“Quo flumen placidum est forsan latet
altius unda”
“En donde el rio es más tranquilo quizás se esconde la ola más profunda"
“En donde el rio es más tranquilo quizás se esconde la ola más profunda"
Caton.- “Disticha de
moribus”-4,31
Se
ha dicho que pescar es el deporte de los reflexivos pobres. En la mayoría de los
casos , la práctica de la pesca no debería ser
denominada deporte sino habilidad
o artesanía porque no precisa de ningún esfuerzo ni entrenamiento físico en que
el cuerpo esté implicado de forma
excesiva y solo de manera derivada podría llamarse deporte, en los casos
en que la pesca se lleva a cabo en circunstancias difíciles entre torrenteras o en alta mar , con artilugios que
exigen entrenamiento, bajo el mar o a bordo de
embarcaciones cuyo manejo , a su vez, ya es un deporte.
Pero
ahora quiero referirme a la pesca más
simple que es la primera que nos viene a la mente: la de un paciente y contemplativo personaje que pasa horas y
horas con la vista puesta entre el horizonte y el extremo del sedal provisto de unas artes muy sencillos, una caña
y un anzuelo al extremo de un hilo enrollable. Esta es su máxima expresión y su
quintaesencia, de ahí lo de actividad de
pobres y de reflexivos. Podemos añadir, quizás por la misma razón: de gente mayor, de “senior”, forma comparativa de senes,
que quiere decir mayor o más anciano.
Pero
dejémonos de la manía de definiciones que cuando se va por ese camino se recae en
lugares rozando el ridículo , que
es lo que terminaba haciendo el Sócrates
de Platón que con su inagotable afán de definir, terminaba queriendo definir la pesca de esta manera.
“pesca
es la caza de especies acuáticas”
(1)
Tampoco
voy a entrar en perversiones pesqueras como la aquel sublime malhumorado
que hizo abandonar a sencillos
pescadores sus tareas para dedicarlos a
ser “ pescadores de hombres”. El proselitismo siempre ha sido un afán que
tomaba la imagen de la pesca muy adecuada a sus propósitos sin darse cuenta de
que ello rebajaba la condición del seguidor a la de un pescado. Esto no parece
importar demasiado a aquellos reclutadores pues
esa reducción a la categoría de animal es la que precede a la siguiente categoría
en que van encaminados, a la de ser ovejas del pastor, pues pronto el
reclutador se transforma en eso y sus seguidores en rebaño. Mucho más simpática
es la analogía de la que se sirvió Diógenes en esta materia. Se cuenta que este
sabio cínico encontró a uno que le manifestó que quería seguirle y filosofar
con el. Diógenes entonces le entregó un arenque crudo y le dijo que le
siguiese. El potencial discípulo, al cabo de un rato, llevo de vergüenza,
arrojo el arenque y se marchó. Poco tiempo después Diógenes lo encontró y le
dijo: “¿Ves? Un simple arenque ha roto nuestra amistad” (2)
Hay
cosas, cuya evidencia y simplicidad para todos no precisa de rebúsqueda de
conceptualizaciones y particularmente esta del pescar.
De
este género de pescadores básicos de borde del rio o de orilla de puerto he
conocido muchos y todos ellos me han parecido siempre gente de inexplicable
misterio. Su dificultad viene del
material deslizante, resbaladizo y esquivo
que está en juego en ello y que todo lo compone aquí: el agua siempre cambiante,
los fugaces peces, el hilo sumergido y
su falsa ilusión, el reflejo modificado
de las superficies,…el vocablo en francés de este fenómeno es una
onomatopeya muy expresiva.:“ insaissisable”.
Algunos
atribuyeron la culpa de esta esta incomoda
presencia de lo cambiante y contingente al propio animal: el pez. No es de extrañar
que como cuenta Porfirio,(3) los egipcios
se abstuviesen de todo género de peces. Esta preocupación cuadra muy bien con
la obsesión de los egipcios por la fugacidad de la vida y su aseguramiento en
reinos más allá de ella así como en su admiración y respeto por tantas
animales, como si se tratase de formas divinas y superiores por debajo de las
cuales se situaban los hombres, que al desaprenderse del vínculo de lo natural quedaron en la indefinición de naturaleza, vagos y
perdidos. Todo ello recuerda , como un eco, de aquellos antiquísimos ancestros
del ser humano en cuyas más antiguas pinturas de sus cuevas esta casi ausente
el hombre, como si no fuese un ser digno
de representar, porque no se pasma nadie ante una decadencia sino ante la gloria
de los animales.
Así pues la actividad del modesto pescador de caña
se explica por el paciente y resignado pasmo ante lo que cambia, se mueve, esquiva nuestra atención , presenta a nuestros ojos lo posible e imposible constantemente. En su contemplación
el pescador permanece pasivo, en una
inacción , que la reducida y minúscula actividad
de preparación del cebo y el súbito y breve resultado de un pez pescado, es una
efímera satisfacción que no es sino una
coartada que da razón de larga inversión en tiempo y tranquilidad
que se ha implicado . Se pesca, no por
obtener un pez, sino por la atracción fascinada en el no hacer nada gozando el hipnotismo que señalaba Heraclito
de que todo es y no es a la vez, que una cosa es su contraria, todo brillo es
de inmediato una sombra, todos es como el agua , el aire y el fuego:
“
se genera y se destruye y de nuevo se genera
y de nuevo se destruye, y semejante sucesión
es eterna” ( 4)
Según
una necesidad fatal de inestabilidad, porque
”
todo sucede según discordia” (5)
Y
en esta dinámica,
“
si no se espera lo inesperado no se hallara” (6)
El
pescador vive pausadamente la experiencia
de todo ello y sin palabras ni consciente, se experimenta a si mismo..
“
se investiga a si mismo”
(7)
en
esa agua que es y no es constantemente , empeñándose pacíficamente en ese fondo como en el alma
misma, sin límites .
”los
límites del alma no los hallaras andando cualquier camino que recorras, tan
profundo es su fundamento”(8)
Sus
zapatos, su caña, eran el producto de hacer humano como la naturaleza hace:
pieles, pìnturas, armas, y otros tantos apoyos,,…mediaciones para
poder vivir en ella, artificios
más perfectos donde cobijarse como las palabras y los discursos.
Aquellos zapatos eran el mundo de los objetos y categorías que a él y a
todos nosotros nos hacen un hogar, de símbolos y cosas, un espacio construido artificial frente al sinsentido de la implacable naturaleza.
Dejando sus zapatos ordenados se entregaba al agua del rio, al vínculo perdido con ese implacable universo,
desalmado, desordenado, indiferente y sin miramientos frente a nuestros intereses
ordenados de supervivencia y sentido. La
cultura es una construcción contra la naturaleza, decía Freud. No puede uno
entregarse al lugar mas natural de la naturaleza como es el morir, armado con
cultura. Mi amugo , en sus reflexiones de pescador seguramente ya se había dado
cuenta y fue consecuente con aquel acto. Con toda seguridad entendía uno y otro mundos pues había vivido a caballo de ambos e
intensamente los dos. Era, de un lado, un hombre culto, buen lector, buen conversador, que cuidaba su
aspecto, con la elegancia de los que saben la belleza de lo moderado. Por otro,
era un bue cocedor de la naturaleza. Sabia donde encontrar las mejores setas y
su época. Un dia me trajo para mi jardín , una planta de mejorana, con su
cepellón para que la trasplantase , porque yo me había
lamentado ante él que ya era difícil encontrar esa aromática salvaje debido a las sequias repetidas. El conocía
los sitios donde la naturaleza se nuestra y en donde se esconde. Por lo tanto sabía
lo que era la vida de los hombres y la de lo no humano. Era un hombre
tranquilo, que quizás encontrase la ola
mas profunda , la “ altius unda” que le
tragó en su reflexión de placido
pescador en el plácido rio.
Quizás
mi amigo en los días en que pescaba se hacía algunas preguntas que iban más allá
del hombre y dándose cuenta de que eran imposibles prefirió arrojarse al agua. En
su solitaria reflexión de pescador sus
interrogantes estarían llegando a la evidencia de que el hombre no pertenece a
este mundo, pero no por exceso de divinidad ( no porque hubiese estado hecho a
imagen y semejanza de algún dios de perversa intención que le hubiese dado esa
naturaleza divina en tierra profana para su sufrimiento), sino por exceso
de carencia, por ausencia de preparación y naturaleza dadas y ausencia de provisión de necesariedad y de adaptación
al mundo natural . Eran sus zapatos, lo que debía de reemplazar esa regulación necesaria
que debía de dar el instinto y la vinculación
con la necesidad de un orden natural. No quiso refugiarse en esa creación
instituida que le podía alojar. Prefirió quitárselos y no aferrarse a los artefactos
como la caña de pescar, dejándola de lado para entrar más allá de lo humano.
Mi
amigo sobre todo renunciaba a la palabra, quedándose en el soliloquio, de un “mudo
pez” como repetía una imagen antigua. Donde
se deja la palabra- -y el pescador está entrenado a hacerlo- no hay comunicación ni retórica y se termina
la persuasión, quedando la mera necesidad y su violencia, una vez que ni a si
mismo se persuade.
El
hombre se pasa a la biología de la vida
y entra en lo natural de la corriente del rio dejando las instituciones –
cañas, calzado, cesta- que lo hacían funcional para el otro mundo de la orilla de los humanos que no
era el de los peces. Era éste último mundo fluvial con el que se reunió.
”
Yo fui en un tiempo, muchacho y muchacha, y arbusto, y ave, y mudo pez del mar” (9)
,
decía Empédocles, ilustrando, con esa expresión que hacía de sus aspiraciones
realidades, la soñada pertenencia a un lugar posible en que se fuese pez-
¡precisamente y otra vez él!- o arbusto,
o bien siempre muchacho o muchacha,
siempre joven.
(1).Platón ” El sofista” 220 b.
(2).-Diogenes Laercio .-Vida d€os filósofos ilustres.
, VI, 36).
(3). Porfirio De abstinentia IV,7,2).
(4) Heraclito
22 A 11
(5) Ibid. 22B8
(6) bid. 22B19
(7) Ibid. 22B10
(8) Ibid. 22BH
115.
(9).-Empedocles”.-Frag 117..-Diogenes Laercio VIII,77
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