“Quien quiera pasar despreocupado
por puertas abiertas ha de cerciorarse primero
de que dinteles y jambas estén bien ajustados. Este principio, vital para él es un postulado del principio de realidad. Si se da pues sentido de la realidad, y nadie
duda que tiene su razón de ser, se tiene
que dar por consiguiente algo a lo que se pueda llamar sentido de la posibilidad.
El que lo posee no dice: aquí
ha sucedido esto o aquello, sucederá , tiene que suceder; mas bien imagina: aquí
podría, aquí debería o tendría que suceder; y si se le demuestra que una cosa
es tal como es, entonces piensa: probablemente
podría se también de otra manera. Así cabria definir el sentido de la
posibilidad como la facultad de pensar en todo aquello que podría igualmente ser, y de
no conceder a lo que es más importancia que a lo que no es. Como se ve, las consecuencias de tal disposición
creadora pueden ser notables,: es así como,
por desgracia aparece no pocas veces falso lo que los hombres admiran y aquello
que prohíben , licito, o bien ambas cosas como indiferentes. Tales hombres de la
posibilidad viven, como suele decirse en una tesitura más sutil, etérea,
ilusoria, fantasmagórica y subjetiva. Cuando los niños muestran tendencias semejantes
se procura enérgicamente hacerlas desaparecer y ante sellos se califica a estos
individuos con los apelativos de ilusos, visionarios, endebles, pedantes o
sofistas.
Si se les quiere alabar,. A
esos locos se les llama también idealistas, pero es evidente que de este modo
se alude solo al tipio de débil que no
alcanza a ver la realidad o se separa lamentablemente de ella, por lo que
entonces la ausencia del sentido de la realidad aparece como una autentica
carencia. Lo posible abarca, sin embargo, no solo los sueños de las personas neurasténicas
sino también los designios no decretados de Dios,. Una experiencia posible o una
posible verdad no equivale a una experiencia real unida a la verdad autentica
menos al valor de la veracidad sino que tienen, al menos según la opinión de su
defensores, algo muy divino en sí, un fuego, un vuelo, un espíritu constructor
y la utopía consciente que no eme la realidad sino que la trata mejor como
problema y ficción. (…)
Un individuo semejante no
es en modo alguno un asunto muy inequívoco. Dado que sus ideas, mientras no degeneren
en vanas quimeras, no son otra cosa que realidades todavía no nacidas, también
el tiene, como es natural, sentido de la
realidad, pero es un sentido para la realidad posible y da en el blanco mucho más
tarde que el sentido, congénito en la mayor parte de los hombres, para las posibilidades
verdaderas. Prefiere, por decirlo asi, el bosque a los árboles. El bosque es
algo difícil de definir, mientras que los arboles significan tanrtos y tantos
metro cúbicos de madera de determinada calidad. Quizá se pueda expresar esto
mejor diciendo que el hombre con sentido normal de la realidad se asemeja a un
pez que muerde el cebo y no ve el sedal, en tanto que el hombre con ese otro sentido
de la realidad que puede llamarse también sentido de la posibilidad, lanza el
anzuelo al agua sin saber que le ha puesto el cebo. Lo que para el pececillo que
mordería resulta de extraordinaria
indiferencia, es en cambio, para el otro, peligro de pescar un aburrimiento desesperante
(…)
Y puesto que disfrutar de
atributos presupone una cierta delectación en su realidad, es licito prever que
a alguno, que para si mismo no tiene sentido de la realidad, le llegue un día
en el que tenga que reconocerse hombre sin atributos.”
Robert Musil “El hombre sin atributos” pág. 19-20.- Tom I.-
Seix Barral Biblioteca Formentor 1969
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