Por Francisco Cortés
Rodas
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Axel Honneth . De
entrada, debería decir algo sobre mis pretensiones en el libro Crítica del
poder, para describir después la transición al libro siguiente, Lucha por el reconocimiento.
En el primero se trató esencialmente de realizar una reconstrucción de la
historia de la teoría crítica que intenta hallar los puntos flojos y el déficit
en esta tradición. Contrario a la tendencia vigente en aquel tiempo, quería
incluir la obra de Foucault para dejar claro que este autor contribuía también
de modo significativo ala teoría crítica. La discusión de estos distintos
niveles de la teoría crítica —es decir ,Adorno, Horkheimer, Habermas y
Foucault— tenía como fin decir que, en realidad,se omitió en esta tradición un
determinado tipo de la disputa social, a saber, lo yo mismo llamé en el libro
“la lucha moral”. La lucha moral era entonces apenas un boceto acerca de un
enfrentamiento social o de conflictos sociales motivados no por los intereses
económicos, sino más bien por la necesidad de tener efectos en la comunidad
social, en la sociedad. En aquellos tiempos, este tema surgió en el primer
estudio solo como un motivo vago y formó el punto fijo para la discusión en su
totalidad. También asumió un papel importante la idea de que no es correcto
entender desde el utilitarismo, la crítica y el conflicto en el que se están
moviendo las partes; es decir, que no se debe estrecharla mirada en dirección a
los intereses, sino, más bien, partir de que subyacen a una motivación moral.
Quería entender más en detalle qué significaba la motivación moral de estas
disputas. Ya tenía claro que la motivación moral de las luchas sociales no se
debe pensar en relación con los principios o los fundamentos de la teoría de la
justicia porque es un nivel demasiado abstracto para poder comprender el fundamento
motivacional de la disputa social, pero no disponía de mucho más que estas
ideasvagas cuando escribí ese primer libro. Posteriormente pude entender
—gracias a que se publicaron varias obras interesantes, particularmente en el
contexto de la historiografía—que una fuerza motivacional en las disputas
sociales o en la crítica social de las sociedades es el anhelo o la necesidad
de estar realmente incluido en la sociedad, de ser reconocido dentro de la
sociedad. Al comprenderlo, me esforcé mucho más por retomar a Hegel, quien ya
había pensado un motivo semejante en su concepto de una lucha por el
reconocimiento. Discutiendo la literatura entonces existente sobre Hegel, en la
cual estaban naturalmente incluidas las obras psicoanalíticas, sociológicas y
dela psicología evolutiva, intenté desarrollar la gramática de los conflictos
sociales enla forma en que los establecí en el libro La lucha por el
reconocimiento. Se puede considerar esto como una transición.
Una de las características
centrales de la teoría de Habermas en su Teoría de la acción comunicativa
consiste en la civilización del potencial destructivo que se produjo mediante
el desarrollo del capitalismo. Habermas destaca que los efectos negativos del
capitalismo —opresión, explotación, polarización entre ricos y pobres, terror,
violencia, etc.— pueden ser corregibles. Él ve realizada esta perspectiva en la
posibilidad de que puedan y deban ser trazadas de nuevo las fronteras entre el
sistema y el mundo de la vida. Esta sería la tarea de una opinión política
pública, en la cual Habermas confía. Adorno
y Horkheimer, por el contrario, fueron muy escépticos frente a esta visión
afirmativa y positiva del capitalismo.
Pregunta ¿Qué piensa usted del
diagnóstico de las sociedades modernas de Habermas y cómo evalúa la crítica de
éste al diagnóstico delas sociedades modernas de Adorno y Horkheimer?
Axel Honneth Es
una pregunta difícil. Yo diría que me sitúo en la mitad de estas dos tendencias.
Por un lado, me parece muy complicado el intento de Habermas de entender el núcleo
del capitalismo, es decir, la economía capitalista y las instituciones unidas a
ella como una esfera social no problemática. Al mismo tiempo, apruebo su
tendencia a concebir, tal y como lo hizo Hegel, que el mercado mismo es una
institución social que no se puede deponer sin más por la alta complejidad de
los procesos económicos en nuestras sociedades. En este aspecto me encuentro en
cierto acuerdo con Hab ermas.Pero la crítica del capitalismo ya no es, según mi
opinión, tan fácil como Horkheimer la concibió porque ya no tenemos la
imaginación económica de pensar en una alternativa para este núcleo de la
economía capitalista, a saber, de la organización del actuar empresarial que
obedece a la razón del mercado.
Por otro lado, seguramente
fue correcta la intuición de Adorno y Horkheimer con respecto a que el mercado
tiende a autonomizarse, lo cual significa sobre todo infiltrarse en otros
ámbitos de la vida. Es decir, una infiltración que no nos podemos imaginar como
colonización, sino que va mucho más allá y tiende a reordenar ideas y formas de
actuar hacia las perspectivas que obedecen a la razón del mercado. En otras
palabras, coincido con Adorno y Horkheimer en que tenemos buenos motivos éticos
para poner límites estrechos al mercado; no se trata solo motivos de la
racionalidad, tal como los desarrolla Habermas, sino de motivos éticos para limitarlo,
porque el mercado capitalista posee justamente las características observadas
porAdorno y Horkheimer cuando empalman con la obra de Lukács. Aquí diría que me
hallo en algún lugar entre estos dos polos en la tradición de la teoría
crítica. Quizás más adelante nos ocupemos en detalle del tema en cuanto se
incluyan ciertas hipótesis, en mi opinión ingenuas, en el cuadro que Habermas
hace de la economía capitalista.
De todos modos estoy de
acuerdo con Adorno y Horkheimer en las reservas básicas: el mercado, el mercado
capitalista, tiene una tendencia a independizarse que se debería tener siempre
en mente cuando se pretende algo como una crítica de la sociedad actual.
Pregunta. Una de sus críticas concretas
al concepto de la sociedad, de Habermas, dice que este autor propuso una
consideración dualista de la sociedad a través de la atribución de la
racionalidad comunicativa al mundo de la vida y de la racionalidad instrumental
al sistema. Como esferas de la acción social autónomas, el sistema y el mundo
de la vida utilizan dos premisas complementarias. Habermas propone como
hipótesis la existencia de organizaciones de acción libres de normas, y de
esferas de comunicación libres de poder. Usted critica no solamente el
tratamiento de la sociedad desde la perspectiva de estas dos ficciones, sino
también el diagnóstico de la sociedad que resulta de allí.¿Podría aclararnos un
poco más cómo entiende usted estas conexiones?
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Esto se puede entender mejor
hoy en día, que hace quizás treinta o cuarenta años, cuando Habermas escribió
su libro, porque toda la discusión sobre el tema dejó muy claro que una
organización efectiva de la economía vive de los recursos provenientes del
mundo de vida y que los debe incluir en la administración. En el caso inverso, se
aplica también a los ámbitos que Habermas adjudica al mundo de vida,
esencialmente a la privacidad. Estos ámbitos fueron penetrados solamente en un
estado tardío por procesos de colonización con elementos sistémicos, y estudios
sociológicos o históricos pueden demostrar que estos mundos de vida vivieron desde
muy temprano en el desarrollo de sus sistemas característicos de la absorción de
recursos capitalistas. La familia y el amor en la privacidad viven de la utilización
sistemática de artículos de consumo producidos en el mercado. Las mismas
familiaslos producen también a partir de su contacto y de cierta utilización
innovadora y llena de imaginación de los elementos sistémicos, por decirlo así.
Esto significaría que aquella separación tajante, concebida por Habermas en los
comienzos, es una interpretación equivocada y ficticia de la realidad social,
lo cual, naturalmente, implica consecuencias para el diagnóstico de la época.
Eso quiere decir que la idea de que cierta tendencia a la colonización evoluciona
en un momento tardío del desarrollo capitalista, no es correcta ahora, debido a
que determinadas esferas parciales se nutrieron mutuamente desde el comienzo, y
no estaban separadas de la manera esbozada por Habermas. Por ende, no podemos
hablar de la colonización, sino deformas siempre nuevas de mezclarse e
influirse mutuamente.
Me parece conveniente que
nos preguntemos cómo las sociedades capitalistas—que no concibo divididas en
sistema y mundo de la vida— utilizan diferentes formas de práctica y acciones
en un nivel determinado de la reproducción social. Y se constatará que la
composición varía siempre según la organización política o económica del
capitalismo. Por tanto, buscaría más bien un presupuesto desde la filosofía
práctica o la teoría de la acción, diferenciando otros patrones de la acción distintos
de aquellos de los que cada uno tiene valoraciones e ideas específicas, y me
preguntaría cómo se componen y organizan socialmente estos patrones de la
acciónen un tiempo determinado. Este sería mi inicio de un diagnóstico de
nuestro tiempo.
Habermas habla de la
“colonización del mundo” de la vida por medio de procesos del mercado. En este
contexto, “colonización” significa que la interacción basada en el
entendimiento y que opera en aquellos ámbitos que no están condicionados por el
intercambio de mercancías, es reformada a través de la influencia de una interacción
orientada por la utilidad. Por una parte, parece que el diagnóstico de la
“deformación” es superado por las interacciones del mercado: el ciudadano
ilustrado es un consumidor ilustrado, alguien que puede estimar la variedad de
los productos y la competencia entre quienes ofrecen los servicios, y sabe
también que su conducta como comprador tiene efectos en las condiciones de
producción, en la formación de los productos y en la oferta de servicios. Por
otra parte, la descripción de la “colonización” no parece completamente
satisfactoria. El mercado que sigue su propia lógica del intercambio yde la
maximización de utilidades produce grandes desigualdades, pobreza, una
precariedad en las relaciones de trabajo e incluso “nuevas” relaciones de esclavitud;
es decir, produce injusticias y puede conducir a considerables limitaciones en la
calidad de la vida. Estos son problemas que plantean la cuestión de la responsabilidad,
así como también quién sostiene el sistema de reglas internacionales y quién obtienen
provecho de este sistema. Aquí parece que tampoco se aplica la tesis de la
“colonización”.
Pregunta.¿Se puede utilizar esta tesis en
el mundo global en general?
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Yo mismo todavía no tengo
muy clara la pregunta de cómo se describen las condiciones de dependencia,
aquellas nuevas formas de imponer y hacer prevalecerlos imperativos
capitalistas en estos países. Por supuesto, existen intentos de configurarlos
de alguna manera con ayuda de la teoría de la globalización económica, y
también se han hecho intentos de revivir la antigua teoría del imperialismo y de
preguntarse si tiene que ver con nuevos imperios. Creo que existe una necesidad
inmensa de aclarar este punto y quizás es necesario reanudar los debates económicos
de los años setenta y ochenta para preguntarse cómo se debe describir este modo
del nuevo desarrollo mundial que está invadiendo de manera brutal las
condiciones devida en las sociedades subdesarrolladas, a través de las big
companies.
Pregunta. La
ética discursiva limita su objeto central a las cuestiones de justicia. De esta
manera excluye, como tema, la orientación tradicional sobre la vida buena.
También John Rawls, quien afirma una prioridad de lo justo sobre el bien, parte
en su teoría de dicha diferenciación. ¿Considera que una teoría moral debe
determinar la relación entre lo justo y lo bueno? ¿Piensa usted, tal como Rawls
y Habermas, que la prioridadde lo justo sobre el bien es una característica
necesaria de todas las éticas modernas?
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Pregunta.¿Por
qué deberían organizarse las sociedades humanas de manera justa?
Axel Honneth Ésta
es una pregunta que solo puede responderse con una idea del bien para la cual existen
determinadas nociones desde Aristóteles. Y seguro que una retrospectiva
haciaAristóteles no es muy sensata si se considera lo que tenemos a nuestra disposición
hoy en día. Me parecen más plausibles las nociones que desarrollan una antropología
débil.
Pregunta. En
sus libros Lucha por el reconocimiento, El otro de la justicia y Distribución y
reconocimiento ha intentado desarrollar una nueva fundamentación de la moral. Usted
critica la fundamentación pragmático-universal de la ética discursiva de
Habermas .La deficiencia de ésta consiste en que limita el ámbito fenoménico de
la moral, puesto que considera las expectativas normativas que están presentes
en las accionesordinarias solamente bajo la perspectiva del reconocimiento de
los derechos iguales.¿Podría explicitar un poco más esa tesis?
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Pregunta. A
diferencia de la ética discursiva, usted intenta construir una ética
intersubjetiva a partir de la teoría del reconocimiento. Apoyado en Hegel y
Mead quiere tematizar tres modelos distintos del reconocimiento que, como
condiciones normativas, determinan nuestras acciones intersubjetivas. En
relación con esto quiero plantearle dos preguntas: primero, puesto que usted ha
desarrollado estas condiciones normativas en el marco de un concepto formal de
la vida buena, quisiera saber cómo concibe la relación entre moralidad y etnicidad;
y segundo, tengo la impresión de que usted comparte lacrítica hecha por
representantes de la ética de la vida buena, según la cual lo principal de la
consideración moral es desconocido cuando ésta no puede ser concebida como
respeto por las condiciones cualitativas de la vida buena. ¿Qué razones tiene usted
para hacer suya esta crítica, y por qué toma distancia de la posición de los comunitarias?
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Sobre este aspecto debe
decirse que la eticidad, entendida como sustancia de los principios racionales
de una buena organización justa de la vida en un determinado tiempo, representa
el marco en que se mueven nuestras vidas y nuestras nociones morales. Se podría
decir que la eticidad, o sea, la moralidad histórica de una época, representa
el punto hacia el cual determinamos las perspectivas de lo justo. Aquí comparto
la noción hegeliana según la cual la eticidad antecede a la moral, si se quiere
decir así.
Con respecto a la segunda
pregunta puedo, primero, asentir. Realmente estoy convencido, por las razones
mencionadas anteriormente, de que una —ahora sí—ética de la vida buena en el
sentido de una ética históricamente diferenciada de la vidabuena, requiere
reflexiones y universales antropológicos. Pero estos últimos se desarrollan,
por supuesto, de modo histórico y toman una nueva forma en cada época. Son
estas las formas a las que tiene que referirse una ética para determinar lo más
notable del respeto normativo. Eso quiere decir también que no se comparte la
noción comunitarista. La noción comunitarita es —en mi opinión—, por lo menos en
algunos autores, que nosotros, con buenas razones, legítimamente solo debemos
vincularnos al marco moral respectivo de orientación de nuestra comunidad
social.Me parece más razonable seguir a Hegel, quien, creo, tuvo la intuición
de que solo podíamos vincularnos a la moralidad existente en cuanto ésta fuera
razonable. Y ahora la pregunta es: ¿cuáles son los componentes razonables? Creo
que estos componentes razonables no se dejan abordar de manera adecuada si no
se tiene en mente, otra vez, la vida humana en su totalidad, es decir, cuando
se puede preguntar:¿qué es realmente bueno para las personas?, ¿qué forma tiene
este “bien” de modo razonable para las personas de nuestro tiempo? Esto
significa que hoy en día a la idea de la autonomía individual le corresponde un
trato preferencial, a partir de estas razones éticas. No por causa de una moral
universalista que pueda haber asumido formas muy distintas en otras épocas,
sino por razones de una noción de la moralidad que se orienta y corrige según
la historia.
Pregunta.¿Se puede entender su ampliación
de la ética intersubjetiva a partir de la teoría del reconocimiento como la
respuesta filosófica a la pregunta sociológica de cómo deberían verse las
relaciones sociales correctas, no patológicas?
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Las teorías del reconocimiento critican las
concepciones de justicia del liberalismo moderno porque éstas son definidas por
medio de un concepto unilateral de la teoría de la distribución. La limitación
del liberalismo distributivo, tal y como lo representan Rawls, y en Alemania,
Wolfgang Kersting,Wilfried Hinsch o Stefan Gosepath, consiste en que el sistema
de las libertades solamente conforma una parte de aquellos presupuestos que
capacitan a los sujetospara ser individuos autónomos. Frente a ese
planteamiento del liberalismo distributivo, usted propone una teoría normativa
en la cual en lugar de los principios de distribución equitativa, habla de
principios que se refieren al aseguramiento estatal delos presupuestos sociales
del reconocimiento recíproco.
Contra el intento de basar
la teoría de la justicia en los presupuestos sociales del reconocimiento
recíproco hay una serie de réplicas, entre las cuales voy a referirme a tres:
1º.-Nancy Fraser critica su
teoría del reconocimiento porque usted, según ella, propone un sistema
monístico, en el cual le asigna una posición central al concepto del
reconocimiento. Ella dice, además, que a través de la teoría del reconocimiento
no se puede captar la totalidad de las deficiencias normativas de un
capitalismo que opera globalmente y que por esto un planteamiento que gire
alrededor del reconocimiento es insuficiente. A partir de lo anterior, Fraser
propuso una teoría dualista y perspectivista en la que articula distribución y
reconocimiento. Tomando como punto de partida a Fraser, se podría decir que los
dos planteamientos no compiten entre sí, sino que están situados en diferentes
niveles. El del reconocimiento ofrece una muy buena explicación a aquellas
violaciones que sufren las personas debido a un tratamiento injusto, y por ende,
a lo que significa tratar a una persona con el mismo respeto e igual
consideración .Por el contrario, el planteamiento distributivo forma una mejor
base para la justificación y determinación de aquellas medidas necesarias para
tratar a las personas como sujetos de iguales derechos. Esto quiere decir,
también, asegurar la protección de los derechos y la distribución de bienes.
Pregunta.¿No cree usted que esa
diferenciación es necesaria para poder captar de manera correcta la complejidad
de las sociedades modernas?
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En caso de ser así, todavía
no queda claro si la garantía de las condiciones se puede asegurar simplemente
por la distribución de derechos y bienes. También es evidente que se trata de
una cuestión de justicia social, por ejemplo, el cómo se organizan determinadas
prácticas sociales, o si en realidad es justo que estas últimas se regulen
según parámetros de posiciones económicas.
Esto quiere decir que de una
teoría de la justicia semejante forma parte —ya internamente— lo que Michael
Walzer nombra “The Art of Separation”: uno debe tener claro primero la
naturaleza práctica de las distintas esferas de vida en una sociedad cómo se
deben constituir estas esferas de las prácticas sociales para que se dé algo
como una justicia social, es decir, la garantía de condiciones que ofrece a
todos laposibilidad de experimentarse como iguales y libres. Estas son
preguntas que se excluyen en su totalidad de una teoría distributiva de la
justicia. Es obvio que Rawlsno pregunte o no considere la cuestión, por
ejemplo, acerca de la organización de una familia. Es un aspecto absolutamente
ajeno a su teoría de la justicia, pero también ala noción distributiva de la
justicia; después de todo, la noción distributiva de justicia trata de bienes y
derechos ya existentes y no de la pregunta por cómo deberían ser organizadas
las prácticas sociales en las que se constituyen, consumen o gozan estos bienes
y derechos. Así, una noción de justicia con base en la teoría del reconocimiento
es más extensa y produce por sí misma las nociones y principios para una distribución
adecuada, pero solo donde la distribución sea la acción más apropiada.
Existen esferas sociales en
las cuales la distribución es la solución equivocada, cuando se trata no solo
de la distribución de bienes, sino de garantizar formas adecuadas de la
práctica social. Un niño muy rico es tratado socialmente de forma injusta
cuando, aunque goce de todos los derechos y bienes imaginables, sus padres lo
descuidan y lo dejan en manos de una empleada —que cobra mucho dinero por
hacerse cargo de él. Pero la teoría distributiva no percibe esto como
injusticia. Lo mismo se aplica a las condiciones laborales que quizás pueden
asegurar buenos ingresos, pues aunque el tipo de actividad no transmita al
trabajador ninguna forma adecuada de valoración social, no presupone ningún
problema para la concepción distributiva de justicia porque el sujeto está bien
remunerado. Sin embargo, según una noción ampliada de justicia, sí es injusto
en gran medida porque no garantiza las condiciones necesarias para que el
individuo se pueda entender como un miembro libre e igual en la sociedad. Yo
sigo creyendo y luchando por esto. Pienso que la separación bipartita no nos
ayuda necesariamente porque, a mi modo de ver, la noción de justicia con base
en la teoría del reconocimiento alude, más que a la distribución de bienes y
derechos, a la organización adecuada de la sociedad con respecto a las
distintas esferas de prácticas y formas de reconocimiento necesarias para
garantizar una vida de esta índole. Al aclarar este punto, surgen preguntas de latería
distributiva en detalle, pero, entonces, ya está definido el lugar de la justicia
distributiva a través de la pretensión trascendente de las concepciones acerca de
justicia con base en la teoría del reconocimiento; es decir, dependen de la
teoría del reconocimiento, que juega un rol superior.
2º.-: Stefan Gosepath escribe que el sentimiento
moral del menosprecio no es suficiente para mostrar lo que debe considerarse
correctamente como tal o como una violación moral. No toda violación sentida
subjetivamente puede y debe considerarse como menosprecio, puesto que a menudo
no corresponde el alto grado subjetivo de ese sentimiento con el grado del
derecho. Hay situaciones en las cuales los seres humanos sienten realmente
menospreciada su confianza en sí mismos o su autoestima. Uno puede pensar, por
ejemplo, en la terminación de una amistad o de una relación de pareja. ¿Cómo se
puede diferenciar en esos casos cuáles expectativas de reconocimiento son
justificadas y cuáles no? Esta objeción me parece, principalmente, un
malentendido, y no quiero excluirla posibilidad de que yo mismo lo haya
causado. Puede deberse a que en Lucha por el reconocimiento no perseguí
intenciones relacionadas con la teoría o la filosofía moral, sino con la teoría
social. Quería tener claro qué papel asumía la lucha por el reconocimiento, es
decir, la necesidad de encontrar reconocimiento dentro de la sociedad como
motivo moral en los conflictos sociales. En eso, la pregunta por el juicio de
las pretensiones de reconocimiento todavía no ha sido relevante. Solamente
ordenaba las perspectivas posibles con respecto a la experiencia de desconocimiento
las posibles esferas en las que las pretensiones de reconocimiento se pueden
reclamar de manera razonable. Surge, por supuesto, el problema al cual se
refirieron Gosepath y otros: existe una cantidad de experiencias de lesiones y
de expectativas de reconocimiento que a primera vista nos parecerían no muy
justificadas, poco meritorias de valoración moral y sin estatus moral. Los
ejemplos que usted menciona convencen totalmente. Quien termina una amistad
puede herir mucho al otro, pero sería insensato decir que por eso se trata de
un acto moral. El acto deviene a ser inmoral en caso de que la amistad se
hubiera terminado de un modo problemático, pero terminar una amistad no es un
acto inmoral. Es decir, surge la pregunta que intenté plantear posteriormente a
Lucha por el reconocimiento: ¿cómo podemos diferenciar entre expectativas de
reconocimiento justificadas y no justificadas? Viene también al caso lo que
mencioné en detalle anteriormente y que es bastante complicado, quizás
demasiado, para volverlo a presentar aquí.
Primero, es importante enfatizar
que estamos hablando de reconocimiento soloen determinados espacios culturales,
es decir, las sociedades que nosotros conocemos contienen varias formas o
principios de reconocimiento social —algo que se debe tener claro de antemano.
Después, se debe dar un paso histórico que nos ilustra cuáles principios del
reconocimiento social son institucionalizados y, así, justificados en una época,
en un tiempo histórico determinado; pero justificados gracias a su
racionalidad.
Solo cuando no hay dudas
sobre esto podemos preguntarnos si las expectativas de reconocimiento
contribuyen en su formulación a una ampliación emancipatoria de estos
principios de reconocimiento, o si presentan un modo de subestimación regresiva
de los mismos. Esta sería, para mí, la dimensión para hacer la pregunta
mencionada. En cuanto a la amistad y las relaciones de pareja me parece que las
expectativas legítimas de reconocimiento existen solo dentro de la amistad misma,
pero no se puede ir tan lejos y decir que las amistades o relaciones de pareja suponen
una obligación para el otro. Solo quería llamar la atención sobre el hecho de que
existen expectativas legítimas en amistades, relaciones de pareja o entre
padres e hijos; y estas últimas no son revocables. Estas relaciones determinan
el trato con el otro de un modo comprensible y abierto, y es probable que esas
expectativas de reconocimiento se hayan desarrollado durante siglos pero hayan
adquirido su legitimidad apenas en la actualidad. Creo que las expectativas de
reconocimiento que los niños de hoy tienen con plena legitimidad son muy
distintas a las que dominaron y justicia hace 500 años; es decir, los criterios
según los cuales diferenciamos son criterios históricamente informados y solo
se aplican a las esferas del reconocimiento. Se debería diferenciar aún en
detalle, según la esfera de reconocimiento respectiva, para poder responder la
pregunta con más exactitud.
Ya mencioné que en las
amistades y las relaciones de pareja estas expectativas legítimas de
reconocimiento y, con ellas, las obligaciones de reconocimientos, existen solo
bajo la condición limitante de una relación realmente existente, pero no en
casode un rompimiento de esta relación. En cuanto a las condiciones jurídicas, que
considero también una esfera de reconocimiento, existen ciertas expectativas y,
con ellas, obligaciones de reconocimiento sin límites. Incluso más complicado
es el caso de la tercera dimensión de la esfera del reconocimiento social. Al
respecto, diría que las sociedades realmente poseen una obligación determinada
de cumplir con la expectativa que tienen sus miembros de ser estimados y
valorados socialmente en su capacidad de rendimiento. Se puede entender como un
derecho individual a ser incluido en la producción social; de esta manera
respondería la pregunta. La sospecha principal es de mucha relevancia. Gosepath
reconoció lo que yo mismo había propuesto en los comienzos: hacer como si todas
las expectativas de reconocimiento lesionadas fueran un indicio de una
pretensión legítima. Esto es totalmente equivocado y yo mismo provoqué estos
malentendidos porque en Lucha por el reconocimiento aún estaba cruzando las
intenciones con base en la teoría social y en la filosofía dela moral, de una
forma no muy adecuada.
3º.-.- Reiner Forst afirma
de manera crítica hacia su versión de la teoría del reconocimiento, que el
lenguaje de la estimación social no es adecuado para la crítica de privilegios
injustos. Escribe que el lenguaje de la justicia está en una compleja tensión
con el lenguaje de la estimación social. Las pretensiones de justicia pueden
ser aquellas que acusan desigualdades relacionadas con deficiencias de estimación
social, por ejemplo, la subestimación de determinados trabajos (el trabajo en
el hogar, el trabajo de asistencia social) o de ciertas formas de vida
cultural.
Pregunta.¿Pero, realmente, aquí se
reclama una estimación social verdadera o más bien el desmonte de ciertos
privilegios? La tesis de Forst propone que no solo los razonamientos de la
crítica a los privilegios injustos no se pueden expresar de una manera adecuada
en el lenguaje dela estimación social, sino que tampoco algunos de sus fines.
¿Qué puede decir usted frente a esta crítica?
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Pregunta. En su
artículo “Universalismo como fracaso moral. Condiciones y límites de una
política de los derechos humanos” usted no solamente criticó la posición conservadora
de Hans Magnus Enzensberger, sino que también intentó desarrollar las orientaciones
básicas de una concepción de justicia global o transnacional. En relación con
la pobreza en los países en vía de desarrollo, usted afirma que las sociedades
ricas de Occidente tienen una responsabilidad moral frente a los más pobres de
este mundo, y por esto, usted aboga por el desarrollo del instrumentaría
político y jurídico que permita implementar y realizar los derechos humanos.
¿Podría ampliar aquí un poco más esa idea?
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Pregunta.¿Usted también piensa, como los
liberales globalistas —por ejemplo Charles Beitzy Henry Shue—, que la
implementación de los derechos humanos solamente puede realizarse mediante el
recurso a un Estado global; o más bien comparte la idea de Rawlsy Habermas,
según la cual el primer contexto de la justicia es el de cada Estado singular?
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Pregunta. Para
utilizar una pregunta que Giovanna Borradori le planteó a Habermas, ¿considera
usted que lo que ahora se denomina el “11 de septiembre” constituye un suceso
sin precedentes, un acontecimiento que transformó nuestra autocomprensión histórica
de manera radical?
Axel Honneth Quizás
aún es muy temprano para responder esta pregunta realmente. Si los
acontecimientos sin precedencia son los que transforman nuestra autocomprensión
histórica y nuestro mundo de vida de modo sostenible, irrecuperable e irreversible,
entonces sí los ha habido en la historia, con seguridad. El más famoso del
siglo XX es, sin duda, Auschwitz, como suceso sin precedencia después del cual
se puede decir que cambiaron muchas o incluso todas las intuiciones sobre el
mundo de vida humano, y cambiaron irreversiblemente. Desde entonces tenemos una
idea distinta del mal, o de lo que una persona está dispuesta a hacer. No me
atrevo a responderla pregunta de si el “11 de septiembre” es un suceso sin
precedencia en este sentido.
Con seguridad, es un
acontecimiento sin precedencia dentro de determinada época histórica porque
molestó e irritó considerablemente nuestra sensibilidad para preguntas
político-morales. Creo que el mapa moral con el cual operábamos en relación con
los hechos internacionales como ciudadanos de nuestras sociedades hasta el 11
de septiembre incluía de algún modo una dinámica Norte-Sur, lo cual ha cambiado
esencialmente desde esa fecha y hoy en día pensamos mucho más en categorías de
Este-Occidente o en categorías nuevamente orientadas a comunidades religiosas y
a la adhesión religiosa. Es, con seguridad, algo nuevo que probablemente apenas
se reveló en masa por medio de este suceso y obligó a realizar una nueva
orientación masiva. No me atrevo a responder si esta nueva orientación será tan
relevante para nuestra autocomprensión civil en general como, por ejemplo, Auschwitz.
Más bien lo dudo.
Fuente. https://www.youtube.com/watch?v=Cz5nTMp-7zo
Fuente. https://www.youtube.com/watch?v=Cz5nTMp-7zo
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