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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

7/4/21

HANNAH ARENDT . Cómo la soledad aumenta el autoritartismo.

 


 

Edgar Straehle (*)

 


    Una de las grandes preocupaciones de Hannah Arendt al escribir «Los orígenes del totalitarismo» no fue tanto explicar o describir históricamente este tipo de régimen político, como estudiar aquellos elementos que, una vez cristalizados, propiciaron un ascenso como el del nazismo, pero que de todos modos seguían amenazantemente vivos después de su desmoronamiento. De ahí que prestara tanta atención al proceso de atomización social y la consiguiente pérdida del mundo común, algo que diagnosticó como uno de los grandes males contemporáneos. Sin un mundo común, y por ello mismo desprovistos de su pluralidad inherente, expuso que las personas abandonaban la esfera pública y se recluían cada vez más en sus espacios privados, con lo que pasaban a ser mucho más fácilmente manipulables por la ideología totalitaria y dominables por el terror. Al respecto, llegó a escribir en Los orígenes del totalitarismo que el aislamiento era el más fértil terreno del terror y que, por así decir, ya era pretotalitario. O también que “la fuerza que posee la propaganda totalitaria (…) descansa en su capacidad de aislar a las masas del mundo real”. Uno de los grandes peligros del totalitarismo, también muy actual en unos tiempos de posverdad como los del presente, residía en que era capaz de forjar una especie de contramundo que, pese a ser mucho más pobre y ficticio, o precisamente por ello, competía con el real e incluso lo sustituía. 

En este texto, la investigadora Samantha Rose Hill ha profundizado en esta cuestión, y lo ha hecho sobre todo desde la perspectiva de una soledad que en verdad no dejaba de ser ambivalente para Arendt. En su opinión, la soledad, entendida más bien como aislamiento e incluso abandono, podía convertirse en un peligro a nivel político, puesto que nos apartaba de los demás y de un sentido común (sensus communis en latín) que la autora alemana reivindicó desde esta suerte de aprendizaje y conocimiento colectivo que construimos en nuestro trato y aprendizaje con los demás y que fragua ese mundo común y plural que reivindicaba.

Ahora bien, la soledad también tenía para Arendt un reverso potencialmente positivo, pues la consideraba como necesaria para la reflexión, para el pensamiento o para la creación. De todos modos, conviene apuntar que en estos casos la soledad no era completa en su opinión, ya que consideraba que lo que se desarrollaba entonces era más bien una especie de diálogo interior de nosotros con nosotros mismos. Eso explica que, según Arendt, el totalitarismo también temiera este reducto de interioridad y que no se contentara con desterrar a las personas al aislamiento, sino que también quisiera penetrar en la esfera privada y en la conciencia de las personas para evitar que pudiera ser un terreno fértil para la reflexión y la resistencia.

(*). Fuente: https://conversacionsobrehistoria.info/2020/12/12/hannah-arendt-como-la-soledad-alimenta-el-autoritarismo/

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