Por
Miguel Ángel Domenech Delgado
El
viejo topo. Revista.-Julio/Agosto 2018 n 366-367
En
Roma se contaban relatos
biográficos de los tiempos de la
República que, fuesen verdaderos o
fábulas, eran ciertamente ejemplarizantes y esas historias relatadas eran una proposición del lenguaje que decía
a los que lo escuchaban lo que era la
comunidad política republicana. Estos
relatos ejemplares se hacían incluso en el tiempo del imperio e incluso
siguieron repitiéndose históricamente
más allá, en otras épocas y otras geografías. Como ha señalado Hannah Arendt,
con frecuencia el republicanismo se ha vestido de ropajes romanos.
Uno
de estos relatos es el contaba la gesta
de Genucio Cipo. (1)
Era
este un juez de los primeros años de la Republica Romana
que partió en funciones de general con su ejército a la guerra en el siglo VI ac. Al volver, victorioso, un augur le profetizó, interpretando unas circunstancias personales , que derrocaría la Republica al traspasar la puerta de acceso a la capital. Predijo el augur que Genucio impondría con su dominio la famularia iura, la ley de familia, que es la propia de la dominación de esclavos y familiares suplantando a la civilia iura, la republicana y propia de los hombres libres. Es decir que se convertiría en tirano de Roma aboliendo la República. Para evitarlo, Genucio, desde sus convicción de acendrado republicano, se impuso a si mismo no traspasar aquel acceso, la puerta Radunculana y para vencer al destino marchó voluntariamente al destierro para siempre. En aquel exilio, por amor a la Republica, permaneció hasta el día de su muerte. La puerta Radunculana quedó desde entonces decorada con su imagen y era el límite que prohibía el acceso al núcleo de la ciudad (el pomerium) a generales y gobernadores armados como norma preventiva de protección de la Republica. Aquellos tenían prohibido atravesar el pomerium. Como resultado, un general que estuviese esperando a celebrar un triunfo con sus tropas victoriosas debía esperar fuera del pomerium y renunciar a su imperium en el momento en que lo cruzaban. La supresión de este limite fue ya obra del Principado y el Imperio. El espacio público republicano debía de ser el lugar de la política y no el de las armas. Genucio hizo el gesto moral de sacrificar su interés individual por la conservación del fundamento físico de la Republica
que partió en funciones de general con su ejército a la guerra en el siglo VI ac. Al volver, victorioso, un augur le profetizó, interpretando unas circunstancias personales , que derrocaría la Republica al traspasar la puerta de acceso a la capital. Predijo el augur que Genucio impondría con su dominio la famularia iura, la ley de familia, que es la propia de la dominación de esclavos y familiares suplantando a la civilia iura, la republicana y propia de los hombres libres. Es decir que se convertiría en tirano de Roma aboliendo la República. Para evitarlo, Genucio, desde sus convicción de acendrado republicano, se impuso a si mismo no traspasar aquel acceso, la puerta Radunculana y para vencer al destino marchó voluntariamente al destierro para siempre. En aquel exilio, por amor a la Republica, permaneció hasta el día de su muerte. La puerta Radunculana quedó desde entonces decorada con su imagen y era el límite que prohibía el acceso al núcleo de la ciudad (el pomerium) a generales y gobernadores armados como norma preventiva de protección de la Republica. Aquellos tenían prohibido atravesar el pomerium. Como resultado, un general que estuviese esperando a celebrar un triunfo con sus tropas victoriosas debía esperar fuera del pomerium y renunciar a su imperium en el momento en que lo cruzaban. La supresión de este limite fue ya obra del Principado y el Imperio. El espacio público republicano debía de ser el lugar de la política y no el de las armas. Genucio hizo el gesto moral de sacrificar su interés individual por la conservación del fundamento físico de la Republica
La
transmisión de este género de historias
materializa aquella preocupación republicana que manifestaba Saint Just: “ se dictan
demasiadas leyes y se dan pocos
ejemplos”. Efectivamente, el ejemplo de los virtuosos ha alimentado la
ética republicana no solo en su contenido sino también en su forma
característica. Es esta forma la de una
moralidad apoyada en los ejemplos de los mejores y de los virtuosos, es decir,
nacida de una reflexión existencial concreta de las opciones que se han tomado y que todos aceptamos y
acordamos como de una vida buena y digna. La ética es ante todo, una opción,
que al elevarse a ejemplar por el común
inspira la conducta de los demás. No es tanto un contenido categórico de lo que
debe de hacerse o no hacerse formulado en forma de un dictado trascendiendo nuestras voluntades para su cumplimiento sino
como una práctica de vida y opciones de conducta libre y reflexionada
que persuade a los demás y al hacerlo se hace ejemplar. Es una prudencia y
sabiduría libre que la comunidad acoge y
propone. El ejemplo de los virtuosos significa además una perspectiva propia del mejor humanismo, de optimismo y
confianza en el esfuerzo de los seres humanos porque el recurso a la difusión
del relato de las vidas virtuosas como instrumento pedagógico de moralización nos está diciendo que el
juicio moral, igual que sucede con el juicio estético, se educa, y los
educadores son los propios seres humanos. Al aceptar la validez ejemplar de
conductas concretas subrayamos e insistimos en el humilde valor de lo particular como corrección
necesaria de universalismos en que incurre con frecuencia la teoría política
alejando la política misma de la pasión , de la emoción y de su carácter frágil
y contingente que obliga al compromiso
por la polis y su cuidado
Las
vidas ejemplares dan pautas de juicio moral. Al proponer una validez ejemplar
sugieren una concepción de la política centrada en la libertad de los
particulares por encima de dinamismos universales que se presentasen como
necesarios. De la misma manera que se dieron episodios ejemplares colectivos:
la Revolución Francesa, la Comuna, la Revolución
Rusa, los consejos obreros alemanes del 18-19, la lucha de resistencia
de la Republica española,…se erigen también las vidas ejemplares
afirmando al mismo tiempo el valor de
lo efímero, la fragilidad, la contingencia y el azar de las cosas humanas libres. Para el pensamiento
republicano, al ser lo convenido, lo intersubjetivo , la medida de todas las
cosas políticas, los individuos que
muestran su conducta a otros son elementos esenciales de la moralidad y del
juicio político. Ese es el significado de las vidas ejemplares, el mismo que
proclama el valor de la Memoria
Histórica.
De
la misma potencia ética de la ejemplaridad moral que la tradición del republicanismo propone
son muchas otras historias como la de Publio Valerio Publicola.
Publio
Valerio Publícola fue un político y militar romano del siglo VI a. C., uno de los
fundadores de la República, que ejerció cuatro consulados. Cuenta Valerio
Máximo que para que fuese mas libre la condición de los ciudadanos, se
preocupaba de la igualdad de condiciones
de todos y aplicándoselo a si mismo, fue desprendiéndose de todo elemento de su
conducta que podía sugerir un privilegio hasta el punto de que llegó a demoler
su propia casa porque estando situada en un lugar mas elevado que las otras
podía parecer una ciudadela. La gloria, dice Valerio Máximo, para
Publicola no era vivir en un lugar más
alto sino que era la igualdad lo que eleva a los hombres. (2)
El
republicanismo romano, y sus tradiciones ejemplares también ha traído, y es oportuno volver a traerla, la
biografía de Cincinato (3)
Lucio
Quincio Cincinato (siglo V a.C.) era un
ciudadano muy apreciado por todos que ya
había rendido servicios a la Republica en otras ocasiones y fue estimado, en un momento de extrema
gravedad para la supervivencia de la Republica, la única esperanza del pueblo
romano. El senado le envió legados para que aceptase la misión política que
quería encomendarle. Cincinato estaba en
el campo cultivando la parcela de tierra que poseía a la ribera del Tiber
y allí le encontraron con el azadón dicen unos, o detrás de su arado con
bueyes, según otros, pero en todo caso, sudando en el trabajo agrícola.
Los legados le rogaron que se hiciese cargo de la misión que le encomendaban.
El se limpia el sudor y el
polvo y se informa por los legados de la gravedad de la situación. Tras esto, L. Quincio no lo duda. Toma la
toga que le ofrecen y la viste porque la Republica le necesita. Es un ciudadano
disponible para el bien común y le han dado poderes extraordinarios por seis
meses para arreglar la situación. Cincinato lo hace con extrema eficacia
y al cabo de diez y seis días, terminada su misión, abdica y vuelve a su
campo, a su humilde arado detrás del surco de los bueyes.
Una
constante de esa ejemplaridad es la
insistencia en el trato igualitario
vinculado a la sobriedad y modestia de vida. Se ensalzaba, por asi decir, una
igualdad “por abajo”. Una actitud que se adopta con una espontaneidad y
naturalidad que ilustra sobre lo que es
una hegemonía del ethos republicano.
Que
la moralidad ejemplar es hoy anómala lo demuestra la extrañeza admirativa con
que recibimos hoy este género de historias, casi como de cuentos imposibles
para almas cándidas. Estas vidas ejemplares nos son extrañas y hacen difícil la
aceptación de una ética republicana por cuanto nosotros vivimos en otro mundo
moral. El ethos en que vivimos es el del capitalismo, el de la utilidad sin escrúpulos cuyo signo
exterior es la ostentación desigual. Como señala Robert Musil :
“El
capitalismo puede ser considerado como la más gigantesca organización del
egoísmo. Lo propio de este sistema es construir un orden basado en la
explotación racional de las capacidades moralmente inferiores del ser humano,
un orden de una eficacia notable en el desarrollo de conductas tales como la
ausencia de escrúpulos, la desconfianza hacia todo género de idealismo, el
ánimo de destruir o construir- tanto da si de ello resulta un lucro- sin
otro limite que el de sacar provecho en
la más mínima circunstancia.” (4)
El
lema ejemplar del liberalismo capitalista es explotar
las circunstancias que se ofrecen, circunstancias que en el contexto del caso se llaman mercados, es
decir, espacios en que se paga y se recompensa lo que se ofrece – sea cual sea
la condición moral que conlleve el
producto o el productor - con tal de que correspondan a una demanda también
producida. Esa coincidencia se llama asignación óptima de recursos y el sistema
tiene a gala que la economía guiada de esa manera es no solo la más eficaz y
racional sino se supone la más
democrática por cuanto satisface la necesidad expresada. Su libro de cabecera podría ser muy bien La virtud del egoísmo, el libelo de uno de los santos del capitalismo de libre mercado, Ayn Rand, para quien en la selva legitima del
mundo empresarial y económico sólo los que tienen éxito son los fiables y
moralmente superiores, y los que se dedican al bien común de manera permanente ( sindicalistas de
Industrial Workers of the World IWW o, ocasionalmente, mujeres
huelguistas de Lawrence de Pan y
Rosas ) , eran parásitos que quieren
aprovecharse de los mejores. Es la versión de M.Teatcher en su definición
del socialismo como aquel sistema
que quiere que los inútiles y vagos
vivan a costa de los meritorios
que trabajan. Entre las versiones más
populares de esta visión del mundo se
encuentra como una de las no menos repugnantes el famoso best-seller Tus
Zonas Erróneas de Wyne W. Dyer, publicado en 1976 y uno de los libros mas vendidos de todos los
tiempos con 35 millones de ejemplares. A la ausencia de decoro se le llama ahí,
libertad.
En
el panorama de la creencia en la superioridad indiscutible del progreso
histórico de nuestros tiempos se
incluye el peor cinismo del éxito. Es casi inexistente
aquel lema del juez honrado de Horacio :“honestum praetulit utili” (“anteponía
la honestidad a la utilidad”) y son excepcionalmente destacables quienes como
John Dewey dudan que esto signifique un
progreso de lucidez y autonomía.
“El
falseamiento y la estupidización de la personalidad humana que practica
el actual régimen pecuniario y competitivo desmiente el dictum según el
cual el sistema social vigente encarna la libertad y la autonomía del
individuo” (5)
No
obstante no es ocioso hacer patente con la fuerza y potencia de ejemplos
aquella superioridad moral cuya
reivindicación debe de ser una identificación insistente de las izquierdas. De ahí la potencia d e los
ejemplos. Solo cuando se rehúsa de antemano que haya un sentido propio de la
vida humana que pasa por incluir el deber ser que los humanos mismos
instituyen para crear un mundo sobre los
brutos hechos dados se podría decir que ser virtuosos es una exigencia
desmedida. Los ejemplos nos están diciendo
en el mensaje republicano que los hombres pueden traer un mundo al mundo
y que en esa institución, consiste precisamente la política,
Se podrían añadir muchos
otros. Por su actualidad citemos a Quinto Fabio cuyos hechos en el año 480 a.c. son relatados por Tito
Livio y a él se refiere Maquiavelo en
sus Discorsi .Quinto Fabio había sido cónsul el año precedente, pero no desdeñó
estar en las primeras filas de la batalla, como soldado, recibiendo alli una
herida que le provocaría la muerte. Su presencia y aquel incidente animó a los
romanos en la batalla que casi tenían perdida, consiguiendo la victoria. Sobre
este comportamiento que no despreciaba
volver a la base del los combates hace Maquiavelo el comentario siguiente:
Porque una republica debe tener mas
esperanzas y confiar mas en un ciudadano que de un puesto alto
descienda a gobernar otro inferior, que de otro que de un cargo
pequeño ascienda a gobernar lugares mas altos. “. (6)
Los que conservamos la
memoria histórica como un deber cívico de decencia sabemos
que la responsabilidad republicana puede llegar en casos extremos de aguda opresión, a la
entrega de la propia vida. Es el destino que el ejemplo de Caton de Utica nos
trae. ( siglo I a.c. ) . Relata Plutarco: en las Vidas Paralelas
: (7)
“Al Senado entraba el primero y salía el
ultimo y, muchas veces, mientras llegaban los demás, se estaba sentado, leyendo
en voz baja, y cubriendo el libro con la ropa. Nunca en dia de Senado
salía al campo. Mas adelante , los de la facción de Pompeyo, al ver
que había de serles un estorbo para sus injustos designios, ya que le
encontraban siempre integro e inflexible, se propusieron entretenerle con
negocios privados, fuese para defender a amigos,
o en compromisos y arbitrios y en otros negocios particulares
Pero habiéndose dado cuenta de la acechanza muy pronto, se negó a todo, e hizo
propósito de no atender a ninguna otra cosa cuando había Senado. Porque
consideraba que no había entrado al manejo de los asuntos públicos por
deseo de gloria o por avaricia, ni casual o fortuitamente- como hacen algunos-
sino por elección, convencido que el tomar parte en el gobierno era
propio de un buen ciudadano”
Se señalan múltiples
anécdotas de la forma en que gobernaba tanto los asuntos públicos como su
propia vida. En la gestión pública su honradez, y dedicación eran
compatible con la administración eficaz, y “demostraba que la Republica puede ser rica sin ser injusta”-dice
Plutarco de él. Detestaba a los que tenían vanidad por el uso del
poder. Se decía que su pasión por la veracidad era tan fiel que su testimonio
era sinónimo de certeza y muchas expresiones referidas a él se hicieron
proverbiales como aquella de: “Eso no
puedo creerlo aunque lo dijese Catón”. Catón se suicidó con la derrota de
la republica porque no podía soportar vivir una vida indigna en que él mismo no fuese dueño de si mismo.
Su vida y su muerte fueron
un monumento a un paradigma de la ética:
que las éticas del éxito no son sino negación de toda ética, y que toda ética alberga en ella una
memoria y defensa de las causas perdidas. El empeño por la victoria de las causas justas debe de ser tenaz pero sin que ese
empeño nos depare como motivación otra compensación que la de estar actuando de manera digna .Deben emprenderse por
creerlas justas con independencia de la
consideración de utilidad y
victoria. El “ser perdedor”, máxima descalificación de un Trump para desacreditar a los actores
de atentados inhumanos se corresponde a las habituales propuestas de “programa ganador” que
proclaman los políticos para su causa. “Causa victrix diis placuit, sed victa Catoni
“: “La causa de los victoriosos gustó a
los dioses, la de los vencidos a Caton” (8)
Hasta tal punto, hoy, diríamos con Tácito, “ tan
saeva et infesta virtutibus tempora sunt”
, tan duros y perversos son para la
virtud nuestros tiempos, que se eleva a las alturas de lo imposible e irreal
las vidas de ciudadanos que cumplieron con aquellas virtudes de entrega humilde
a los asuntos comunes sin atender a precio ni recompensa. Los relatos de los
virtuosos, hoy, en que no se genera ni se concibe la virtud pública, alcanzan
por lo tanto la categoría de fábulas, excepcionales y desorbitados.
La elevación a los altares de lo imposible es también una maniobra. Se olvida que la virtud es lo
propio de un ciudadano común republicano
al alcance de todos .No a todos les llega el destino trágico y extremo de ser Caton o Luis Companys pero todos pueden
optar por vivir como Marcelino Camacho y Josefina Samper.
“La virtud cívica no es para mi la voluntad
de inmolarse por la patria. Se trata de una virtud para hombres y mujeres que
quien vivir con dignidad y sabiendo que no pueden vivir dignamente en una
comunidad corrupta, hacen o que pueden
y cuando pueden para servir a la
libertad común. Ejercen su profesión a conciencia, sin obtener ventajas
ilícitas ni aprovecharse de la necesidad o debilidad de los demás; su vida
familiar se basa en el respeto mutuo de modo que su casa se parece mas a una
pequeña república que a una monarquía o una congregación de desconocidos unida
pro el interés de la televisión. Cumplen sus deberes cívicos, pero no son
dóciles ; son capaces de movilizarse con el fin de impedir que se apruebe una
ley injusta o presionar a los gobernantes para que afronten los problemas de
interés común; participan en asociaciones de distinta clase
( profesionales, deportivas, culturales, políticas y religiosas); siguen los
acontecimientos de la política nacional e internacional; quieren comprender y
no ser adoctrinados, y desean conocer y discutir la historia de la República
así como reflexionar sobre la memoria histórica. (9)
Hay no obstante, un signo certero de virtud pública y es tanto más infalible cuanto que se
muestra casi como una atribución propia
del destino o de la dinámica de las cosas políticas republicanas que a
los mejores alcanza. Es la modestia del vivir. Es llamada también pobreza, como presunto demérito por los que no soportan la igualdad.
Para los iguales, un honor.
“Los que han alcanzado grandes
riquezas y gran poder lo han
hecho mediante engaños o mediante la fuerza. Luego para encubrir lo ilícito de
esa adquisición tratan de justificarse
con el falso nombre de ganancias lo que han
obtenido con engaños. “(10)
En efecto, los hombres
justos son siempre pobres. Aunque bien
es verdad que no todos los pobres son
honrados, si es bien cierto que todos
los honrados son pobres. Es esta una de
las primeras proposiciones republicanas: el mejor
testimonio de honradez es la modestia de vida.
(1)Valerio
Máximo. Hechos y dichos memorables. Libro IX, VI § 3 y Ovidio Metamorfosis, XV. 565
(2)V. Máximo. Op.cit.- Lib IV. I y Tito
Livio. Ab urbe condita II, 2.
(3)Tito
Livio. Op.cit. lib. III, 25-27)
(4)Robert
Musil. Ensayos y conferencias. Balsa de la Medusa.
Madrid 1994 p.389-393
(5)John
Dewey. Ensayos. Ed. Alfons el
magnánim 1996
(6)Maquiavelo.
Discursos sobre la primera década de Tito
Livio .Lib I, cap. XXXVI
(7)Plutarco.
Vidas: Catón el Joven 65
(8)Lucano.
Farsalia I,128
(9)M.
Viroli- N. Bobbio .Dialogo en torno a la
república·. Tusquets Barcelona 2002
(10)Maquiavelo. Historia de Florencia.-III, XIII Alfaguara. Madrid 1979 P. 173 .
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