Por Rafael Poch (*)
(…) En su última
encarnación, entre 1990 y 2000, la Europa alemana de Maastrich (1992: euro,
BCE, primacía del derecho europeo sobre el nacional) fue la locomotora de la
globalización neoliberal. Representaba la organización supranacional más
integrada del mundo. Su diseño fue muy rígido, a la medida del interés nacional
de Alemania, de su estrategia exportadora y de su demografía menguante de
ancianos rentistas con fondos de pensiones colocados en las burbujas bancarias.
Eso explica muchas de las enormes dificultades actuales de la UE, tanto hacia
fuera como hacia adentro.
Hacia fuera: ante las enmiendas a la globalización para la que fue rígidamente
diseñada. Hacia adentro: ante toda una serie de países cuyos intereses
nacionales son diferentes de los alemanes y chocan con ellos en el interior de
la UE.
Se impone un cambio. Cierta deconstrucción, pero la UE se parece a un vehículo
obligado a retroceder para reubicarse pero que carece de marcha atrás.
Comparado con cualquiera de los otros actores (EE.UU, China, etc) ese vehículo
parece muy mal dotado para las enmiendas a la globalización...
...Nada más lógico teniendo en cuenta el espectacular encogimiento de las
soberanías nacionales de los Estados de la UE que hemos citado en tantas
ocasiones:
-Los bancos centrales son “independientes”, la moneda común impide ajustes y
devaluaciones, los ministerios de economía son meros ejecutores de directivas
decididas en la UE, la OMC, el FMI…
-El derecho europeo tiene mayor rango que el nacional, pese a carecer de un
fundamento democrático: es legal, pero no legítimo.
-Y la política exterior y de defensa viene encuadrada por una estrategia
(americana) organizada a través de la OTAN que es no solo exterior a la nación,
sino a la propia UE.
¿Qué le queda a la soberanía popular, al sujeto que vota en unas elecciones
nacionales? Muy poco. Y encima, esa desposesión ha sido santuarizada, blindada
en normas y tratados para hacerla irreversible.
En época de vacas gordas todo esto no era demasiado problema (aunque en los
países democráticamente más exigentes y despiertos hubo toda una serie de
referéndums que cuestionaron aspectos de la construcción: ocho referéndums,
todos, menos el británico ignorados), pero la crisis financiera y sus recetas
lo cambiaron todo. Cuando de lo que se trata es de cambiar cosas fundamentales,
todo se descompone.
Además la “idea europea” sufre cierta muerte espiritual. Después de haber sido
atracados en nombre de Europa (rescate bancos, conversión de deuda privada en
deuda pública, drásticos recortes en el estado social…) y después de constatar
que no hay soberanía en decisiones fundamentales, muchos europeos, incluso los
que recibimos fondos de cohesión, miran a la UE con otros ojos. Donde antes se
veían ventajas y progresos, ahora se abren paso desventajas y retrocesos. Eso
tiene diversas manifestaciones, en el Norte, en el Sur, en el Este y en el
Oeste, pero se produce un poco por todas partes; referéndums, “populismos”,
avances de la extrema derecha y -más débiles- nuevos altermundismos y
eurocriticismos de izquierda.
Para impedir, para salir al paso de todo eso, habría que corregir, cuestionar y
cambiar las normas de funcionamiento de esta UE neoliberal, que provocan todos
esos descontentos, esas involuciones sociales y esos referéndums de
contestación, pero:
- ¿Cómo hacerlo si sus tratados fundamentales, se diseñaron para eso y además
están blindados (“No hay democracia fuera de los tratados europeos”, ha dicho
Juncker).
-Parece que para cambiar las cosas, la UE, tal como la conocemos, debería
negarse a si misma, pero, ¿puede un establishment administrativo no electo, al
servicio de los intereses oligárquicos, practicar tal ejercicio desde Bruselas?
-Y si eso no es posible sin la ciudadanía, ¿cómo puede intervenir una
ciudadanía, el pueblo, en el marco europeo, si la ciudadanía europea y el
pueblo europeo no existen? (existen el pueblo francés, español, húngaro, pero
no el “pueblo europeo”)
-¿Está entonces la respuesta a este embrollo en los Estados es decir allí donde
hay soberanía y elecciones?
Sería, por tanto, la suma de toda una serie de respuestas ciudadanas estatales
la solución para generar una reforma en profundidad de la UE…?
Mientras
esas preguntas no se responden, constatamos que la Unión Europea está
estancada: no está siendo un factor de la reconfiguración en curso. No está
participando como actor autónomo en ese parto de la multipolaridad que antes
describíamos. Geopolíticamente va a remolque y el gran vector que apunta
sugiere que más bien se dirige y contribuye a un escenario de los imperios combatientes:
la “Europa de la defensa”, con mayor gasto militar (ver las últimas cifras del
SIPRI) y protagonismo intervencionista para garantizar el “acceso” a recursos
disputados y vías comerciales amenazadas…
Tampoco
está creando enmiendas a la globalización desde sus instituciones. Esas
enmiendas ocurren desordenada y unilateralmente en los estados nacionales;
Polonia no acepta esto, Hungría aquello, Alemania decide en solitario abrirse a
los emigrantes y luego decide cerrar sus puertas, los británicos votan irse,
los franceses murmuran, los italianos, los catalanes…"
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Fuente :
Rafael Poch
http://ctxt.es/es/20180509/Politica/19488/Europa-geostrategia-potencias-debilidad-division.htm
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