Por Francisco Cortés
Rodas
Pregunta. El
tema central de esta conversación es, en primer lugar, sus concepciones sobre la
teoría de la sociedad y sobre la ética, tal como las desarrolló en sus libros
Crítica del poder y Lucha por el reconocimiento. Después nos concentraremos en
sus consideraciones críticas al diagnóstico de la sociedad contemporánea de
Habermas y a la fundamentación pragmático-universal de la ética discursiva.
Finalmente, nos dirigiremos a las cuestiones de la fundamentación antropológica
de una ética intersubjetiva. Ahora bien, en relación con el primer punto: ¿cómo
podemos comprender la evolución teórica de su pensamiento que, a partir de su
crítica sociológica a las obras de Foucault y Habermas, culminó en la teoría
moral que usted presentó en Lucha por el reconocimiento?
Axel Honneth . De
entrada, debería decir algo sobre mis pretensiones en el libro Crítica del
poder, para describir después la transición al libro siguiente, Lucha por el reconocimiento.
En el primero se trató esencialmente de realizar una reconstrucción de la
historia de la teoría crítica que intenta hallar los puntos flojos y el déficit
en esta tradición. Contrario a la tendencia vigente en aquel tiempo, quería
incluir la obra de Foucault para dejar claro que este autor contribuía también
de modo significativo ala teoría crítica. La discusión de estos distintos
niveles de la teoría crítica —es decir ,Adorno, Horkheimer, Habermas y
Foucault— tenía como fin decir que, en realidad,se omitió en esta tradición un
determinado tipo de la disputa social, a saber, lo yo mismo llamé en el libro
“la lucha moral”. La lucha moral era entonces apenas un boceto acerca de un
enfrentamiento social o de conflictos sociales motivados no por los intereses
económicos, sino más bien por la necesidad de tener efectos en la comunidad
social, en la sociedad. En aquellos tiempos, este tema surgió en el primer
estudio solo como un motivo vago y formó el punto fijo para la discusión en su
totalidad. También asumió un papel importante la idea de que no es correcto
entender desde el utilitarismo, la crítica y el conflicto en el que se están
moviendo las partes; es decir, que no se debe estrecharla mirada en dirección a
los intereses, sino, más bien, partir de que subyacen a una motivación moral.
Quería entender más en detalle qué significaba la motivación moral de estas
disputas. Ya tenía claro que la motivación moral de las luchas sociales no se
debe pensar en relación con los principios o los fundamentos de la teoría de la
justicia porque es un nivel demasiado abstracto para poder comprender el fundamento
motivacional de la disputa social, pero no disponía de mucho más que estas
ideasvagas cuando escribí ese primer libro. Posteriormente pude entender
—gracias a que se publicaron varias obras interesantes, particularmente en el
contexto de la historiografía—que una fuerza motivacional en las disputas
sociales o en la crítica social de las sociedades es el anhelo o la necesidad
de estar realmente incluido en la sociedad, de ser reconocido dentro de la
sociedad. Al comprenderlo, me esforcé mucho más por retomar a Hegel, quien ya
había pensado un motivo semejante en su concepto de una lucha por el
reconocimiento. Discutiendo la literatura entonces existente sobre Hegel, en la
cual estaban naturalmente incluidas las obras psicoanalíticas, sociológicas y
dela psicología evolutiva, intenté desarrollar la gramática de los conflictos
sociales enla forma en que los establecí en el libro La lucha por el
reconocimiento. Se puede considerar esto como una transición.
Una de las características
centrales de la teoría de Habermas en su Teoría de la acción comunicativa
consiste en la civilización del potencial destructivo que se produjo mediante
el desarrollo del capitalismo. Habermas destaca que los efectos negativos del
capitalismo —opresión, explotación, polarización entre ricos y pobres, terror,
violencia, etc.— pueden ser corregibles. Él ve realizada esta perspectiva en la
posibilidad de que puedan y deban ser trazadas de nuevo las fronteras entre el
sistema y el mundo de la vida. Esta sería la tarea de una opinión política
pública, en la cual Habermas confía. Adorno
y Horkheimer, por el contrario, fueron muy escépticos frente a esta visión
afirmativa y positiva del capitalismo.
Pregunta ¿Qué piensa usted del
diagnóstico de las sociedades modernas de Habermas y cómo evalúa la crítica de
éste al diagnóstico delas sociedades modernas de Adorno y Horkheimer?
Axel Honneth Es
una pregunta difícil. Yo diría que me sitúo en la mitad de estas dos tendencias.
Por un lado, me parece muy complicado el intento de Habermas de entender el núcleo
del capitalismo, es decir, la economía capitalista y las instituciones unidas a
ella como una esfera social no problemática. Al mismo tiempo, apruebo su
tendencia a concebir, tal y como lo hizo Hegel, que el mercado mismo es una
institución social que no se puede deponer sin más por la alta complejidad de
los procesos económicos en nuestras sociedades. En este aspecto me encuentro en
cierto acuerdo con Hab ermas.Pero la crítica del capitalismo ya no es, según mi
opinión, tan fácil como Horkheimer la concibió porque ya no tenemos la
imaginación económica de pensar en una alternativa para este núcleo de la
economía capitalista, a saber, de la organización del actuar empresarial que
obedece a la razón del mercado.
Por otro lado, seguramente
fue correcta la intuición de Adorno y Horkheimer con respecto a que el mercado
tiende a autonomizarse, lo cual significa sobre todo infiltrarse en otros
ámbitos de la vida. Es decir, una infiltración que no nos podemos imaginar como
colonización, sino que va mucho más allá y tiende a reordenar ideas y formas de
actuar hacia las perspectivas que obedecen a la razón del mercado. En otras
palabras, coincido con Adorno y Horkheimer en que tenemos buenos motivos éticos
para poner límites estrechos al mercado; no se trata solo motivos de la
racionalidad, tal como los desarrolla Habermas, sino de motivos éticos para limitarlo,
porque el mercado capitalista posee justamente las características observadas
porAdorno y Horkheimer cuando empalman con la obra de Lukács. Aquí diría que me
hallo en algún lugar entre estos dos polos en la tradición de la teoría
crítica. Quizás más adelante nos ocupemos en detalle del tema en cuanto se
incluyan ciertas hipótesis, en mi opinión ingenuas, en el cuadro que Habermas
hace de la economía capitalista.
De todos modos estoy de
acuerdo con Adorno y Horkheimer en las reservas básicas: el mercado, el mercado
capitalista, tiene una tendencia a independizarse que se debería tener siempre
en mente cuando se pretende algo como una crítica de la sociedad actual.
Pregunta. Una de sus críticas concretas
al concepto de la sociedad, de Habermas, dice que este autor propuso una
consideración dualista de la sociedad a través de la atribución de la
racionalidad comunicativa al mundo de la vida y de la racionalidad instrumental
al sistema. Como esferas de la acción social autónomas, el sistema y el mundo
de la vida utilizan dos premisas complementarias. Habermas propone como
hipótesis la existencia de organizaciones de acción libres de normas, y de
esferas de comunicación libres de poder. Usted critica no solamente el
tratamiento de la sociedad desde la perspectiva de estas dos ficciones, sino
también el diagnóstico de la sociedad que resulta de allí.¿Podría aclararnos un
poco más cómo entiende usted estas conexiones?
Axel Honneth Se trata de una cuestión que hemos tocado
antes. Realmente creo que Habermas se inclina, en virtud de su diferenciación
fundamental en la Teoría de la acción comunicativa, a la idealización de las dos
esferas, lo cual significa, para mí, que no deja claro que aquello que él
considera el sistema de la economía capitalista es penetrado por componentes
del mundo de vida, no solo accidental sino constitutivamente. Creo que las
economías capitalistas no se dejan reproducir sin la inclusión permanente de
elementos provenientes del mundo de vida; que ellas requieren en gran medida de
cultivar el mundo de vida en sus propios límites.
Esto se puede entender mejor
hoy en día, que hace quizás treinta o cuarenta años, cuando Habermas escribió
su libro, porque toda la discusión sobre el tema dejó muy claro que una
organización efectiva de la economía vive de los recursos provenientes del
mundo de vida y que los debe incluir en la administración. En el caso inverso, se
aplica también a los ámbitos que Habermas adjudica al mundo de vida,
esencialmente a la privacidad. Estos ámbitos fueron penetrados solamente en un
estado tardío por procesos de colonización con elementos sistémicos, y estudios
sociológicos o históricos pueden demostrar que estos mundos de vida vivieron desde
muy temprano en el desarrollo de sus sistemas característicos de la absorción de
recursos capitalistas. La familia y el amor en la privacidad viven de la utilización
sistemática de artículos de consumo producidos en el mercado. Las mismas
familiaslos producen también a partir de su contacto y de cierta utilización
innovadora y llena de imaginación de los elementos sistémicos, por decirlo así.
Esto significaría que aquella separación tajante, concebida por Habermas en los
comienzos, es una interpretación equivocada y ficticia de la realidad social,
lo cual, naturalmente, implica consecuencias para el diagnóstico de la época.
Eso quiere decir que la idea de que cierta tendencia a la colonización evoluciona
en un momento tardío del desarrollo capitalista, no es correcta ahora, debido a
que determinadas esferas parciales se nutrieron mutuamente desde el comienzo, y
no estaban separadas de la manera esbozada por Habermas. Por ende, no podemos
hablar de la colonización, sino deformas siempre nuevas de mezclarse e
influirse mutuamente.
Me parece conveniente que
nos preguntemos cómo las sociedades capitalistas—que no concibo divididas en
sistema y mundo de la vida— utilizan diferentes formas de práctica y acciones
en un nivel determinado de la reproducción social. Y se constatará que la
composición varía siempre según la organización política o económica del
capitalismo. Por tanto, buscaría más bien un presupuesto desde la filosofía
práctica o la teoría de la acción, diferenciando otros patrones de la acción distintos
de aquellos de los que cada uno tiene valoraciones e ideas específicas, y me
preguntaría cómo se componen y organizan socialmente estos patrones de la
acciónen un tiempo determinado. Este sería mi inicio de un diagnóstico de
nuestro tiempo.
Habermas habla de la
“colonización del mundo” de la vida por medio de procesos del mercado. En este
contexto, “colonización” significa que la interacción basada en el
entendimiento y que opera en aquellos ámbitos que no están condicionados por el
intercambio de mercancías, es reformada a través de la influencia de una interacción
orientada por la utilidad. Por una parte, parece que el diagnóstico de la
“deformación” es superado por las interacciones del mercado: el ciudadano
ilustrado es un consumidor ilustrado, alguien que puede estimar la variedad de
los productos y la competencia entre quienes ofrecen los servicios, y sabe
también que su conducta como comprador tiene efectos en las condiciones de
producción, en la formación de los productos y en la oferta de servicios. Por
otra parte, la descripción de la “colonización” no parece completamente
satisfactoria. El mercado que sigue su propia lógica del intercambio yde la
maximización de utilidades produce grandes desigualdades, pobreza, una
precariedad en las relaciones de trabajo e incluso “nuevas” relaciones de esclavitud;
es decir, produce injusticias y puede conducir a considerables limitaciones en la
calidad de la vida. Estos son problemas que plantean la cuestión de la responsabilidad,
así como también quién sostiene el sistema de reglas internacionales y quién obtienen
provecho de este sistema. Aquí parece que tampoco se aplica la tesis de la
“colonización”.
Pregunta.¿Se puede utilizar esta tesis en
el mundo global en general?
Axel Honneth Realmente es una pregunta
muy complicada. Cuando hablamos de países capitalistas no desarrollados, no
podemos hablar, por supuesto, de la colonización en el sentido de Habermas,
porque cuando él desarrolla la teoría de la colonización siempre tiene en mente
la idea de que las formas del entendimiento racional altamente desarrolladas
sean infiltradas y ocupadas a través de las posiciones orientadas por las
utilidades del mercado. Se da un cuadro claramente equivocado en cuanto abandonamos
el núcleo verdadero de Occidente y nos dirigimos a otros países en los cuales
no se puede hablar de que las condiciones de vida tengan la propiedad buscada
por Habermas. Entonces, la colonización adquiere un carácter absolutamente distinto,
siempre y cuando existan las condiciones necesarias para hablar de ella. Es probable
que sea demasiado ingenuo para describir lo que está sucediendo en estos países
pormedio de la creciente organización capitalista de los productos y la distribución
organizada también por el mercado mundial. Se trata, más bien, de modos deformados
de la explotación clásica. Como usted ya lo ha mencionado: tenemos que ver
conformas de una protoesclavitud, también con lo que Marx y Engels describieron
comoformas inmensas de penetración por imperativos capitalistas a las
condiciones devida; y con esto no me refiero a mundos de vida que tengan aún un
carácter desnudo—estoy seguro de que nunca lo han tenido en este sentido, pero
las otras formas la asumen en su colonización moral como aquellos imperativos
que solo se absorben por el capitalismo que se expande a través del mercado
mundial. Teniendo esto en cuenta, el de la colonización es un cuadro engañoso y
no muy adecuado.
Yo mismo todavía no tengo
muy clara la pregunta de cómo se describen las condiciones de dependencia,
aquellas nuevas formas de imponer y hacer prevalecerlos imperativos
capitalistas en estos países. Por supuesto, existen intentos de configurarlos
de alguna manera con ayuda de la teoría de la globalización económica, y
también se han hecho intentos de revivir la antigua teoría del imperialismo y de
preguntarse si tiene que ver con nuevos imperios. Creo que existe una necesidad
inmensa de aclarar este punto y quizás es necesario reanudar los debates económicos
de los años setenta y ochenta para preguntarse cómo se debe describir este modo
del nuevo desarrollo mundial que está invadiendo de manera brutal las
condiciones devida en las sociedades subdesarrolladas, a través de las big
companies.
Pregunta. La
ética discursiva limita su objeto central a las cuestiones de justicia. De esta
manera excluye, como tema, la orientación tradicional sobre la vida buena.
También John Rawls, quien afirma una prioridad de lo justo sobre el bien, parte
en su teoría de dicha diferenciación. ¿Considera que una teoría moral debe
determinar la relación entre lo justo y lo bueno? ¿Piensa usted, tal como Rawls
y Habermas, que la prioridadde lo justo sobre el bien es una característica
necesaria de todas las éticas modernas?
Axel Honneth Esta
es, por supuesto, una pregunta que exige mayores diferenciaciones. Situviera
que responderla en pocas palabras, la respondería primero con un “no “rotundo.
No creo que sea correcto decir que una teoría de la justicia sea posible hoyen
día solo cuando excluye la pregunta tradicional por el bien. Es, sin duda, una
afirmación complicada, puesto que no queda muy claro si Rawls y Habermas proceden
de la manera que usted sugiere. En ambos existe la tendencia a presuponer la
determinación del bien y de lo justo. Rawls lo explicita parcialmente cuando
habla de que el punto fijo de una teoría de lo justo sería una determinada
representación del bien, y define este bien en el sentido liberal como la idea
de la autonomía individual. En Habermas también se nota, sobre todo en los
últimos años —y considerando, por ejemplo, sus artículos sobre la bioética—,
cierta tendencia a hacer evidente el hechode que su idea de lo justo se une a
—como él mismo dice— una ética antropológica que consagra, por ende, la forma
de vida humana como digna de ser protegida y base para nuestra vida actual; una
ética que considera nuestra forma de vida comunicativa como fundamento de todas
las reflexiones acerca de lo justo. En este sentido estoy realmente convencido
de que la pregunta por la justicia solamente se deja responder de modo adecuado
si hacemos antes un cuadro del bien humano, aunque sea muy abstracto o quizás
muy elemental o frágil. No comparto la posición escéptica de muchos, sobre si
un cuadro acerca del bien humano o del bien universal sea realmente
justificable sin que se privilegien determinadas culturas o ideas. Pero estoy convencido
de que tenemos buenas razones y que podemos movilizar muchas más para
preguntarnos cómo todos juntos, los seres humanos reunidos en el globo terrestre,
podemos definir esta forma de vida humana como buena. Y creo que este debate
durante los diez a veinte años más recientes ha traído ya un cierto número de
resultados y comprensiones esenciales. Tan solo hay que observar la cantidad de
tentativas —empezando con Martha Nussbaum, hasta llegar a otros intentos, incluso
el que usted mismo emprendería— que se han desarrollado para entender lo que
esbueno para una forma de vida humana. Aquí, creo, sigue existiendo la
necesidad de anteponer una idea del bien humano a una concepción de la
justicia, una idea del bienque apenas perfila el lugar y el para qué de la
justicia.
Pregunta.¿Por
qué deberían organizarse las sociedades humanas de manera justa?
Axel Honneth Ésta
es una pregunta que solo puede responderse con una idea del bien para la cual existen
determinadas nociones desde Aristóteles. Y seguro que una retrospectiva
haciaAristóteles no es muy sensata si se considera lo que tenemos a nuestra disposición
hoy en día. Me parecen más plausibles las nociones que desarrollan una antropología
débil.
Pregunta. En
sus libros Lucha por el reconocimiento, El otro de la justicia y Distribución y
reconocimiento ha intentado desarrollar una nueva fundamentación de la moral. Usted
critica la fundamentación pragmático-universal de la ética discursiva de
Habermas .La deficiencia de ésta consiste en que limita el ámbito fenoménico de
la moral, puesto que considera las expectativas normativas que están presentes
en las accionesordinarias solamente bajo la perspectiva del reconocimiento de
los derechos iguales.¿Podría explicitar un poco más esa tesis?
Axel Honneth Para
poder explicar esta pregunta de una manera adecuada, se debería aplicar primero
una diferenciación que tampoco Habermas tuvo muy presente durante mucho tiempo:
la diferencia entre una moral individual y una moral social. Hasta ahora no ha
sido muy evidente si la ética del discurso en verdad quiere dar respuestas
moralmente razonables a las preguntas provenientes de un ámbito que podemos
denominar, según Ernst Tugendhat, el ámbito de la moral individual. Pero en esta
respuesta quiero limitarme, primero, al ámbito de la moral social, es decir, a las
expectativas morales que los sujetos dirigen a la sociedad con buenas razones
que se pueden reconstruir. En este punto siempre he sospechado o supuesto que
la ética del discurso define el ámbito de fenómenos en discusión con demasiada estrechez
cuando se concentra en las pretensiones normativas exigidas en las
argumentaciones. Es decir, la ética del discurso parte del potencial normativo
de la argumentación o del discurso para preguntarse cuáles presupuestos idealizantes
han exigido desde siempre los sujetos participantes, y desarrolla desde ahí un
concepto de justicia para la moral social. Considero esta pretensión muy
limitada porque no se desarrollaron de manera adecuada las pretensiones
preargumentativas, justamente las pretensiones no exigidas en forma de
argumentaciones que los sujetos dirigen con buenas razones a la sociedad y a
sus compañeros de interacción. Por eso intenté ampliar el espectro de lo que
los sujetos pueden esperar de una forma sensata y justificada de los otros, a
saber, de todos los otros en la sociedad. Mi punto de partida fue la ya mencionada
idea del reconocimiento, la noción de que los sujetos poseen determinadas expectativas
de reconocimiento que desarrollan en el trayecto de socialización en su vida;
que estas pretensiones son justificadas en razones que muy probablemente discutiremos
más adelante, y que a partir de esto se abre una nueva mirada a los fundamentos
de una moral social. La moral social debe describir y justificar cuáles pretensiones
de reconocimiento dirigen los sujetos legítimamente a los miembros de la sociedad.
Lo anterior es más extenso que lo abordado por la ética del discurso porque
entonces surge la idea de que, por ejemplo, los sujetos sociales tienen buenas razones
para recibir amor de sus padres o asistencia de sus amistades o parejas.
También es demasiado limitado lo que dice la ética del discurso porque, según
mi concepción, muy pronto se evidencia que los sujetos también tienen
expectativas legítimas de ser estimados en sus rendimientos y capacidades.
Estas son perspectivas y aspectos excluidos de la ética del discurso. Por eso
siempre me pareció que en cierto punto luética del discurso era demasiado
estrecha o que redujo las perspectivas; pero, como ya dije, eso tiene que ver
con decisiones fundamentales que se pueden aclarar en un diálogo sólo con gran
dificultad. Es decir, a qué nos referimos con moral social y cuáles el aspecto
adecuado para fundamentar una moral social.
Pregunta. A
diferencia de la ética discursiva, usted intenta construir una ética
intersubjetiva a partir de la teoría del reconocimiento. Apoyado en Hegel y
Mead quiere tematizar tres modelos distintos del reconocimiento que, como
condiciones normativas, determinan nuestras acciones intersubjetivas. En
relación con esto quiero plantearle dos preguntas: primero, puesto que usted ha
desarrollado estas condiciones normativas en el marco de un concepto formal de
la vida buena, quisiera saber cómo concibe la relación entre moralidad y etnicidad;
y segundo, tengo la impresión de que usted comparte lacrítica hecha por
representantes de la ética de la vida buena, según la cual lo principal de la
consideración moral es desconocido cuando ésta no puede ser concebida como
respeto por las condiciones cualitativas de la vida buena. ¿Qué razones tiene usted
para hacer suya esta crítica, y por qué toma distancia de la posición de los comunitarias?
Axel Honneth Otra
vez una pregunta muy difícil. Intentaré responderla de la manera más breve
posible. Con respecto a la primera parte de la pregunta: esto tenía que ver, por
supuesto, con reflexiones que no se han tematizado hasta ahora. Se trata de la noción
de que una definición de la justicia social requiere necesariamente de la
relación o las bases ético-morales dadas en una determinada época histórica del
desarrollo. Es decir, estoy convencido de que una moral o una ética —como se
quiera llamar— puede ser fundamentada adecuadamente sin un reaseguramiento
histórico semejante en los principios centrales de las condiciones de vida
existentes. En este sentido, tampoco creo en un proyecto de ética universal y
ahistórica. Incluso creo que Habermas comparte esta idea —si uno tiene claro
cómo opera su ética del discurso—y está convencido de que no se pueden
determinar adecuadamente los aspectos delo justo sin que se reaseguren y
reubiquen en las estructuras básicas normativas de una época. En cuanto se
formule esto, como el Rawls tardío lo hizo, entonces ya se habrá dado un primer
paso en la dirección de un convencimiento hegeliano fundamental, a saber, que
la determinación de la moral se deduce o por lo menos no se independiza de una
determinación de las condiciones de vida éticas de una época determinada.
Sobre este aspecto debe
decirse que la eticidad, entendida como sustancia de los principios racionales
de una buena organización justa de la vida en un determinado tiempo, representa
el marco en que se mueven nuestras vidas y nuestras nociones morales. Se podría
decir que la eticidad, o sea, la moralidad histórica de una época, representa
el punto hacia el cual determinamos las perspectivas de lo justo. Aquí comparto
la noción hegeliana según la cual la eticidad antecede a la moral, si se quiere
decir así.
Con respecto a la segunda
pregunta puedo, primero, asentir. Realmente estoy convencido, por las razones
mencionadas anteriormente, de que una —ahora sí—ética de la vida buena en el
sentido de una ética históricamente diferenciada de la vidabuena, requiere
reflexiones y universales antropológicos. Pero estos últimos se desarrollan,
por supuesto, de modo histórico y toman una nueva forma en cada época. Son
estas las formas a las que tiene que referirse una ética para determinar lo más
notable del respeto normativo. Eso quiere decir también que no se comparte la
noción comunitarista. La noción comunitarita es —en mi opinión—, por lo menos en
algunos autores, que nosotros, con buenas razones, legítimamente solo debemos
vincularnos al marco moral respectivo de orientación de nuestra comunidad
social.Me parece más razonable seguir a Hegel, quien, creo, tuvo la intuición
de que solo podíamos vincularnos a la moralidad existente en cuanto ésta fuera
razonable. Y ahora la pregunta es: ¿cuáles son los componentes razonables? Creo
que estos componentes razonables no se dejan abordar de manera adecuada si no
se tiene en mente, otra vez, la vida humana en su totalidad, es decir, cuando
se puede preguntar:¿qué es realmente bueno para las personas?, ¿qué forma tiene
este “bien” de modo razonable para las personas de nuestro tiempo? Esto
significa que hoy en día a la idea de la autonomía individual le corresponde un
trato preferencial, a partir de estas razones éticas. No por causa de una moral
universalista que pueda haber asumido formas muy distintas en otras épocas,
sino por razones de una noción de la moralidad que se orienta y corrige según
la historia.
Pregunta.¿Se puede entender su ampliación
de la ética intersubjetiva a partir de la teoría del reconocimiento como la
respuesta filosófica a la pregunta sociológica de cómo deberían verse las
relaciones sociales correctas, no patológicas?
Axel Honneth En
cierto sentido, sí. Esto resulta del impulso intersubjetivista fundamental de mi
noción de la ética con base en la teoría del reconocimiento en su totalidad. Al
estar convencido de que la calidad social de las sociedades se mide por el
grado en que pueden satisfacer las expectativas legítimas de reconocimiento
expresadas por sus miembros, y de que la calidad de la vida social se mide con
el nivel y la incl usividad de las relaciones sociales de reconocimiento, surge
como aspecto negativo a todas estas nociones la posibilidad de patologías
sociales, es decir, de condiciones de vida tan lesionadas que las relaciones
sociales ya no sean capaces de producir la proporción necesaria de relaciones
de reconocimiento. Entonces se hablaría de patologías sociales, y también se
puede hablar, por supuesto, de injusticias sociales. La pregunta es si se trata
de la misma manera de hablar o si son dos casos distintos. Es muy probable que
estas maneras de hablar estén relacionadas porque cada una se refiere a las
pretensiones que los sujetos tienen con razón, a saber, las formas de reconocimientos
sociales intactas o no vulneradas. Y creo que son dos aspectos distintos con
los cuales abordamos esta idea normativa fundamental, si hablamos de injusticias
o patologías sociales. Las teorías del reconocimiento representan un
planteamiento completamente distinto al de las teorías de la justicia.
Las teorías del reconocimiento critican las
concepciones de justicia del liberalismo moderno porque éstas son definidas por
medio de un concepto unilateral de la teoría de la distribución. La limitación
del liberalismo distributivo, tal y como lo representan Rawls, y en Alemania,
Wolfgang Kersting,Wilfried Hinsch o Stefan Gosepath, consiste en que el sistema
de las libertades solamente conforma una parte de aquellos presupuestos que
capacitan a los sujetospara ser individuos autónomos. Frente a ese
planteamiento del liberalismo distributivo, usted propone una teoría normativa
en la cual en lugar de los principios de distribución equitativa, habla de
principios que se refieren al aseguramiento estatal delos presupuestos sociales
del reconocimiento recíproco.
Contra el intento de basar
la teoría de la justicia en los presupuestos sociales del reconocimiento
recíproco hay una serie de réplicas, entre las cuales voy a referirme a tres:
1º.-Nancy Fraser critica su
teoría del reconocimiento porque usted, según ella, propone un sistema
monístico, en el cual le asigna una posición central al concepto del
reconocimiento. Ella dice, además, que a través de la teoría del reconocimiento
no se puede captar la totalidad de las deficiencias normativas de un
capitalismo que opera globalmente y que por esto un planteamiento que gire
alrededor del reconocimiento es insuficiente. A partir de lo anterior, Fraser
propuso una teoría dualista y perspectivista en la que articula distribución y
reconocimiento. Tomando como punto de partida a Fraser, se podría decir que los
dos planteamientos no compiten entre sí, sino que están situados en diferentes
niveles. El del reconocimiento ofrece una muy buena explicación a aquellas
violaciones que sufren las personas debido a un tratamiento injusto, y por ende,
a lo que significa tratar a una persona con el mismo respeto e igual
consideración .Por el contrario, el planteamiento distributivo forma una mejor
base para la justificación y determinación de aquellas medidas necesarias para
tratar a las personas como sujetos de iguales derechos. Esto quiere decir,
también, asegurar la protección de los derechos y la distribución de bienes.
Pregunta.¿No cree usted que esa
diferenciación es necesaria para poder captar de manera correcta la complejidad
de las sociedades modernas?
Axel Honneth Tampoco
me dejo convencer de esta separación de perspectivas por razones que intentaré
explicar. Creo que si las cosas se entienden como usted las propuso basado en
el planteamiento de Fraser —la concepción de reconocimiento sirve para
resaltarlo que significa tratar a una persona con igualdad, mientras que la
justicia distributiva concibe, de alguna forma, adecuada la distribución del
derecho y del bien—, entonces se pierde, a mi juicio, la agudeza en el giro
provocado por la teoría del reconocimiento en la teoría de la justicia. Este
debería consistir, justamente, en la aclaración de que deberíamos entender la
justicia social, por lo menos de nuestro tiempo, como garantía de condiciones
sociales para el reconocimiento mutuo. En mi opinión, disponemos de buenas
herramientas para poder decir cuáles formas del reconocimiento deben unirse
para que los sujetos se entiendan como socios iguales y libres en una sociedad.
En caso de ser así, todavía
no queda claro si la garantía de las condiciones se puede asegurar simplemente
por la distribución de derechos y bienes. También es evidente que se trata de
una cuestión de justicia social, por ejemplo, el cómo se organizan determinadas
prácticas sociales, o si en realidad es justo que estas últimas se regulen
según parámetros de posiciones económicas.
Esto quiere decir que de una
teoría de la justicia semejante forma parte —ya internamente— lo que Michael
Walzer nombra “The Art of Separation”: uno debe tener claro primero la
naturaleza práctica de las distintas esferas de vida en una sociedad cómo se
deben constituir estas esferas de las prácticas sociales para que se dé algo
como una justicia social, es decir, la garantía de condiciones que ofrece a
todos laposibilidad de experimentarse como iguales y libres. Estas son
preguntas que se excluyen en su totalidad de una teoría distributiva de la
justicia. Es obvio que Rawlsno pregunte o no considere la cuestión, por
ejemplo, acerca de la organización de una familia. Es un aspecto absolutamente
ajeno a su teoría de la justicia, pero también ala noción distributiva de la
justicia; después de todo, la noción distributiva de justicia trata de bienes y
derechos ya existentes y no de la pregunta por cómo deberían ser organizadas
las prácticas sociales en las que se constituyen, consumen o gozan estos bienes
y derechos. Así, una noción de justicia con base en la teoría del reconocimiento
es más extensa y produce por sí misma las nociones y principios para una distribución
adecuada, pero solo donde la distribución sea la acción más apropiada.
Existen esferas sociales en
las cuales la distribución es la solución equivocada, cuando se trata no solo
de la distribución de bienes, sino de garantizar formas adecuadas de la
práctica social. Un niño muy rico es tratado socialmente de forma injusta
cuando, aunque goce de todos los derechos y bienes imaginables, sus padres lo
descuidan y lo dejan en manos de una empleada —que cobra mucho dinero por
hacerse cargo de él. Pero la teoría distributiva no percibe esto como
injusticia. Lo mismo se aplica a las condiciones laborales que quizás pueden
asegurar buenos ingresos, pues aunque el tipo de actividad no transmita al
trabajador ninguna forma adecuada de valoración social, no presupone ningún
problema para la concepción distributiva de justicia porque el sujeto está bien
remunerado. Sin embargo, según una noción ampliada de justicia, sí es injusto
en gran medida porque no garantiza las condiciones necesarias para que el
individuo se pueda entender como un miembro libre e igual en la sociedad. Yo
sigo creyendo y luchando por esto. Pienso que la separación bipartita no nos
ayuda necesariamente porque, a mi modo de ver, la noción de justicia con base
en la teoría del reconocimiento alude, más que a la distribución de bienes y
derechos, a la organización adecuada de la sociedad con respecto a las
distintas esferas de prácticas y formas de reconocimiento necesarias para
garantizar una vida de esta índole. Al aclarar este punto, surgen preguntas de latería
distributiva en detalle, pero, entonces, ya está definido el lugar de la justicia
distributiva a través de la pretensión trascendente de las concepciones acerca de
justicia con base en la teoría del reconocimiento; es decir, dependen de la
teoría del reconocimiento, que juega un rol superior.
2º.-: Stefan Gosepath escribe que el sentimiento
moral del menosprecio no es suficiente para mostrar lo que debe considerarse
correctamente como tal o como una violación moral. No toda violación sentida
subjetivamente puede y debe considerarse como menosprecio, puesto que a menudo
no corresponde el alto grado subjetivo de ese sentimiento con el grado del
derecho. Hay situaciones en las cuales los seres humanos sienten realmente
menospreciada su confianza en sí mismos o su autoestima. Uno puede pensar, por
ejemplo, en la terminación de una amistad o de una relación de pareja. ¿Cómo se
puede diferenciar en esos casos cuáles expectativas de reconocimiento son
justificadas y cuáles no? Esta objeción me parece, principalmente, un
malentendido, y no quiero excluirla posibilidad de que yo mismo lo haya
causado. Puede deberse a que en Lucha por el reconocimiento no perseguí
intenciones relacionadas con la teoría o la filosofía moral, sino con la teoría
social. Quería tener claro qué papel asumía la lucha por el reconocimiento, es
decir, la necesidad de encontrar reconocimiento dentro de la sociedad como
motivo moral en los conflictos sociales. En eso, la pregunta por el juicio de
las pretensiones de reconocimiento todavía no ha sido relevante. Solamente
ordenaba las perspectivas posibles con respecto a la experiencia de desconocimiento
las posibles esferas en las que las pretensiones de reconocimiento se pueden
reclamar de manera razonable. Surge, por supuesto, el problema al cual se
refirieron Gosepath y otros: existe una cantidad de experiencias de lesiones y
de expectativas de reconocimiento que a primera vista nos parecerían no muy
justificadas, poco meritorias de valoración moral y sin estatus moral. Los
ejemplos que usted menciona convencen totalmente. Quien termina una amistad
puede herir mucho al otro, pero sería insensato decir que por eso se trata de
un acto moral. El acto deviene a ser inmoral en caso de que la amistad se
hubiera terminado de un modo problemático, pero terminar una amistad no es un
acto inmoral. Es decir, surge la pregunta que intenté plantear posteriormente a
Lucha por el reconocimiento: ¿cómo podemos diferenciar entre expectativas de
reconocimiento justificadas y no justificadas? Viene también al caso lo que
mencioné en detalle anteriormente y que es bastante complicado, quizás
demasiado, para volverlo a presentar aquí.
Primero, es importante enfatizar
que estamos hablando de reconocimiento soloen determinados espacios culturales,
es decir, las sociedades que nosotros conocemos contienen varias formas o
principios de reconocimiento social —algo que se debe tener claro de antemano.
Después, se debe dar un paso histórico que nos ilustra cuáles principios del
reconocimiento social son institucionalizados y, así, justificados en una época,
en un tiempo histórico determinado; pero justificados gracias a su
racionalidad.
Solo cuando no hay dudas
sobre esto podemos preguntarnos si las expectativas de reconocimiento
contribuyen en su formulación a una ampliación emancipatoria de estos
principios de reconocimiento, o si presentan un modo de subestimación regresiva
de los mismos. Esta sería, para mí, la dimensión para hacer la pregunta
mencionada. En cuanto a la amistad y las relaciones de pareja me parece que las
expectativas legítimas de reconocimiento existen solo dentro de la amistad misma,
pero no se puede ir tan lejos y decir que las amistades o relaciones de pareja suponen
una obligación para el otro. Solo quería llamar la atención sobre el hecho de que
existen expectativas legítimas en amistades, relaciones de pareja o entre
padres e hijos; y estas últimas no son revocables. Estas relaciones determinan
el trato con el otro de un modo comprensible y abierto, y es probable que esas
expectativas de reconocimiento se hayan desarrollado durante siglos pero hayan
adquirido su legitimidad apenas en la actualidad. Creo que las expectativas de
reconocimiento que los niños de hoy tienen con plena legitimidad son muy
distintas a las que dominaron y justicia hace 500 años; es decir, los criterios
según los cuales diferenciamos son criterios históricamente informados y solo
se aplican a las esferas del reconocimiento. Se debería diferenciar aún en
detalle, según la esfera de reconocimiento respectiva, para poder responder la
pregunta con más exactitud.
Ya mencioné que en las
amistades y las relaciones de pareja estas expectativas legítimas de
reconocimiento y, con ellas, las obligaciones de reconocimientos, existen solo
bajo la condición limitante de una relación realmente existente, pero no en
casode un rompimiento de esta relación. En cuanto a las condiciones jurídicas, que
considero también una esfera de reconocimiento, existen ciertas expectativas y,
con ellas, obligaciones de reconocimiento sin límites. Incluso más complicado
es el caso de la tercera dimensión de la esfera del reconocimiento social. Al
respecto, diría que las sociedades realmente poseen una obligación determinada
de cumplir con la expectativa que tienen sus miembros de ser estimados y
valorados socialmente en su capacidad de rendimiento. Se puede entender como un
derecho individual a ser incluido en la producción social; de esta manera
respondería la pregunta. La sospecha principal es de mucha relevancia. Gosepath
reconoció lo que yo mismo había propuesto en los comienzos: hacer como si todas
las expectativas de reconocimiento lesionadas fueran un indicio de una
pretensión legítima. Esto es totalmente equivocado y yo mismo provoqué estos
malentendidos porque en Lucha por el reconocimiento aún estaba cruzando las
intenciones con base en la teoría social y en la filosofía dela moral, de una
forma no muy adecuada.
3º.-.- Reiner Forst afirma
de manera crítica hacia su versión de la teoría del reconocimiento, que el
lenguaje de la estimación social no es adecuado para la crítica de privilegios
injustos. Escribe que el lenguaje de la justicia está en una compleja tensión
con el lenguaje de la estimación social. Las pretensiones de justicia pueden
ser aquellas que acusan desigualdades relacionadas con deficiencias de estimación
social, por ejemplo, la subestimación de determinados trabajos (el trabajo en
el hogar, el trabajo de asistencia social) o de ciertas formas de vida
cultural.
Pregunta.¿Pero, realmente, aquí se
reclama una estimación social verdadera o más bien el desmonte de ciertos
privilegios? La tesis de Forst propone que no solo los razonamientos de la
crítica a los privilegios injustos no se pueden expresar de una manera adecuada
en el lenguaje dela estimación social, sino que tampoco algunos de sus fines.
¿Qué puede decir usted frente a esta crítica?
Axel Honneth Otra
vez una pregunta difícil de responder en pocas palabras. Aquí todo depende de
la manera en que determinamos qué son privilegios no justificados. Sobre estos,
creo, tengo una convicción muy distinta a la de Rainer Forst, quien parece ubicarse
cerca de Rawls con la idea de que, según los principios de Rawls, también el trabajo
social debe ser distribuido con equidad. Yo, en cambio, creo, con buenas
razones, que en las sociedades modernas el trabajo social subyace al principio
del rendimiento, lo cual es, con seguridad, un debate largo y extenso. El
principio del rendimiento ofrece, por supuesto, una mayor riqueza cualitativa
de suposiciones que los principios que Rawls tiene en mente. El principio del
rendimiento dice que cada persona tiene el derecho de que su rendimiento sea
honrado de forma adecuada, valorado socialmente, es decir, pagado socialmente.
La dificultad de este principio consiste en que ha sido ideológicamente
explotado, enajenado y abusado, como escribe Hauke Brunkhorst ,desde que fue
instalado y convertido en una institución normativa de nuestras sociedades. Es
decir, en realidad todavía no sabemos qué cualidades debería tener un principio
equitativo del rendimiento en nuestra sociedad. Tampoco estoy convencido de que
podamos formular un principio de rendimiento puro, independientemente de
nuestras nociones culturales. Existen, por cierto, intentos de pensar cómo
surgió un concepto justo del rendimiento. Creo que cuando se determina lo
característico del rendimiento, de cumplimientos, trabajos y actividades
sociales siempre se infiltra una parte de la determinación cultural de los
fines de la sociedad. Pero estoy muy convencido de que no podemos juzgar
adecuadamente sin recurrir a un principio equitativo del rendimiento social
cuando queremos responder a preguntas como cuándo se pagan injustamente los
trabajos sociales, qué formas de trabajo deberían ser pagadas o qué forma de
actividades se debería entender como trabajo. Por eso creo que la crítica de la
subestimación y el poco pago de ciertos trabajos no intenta remover privilegios,
sino recurrir moralmente a un principio de rendimiento. Mi trabajo, mi
actividad social, merece un mayor grado de apreciación social del que recibe actualmente.
Creo que nos referimos a la base normativa cuando hablamos de la remuneración
del trabajo social y, en general, de los niveles en la distribución social del
trabajo. En este punto no coincido con Rainer Forst.
Pregunta. En su
artículo “Universalismo como fracaso moral. Condiciones y límites de una
política de los derechos humanos” usted no solamente criticó la posición conservadora
de Hans Magnus Enzensberger, sino que también intentó desarrollar las orientaciones
básicas de una concepción de justicia global o transnacional. En relación con
la pobreza en los países en vía de desarrollo, usted afirma que las sociedades
ricas de Occidente tienen una responsabilidad moral frente a los más pobres de
este mundo, y por esto, usted aboga por el desarrollo del instrumentaría
político y jurídico que permita implementar y realizar los derechos humanos.
¿Podría ampliar aquí un poco más esa idea?
Axel Honneth Puedo
hacerlo sólo con gran dificultad. En realidad, no profundicé en este campo
temático concreto aunque me parece de extrema relevancia. Quizá el campo
temático social es el campo moral en el que se producen más ilusiones, entre
las cuales se cuentan suposiciones fundamentales ficticias porque las
condiciones de poder y dominio están tan profundamente cementadas que tiene
algo de extraño que se pueda debatir sobre cuestiones de la justicia
internacional desde un View from Nowhere. Mi idea de entonces y de hoy en día
—que se asemeja, creo, a la de Habermas— es que el único camino para imponer la
justicia internacional es la expansión paulatina delos derechos humanos por
medio de una Organización de Naciones Unidas (ONU)reforzada, equipada con
medios de sanción y coerción más fuertes que en la actualidad; y que esta
expansión de los derechos humanos obligue a la comunidad internacional a
provocar una redistribución. En tanto que determinadas pretensiones de los
miembros de las sociedades subdesarrolladas sean institucionalizadas realmente
como derechos, como derechos individuales, y no solo como una idea vacía de los
derechos humanos; y que, por ende, exista una pretensión jurídica, éste podrá
ser el medio con el cual se obligue a los países capitalistas a llevar a cabo una
redistribución mucho mayor que en la actualidad. En otras palabras, el único
camino que, en mi opinión, parece estar abierto noes, por supuesto, las
apelaciones al Banco Mundial o a gobiernos singulares—probablemente solo con
restricciones a través de una política nacional de desarrollo—;el único camino
es un fortalecimiento de las Naciones Unidas, y no solo de sus tareas políticas
sino de las económicas. Ésta es la única opción en el futuro. Y aquí las
concepciones de una justicia internacional no ayudarán tanto porque cada una dirige
su atención hacia donde, a primera vista, se halla la injusticia. Finalmente, no
se tratará de determinados principios de una justicia universal, pues una vez
se tenga la noción de que cada miembro en nuestro globo terrestre tiene determinados
derechos elementales, quedará claro qué tenemos que hacer. En realidad, ya
sabemos lo que tenemos que hacer. Más bien, y lo digo solo como una nota
marginal, me parece que la inundación de nuestras teorías de justicia actuales
con discusiones por los principios equivale, a menudo, a un desplazamiento de
las obvias exigencias prácticas y políticas.
Pregunta.¿Usted también piensa, como los
liberales globalistas —por ejemplo Charles Beitzy Henry Shue—, que la
implementación de los derechos humanos solamente puede realizarse mediante el
recurso a un Estado global; o más bien comparte la idea de Rawlsy Habermas,
según la cual el primer contexto de la justicia es el de cada Estado singular?
Axel Honneth En
este aspecto, no sé en qué detalles coincido con Rawls y Habermas, quienes tienen
nociones muy distintas en relación con la justicia global y el orden mundial
internacional. No conozco, por supuesto, todos los pormenores porque las diferencias
son muy complejas. De lo que estoy convencido es de que, a largo plazo,
contexto primario para las preguntas acerca de la justicia social será el contexto
nacional —no sé si se puede expresar de este modo—, porque las fronteras nacionales
se están disolviendo en el camino de la globalización. Mientras tanto, decimos
que el contexto primario es la gran comunidad de referencia política que en el
momento sestea construyendo en la transformación del orden mundial. Es decir,
en cuanto a cuestiones de la justicia social debemos entender que los colegas
de interlocución son los Estados singulares que representan a los miembros que
conviven en el contexto internacional. No somos responsables frente a los temas
de justicia internacional directamente como sujetos, sino que nosotros, como
sujetos en el marco de nuestra comunidad política, debemos procurar que nuestro
Estado tome en serio las cuestiones de la justicia social. En principio,
comparto esta idea.
Pregunta. Para
utilizar una pregunta que Giovanna Borradori le planteó a Habermas, ¿considera
usted que lo que ahora se denomina el “11 de septiembre” constituye un suceso
sin precedentes, un acontecimiento que transformó nuestra autocomprensión histórica
de manera radical?
Axel Honneth Quizás
aún es muy temprano para responder esta pregunta realmente. Si los
acontecimientos sin precedencia son los que transforman nuestra autocomprensión
histórica y nuestro mundo de vida de modo sostenible, irrecuperable e irreversible,
entonces sí los ha habido en la historia, con seguridad. El más famoso del
siglo XX es, sin duda, Auschwitz, como suceso sin precedencia después del cual
se puede decir que cambiaron muchas o incluso todas las intuiciones sobre el
mundo de vida humano, y cambiaron irreversiblemente. Desde entonces tenemos una
idea distinta del mal, o de lo que una persona está dispuesta a hacer. No me
atrevo a responderla pregunta de si el “11 de septiembre” es un suceso sin
precedencia en este sentido.
Con seguridad, es un
acontecimiento sin precedencia dentro de determinada época histórica porque
molestó e irritó considerablemente nuestra sensibilidad para preguntas
político-morales. Creo que el mapa moral con el cual operábamos en relación con
los hechos internacionales como ciudadanos de nuestras sociedades hasta el 11
de septiembre incluía de algún modo una dinámica Norte-Sur, lo cual ha cambiado
esencialmente desde esa fecha y hoy en día pensamos mucho más en categorías de
Este-Occidente o en categorías nuevamente orientadas a comunidades religiosas y
a la adhesión religiosa. Es, con seguridad, algo nuevo que probablemente apenas
se reveló en masa por medio de este suceso y obligó a realizar una nueva
orientación masiva. No me atrevo a responder si esta nueva orientación será tan
relevante para nuestra autocomprensión civil en general como, por ejemplo, Auschwitz.
Más bien lo dudo.
Fuente. https://www.youtube.com/watch?v=Cz5nTMp-7zo
Fuente. https://www.youtube.com/watch?v=Cz5nTMp-7zo
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