El dictador filtró para sí parte de las donaciones “a la causa nacional” en plena guerra civil y revendió 600 toneladas de café donado por Brasil a España en 1939. El general golpista tenía en agosto de 1940 una fortuna cercana a los 400 millones de euros y el “holding empresarial” de El Pardo acumuló sueldos, comisiones, regalos y gratificaciones para amasar su riqueza.
Franco
era un corrupto que ejecutó mordidas desde la guerra civil. Un opresor que
aflojó las cuentas públicas de España y estableció un entramado que desaguaba
riqueza en su figura omnímoda. “Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los
ricos que fueron a la guerra salieron más ricos”, dijo el dictador en un
discurso (Lugo, 1942). Es el lado oscuro, e ilegal, de una fortuna que engordó
en plena dictadura al calor de la corrupción sistémica del régimen franquista.
Franco
no perdió el tiempo. Arañó dinero recibido por los golpistas en pleno conflicto
armado y revendió toneladas de café donadas por Brasil. A lo largo de su vida
recibió innumerables “regalos”, caso del Pazo de Meirás o un todoterreno
agasajo de Adolf Hitler. Todo era posible bajo su manto omnipotente. Como lo
era la gratificación mensual de 10.000 pesetas que recibía de la compañía
Telefónica.
Así
nació la fortuna de Franco
“Franco
se consideraba el Estado, España. Necesitaba dinero y se apropió de él”, cuenta
a eldiario.es el historiador Ángel Viñas. A cuatro décadas de la muerte del
dictador, el autor publica el libro La otra cara del caudillo (Crítica, 2015),
una obra que da “un paso más en el continuo proceso de desmitificación de
Franco”.
Tenía
un plan y robó, para cumplirlo, una idea al propio Hitler: el Führerprinzip o
mandato dictatorial como “fuente de Derecho”. Usaba “leyes reservadas” y
ocultas al Boletín Oficial del Estado, disposiciones secretas que explotó
“desde los años de la guerra civil hasta 1957”. Una “curiosa y desconocida
costumbre de Franco” que solo conocían “aquellos privilegiados que se ocuparon
de llevarlas a la práctica”, describe Viñas.
Por
ahí filtró a su interés parte de las donaciones “a la causa nacional”. Las
mordidas al apoyo económico a la rebelión militar contra la República inauguran
en octubre del 36 la cuenta corrupta que vive un episodio de oro al final de la
guerra con las 600 toneladas de café entregado por el dictador brasileño
Getúlio Vargas. “Un regalo al Estado español” que Franco pasó a la Comisaría de
Abastecimientos y Transportes dependiente del Ministerio de Industria y
Comercio “y cobró por adelantado su importe”, 7,5 millones de pesetas, que
serían hoy unos 85,6 millones de euros.
Con
una nómina en 1935 de 2.493 pesetas y de 50.000 como Jefe de Estado, la riqueza
del militar llegó en agosto del año 40 a 34,3 millones de pesetas. Un capital “acumulado
en diversas cuentas corrientes” que suponen cerca de 388 millones de euros.
“Todo ‘ganado’ en cuatro años. No está mal para empezar”, subraya Viñas.
“Sin
embargo, ha perdurado la convicción de que Franco era un hombre honesto y
austero”, declara a eldiario.es el hispanista Paul Preston. El dictador, “y su
mujer”, recibían “regalos de varios tipos, desde medallas de oro a fincas y
hasta automóviles de lujo”, enumera como “la punta de un iceberg colosal” que
arranca en “su acceso particular a las suscripciones que se hicieron para
sufragar el coste del esfuerzo bélico de los rebeldes militares”.
“La
idea convencional del Franco sin afán de lucro ya no se sostiene”, aclara
Preston. En su afán recaudatorio, el general golpista trazó negocios secretos y
oscuros manejos de testaferros familiares. Era el “holding empresarial” forjado
desde “la corte de El Pardo”, según desveló en Los Franco S.A. o Ricos por la
guerra de España el periodista Mariano Sánchez Soler. Un patrimonio difícil de
digerir a base de simples sueldos públicos.
Franco, corruptor y corrupto
El
oficio continuó en plena dictadura. Franco “modificó su comportamiento” y había
empresas que, “agradecidas por autorizaciones concedidas”, traspasaban
“acciones gratuitamente”. El dictador, así, percibía “dividendos”, mordidas,
porcentajes por negocios revueltos entre consejos de ministros y de
administración. “La corrupción estaba en el ADN de la dictadura”, dice Viñas.
La
imagen corrupta del general rebelde toma huella documental con la apertura a
investigadores –año 2010– de los “papeles conservados” en la Fundación Nacional
Francisco Franco. “Es claro que Régimen de Franco institucionalizó el pillaje a
través de los castigos a los derrotados que algo tenían”, continúa Paul
Preston. El soporte legal, la Ley de Responsabilidades Políticas, era “en
esencia un mecanismo para justificar la expropiación masiva de los vencidos”.
La
corrupción servía como pauta de control y la afición cinegética del general
golpista, como oficina ambulante: “importantes sumas de dinero cambiaron de
manos mientras los aspirantes a los favores de Franco promocionaban cacerías a
fin de conseguir acceso a la fuente de patronazgo”, dice el hispanista.
“No
se sabe mucho más” de lo publicado hasta ahora, confirma el historiador
Francisco Espinosa. “Aquí no se conservan los archivos de los presidentes ni
mucho menos de los dictadores”. Porque el enriquecimiento ilícito no quedó en
el autócrata. El contubernio ilícito envolvía al régimen y derramó siempre
sobre la oligarquía franquista, desde 1936 hasta la Transición.
Franco,
corruptor y corrupto, cosió a la clase dirigente en la confusión premeditada
entre lo público y lo privado. Y ése carácter sistémico brotaba en cualquier
aspecto de la vida, con el estraperlo como gran ejemplo cotidiano: el comercio
prohibido con artículos intervenidos por el Estado o sujetos a racionamiento.
Amén del tráfico de penicilina en el ámbito sanitario, el “trabajo esclavo”
como inagotable fuente de recursos e incluso la “necesidad de recomendaciones
para salvar la vida”, enumera el historiador José Luis Gutiérrez Molina.
El
dictador lideraba la patria convertido en una suerte de gestor avanzado de
puertas giratorias. Corrupción y desarrollo se dieron la mano para amasar
patrimonios y consolidar el capitalismo español. Familias del régimen, cuenta
Sánchez Soler, pobladas de “empresarios de fortuna, falangistas de clase media,
funcionarios oportunistas, latifundistas de gatillo fácil, altos cargos a la
búsqueda de multinacionales… unidos a la caza del dinero y entrenados en la
autarquía de la posguerra para enriquecerse con el desarrollismo a partir de
1959”. Concluye Viñas: “si Franco se benefició personalmente de la victoria
parece sensato que no pensara mal de quienes también lo hacían” bajo la tenaz
sombra del franquismo.
Fuente: http://desmemoria.eldiario.es/fortuna-franco/
Juan Miguel Baquero | Público.es
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