(…) La teoría de la
obligación política de Hobbes, muy en boga entre 1649 y 1653, reposa sobre la
idea de que la sociedad deriva de la necesidad de vivir en paz y seguridad. Hay
por lo tanto una indisoluble relación entre
protección y obediencia, como garantiza Hobbes en el Resumen
y Conclusion de Leviathan: me
interesa obedecer al Estado porque me interesa sobrevivir. (…)
A estas alturas del siglo XVII las intenciones de Hobbes al explotar el lenguaje del interés también eran , además de contribuir al debate en torno a la obediencia de un gobierno de facto, la de vaciar un discurso republicano de la libertad, el autogobierno y las virtudes cívicas.. Ya vemos que en cierto modo alcanzó su propósito contraponiendo a los ideales cívicos neo-romanos y republicanos una concepción negativa y mecanicista de la libertad. Pero no fue solo en el terreno de la teoría de la obediencia en que Hobbes intento derrotar a los republicanos, sus grandes adversarios. En el campo del conocimiento buscó construir sobre la base de la geometría una ciencia civil que estuviera no solamente exenta de todo recurso retorico sino que también fuera capaz de trascender y rechazar las técnicas puramente persuasivas asociadas con el arte d e la retörica.
Los motivos de esta profunda
desconfianza en relación con la retoricas se encuentran en el real peligro que
este arte representa para la estabilidad política. De hecho, la libertad para
alterar el sentido de las palabras ( sobre todo las que confieren valor moral a
las acciones) sumada a la habilidad del orador para engañar a sus oyentes
indica la posibilidad de que no exista acuerdo en cuanto la aplicación de los
términos valorativos. Se abría entonces la posibilidad d e un mundo de completa
arbitrariedad moral en el que nada era capaz de impedir un estado de permanente confusión y mutua
hostilidad: el estado de naturaleza o la guerra civil. La anarquía política es
el único resultado posible de os desacuerdos acerca de la aplicación de términos
valorativos. Asi no constituye ninguna exageración decir que gran parte de
esfuerzo teórico de Hobbes se dirigió a enfrentarse a un tipo de escepticismo surgido
en el campo d e la retórica . (…)
Reflexionando sobre ese
cuadro de caos político provocado por el valor inconstante d e los términos morales, el filosofo consideró que faltaba
una ciencia que enseñara a los súbditos el verdadero deber y sirviera de
antídoto a la retoricas y a los oradores inescrupulosos. Bastaría entonces en construir
esa ciencia de acuerdo con las reglas infalibles de la razón a la manera de los
geómetras demostrativamente. En cuanto a la recepción de esta ciencia Hobbes
confiaba en el poder intrínseco d e la razon para persuadir a los lectores.
Estos serian llevados a aceptar las
verdades de su ciencia así como él Hobbes había tenido que aceptar cierta vez-
absolutamente encantado- la demostración de una proposición de Euclides que había
leído por primera vez (en la biblioteca de un caballero. Y Hobbes iba incluso
mas allá: los principios de su ciencia serian incluso enseñados en la
Universidades. Formados los jóvenes en conformidad con la verdadera ciencia de lo justo y lo
injusto, poco o ningún espacio quedaría para el descontento, el interés por la
retorica y la sedición. Pero los
proyectos de Hobbes fracasaron. La confianza en el pode intrínseco d e la
razon se mantuvieron en dos obras: Elements of Law y De Cive. Hobbes
volverá a suscribir los análisis humanistas de las relaciones entre razón y retorica.
En aquellos dos primeros libros d e filosofia política, en efecto, el profesor
era el geómetra que encontraba un auditorio dócil y capacitado para la
enseñanza. En este último se levantan barreras a la construcción de una ciencia
de la política y por extensión de un pacto racional en torno al sentido científicamente establecido d e las
palabras. Es cierto que las verdades de la razón deben ser aceptadas pero los
métodos de la ciencia deberán ser suplementados por la fuerza de la elocuencia.
El optimismo anterior cede espacio a una progresiva desconfianza a la capacidad
persuasiva de la ciencia. Al final la ignorancia d e los lectores es tan
grande, sus intereses personales hablan
tan alto que resulta absolutamente estéril una ciencia d e lo susto y lo
injusto. Es necesario regresar entonces, de algún modo, al humanismo y esto es
lo que hace Hobbes en el Leviatan y el Behemot , libros de historia – historia
que por lo demas se caracteriza ocho un emprendimiento retorico.
(…)
La definición de Hobbes
sobre el Estado parece inaugurar, en eefcto, la moderna teoría del Estado. No se trata todavía de la adquisición d e nuestro
concepto actual de Estado que toma en cuenta no solo la relación entre pueblo y
su gobernante sino también la concepción posterior d e l a relación entre
nación y Estado. Sin embargo ya están claramente formulados en las obras de Hobbes algunos aspectos fundamentales de
una teoría de Estado que hoy podemos reconocer como operantes tales como la
insistencia en la idea de que el poder politice supremo, la soberanía,
pertenece a una persona artificial, abstracta e impersonal.
Fue largo el proceso de construcción
de esa teoría que puso en evidencia el concepto de Estado, sus derechos, su
naturaleza, su poder, sus limites.. Se inicio tal vez con la recuperación del
derecho romano en el siglo XIII y atravesó el Renacimiento. En este recorrido,
dos ideologías corrientes que habían
surgido a lo largo d e los siglos XV y XVI fueron decisivas: la tradición del republicanismo
clásico (…) y la teoría contractualita o jurídicas (…).
Esta última teoría
enfatizo el concepto de que el Estado es un poder político independiente con
derecho a imponer leyes. Para expresar
ese concepto se sirvió del lenguaje d e la ley natural, del consentimiento y la
delegación o alienación del poder originalmente ejercido por el pueblo y
retomado por él en casos extremos. Ese vocabulario característico del pensamiento
político de la reforma deriva del derecho romano y de la filosofía escolástica.
Y no extrañara que esa lengua d e católicos vaya a parar a los libros de los
luteranos y calvinistas que defendieron el derecho y el deber de
resistencia. Al fin de cuentas, unos y otros,
jesuitas y protestantes luchaban contra reyes herejes y idólatras.
Por su parte, en el ideal
del autogobierno articulado por la tradición republicana y forjado durante las luchas
contra las reivindicaciones imperiales
de dominio sobre las ciudades-Estado,
son centrales para el concepto de Estado los argumentos de que una autoridad civil independiente debe regular
los negocios públicos de una comunidad autónomas. Y que los gobernantes tiene
el deber de preservar un aparato de gobierno conocido como Estado .Sin embargo
los republicanos se quedan a mitad de cmaino que habían de recorrer hasta
llegar a la formulación de una nocion doblemente abstracto del pdoer: si por un
lado hablan de la distinción d e los poderes del Estado y del gobierno, por
otro no distinguen entre los poderes del Estado y de la comunidad. Por el contrario,
los poderes del Estado son para ellos los poderes de la comunidad bajo otro aspecto.
Por diferentes que fueran esas dos corrientes había algo
profundamente perturbador que ambas compartían: al separar el cargo de la
función del gobernante, manteniendo sin embargo la distinción entre la soberanía y los poderes del pueblo, siempre
dejaban espació para la posibilidad constitucional de combatir los llamados
tiranos. Para los monarcómacos, jesuitas y protestantes, a pesar del pacto,
existe un resquicio de poder político en los súbditos, suficiente en todo caso
para justificar la reapropiación individual
o colectiva del poder transmitido al gobernante. Los republicanos desarrollan por su parte,
las consecuencias de la ecuación entre vivir en libertad y vivir en Estados
Libres. Una concinidad jamás será libre , dicen, si no es capaz de imponer limites
estrechos al ejercicio del poder de los magistrados. Así el gobernante está
sometido no solo a las leyes e instituciones civiles sino atemben al propósito
d e su elección: el bien común. En caso de que fracase en su deber poniendo en peligro
la libertad de los ciudadanos, serán destituidos de sus cargos , incluso por la
fuerza .
El concepto moderno de
Estado incorporó esas dos corrientes y al mismo tiempo las repudió. Adquirió importancia
como respuesta absolutista a las amenazas planteadas contra las monarquías
europeas neutralizando la hipótesis de la reapropiación del poder. Por lo tanto
fueron los absolutistas quienes sirviéndose del material teórico su disposición
y ante las urgencias impuestas por las guerras civiles formularon una redefinición
conceptual del termino Estado en los une la soberanía no se identificaba con los
poderes del pueblo. Fueron los absolutistas- vale la pena repetir-los que nos
legaron la definición de Estado a la que estamos habituados. Y fue
particularmente Hobbes, enemigo declarado d e los republicanos quien exploró en
todas sus dificultades y dimensiones ese
concepto fundamental de nuestra vida política.
No deja de ser irónico que,
tan contrario a las innovaciones, Hobbes, haya sido el gran innovador del concepteo
de Estado.
Es la historia, a veces accidentada,
de ese concepto lo que Quentin
Skinner nos cuenta en El nacimiento del Estado.
(*) Extracto de Del estudio preliminar de Eunice Ostrensky
en El
nacimiento del Estado por Quentin Skinner
Editorial Gorla .Buenos Aires 2018.
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