A propósito dle libro de Antoine Chollet, Défendre la démocratie directe. Sur
quelques arguments antidémocratiques des élites suisses, Lausanne, Presses
polytechniques et universitaires romandes, 2011, 129 p.
Por Manuel
Cervera-Marzal
En su Essaies sur la politique, Claude Lefort ( 1986) define la política como el objeto de la ciencia política
distinguiéndola así de lo político,
asunto sobre el que se interroga la
filosofía política. La política es un objeto de conocimiento, construido por la
ciencia politica y la sociología, disciplinas que pretenden formular un en enunciado
verdadero acerca del Estado y sus instituciones. Es una “ intención de
conocimiento” radicalmente diferente la que inspira la filosofía política, la
cual, al tomar la política como problema ( y no como objeto), busca no ya la
elaboración de un saber objetivo sino la participación en un proceso de
emancipación.
En su ultima obra, Antoine
Chollet , Defendre la democratie directe,
desarrolla esta distinción de Lefort con la mas
estricta fidelidad a la tradición intelectual que Martin Breught (2007)
ha denominado con acierto “el pensamiento plebeyo”. Profundizando sobre una exegesis
de Lefort, Abensour, Rancière y Castoriadis, Chollet defiende en ella la filosofía política, íntimamente relacionada
con la democracia directa, contra la ciencia
política, disciplina estrechamente mezclada con la legitimación del gobierno
representativo.
Quiérase o no, el saber es inseparable del poder. Conviene levantar acta de ello y tomar partido. Sin
reservas, Chollet se posiciona del lado
del pueblo contra las elites y aboga por
el principio igualitario contra el principio
aristocrático
La defensa de un enfoque
filosófico en lugar de un enfoque científico de lo político está también sólidamente
vinculada a la defensa del pueblo contra “los
argumentos antidemocraticos de las elites suizas”. Si es necesario situarse
del lado de los pequeños contra el deseo que los Grandes tienen de dominarles, no
es, pues, solamente, por preocupación ética. La superioridad de la filosofía
sobre la ciencia política es también y ante todo epistemológica. Mientras que
la segunda se contenta con describir lo que ha sido y lo que es ahora, la
primera describe lo que hubiera podido ser y lo que podría devenir, a saber, la
autoemancipación del pueblo.
Los politólogos, por su
parte, cuando no son pariticpes de la legitimación del orden establecido,
levantan acta , como máximo, detalladamente ,de las orpesiones soportadas por
el pueblo. Pero se mantienen ciegos ante las potencialidades de emancipación de
la acción popular. Dan por supuesto, erróneamente, qué si el pueblo está dominado
es a causa de su ignorancia y que, puesto que es ignorante, nunca podrá
liberarse solo.
Los politólogos o bien
legitiman la dominación actual, o bien la denuncian al mismo tiempo que señalan
la imposibilidad de los sometidos de escaparse. En el mejor d e los casos, sostienen
que el pueblo podría emanciparse si acepta ponerse en manos de un gobierno de
sabios. Sin mencionarles, Chollet se inspira aquí directamente de la crítica de
Rancière al sociólogo-rey Bourdieu
El subtitulo de la obra
parece indicar que en sus o paginas se encontrará un estudio de la retórica
aristocrática de las élites suizas contemporáneas y una réplica a sus ataques contra
la democracia directa. La historia de la democracia helvética y de los debates
que la acompañaron no ocupa en realidad más
que una de las seis partes en que se
divide el libro. Este viene a ilustrar y a servir un propósito a la vez más
general y mas ambicioso sobre la naturaleza de la democracia y sobre las criticas
que, de Platon a Schumpeter, no han cesado de descalificar al poder popular. La tipología de cuatro
sistemas argumentativos que apuntan a desacreditar la democracia directa es
notable y merece un breve resumen.
Antoine Chollet |
El argumento aristocrático resulta
de discutir la democracia desde sus fundamentos mismos, es decir, del supuesto
de la igualdad entre los ciudadanos. La idea fundamental- planteada primero por
Platón y después reactivada por la sociología elitista italiana ( Mosca,
Pareto, Michels)- es que la gestión d e los asuntos públicos debe ser lo propio
de un grupo restringido de individuos competentes e informados de las
complejidades de la cosa publica. El ciudadano típico seria, por su parte, como máximo, capaz de elegir
representantes pero nunca capaz de juzgar directamente sobre cuestiones políticas.
Al criticar esta concepción de la competencia como consentimiento al poder (1)
Antoine Chollet, señala muy acertadamente que en democracia liberal (no se trata de ningún oxímoron), los representantes
no se representan mas que ellos mismos. Para remediar esta usurpación por parte
de un delegado que pretende actuar “en mi
nombre”, decidiendo “en mi lugar”
no faltan soluciones: reemplazar el mandato delegativa por el mandato
imperativo, revocabilidad de los electos, rendición de cuentas, carácter obligatorio
de las promesas electorales, rotación de cargos, elección de cargos políticos por sorteo, etc. Todos estos procedimientos
conllevan un ideal de democracia directa. Implican poner fin a la profesionalización
de la política, la separación entre gobernantes y gobernados y el abandono de
una concepción oligárquica que, según Robert Dahll, podría definirse como una competición entre elites (
Dahl 1989)
El argumentó de derecho natural deriva de otra lógica completamente distinta a la precedente. Se
basa en la idea de que la democracia directa debiera conocer los limites en
cuanto a los asuntos que puede abordar. No es la existencia misma de una democracia
directa lo que se pone en cuestion sino su extensión. Ciertos derechos
fundamentales se declaran sagrados de manera que está vedado que la soberanía popular
los toque, Pero entonces, se pregunta Chollet apuntando directamente al corazón
del problema, ¿Quien puede legítimamente decidir sobre esos limites puestos a priori? Los “únicos
jueces de los limites que hubiese que poner a los instrumentos de la democracia no pueden ser sino los ciudadanos” ( p 82), ¿ Cómo han de
fijar los ciudadanos esos limites? Por el voto y la democracia directa misma. Cualquier
intento de delimitar su extensión está condenado al fracaso porque en última
instancia es el pueblo mismo el que decide lo que no ha de poder decidir. Además,
afirma Chollet, los derechos del hombre infringen un principio ético-politico
central según el cual “una generación no puede
someter a sus leyes a las generaciones siguientes”. Ironías d e la
historia, este principio se menciona en el art 28 de la Declaracion de derechos
del hombre y del ciudadano de 1793. Mas que los derechos del hombre, Chollet
hace prevalecer, lo que es un eco a las reflexiones de Claude Lefort, que la
democracia es el régimen caracterizado por la ausencia de fundamento último de
la acción política. Imposible, para un demócrata, referirse a algún texto
sagrado, a alguna tradición, a un guía, a un jefe, a las leyes de la historia,
a las exigencias de la razón, o incluso
a las leyes del progreso. La democracia no tiene mas fundamento que ella misma.
Reposa sobre una terrible exigencia: la aceptación de la indeterminación en
cuanto a sus fines últimos de neustra acción política. Esta definición anárquica
de la democracia- en el sentido de que funciona sin fundamento, sin arkhe y sin autoridad- lleva al rechazo
de los derechos del hombre. No es su contenido en tanto que tales lo que se
discute sino su status pre-politico y
sagrado, así como “la utilización que se hace con vistas a circunscribir el uso
de la democracia directa entre ciertos limites” ( p 86)
El tercer argumento, el del
Estado, da por supuesto que una
comunidad política no o pueda prescindir de un aparato de Estado coherente,
eficaz, soberano y separado de la sociedad. Una filosofía democrática no puede admitir
que se reduzca de esa manera la política a lo estatal, ocultando al mismo
tiempo toda la riqueza de las manifestaciones políticas no estatales, empezando
por las sociedades contra el Estado de Pierre Clastres ( 1974).Además, a la reducción de la política a los estatal se
le añade la asimilación de la democracia al Estado de derecho, olvidando esta
vez que la democracia funciona contra el Estado ( Abensour 2004). Mientras que
la primera exige que los ciudadanos sean
alternativamente gobernantes y gobernados, la separación entre
dirigentes y ejecutantes es lo constitutivo del funcionamiento del segundo.
El cuarto y último argumento contra la democracia directa es sin
duda el más conservador. Platon y sus sucesores descalifican la democracia identificándola
al desorden y al caos, a las pasiones erráticas de pueblo bajo. Mas que
rechazar la acusación- afirmando como los marquistas que la democracia no es el
desorden sino “el orden menos el poder”-Chollet procede a una magistral devolución
de los reproches. Acepta de buen grado la constatación, a saber, que la democracia
perturba inevitablemente todo orden establecido pero procediendo a cambio a una verdadera revalorización del
desorden. Antes que condenar los tumultos y las revueltas en nombre d e la
existencia de lo social, ve en ello la fuente de la libertad política. Así “ no solo se debe aceptar una dosis de desorden sino también
mantenerla, cultivar cierto nivel de conflictividad en cuestiones políticas, no
buscar automáticamente el consenso, el “ mejor” funcionamiento o la política “
mas racional” ( p 99 ). Aunque la asimilación
de la noción de conflicto con la de desorden no es forzosamente tan evidente como parece pensarlo Antoine
Chollet, podemos apostar que, en lo demás, este libro constituye un verdadero soplo de aire fresco y viene puntualmente a recordarnos que
la filosofía política no tiene sentido mas que en tanto que forma parte de un combínate que la supera y
que enfrenta a dos fuerzas políticas irreconciliables: los demócratas de una
parte, las élites de otra.
Notas y anexos:
[1]Le
propre du gouvernement représentatif est, selon Bernard Manin (1996), que les
citoyens peuvent consentir mais non accéder au
pouvoir.
Bibliografia:
Abensour, Miguel, 2004, La démocratie contre
l’État : Marx et le moment machiavélien, Paris, Le Félin.
Breaugh, Martin, 2007, L’expérience
plébéienne : une histoire discontinue de la liberté politique, Paris,
Payot.
Clastres, Pierre, 1974, La société contre
l’État, Paris, Éditions de Minuit.
Dahl, Robert, 1989, Democracy and its Critics,
New Haven (CT), Yale University Press.
Lefort, Claude, 1986, Essais sur le politique,
Paris, Seuil.
Manin, Bernard, 1996, Principes du
gouvernement représentatif, Paris, Flammarion.
Fuente:
(*). Recension del libro
Antoine Chollet, Défendre la démocratie directe. Sur quelques
arguments antidémocratiques des élites suisses, Lausanne, Presses
polytechniques et universitaires romandes, 2011, 129 p. Por Manuel
Cervera-Marzal
L´erudit. Cervera-Marzal, M. (2011). Antoine Chollet, Défendre la
démocratie directe. Sur quelques arguments antidémocratiques des élites
suisses, Lausanne, Presses polytechniques et universitaires romandes, 2011, 129
p.. Politique et Sociétés, 30 (3), 150–152. https://doi.org/10.7202/1009186ar .
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