En el ámbito académico se
tiene la peculiar arrogancia de emprender debates sobre teoría feminista sin
entrar a analizar nuestras numerosas diferencias y sin conceder espacio a las
significativas aportaciones de las mujeres pobres, Negras, del tercer mundo y
lesbianas. A pesar de todo, se me ha invitado a participar, en mi condición de
feminista Negra y lesbiana, para comentar las ponencias de la única sesión de
este congreso donde están representadas las feministas Negras y lesbianas. Es
triste lo que esto nos dice sobre la visión del presente congreso, celebrado en
un país donde el racismo, el sexismo y la homofobia son inseparables. Al leer
el programa del congreso no cabe sino deducir que las mujeres lesbianas y
Negras no tienen nada que decir sobre el existencialismo, sobre el erotismo,
sobre la cultura de las mujeres y el silencio, sobre el estado actual de la
teoría feminista o sobre la heterosexualidad y el poder. ¿Y qué significa en el
aspecto personal y político que las dos únicas mujeres Negras que hemos tenido
voz en el Congreso hayamos sido convocadas a última hora? ¿Qué significa que
las herramientas del patriarcado racista se empleen para examinar los frutos de
dicho patriarcado? Significa que la amplitud del cambio posible y permitido es
escasísima.
La exclusión de toda consideración sobre la conciencia lesbiana y la conciencia de las mujeres del Tercer Mundo representa una grave carencia de este congreso y de las ponencias aquí presentadas. Así, por ejemplo, en una ponencia sobre las relaciones materiales entre las mujeres se ha expuesto un modelo dicotómico de educación que no tenía en cuenta en absoluto mis conocimientos en cuanto lesbiana Negra. En dicha ponencia no se analizaba la reciprocidad entre las mujeres, ni los sistemas de apoyo mutuo, ni la interdependencia que existe entre las lesbianas y entre las mujeres identificadas con mujeres. Y, sin embargo, sólo es en el ámbito del modelo patriarcal de educación donde sucede que las mujeres “que tratan de emanciparse pagan un precio tal vez demasiado alto por los resultados que obtienen”, como se afirma en la mencionada ponencia.
Para las mujeres la
necesidad y el deseo de apoyarse mutuamente no son patológicos sino redentores,
y hay que partir de este conocimiento para redescubrir nuestro auténtico poder.
Esta conexión real es la que despierta miedos en el mundo patriarcal. Pues la
maternidad es la única fuente de poder social a disposición de las mujeres en el
marco de la estructura patriarcal.
La interdependencia entre
las mujeres es el camino hacia la libertad que permite que el Yo sea, no para
ser utilizado, sino para ser creativo. Ésta es la diferencia entre un estar
pasivo y un ser activo.
Promover la mera tolerancia
de las diferencias entre las mujeres es incurrir en el más burdo de los
reformismos. Supone negar por completo la función creativa que las diferencias
desempeñan en nuestras vidas. Las diferencias no deben contemplarse con simple
tolerancia; por el contrario, deben verse como la reserva de polaridades
necesarias para que salte la chispa de nuestra creatividad mediante un proceso
dialéctico. Sólo así deja de resultar amenazadora la necesidad de la
interdependencia. Sólo en el marco de la interdependencia de diversas fuerzas,
reconocidas en un plano de igualdad, pueden generarse el poder de buscar nuevas
formas de ser en el mundo y el valor y el apoyo necesarios para actuar en un
territorio todavía por conquistar.
Es en la interdependencia de
las diferencias recíprocas (no dominantes) donde reside la seguridad que nos
permite descender al caos del conocimiento y regresar de él con visiones
auténticas de nuestro futuro, así como con el poder concomitante para efectuar
los cambios que harán realidad ese futuro. Las diferencias son la potente
materia prima a partir de la cual forjamos nuestro poder personal.
A las mujeres se nos ha
enseñado a hacer caso omiso de nuestras diferencias, o a verlas como motivo de
segregación y desconfianza en lugar de como potencialidades para el cambio. Sin
una comunidad es imposible liberarse, como mucho se podrá establecer un
armisticio frágil y temporal entre la persona y su opresión. Mas la
construcción de una comunidad no pasa por la supresión de nuestras diferencias,
ni tampoco por el patético simulacro de que no existen tales diferencias.
Quienes nos mantenemos
firmes fuera del círculo de lo que esta sociedad define como mujeres
aceptables; quienes nos hemos forjado en el crisol de las diferencias, o, lo
que es lo mismo, quienes somos pobres, quienes somos lesbianas, quienes somos
Negras, quienes somos viejas, sabemos que la supervivencia no es una asignatura
académica. La supervivencia es aprender a mantenerse firme en la soledad,
contra la impopularidad y quizá los insultos, y aprender a hacer causa común
con otras que también están fuera del sistema y, entre todas, definir y luchar
por un mundo en el que todas podamos florecer. La supervivencia es aprender a
asimilar nuestras diferencias y a convertirlas en potencialidades. Porque las
herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo. Quizá nos permitan
obtener una victoria pasajera siguiendo sus reglas del juego, pero nunca nos
valdrán para efectuar un auténtico cambio. Y esto sólo resulta amenazador para
aquellas mujeres que siguen considerando que la casa del amo es su única fuente
de apoyo.
Las mujeres pobres y las mujeres de Color saben que hay una diferencia entre las manifestaciones cotidianas de la esclavitud marital y la prostitución, porque son sus hijas las que pueblan las aceras de la Calle 42. Si la teoría feminista estadounidense no necesita explicar las diferencias que hay entre nosotras, ni de las resultantes diferencias en nuestra opresión, entonces ¿cómo explicas el hecho de que las mujeres que os limpian la casa y cuidan a vuestros hijos mientras vosotras asistís a congresos sobre teoría feminista sean, en su mayoría, mujeres pobres y mujeres de Color? ¿Qué teoría respalda el feminismo racista?
En un mundo de posibilidades
para todas, nuestras visiones personales contribuyen a poner los cimientos de
la acción política. Al no reconocer las diferencias como una fuerza
fundamental, las feministas académicas no consiguen superar la primera lección
patriarcal. En nuestro mundo, divide y vencerás debe convertirse en definamos y
cobremos fuerza.
¿Por qué no se ha buscado a
otras mujeres de Color para que participaran en este congreso? ¿Por qué se ha
considerado que se habían hecho suficientes consultas después de llamarme un
par de veces por teléfono?
¿Soy acaso la única fuente
posible de nombres de feministas Negras? Es cierto que las ponencias de las dos
participantes Negras han generado una poderosa unión amorosa entre las mujeres,
pero ¿dónde queda la cooperación interracial entre feministas que no se aman
entre sí?
En los círculos feministas
académicos, la respuesta que suele darse a estas preguntas es: “No sabíamos a
quién recurrir”. Esa elusión de responsabilidades, ese lavarse las manos, es
asimismo el motivo de que se excluya el arte de las mujeres Negras de las
exposiciones de mujeres, la obra de las mujeres Negras de la mayoría de las
publicaciones feministas, excepción hecha del ocasional “Número especial sobre
las mujeres del Tercer Mundo” y los textos de mujeres Negras de las
bibliografías. Tal como señaló Adrienne Rich en una charla reciente, si las
feministas han mejorado tanto su educación en los últimos diez años, ¿cómo es
posible que no hayáis mejorado asimismo vuestros conocimientos sobre las
mujeres Negras y sobre las diferencias entre nosotras, blancas y Negras, cuando
son un factor clave para la supervivencia de nuestro movimiento?
A las mujeres de hoy día
todavía se nos pide que nos esforcemos en salvar el abismo de la ignorancia
masculina y eduquemos a los hombres para que aprendan a reconocer nuestra
existencia y nuestras necesidades. Todos los opresores se han valido siempre de
esta arma básica: mantener ocupados a los oprimidos con las preocupaciones del
amo. Ahora se nos dice que corresponde a las mujeres de Color educar a las mujeres
blancas, afrontando su tremenda resistencia, y enseñarles a reconocer nuestra
existencia, nuestras diferencias y nuestros respectivos papeles en la lucha
conjunta por la supervivencia. Lo cual es una manera de desviar nuestras
energías y una lamentable repetición del pensamiento racista patriarcal.
Simone de Beauvoir dijo en
una ocasión: “Debernos extraer la fuerza para vivir y las razones para actuar
del conocimiento de nuestras auténticas condiciones de vida”.
El racismo y la homofobia
son condiciones reales de nuestra vida aquí y ahora. Insto a cada una de las
mujeres aquí presentes a que se sumerja en ese lugar profundo de conocimiento
que lleva dentro y palpe el terror y el odio a la diferencia que allí habitan.
Ya que vea el rostro que tienen. Es la condición para que lo personal y lo
político puedan comenzar a iluminar nuestras decisiones.
* Comentarios presentados en
el “Encuentro personal y político” del Congreso del Segundo Sexo, Nueva York,
29 de septiembre de 1979.
Referencia
El texto y la nota proceden
de: Audre LORDE, “Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”
(1979/1984/2003), en Audre Lorde, La hermana, la extranjera. Artículos y
conferencias, traducción de María Corniero, revisión de Alba V. Lasheras y
Miren Elordui Cadiz, Ed. Horas y horas, Madrid, 2003, pp. 115-120. (Texto
original: «The Master’s Tools Will Never Dismantle the Master’s House», en
Audre Lorde, Sister Outsider: Essays and Speeches, 1
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