Por Miguel Angel Domenech
Se
habla mucho del bipartidismo como el enemigo a quebrar. Pero el enfoque que
supone ese propósito puede que traiga
más problemas de los que pretende resolver.
En
primer lugar, dirigiendo el foco de atención de la praxis política y de la
interpretación del acontecimiento políticos
en esa dirección se está cayendo en una simplificación tan cómoda como peligrosa. No se ve porqué el
bipartidismo es menos perjudicial que el multipartidismo salvo en que éste
puede “dar voz” a minorías y a alternativas que de otra manera quedaban
acalladas. Pero el multipartidismo seguirá sin resolver el problema de que la
política continúa consintiendo en “dar
voz” y no dar gobierno. La “voz” seguirá siendo, esencialmente, una delegación
de la soberanía popular en otros. Seguirá funcionando el mecanismo de que el
pueblo no gobierna sino que elige a los que hayan de gobernarle, cosa muy
distinta. Multipartidismo o pluripartidismo, sobre ambos sigue pesando el
defecto de la democracia (¿democracia? ), representativa: la renuncia al
ejercicio de la soberanía por el ejercicio de la actividad de los “ mejores”, los “ elegidos” que actúan en
nombre de todos, autorizados y confirmados en su “ superioridad “ del resto del
vulgo por el hecho de haber sido “
elegidos”. (como una
reactualización y nueva versión del discurso
roussoniano de “ el pueblo ingles cree ser libre cuando vota, etc,… por
el de “ el pueblo español cree ser libre cuando borra el bipartidismo ,etc etc, ).
Es
muy expresivo el término mismo de representar, como el acto de presentar algo o
alguien ante otro u otros. En el acto de representar siempre hay otro que se
supone que es quien debe decidir o resolver pues en caso contrario ¿ porque
habría que presentársele nada?. De cualquier manera implica que para la
realización del acto o su legitimación
debe de ser presentado ante otra instancia que transciende al autor del
acto sin cuya presentación no alcanza realidad o eficacia. El acto de
representar es por lo tanto , ya en origen, una alienación de la decisión.
Quizás
incluso el multipartidismo agrave el abismo
entre representatividad y democracia concebida como gobierno del pueblo
(, gobierno delos pobres y muchos en que todos gobiernan y son gobernados por
turno y en que todos ejercen las magistraturas por turno sin exclusión de,
riqueza, cultura o competencia tecnica) . Esto
se producirá por el mecanismo de que el multipartidismo , dada la mayor dificultad de gobernabilidad que
entraña .,está forzosamente abocado al pacto y al acuerdo político, es decir
abocado a un mayor margen de discrecionalidad al arbitrio de los representantes
elegidos y mayor alejamiento del elector. (Recordemos el discurso a los electores
de Bristol de Burke). Nada obliga a que los partidos emergentes.- una vez roto
el bipartidismo- haya de estar
forzosamente más a la escucha de sus electores que los que componían el
bipartidismo. Y aun así, aunque lo estuvieran- cosa que como digo nada garantiza-
seguiría funcionando el sistema de “voz y voto” pero no autogobierno.
Otro de los efectos colaterales de
multipartidismo por su naturaleza de abocado al pacto es la inclinación
inevitable que habrán de tener hacia la
“realpoilitik”.( Ciertos síntomas del asomo de esa realpolitik se
vislumbran en algunas declaraciones de
pretensión critica , recientes del líder
de algún partido emergente del género “
se está muy cómodo quedándose en los principios”).
No deja de ser sospechoso que los media
mayoritarios- o sea la voz de las oligarquías-
insistan y celebren tanto en que
el nuevo fenómeno político en el país es el adiós al bipartidismo. ¿Porque no
pueden evitar mostrar que les guste tanto?¿ Quizás porque esa ruptura no es
ninguna amenaza a la oliogarquia dominante sino todo lo contrario ?¿ Quizás
porque el relevo del bipartidismo por el multipartidismo da una aparente mayor legitimidad ideológica
de urgencia a la desprestigiada democracia representativa? Algo huele mal. Esta mañana he oído decir al
multipartidismo susurrándome:
“Si tanto me elogian,¿ qué habré
hecho de malo?”
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