Por David Graeber y Andrej
Grubacic
Queda cada vez más claro que
la era de las revoluciones no ha terminado. Se ve igualmente claro que el
movimiento revolucionario global del siglo veintiuno será uno que tenga sus
orígenes no tanto en la tradición del marxismo, o incluso de un socialismo
restringido, sino del anarquismo.
En todas partes, desde la
Europa del Este hasta Argentina, desde Seattle hasta Bombay, las ideas y
principios anarquistas están generando nuevas visiones y sueños radicales. A
menudo sus exponentes no se llaman a sí mismos anarquistas. Hay toda una pléyade
de otros nombres: autonomismo, anti-autoritarismo, horizontalidad, Zapatismo,
democracia directa... Aún así, en todos los lugares uno encuentra los mismos
principios fundamentales: descentralización, asociación voluntaria, ayuda
mutua, redes sociales, y sobre todo, el rechazo a cualquier idea de que el fin
justifica los medios, y mucho menos que el objetivo de la revolución sea el de
tomar el poder estatal para imponer una visión propia a punta de pistola. Sobre
todo, el anarquismo, como la ética de la práctica -la idea de construir una
nueva sociedad "en un cascarón dentro de la antigua sociedad"- se ha
convertido en la inspiración básica del "movimiento de movimientos"
(del cual los autores son parte), que tiene como objetivo desde el principio,
más que apoderarse del poder estatal, exponer, deslegitimizar y desmantelar los
mecanismos del poder mientras se ganan espacios cada vez más amplios de
autonomía y de gestión participativa dentro de él.
Hay algunas razones obvias
que explican el atractivo de las ideas anarquistas al comienzo del siglo 21:
las más obvias, los errores y catástrofes que resultaron de tantos esfuerzos
por superar el capitalismo mediante la toma de control del aparato de gobierno
en el siglo XX. Un número cada vez mayor de revolucionarios reconocen que
"la revolución" no va a venir en un gran momento apocalíptico, de
algún equivalente global del palacio de invierno, sino de un largo proceso que
ha ido sucediendo en la mayor parte de la historia humana (incluso si, como la
mayoría de las cosas, se ha acelerado últimamente), lleno de estrategias de
vuelo y evasión tanto como de confrontaciones dramáticas, y que nunca de hecho
-así lo piensan la mayoría de los anarquistas- llegará a una conclusión
definitiva. [1]
Es un poco desconcertante,
pero ofrece un consuelo enorme: no tenemos que esperar hasta "después de
la revolución" para empezar a tener una idea de lo que sería la libertad
genuina. Como el colectivo Crimethink, los mayores propagandistas del
anarquismo contemporáneo estadounidense, dice: "la libertad sólo existe en
el momento de la revolución. Y esos momentos no son tan excepcionales como piensas".
Para un anarquista, de hecho, el intentar crear experiencias de no alienación,
de democracia verdadera, es un imperativo ético; sólo haciendo la organización
a la manera de un@ en el presente --al menos para dar una aproximación gruesa
de cómo una sociedad libre funcionaría en realidad, de cómo tod@s algún día,
deberíamos de ser capaces de vivir- puede uno garantizar que no caeremos de
nuevo en el desastre. Los revolucionarios sin alegría, sombríos, que sacrifican
todo placer por la causa, únicamente pueden producir sociedades tristes,
sombrías.
Estos cambios han sido
difíciles de documentar porque hasta ahora las ideas anarquistas apenas han
recibido atención académica. Hay todavía miles de académicos marxistas, pero
casi ningún académico anarquista. Esta diferencia es algo difícil de analizar.
En parte, sin duda, es porque el marxismo ha tenido siempre una cierta afinidad
con el mundo académico de la que el anarquismo obviamente carecía: el marxismo
fue, después de todo, el único gran movimiento social inventado por un doctor.
La mayoría de las referencias de la historia del anarquismo asumen que es
básicamente parecido al marxismo: el anarquismo se presenta como la invención
de ciertos pensadores del siglo 19 (Proudhon, Bakunin, Kropotkin...) que sirvió
entonces para inspirar a organizaciones de clase obrera, se vio envuelta en
luchas políticas, se dividió en corrientes...
El anarquismo, en la
historia convencional, se presenta normalmente como el pariente pobre del
marxismo, teóricamente un poco cojo pero compensando ideológicamente, quizás,
con pasión y sinceridad. Realmente la analogía es algo forzada. Los fundadores
del anarquismo no pensaron que habían inventado algo nuevo. Consideraban sus
principios básicos -ayuda mutua, asociación voluntaria, toma de decisiones
igualitaria- tan viejos como la humanidad. Lo mismo sucede con el rechazo del
estado y toda forma de violencia estructural, desigualdad, o dominación
(anarquismo significa literalmente "sin dirigentes") -incluso con la
hipótesis de que todas estas ideas están de alguna forma relacionadas y se
apoyan unas a otras. Nada de esto se vio como una doctrina sorprendentemente
nueva, sino como una tendencia persistente en la historia del pensamiento
humano, y una que no puede comprenderse bajo ninguna teoría ideológica general.
En parte es como una fe: la
creencia de que la mayoría de las formas de irresponsabilidad que parecen hacer
necesario el poder son de hecho los efectos del poder mismo. En la práctica sin
embargo hay un cuestionamiento constante, un esfuerzo por identificar cada
relación obligatoria o jerárquica en la vida humana, y desafiarlas para que se
justifiquen ellas mismas, y si no pueden -lo que normalmente es el caso- un
esfuerzo por limitar su poder y así aumentar el alcance de la libertad humana.
Tal como un sufí podría decir que el sufismo es el corazón de verdad tras todas
las religiones, un anarquista podría argumentar que el anarquismo es el ansia
de libertad tras toda ideología política.
Es fácil encontrar
fundadores de escuelas de marxismo. Tal como el marxismo surgió de la mente de
Marx, tenemos leninistas, maoístas, althusserianos.... (notar que la lista
empieza con cabezas de estado y se diversifica en profesores franceses -que, a
su vez, pueden generar sus propias corrientes: lacanianos, foucaultdianos....)
Las escuelas de anarquismo,
por el contrario, emergen casi invariablemente de alguna clase de principio
organizacional o forma de práctica: anarco-sindicalistas y anarco-comunistas,
insurreccionistas y plataformistas, cooperativistas, individualistas, etc.
Los anarquistas se
distinguen por lo que hacen, y cómo se organizan ellos mismos para hacerlo. Y
de hecho esto ha sido siempre en lo que los anarquistas han pasado la mayoría
de su tiempo pensando y discutiendo. No han estado nunca demasiado interesados
en las clases de cuestiones generales filosóficas o de estrategia que
preocupaban a los marxistas como ¿son los campesinos una clase potencialmente
revolucionaria? (los anarquistas consideran que esto es algo que han de decidir
los propios campesinos) o, ¿cuál es la naturaleza del bien material? Más bien,
(los anarquistas) tienden a discutir sobre cuál es la forma realmente
democrática de organizar una asamblea, y en qué punto la organización deja de
ser un instrumento de toda la gente y comienza a erosionar la libertad
individual. ¿Es el "liderazgo" algo necesariamente malo?
Alternativamente, se preguntan sobre la ética de oponerse al poder: ¿qué es una
acción directa? ¿debería alguien condenar a otro por asesinar a un cabeza de
estado? ¿cuándo es correcto tirar un ladrillo?
El marxismo, de esta manera,
ha tendido a ser un discurso analítico o teórico de la estrategia
revolucionaria. El anarquismo ha tendido a ser un discurso ético de la práctica
revolucionaria. Como resultado, donde el marxismo ha producido teorías
brillantes sobre la praxis, han sido mayoritariamente los anarquistas los que
han estado trabajando en la praxis en sí misma.
En este momento, hay una
cierta ruptura entre las generaciones del anarquismo: entre aquellos cuya
formación política tuvo lugar en los 60 y 70 -y que a menudo no se han sacudido
los hábitos sectarios del siglo pasado- o que simplemente funcionan en esos
términos, y los activistas más jóvenes mucho más informados, entre otras por
ideas indígenas, feministas, ecologistas y cultural-revisionistas. Los primeros
se organizan principalmente a través de las Federaciones Anarquistas altamente
visibles como la IWA, NEFAC o IWW. Los segundos trabajan predominantemente en
las redes del movimiento social global, redes como la de la Acción Global de
los Pueblos, que unifica colectivos anarquistas en Europa y otros lugares,
integrado por grupos que van desde activistas maoríes de Nueva Zelanda,
pescadores de Indonesia, o el sindicato de trabajadores de correos de Canadá [2]. Este segundo grupo -a los que podríamos
referirnos ambiguamente como "anarquistas con a minúscula", son ahora
ya con mucho la mayoría. Pero a veces esto es difícil de decir, ya que muchos
de ellos no vocean sus afinidades muy alto. De hecho, hay muchos que se toman
los principios anarquistas de anti-sectarismo y apertura tan en serio que se
niegan a referirse a ellos mismos como "anarquistas" por ese mismo
motivo [3]
Pero las tres ideas fundamentales
presentes en todas las manifestaciones de ideología anarquista son
definitivamente la del anti-estado, el anti-capitalismo y la política
prefigurativa (es decir, modos de organización que conscientemente se asemejan
al mundo que queremos crear. O, como dijo un historiador anarquista de la
guerra civil española "el esfuerzo de pensar no sólo en las ideas sino en
los hechos del futuro mismo") [4]. Esto está presente en cualquier colectivo,
desde los "jamming collectives" hasta Indymedia, todos ellos pueden
llamarse anarquistas en este sentido más nuevo [5]. En algunos países, hay sólo un grado muy
limitado de confluencia entre las dos generaciones coexistentes, mayormente en
la forma de seguimiento de lo que cada uno está haciendo -pero no mucho más.
Una razón para ello es que
la nueva generación está mucho más interesada en desarrollar nuevas formas de
funcionamiento que argumentar sobre los puntos más finos de la ideología. El
más importante de estos ha sido el desarrollo de nuevas formas del proceso de
toma de decisión, los comienzos, al menos, de una cultura alternativa de
democracia. Las famosos "reuniones populares" de América del Norte,
donde miles de activistas coordinan eventos a gran escala mediante consenso,
sin una estructura directiva formal, son los más espectaculares.
Realmente, incluso llamar a
estas formas "nuevas" es un poco engañoso. Una de las principales
inspiraciones de la nueva generación de anarquistas son los municipios
autónomos Zapatistas de Chiapas, basados en las comunidades de lengua Tzeltal y
Tojolobal que han estado utilizando el proceso de consenso durante miles de
años -solo que ahora ha sido adaptado por los revolucionarios para asegurar que
las mujeres y la gente más joven tienen voz. En América del Norte, "el
proceso de consenso" emergió más que nada del movimiento feminista de los
70, como parte de una reacción más amplia en contra del estilo macho de
liderazgo típico de la Nueva Izquierda de los 60. La idea del consenso en sí
misma fue tomada de los cuáqueros, quienes también dicen haber sido inspirados
por las Seis Naciones y otras prácticas de los norteamericanos nativos.
El consenso es a menudo
malinterpretado. Se oyen muchas veces críticas que afirman que (el consenso)
causaría una conformidad sofocante, pero casi nunca son críticas formuladas por
alguien que haya observado realmente un proceso de consenso en acción, al menos
uno guiado por moderadores cualificados, con experiencia (algunos experimentos
recientes en Europa, donde hay poca tradición en estas cosas, han resultado un
poco "crudos"). De hecho, la hipótesis operante es que nadie puede
realmente convertir a otro completamente a su punto de vista, y probablemente
no deba. En lugar de eso, el objetivo del proceso de consenso es permitir a un
grupo decidir un curso de acción común. En lugar de votar propuestas de arriba
abajo, se trabajan las propuestas y se vuelven a revisar o reinventar, hay un
proceso de compromiso y de síntesis, hasta que se llega a algo que todo el
mundo puede aceptar. Cuando se llega a la etapa final, cuando llegamos al
momento de "encontrar el consenso", hay dos niveles de objeción
posible: uno puede "apartarse a un lado", que viene a decir "no
me gusta esto y no voy a participar en ello aunque no voy a impedir que nadie
lo haga" o "bloquearlo", lo que tiene el efecto de un veto. Uno
sólo puede bloquear una propuesta si siente que viola los principios
fundamentales o las razones de ser del grupo. Podría decirse que la función que
en la constitución de los EE.UU. se relega al Tribunal Supremo, la de rechazar
decisiones legislativas que violan los principios constitucionales, se relega
aquí a cualquiera que tenga el suficiente coraje para realmente ponerse en
contra de la voluntad del grupo (aunque por supuesto hay también maneras de
luchar contra bloqueos injustificados).
Podríamos seguir hablando
mucho más de los métodos elaborados y sorprendentemente sofisticados que se han
desarrollado para asegurar que esto funcione; de formas de consenso modificadas
para grupos muy grandes; de la manera en la que el consenso en sí refuerza el
principio de descentralización al asegurar que uno no quiera presentar
propuestas ante grupos grandes a menos que sea necesario, de los medios para
asegurar la igualdad de género y resolver conflictos... La clave es que ésta es
una forma de democracia directa distinta de la clase que normalmente asociamos
con el término -o, igualmente, con el sistema de voto por mayoría normalmente
utilizado por los anarquistas europeos o norteamericanos de generaciones anteriores,
o que es todavía empleado, digamos, en las asambleas argentinas urbanas de
clase media (aunque no, curiosamente, entre los piqueteros más radicales, los
parados organizados, que tienden a operar por consenso). Con contactos cada vez
más internacionales entre los distintos movimientos, la inclusión de grupos
indígenas y de África, Asia y Oceanía de tradiciones radicalmente diferentes,
estamos presenciando los comienzos de una reconcepción global nueva de lo que
la "democracia" debería significar, una lo más lejos posible del
parlamentarismo neoliberal promovido actualmente por los poderes que existen en
el mundo.
De nuevo, es difícil seguir
este nuevo espíritu de síntesis leyendo la mayoría de la literatura anarquista
existente, porque aquellos que gastan la mayor parte de sus energías en
cuestiones teóricas, más que en las formas emergentes de práctica, son los que
probablemente más mantienen la vieja lógica dicotómica sectaria. El anarquismo
moderno está imbuido de incontables contradicciones. Mientras los anarquistas
con a minúscula están incorporando lentamente las ideas y prácticas aprendidas
de los aliados indígenas a sus modos de organización o comunidades
alternativas, el rastro principal en la literatura escrita ha sido el del
nacimiento de una secta de Primitivistas, un grupo notoriamente
controvertido que aboga por la abolición completa de la civilización industrial
y, en algunos casos, incluso de la agricultura [6]. A pesar de esto, es sólo una cuestión de
tiempo que la vieja lógica comience a dejar paso a algo más parecido a la
práctica de los grupos basados en el consenso.
¿En qué consistiría esta
nueva síntesis? Algunas de las líneas que la vertebrarían pueden discernirse ya
dentro del movimiento. Insistiría constantemente en la expansión de la atención
al anti-autoritarismo, alejándose del reduccionismo de clase intentando abarcar
"la totalidad de las áreas en las que la dominación se manifiesta",
esto es, señalando no sólo al estado sino también las relaciones de género; no
sólo las relaciones económicas, sino también las culturales, la ecología, la
sexualidad, y la libertad en cada una de las formas en las que puede buscarse,
y cada una no sólo a través del prisma de las relaciones de autoridad, sino
también mediante conceptos más ricos y diversos.
Esta aproximación no aboga
por una expansión sin fin de la productividad, ni sostiene la idea de que las
tecnologías son neutrales, aunque tampoco reniega de la tecnología per se. Al
contrario, se familiariza con ella y la emplea cuando sea apropiado. No sólo
reniega de las instituciones per se, o de las formas políticas per se, sino que
intenta concebir nuevas instituciones y formas políticas para el activismo y
una nueva sociedad, incluyendo nuevas formas de reunirse, de tomar decisiones,
nuevas formas de coordinación, en las mismas líneas en las que ya funciona con
grupos de afinidad y estructuras de diálogo. Y no sólo no reniega de las
reformas en sí, sino que lucha por definir y conseguir reformas no reformistas,
prestando atención a las necesidades inmediatas de la gente y a mejorar sus
vidas aquí y ahora, al mismo tiempo que a avanzar hacia logros mayores, y
finalmente, la transformación total. [7]
Y por supuesto, la teoría
tendrá que adaptarse a la práctica. Para ser totalmente efectivo, el anarquismo
moderno tendrá que incluir al menos tres niveles: activistas, organizaciones
populares, e investigadores. El problema ahora mismo es que los intelectuales
anarquistas que quieren superar viejos hábitos -de la borrachera marxista que
todavía acecha a mucho del mundo intelectual- no están seguros de cuál debe de
ser su papel. El anarquismo necesita ser reflexivo. ¿Pero cómo?. Hasta cierto
punto la respuesta parece obvia. No se debería dar lecciones, ni sentar
cátedra, ni siquiera pensar en uno mismo en términos de profesor, sino que se
debe escuchar, explorar y descubrir. Extraer y hacer explícita la lógica tácita
subyacente a las nuevas formas de práctica radical. Ponerse al servicio de los
activistas proveyendo información, y exponiendo los intereses de la elite
dominante escondidos cuidadosamente tras los discursos autoritarios,
supuestamente objetivos, más que tratar de imponer una nueva versión de lo
mismo. Pero al mismo tiempo, muchos reconocen que la lucha intelectual necesita
reafirmar su papel. Muchos están empezando a señalar que una de las debilidades
básicas del movimiento anarquista de hoy, con respecto a los tiempos de,
digamos, Kropotkin o Reclus, o Herbert Read, es exactamente el descuido de lo
simbólico, lo visionario, y el pasar por alto la efectividad de la teoría.
¿Cómo pasar de la etnografía a las visiones utópicas -idealmente, con tantas
visiones utópicas como sea posible? No es coincidencia que algunos de los
grandes reclutadores al anarquismo en países como los EE.UU. hayan sido
escritoras feministas como Starhawk o Ursula K. Le Guin [8]
Una manera en la que esto
está empezando a ocurrir es a medida que los anarquistas empiezan a recuperar
la experiencia de otros movimientos sociales con un cuerpo más desarrollado de
teoría, ideas que vienen de círculos cercanos a, y de hecho inspirados por, el
anarquismo. Tomemos por ejemplo la idea de la economía participativa, que
representa una visión anarquista por excelencia y que suplementa y rectifica la
economía anarquista tradicional. Los teóricos de Parecon proponen la existencia
de no sólo dos, sino de tres clases sociales distintas del capitalismo
avanzado: no sólo el proletariado y la burguesía, sino una "clase
coordinadora", cuya labor es la de gestionar y controlar la producción de
la clase trabajadora. Esta es la clase que incluye la jerarquía directiva y los
consultores y consejeros profesionales básicos para su sistema de control -como
abogados, ingenieros y contables importantes, etc. Mantienen su posición de
clase por su monopolio relativo del conocimiento, cualificaciones, y
conexiones. Como resultado, los economistas y otros que trabajan en este ámbito
han estado tratando de crear modelos de una economía que eliminara de forma
estructural las divisiones entre trabajadores intelectuales y físicos. Ahora
que el anarquismo se ha vuelto claramente el centro de la creatividad
revolucionaria, los proponentes de tales modelos han estado cada vez más, si no
intentando usar la bandera anarquista exactamente, entonces por lo menos
enfatizando el grado en que sus ideas son compatibles con una visión anarquista
[9]
Cosas similares están
empezando a suceder con el desarrollo de las visiones políticas anarquistas.
Bien, ésta es un área donde el anarquismo clásico tenía ya ventaja sobre el
marxismo, que nunca desarrolló una teoría de organización política. Escuelas
distintas de anarquistas han abogado a menudo por organizaciones sociales muy
específicas, aunque a menudo claramente en desacuerdo las unas con las otras.
Aún así, el anarquismo en su conjunto ha tendido a promover lo que a los
liberales les gusta llamar "libertades negativas", "libertades
de", más que libertades sustantivas, "libertades para". A menudo
ha celebrado este compromiso como evidencia del pluralismo del anarquismo, de
su tolerancia ideológica, o su creatividad . Pero como resultado, ha habido una
renuencia a ir más allá del desarrollo de formas de organización a pequeña
escala, y una creencia en que estructuras más grandes, más complicadas, pueden
improvisarse después en el mismo espíritu.
Ha habido excepciones.
Pierre Joseph Proudhon intentó dar con una visión total de cómo una sociedad
libertaria debiera operar [10]. Se considera generalmente como un intento
fallido, pero señalaba el camino hacia visiones más desarrolladas, como el
"municipalismo libertario" de los Ecologistas Sociales de Norteamérica.
Hay un desarrollo vivaz, por ejemplo, de cómo equilibrar los principios del
control de los trabajadores -enfatizado por el grupo de Parecon- y la
democracia directa, enfatizado por los Ecologistas Sociales [11]
Sin embargo, hay muchos
detalles por definir: ¿cuál es el conjunto total de alternativas
institucionales positivas del anarquista a las legislaturas contemporáneas, a
los tribunales, a la policía, y a diversas agencias ejecutivas? ¿Cómo ofrecer
una visión política que englobe la legislación, su implementación, adjudicación
y cumplimiento y que muestre cómo realizar efectivamente cada uno de estos
apartados de forma no autoritaria -no sólo para proporcionar una esperanza a
largo plazo, sino para dar respuesta inmediata al sistema electoral,
legislativo y judicial actuales, y por tanto, a muchas opciones estratégicas--?
Obviamente, nunca podría haber una línea de partido anarquista sobre esto, el
sentimiento general entre los anarquistas con letra minúscula es que por lo
menos necesitaríamos muchas visiones concretas. Sin embargo, entre los
experimentos sociales reales en las crecientes comunidades autogestionadas en
lugares como Chiapas y Argentina, y los esfuerzos por parte de activistas/
"académicos" anarquistas como la recientemente formada Red de
Alternativas Planetarias o los foros como La Vida Después del Capitalismo es
Posible para empezar a localizar y compilar ejemplos exitosos de formas
económicas y políticas, se está empezando a trabajar [12]. Es claramente un proceso a largo plazo.
Pero, bueno, el siglo anarquista tan sólo acaba de comenzar.
Fuente:
- Título original: Anarchism, or the revolutionary movement of the twenty-first century
- Autores: David Graeber y Andrej Grubacic
- Origen: Znet.
- Traducido por Sonia Martínez y revisado por Alfred Sola
1.
Esto no quiere decir que los anarquistas estén en contra de la teoría. Podría
no ser necesario un Gran Ideario, en el sentido que nos es familiar hoy.
Ciertamente el anarquismo no utilizará una única teoría, el Gran Ideario
Anarquista. Eso sería completamente contrario a su espíritu. Mucho mejor,
pensamos, algo más en el espíritu de los procesos anarquistas de toma de
decisiones: aplicado a la teoría, esto significaría aceptar la necesidad de una
diversidad de grandes perspectivas teóricas, unidas solamente por ciertos
compromisos y premisas compartidas. Más que basarse en la necesidad de probar
que las suposiciones fundamentales de los demás están equivocadas, busca encontrar
proyectos particulares sobre los cuales reforzarse unos a otros. Sólo porque
las teorías son inconmensurables en ciertos aspectos, no significa que no
puedan existir o incluso reforzarse las unas a las otras, de la misma manera
que individuos que tienen únicas e inconmensurables opiniones sobre el mundo no
quiere decir que no puedan ser amigos, o amantes o trabajar en proyectos
comunes. Más aún que el Gran Ideario, lo que el anarquismo necesita es lo que
podría llamarse un glosario de ideas: una forma de resolver las cuestiones
inmediatas que surgen de un proyecto transformador. [regresar]
2.
Para más información sobre la excitante historia de Acción Global de los
Pueblos, sugerimos el libro "We are Everywhere: The irresistible Rise of
Global Anti-capitalism" (Estamos en todos los lugares: el levantamiento
irremediable del anti-capitalismo global), editado por Notes from Nowhere,
London: Verso 2003. Ver también la página web PGA: www.agp.org [regresar]
3.
Cf. David Graeber, "New Anarchists" ("Los nuevos
anarquistas"), New left Review 13, Enero-Febrero 2002 [regresar]
4.
Ver Diego Abad de Santillán, "After the Revolution", (Después de la
Revolución) New York: Greenberg Publishers 1937 [regresar]
5.
Para más información sobre el proyecto de indymedia ir a la página web: www.indymedia.org [regresar]
6.
Cf. Jasón McQuinn, "Why I am not a Primitivist", ("Por que no
soy un primitivista"), Anarchy: a journal of desire armed, printmps/été
2001. Cf. La web anarquista www.arnarchymag.org. Cf.
John Zerzan, Futuro Primitivista & Otros Ensayos, Autonomedia, 1994. [regresar]
7.
Cf. Andrej Grubacic, "Hacia otro anarquismo", en: Sen, Jai, Anita
Anand, Arturo Escobar y Peter Waterman, El Foro Social Mundial: Contra todos
los Imperios, Nueva Delhi, Viveka 2004. [regresar]
8.
Cf. Starhawk, "Redes de Poder: Notas de un Levantamiento Global", San
Francisco 2002.Ver también www.starhawk.org [regresar]
9.
Albert, Michael: "Economía Participativa", Verso 2003. Ver
también www.parecon.org. [regresar]
10.
Avineri, Shlomo. "El pensamiento social y político de Karl Marx".
Londres. Cambridge University Press, 1968. [regresar]
11.
Ver "The Murray Bookchin Reader", editado por Janet Biehl, Londres.
Cassell 1997. Ver también la página web del Instituto para la Ecología
Social: www.social-ecology.org [regresar]
12.
Para más información sobre el foro La Vida Después del Capitalismo Es Posible
ir a www.zmag.org/lacsite.htm [regresar]
No hay comentarios:
Publicar un comentario