenta. La designación de Harald Beyer y Álvaro Saieh en
nuestro Consejo Universitario, dos grandes defensores del modelo de mercado y
el actual presupuesto nacional en el área de la educación superior son dos
grandes indicativos de aquello. Son medidas que nos muestran nítidamente que el
gobierno se apresta a poner en marcha una agenda privatizadora a gran escala y
que, por lo tanto, el año 2011 será estratégico en su implementación.
Esta será una batalla importante que enfrentará nuestro
sector el próximo año, para dar respuesta a este desafío debemos desplegar un
movimiento que escape a tan solo los estudiantes, necesitaremos de los
académicos, los trabajadores, las autoridades universitarias, todos juntos en
las calles exigiendo que el Estado cumpla con sus Universidades, que el Estado
cumpla con la educación superior pública de nuestro país.
Pero el problema no pasa tan solo por exigirle al Estado
lo que a nuestras Universidades le debe, sino que también debemos mirarnos con
visión autocritica y preguntarnos qué es lo que como Universidad le estamos
entregando a nuestro pueblo. Necesitamos un nuevo trato del Estado para con la
educación superior pública de nuestro país y, a la vez, necesitamos un nuevo
compromiso de las Universidades Públicas para con el pueblo de Chile y sus
intereses, esta Universidad tiene que ser la Universidad de todos
los chilenos y no solo la de unos pocos.
A nadie le es indiferente que en nuestra casa de estudios
se perpetúen desigualdades fundamentales que determinan, por ejemplo, que el
20% más rico de la población tenga más del 50% de las matrículas, en cualquier
sociedad que se precie de ser justa y democrática esta desigualdad fundamental
es inaceptable.
¿Seguiremos educando solo a las élites socioeconómicas?,
o, ¿nos aseguraremos de implementar un sistema de acceso que permita que todos
los jóvenes con talentos y habilidades, independiente de su origen y capacidad
de pago, puedan permanecer en la
Universidad ?
¿Seguiremos dejando que solo aquellas disciplinas que son
rentables en el mercado alcancen niveles de desarrollo armónicos y de
excelencia?, o, ¿aseguraremos de manera efectiva que todas las áreas del
conocimiento tengan un trato justo y así puedan contribuir a consolidar la
sociedad que anhelamos, ya no solo en términos económicos, sino que en términos
culturales, intelectuales, cívicos, valóricos, es decir, con seres humanos
íntegros?
Por más que quieran hacernos creer lo contrario, para
nosotros la Universidad
no puede ser un negocio ni mucho menos la educación puede ser una mercancía.
La pelea será dura, pero está el futuro de la Universidad en juego y
en esta batalla nosotros no bajaremos los brazos.
No quiero terminar mis palabras sin antes aludir a un
hecho que para mí reviste gran notoriedad, algo señalaba más arriba pero
quisiera ahora poder extenderme un poco más en aquello, me refiero a mi
condición de mujer.
Como mujer puedo ver y vivenciar en carne propia las actuales
formas de opresión de la que somos víctimas en la actual configuración machista
de la sociedad. En Chile nos decimos un país desarrollado y nos llenamos de
orgullo por nuestro reciente ingreso a la OCDE , no obstante, detrás de la cortina del progreso
económico y del optimismo del jaguar latinoamericano se esconde una historia de
opresión y sexismo que aún perdura hasta nuestros días. Las mujeres seguimos
sufriendo hoy día todo tipo de discriminaciones, a la hora de buscar trabajo,
en los planes de cobertura para nuestra salud, en la escala de sueldos, incluso
a la hora de participar en política.
Tan solo ayer leía unas ideas que quisiera poder
trasladarles en este momento ya que me parecen esclarecedoras respecto de lo
que les quiero decir, abro comillas ârespecto de las mujeres, cuando buscan
trabajo, además de calificación se le pide presencia y no basta con que sean
amables y generosas, sino que deben además ser graciosas, simpáticas y
coquetas, pero no mucho. Se les exige estar presentables y cuando juzgan que se
ha pasado un milímetro, se les critica por presuntuosas. Se les elogia por ser
madres y se les excluye por tener hijos.
De la mujer se sospecha cuando es joven porque
desestabiliza a la manada y se le rechaza cuando los años pasan porque ha
perdido competitividad. Es excomulgada por fea y también cuando es bella. En el
primer caso se dice que es repulsiva, en el segundo provocadora. Cuando no es
lo uno ni lo otro la tildan de mediocreâ, cierre de comillas.
Estas son las condiciones en las cuales las mujeres nos
desarrollamos actualmente, estas son las condiciones que desde mi Presidencia
también buscaré transformar.
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