¿Porqué creemos que de un “esto no puede seguir así” ha de surgir necesariamente un cambio en
el sentido de nuestros deseos? Una situación desgraciada, incluso
extremadamente injusta puede ser estable y se ha dado constantes ejemplos en el
pasado en el que una sociedad estable ha convividito con miseria generalizada, desgracia y dominación.
Quien espere que como las cosas no pueden
seguir así, y que tarde o temprano el
sufrimiento de la gente lo hará todo cambiar se equivoca. El sufrimiento no
tiene límite o bien puede tener uno: la
aniquilación. El dominio de los
poderosos no cesa “porque no saben dominar el hartazgo” como decía
Solon de ellos, puesto que está en la
naturaleza y en la causa de los que lo
tienen todo.
El asombro porque las cosas insoportables que estamos viendo
sean posibles en nuestro nivel de “progreso histórico” no es un asombro filosófico
sino de carácter teológico. Ese un asombro que no precede al conocimiento ni dará
lugar a la reflexión, porque se apoya en la idea mágica de que la marcha de la
historia es un proceso divino y que cualquier deriva es insostenible o es
responsabilidad de dioses. Protestamos y reclamamos entonces ante Otro o ante otros. Dios o
dioses. Con ese asombro y esa actitud
que de él deriva no se provoca el
cambio. Todo lo más se protesta. Se protesta ante los que creemos teológicamente
(Dios) o sumisamente que son los que
deben ser los protagonistas (dioses): se protesta ante la historia que no marcha como debe, se protesta ante los que mandan (o en otra versión equivalente ante los
parlamentos que obedecen a aquellos.). No hay un planteamiento de que somos
nosotros los que debemos mandar ni Dios ni dioses, ni la historia, ni los
poderosos. Solo se protesta, se les pide que manden como se debe, no que dejen
de mandar.
No esperemos el final de
apelaciones hacia arriba. No
esperemos que porque hayamos de
manifestar nuestra indignación es por lo
que las fuerzas visibles de los que
gobiernan ni los factores invisibles de
la insoportabilidad e insostenibilidad darán la solución necesaria. Pudiera ser que la
respuesta de esos otros y de ese Otro sea abrir una vía renovada hacia una
nueva barbarie.
Por el contrario somos los actuantes los
que debemos actuar el cambio. Si los que sufrimos nos limitamos a esperar y a
demandar que se cambie lo que estamos haciendo en realidad es perpetuar un
establecimiento segregado en que unos hacen y otros piden que los primeros
hagan. Una segregación entre benévolos
dominadores y satisfechos dominados., una
segregación entre los representantes y los representados.
En griego antiguo, existía la exprexión proxenos. Este proxenos era un especie de cónsul que se encargaba de velar ante la
polis por los intereses de los
pertenecientes a otra polis y que, por lo tanto, no podían tomar parte en las
decisiones de los ciudadanos de ésta. El
verbo proxenein significa actuar como
proxeno. Todo ello muy expresivo de la inspiración y naturaleza
prostituida del sistema político democrático representativo liberal como practica de un proxenetismo. Los
representantes políticos serian los proxenetas de una ciudadanía que vende su
cuerpo de autogobierno a cambio de un pago en servicios.
En esta situación el grito “no nos representan” es el mas errado. Es
excusable emn tanto que grito de indignación, pero nada más que eso. Y en ese nada más que eso se deslizan oportunismos
de
viejo cuño como las indignaciones de un Stephen
Hessel, ambiguo gaullista de toda la
vida y partidario del SI a la
restrictiva constitución europea. . Porque no es lo mismo decir “Que No nos representan” que decir “Que No nos representen”. La primera
reclamación asume que haya otros que SI
nos representan y demanda que se nos represente bien. Pide el buen gobernante
y su demanda seria satisfecha por el
tirano benévolo. La segunda no quiere la representación, no quiere la
delegación del ejercicio ciudadano de autogobierno republicano en otros por muy
virtuosos y benévolos que hayan de ser.” Que
no nos representen” por el contrario
quiere decir que en democracia, los que no son nadie, los que no
cuentan, los muchos y pobres asumen el
gobierno. Asumen el gobierno a pesar de
esta descalificación de no ser nada que a priori parecería que exige ser
representada y hacerse presentable
puesto que al no ser nadie es impresentable por si misma. La democracia
es el poder de los impresentables. La democracia es el poder in-representable.
La vía, excusable , pero equivocada por la que se
encamina el “no nos representan”, es
doblemente errónea. Por una lado es la via de la simple indignación, del “esto no puede seguir asi”.Por otro lado
es la via de la insistencia en la dejación sin organización ni poder del
autogobierno en manos de otros y que se manifiesta – muy significativamente, ante en Congreso -
ante los que nos representan. Es asimismo
significativo que la bestia negra y de
los movimientos del género del 15M sea el Congreso, que hay que rodear u ocupar,
Se pretende rodear y ocupar un Congreso,
es decir, un lugar en que no se ejerce poder, no se hace lo mismo ante las sedes del gobierno. Porque no se quiere
poder. No pretende el poder sino únicamente
la expresión. Piden ser bien representados cuando lo que debe de pedirse
es gobernar. Están olvidando que
demo-kratia contiene kratia, poder, y poder del pueblo. Y poder es la capacidad
de emancipación (liberación) y capacidad
de organizar concertadamente esa emancipación y administrarla y ejercerla una vez adquirida (libertad). En ambos casos,
liberación y libertad, es necesaria la capacidad, poder hacer, el poder. Poder hacer es organizarse, y el poder
debe de tomarse por la organización. El poder no es solamente obstrucción a la
capacidad de libertad sino constitutivo de toda clase de capacitación y no podemos liberar a los individuos sin que
estén adiestrados.
Pocas cosas serían más provechosas para el
debate actual en torno a la perplejidad de la
estrategia a seguir que recordar
las reflexiones de Hanna Arendt sobre el poder y la violencia. En momentos en
que la desesperación de situaciones extremas no puede dejar de estar tentada
por la violencia, de un lado, y la indignación
impotente, de otro, se hace necesario contar con la claridad de la
distinción de H.Arendt: La fuerza no es necesariamente la violencia y lo contrario de la violencia no
es la no-violencia, es el poder. El poder es
la capacidad de concertación organizada del actuar político. Poder, para
la izquierda, significa ser capaces. Ser
capaces de transformar el espacio en que vivimos juntos en un lugar de
emancipación y dignidad... El poder no es poder a cualquier precio sino poder
construir lugares donde todos, iguales, consigan su desarrollo moral comprometiéndose
en la construcción de sitios que gobernemos
Es un prurito libertario confundir todo
poder como alienación y toda organización como el lugar maldito donde esa alienación se produce.
Lo libertarios confundían el monopolio del poder por los gobiernos de los
socialmente dominadores como si esa exclusividad de uso y abuso hubiese de ser
inherente a todo ejercicio de poder. Se renunciaba así a todo acto de poder, desembocándose en un no- poder, es decir una
im-potencia. La alergia libertaria a todo poder se reproduce en momentos como
1945 y 1968 en que se identifica cualquier poder y organización como rechazable y cualquier adiestramiento con represión.
La im-potencia derivada del rechazo de la
potencia y de la organización se compensa con una teatrocracia de espectáculo- muy apreciada por los media
a causa de este carácter- cuyo guion es un radicalismo verbal, por el que se
han encaminado los movimientos del no nos representan. De la propuesta de “sueños”
radicales que “serán pesadillas” para
los “politicos” queda la centralidad de la reivindicación mas moderada e insignificante : Stop desahucios y
dación en pago de hipotecas. De las propuestas orgullosamente independientes queda el verbalismo del que se apoderan- reeivindicandose invariablemente herederos de ese verbo- todas las que se pretenden alternativas , siempre electorales, de izquierda.
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