(…) Si contemplamos estos antecedentes
con una mirada libre de teorías uy tradiciones, religiosas o seculares resulta
verdaderamente difícil no llegar a la conclusión
de que los filósofos parecen genéricamente incapaces de reconciliarse con
determinados fenómenos del espíritu y su posición en el mundo: así como tampoco
cabe esperar de los pensadores una estimación más justa de la voluntad de la
que harían si se tratase del cuerpo. Pero la hostilidad de la filosofía hacia
el cuerpo es bien conocida y se trata de una cuestión que puede perseguirse al
menos desde Platón. Esta hostilidad no está motivada principalmente por la
escasa fiabilidad de la experiencia
sensorial- tales errores se corrigen- o por la famosa ingobernabilidad de las
pasiones- pueden ser controladas por la
razón sino por la simple e incorregible naturaleza de nuestras necesidades y requerimientos
corporales. El cuerpo, como dice acertadamente Platón, “siempre quiere que lo
cuiden” e incluso en las mejores circunstancias- salud y ociosidad por un lado
y una comunidad bien gobernada por otro-
interrumpirá con sus siempre recurrentes demandas la actividad del yo
pensante; en términos del mito de la
caverna, obligarán al filósofo a regresar desde el cielo de las Ideas a la
caverna d elos asuntos humanos. (Es
habitual achacar esta hostilidad al antagonismo cristiano hacia la carne. Pero la hostilidad es mucho más antigua, incluso se podría argumentar que uno de los dogmas cristianos
fundamentales, la resurrección de la carne,
a diferencia de las antiguas especulaciones acerca de la inmortalidad del alma,
es claramente contrario no solo a
las creencias agnósticas comunes,m sino también a las ideas de la filosofía clásica).
Evidentemente entre el yo
pensante y la voluntad es de un tipo muy distinto. Aquí el choque se
produce entre dos actividades espirituales que parecen incapaces de coexistir. Cuando realizamos una volición
, esto es, cuando centramos nuestra atención en un proyecto futuro, no nos
retiramos menos del mundo de las
apariencias que cuando segu9mos una cadena
de pensamiento. Solo en la medida en que afectan a nuestros estado psíquicos, el pensamiento y la voluntad están
en oposición; ambos, es cierto, hacen presente duradero, mientras que la voluntad,
al tender al futuro, se mueve en una
región donde tales certezas no existen. Nuestro aparato psíquico- el alma como
distinta del espíritu- está equipado
para enfrentarse con lo que le adviene desde esta región de lo desconocido a
través de la expectación, cuyos modos principales son la esperanza y el temor. Estos dos modos de sentir están íntimamente conectados, ya que cada uno de ellos se siente inclinado a virar hacia su
opuesto, y , dadas las incertidumbres, de esta región, tales cambios son casi
automáticos. Toda esperanza lleva consigo un temor, y todo temor se cura a si
mismo girándose hacia la correspondiente esperanza. Debido a su naturaleza
cambiante, inestable e inquieta, la antigüedad clásica incluyó tanto la
esperanza como el temor entre los dones malignos de la caja de Pandora.
En esta incómoda situación
lo que el alma demanda al espíritu no es un don profético que permita
desentrañar el futuro y asi confirmar la esperanza o el temor; mucho más tranquilizadora
que los tramposos juegos d elos adivinos- augures, astrólogos y gentes
parecidas- es la teoría no menos
fraudulenta que sostiene poder probar que todo que es será o “tenía que ser” ,
según la feliz expresión de Gilbert Ryle
( 70). El fatalismo que , de hecho, “ ningún filosofo de primer o segundo rango
ha defendido…no se ha tomado el trabajo de atacar”, ha gozado , sin embargo, de
una asombrosa carrera de éxitos en el pensamiento popular a través de los
siglos: “ todos tenemos nuestros momentos fatalistas” como dice Ryle (71) y la razón de esto se
halla en que ninguna otra teoría puede
calmar de modo tan eficaz cualquier deseo de actuar, cualquier impulso por
elaborar un proyecto, en pocas palabras cualquier forma del yo-quiero. Estas ventajas existenciales del fatalismo
están claramente subrayadas en el tratado de Cicerón De fato, que
sigue siendo la argumentación clásica sobre la cuestión. Para la
proposición “todo está previsto de antemano”, Cicerón utiliza el siguiente
ejemplo: cuando enfermas, “ si desde la eternidad es verdadero que has de curar
de esa enfermedad, llames o no llames al médico, curarás” (72)y, naturalmente, también
está previsto de antemano si vas a llamar o no al médico. De esta dforma el
argumento conduce a “una regresión infinita” (73). Cicerón rechaza este
argumento con el nombre de “ argumento
perezoso” porque obviamente nos conduciría a “ abolir por completo la acción de
la vida” .Su mayor atractivo radica en que, a través de él, “ el espíritu se ve liberado de toda
necesidad de movimiento” (74) En nuestro
contexto, su interés descansa en que consigue abolir totalmente el tiempo
futuro al asimilarlo al pasado. Lo que será
o puede ser “ tenía que ser “
ya que “ todo lo que será, si será efectivamente, no puede ser concebido como no siendo” ( quidquid futurum est, id intelligi non
potest, si futurum sit, non
futurum ese ), como afirmaba Leibnitz . (75). La virtud tranquilizadora de
la fórmula se debe a lo que Heidegger denominó “ la calma del pasado” (766),
una quietud garantizada por el hecho de que lo que es pasado no puede
deshacerse y de que la voluntad “ no
puede querer hacia atrás” (77).
No es el futuro como tal
sino el futuro como proyecto, de la volunt6ad el que niega lo dado. En Hegel y
en Marx el poder de la negación, el motor que hace avanzar la historia, se
deriva de la habilidad de La voluntad
para actualizar un proyecto: el proyecto niega tanto el ahora como el pasado
y, por ello, amenaza el presenta
duradero del yo pensante. En la
medida en que el espíritu, retirado del
mundo de las apariencias, atrae lo
ausente-lo que ya no es tanto como lo que todavía no es- a su propia presencia, parece como si el pasado y el futuro pudieran quedar unidos por un denominador
común , y , así, escapar ambos del flujo
temporal. Pero mientras que el nunc
stans, la brecha entre pasado y
futuro donde localizamos el yo pensante, puede absorber lo que ya no es sin que
eol mundo exterior intervenga, puede reaccionar con la misma
impasibilidad con respecto a los
proyectos de la voluntad. Cada volición, a pesar de ser una actividad espiritual, se relaciona con el mundo de las apariencias
en el que su proyecto se realizará. En manifiesto contraste con el
pensamiento, ninguna volición se realiza
jamás por simisma y nunca encuentra su
cumplimiento en el acto. Toda volición no solo tiene que ver con particulares, sino que- esto es de gran importancia- mira mas allá, hacia su propio fin, cuando el
querer-algo se habrá transformado en hacer-algo. En otras palabras, el humor (
mood) normal del yo volente es la impaciencia, el desasosiego y la preocupación
( Sorge), no solo a raíz de la reacción
del alma ante el futuro en forma
de temor y esperanza, sino también porque el proyecto de la voluntad presupone un yo-puedo quebajo ningún concepto
está garantizado. Esta desasosegada
inquietud de la voluntad sólo puede ser
acallada por el yo- puedo- y –hago, esto es,
por una suspensión de su propia
actividad gue por l a liberación de
su dominio sobre el espíritu.
En pocas palabras, la
voluntad siempre quiere hacer algo y por ello desprecia el pensamiento puro,
cuya entera actividad depende de “ no hacer nada”.- Cuando examinamos la
historia dela voluntad veremos que ningún teólogo o filósofo jamás ha alabado
la “ dulzura” de la experiencia del yo volente ( hay dos excepciones importantes
Duns escoto y Nietzsche, que entendieron la voluntad como un tipo de poder: voluntas etr potegia qua ipsa aliquid potest
, es decir el yo volente se deleita consigo mismos- delectari sibi- hasta el punto de que el yo-quiero anticipa un
yo-puedo; el yo-quiero-y –puedo- es el deleite de la voluntad.) (78)
A este respecto- permítaseme
denominarlo la “tonalidad” de las
actividades espirituales- la habilidad de la voluntad para hacer presente
lo que todavía-no-es resulta ser el polo opuesto del recuerdo. El recuerdo tiene
una afinidad natural con el pensamiento; todo pensar, como dije, es un
repensar. Las cadenas de pensamiento brotan naturalmente, casi automáticamente, del recuerdo, sin ruptura
alguna. Por este motivo la anamnesis en Paltón pudo convertirse en una hipótesis tan aceptable para explicar
la capacidad humana de aprenderé, y por esta misma razón Agustín pudo hacer
equivaler de modo tan plausible espíritu y memoria. El recuerdo puede afectar
al alma con la nostalgia del pasado,
pero tal nostalgia, aunque pueda inspirar pena y aflicción, no trastorna la impasibilidad del espíritu
porque tiene que ver con cosas que se encuentran más allá de nuestro poder de
cambio. . Por el contrario, el yo volente, al mirar hacia delante y no hacia
atrás, se relaciona con cosas que si
bien se hallan en nuestro poder, su cumplimiento no es en modo alguno seguro.
La tensión que resulta de ello, a diferencia de la excitación más bien
estimulante que suele acompañar a las actividades de resolución de problemas,
causa un tipo de inquietud en el alma que raya fácilmente en la confusión, una mezcla
de temor y esperanza que llega a ser insufrible cuando se descubre que, como diría
Agustín, querer y ser capaz de realizar, velle
et posse, no son idénticos. Tal tensión
solo puede ser superada en la acción, es decir, abandonando por completo la
actividad espiritual; dejar la voluntad
para tomar el pensamiento no produce más que una parálisis temporal de la
voluntad, del mismo modo que un abandono del pensamiento hacia la voluntad es
experimentado por el yo pensante como una parálisis temporal de la actividad de
pensar.
Hablando en términos de
tonalidad- es decir del modo en que el espíritu afecta al alama y produce sus
humores, sin tener en cuenta los acontecimientos
exteriores creando de esta forma una suerte de vida del espíritu- la disposición
predominante en el yo pensante es la serenidad, el mero disfrute de una
actividad que nunca tiene que vencer la resistencia de la materia. En la medida
en que esta actividad está muy estrechamente conectada con el recuerdo, tiende a la melancolía- temperamento que caracteriza al filósofo según
Kant y Aristóteles-. El humor predominante de la voluntad es la tensión, que arruina la “tranquilidad espiritual”, la animi
tranquilitas de Leibnitz, que persiguen todos los filósofos serios (79) y que
él mismo encontró en las cadenas de pensamiento que prueban que “ este es el
mejor de los mundos posibles” . Desde esta perspectiva la única tarea que le
queda a la voluntad es, de hecho,” querer no querer” ya que todo acto querido sólo
puede disfrutar loa “armonía universal” del
mundo donde “todo lo que es, mirado desde la perspectiva del Todo es lo mejor” (80)
(1) ).-
Hannah Arendt: “La vida del espíritu”.-Paidos 2022.-pags: 268-273
(70).-Gilbert Ryle “ it
was to be” en Dilemas. Cambridge 1969 (
trad c astellana Dilemas.-Mexico Nacional Autonoma 1979)(71).-ibid pag 28(72).-Ciceorn De Fato XIII,20-34,31.(73).-Ibid.pag
35(74).-Como ya había señalado Crisipo(75).- Leibnitz Confeesio hilosphii.
Profesion de fe del filosofo Orbis Barcelona 1983 (76) G.HegelJennenser
Logic.Metaphisiyk und Naturfilofosie(77).-
F,Nietzche. Asi hablo Zaratrusta.(78).- Leibnitz op. Citada pag 110(769)Ibid pag 122.ñ
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