.-En el estado
paradisíaco , Adan y Eva, antes del pecado
y de su expulsión, practicaban el acto sexual y reproductivo pero sin pecar precisa Agustin de Hipona. Esto lo conseguían
porque no actuaban estimulados por libido alguna de orden pasional sino por
voluntad derivada de la oportunidad de
la reproducción y de manera totalmente
controlada. Eran dueños de la dinámica fisiológica de sus genitales que controlaban
deliberadamente sin impulso de pasión, sometidas a voluntad de la misma manera
como se utilizan las manos. Agustin pone
como ejemplo de tal dominio la habilidad que algunos tienen de hacer al mover las orejas o conseguir avanzar
el cuero cabelludo y cabello adelantándolo a la frente- dice- o como esos
que saben dominar su ano de tal manera
que en lugar de pedos consiguen imitar os trinos de los pájaros en sus
ventosidades. No necesitaban el potente
y ardiente estimulo de la libido sino la consideración de la necesidad de fecundación llegado el momento
en que se necesitase. Así pues
engendraban sin pecado y mantenían su castidad incluso practicando el coito.
Esto lo explica en la Ciudad de Dios aunque alguna edición lo
suele suprimir por pudor. XIV ,23-24 –
.-En la escala cristiana de la degradación existe una jerarquía que atañe al vestido. En efecto, se sabe, por todo tipo de fuentes bíblicas comentadas exhaustivamente por teólogos que el mismo acto de ocultar ola desnudez con algún vestido es el primer síntoma de la caída . En esa ciada, lo inicial fue ponerse una especie de “ cinturones” de los que pendían hojas de parra ( no la sola hoja de parra como pegada al sexo, cosa imposible e insostenible solo concebible en la imaginación artística). El segundo grado de hundimiento fue como un castigo añadido,. Pues las hojas se la habían puesto ellos mismos, nuestros padres, al sentir vergüenza, pero acto seguido Dios le obligó a vestir pellizas de pieles de animales. Es así el relato bíblico literal y no como simplificado de nuestros catecismos. En la iconografía religiosa, los pecadores Adan y Eva salen del paraíso desnudos, después se ponen la famosas hojas, y después viene los ángeles a vestirles porque la breve hoja de higuera no cubre suficientemente. Las pieles, las “pellicae” son una penitencia, por ser símbolos de muerte dado que la propia muerte del animal es necesaria para poseerlas. En la iconografía cristiana esto está abundantemente explicado y Santa Maria Magdalena, en el colmo de su penitencia- por el colmo de su pecado, acercarse libidinosamente a Jesús- , se debe vestir de pieles. Los santos, por el contrario, van vestidos con lino, con cosa textil e inocente, de preferencia de color blanco para acentuar esa condición. La piel, las pieles sobre todo, son particularmente pecaminosas. Por eso son ante todo un vestido de abrigo femenino. También entra aquí el asombro y el desconcierta d e los descubridores del Nuevo Mundo al encontrarse a salvajes selváticos y paganos que, sin embargo, iban o desnudos o con las humanas hojas de higuera únicamente. Algo había fallado. Su desnudez vegetal era la contradicción y discusión de lo bíblico, algo doblemente impúdico.
La liturgia de la primera comunión católica es un buen ejemplo de la teología del diseño, pasarela, (procesión) incluida. La primera comunión anticipa la futura condición de santidad a la que el cristiano está llamado. Por supuesto, que las niñas deben ir más de blanco que los niños en la primera comunión por necesitar de mayor santidad puesto que- como herederas de Eva- son más susceptibles de pecado y sujeto de libido que los varones. Estos últimos se pueden permitir en su remedo de vestido santo de la comunión, fantasías ya no inocentes, como jarreteras doradas, condecoraciones e insignias laicas y aditivos de color, oficios marinos y militares.
Existe, por lo tanto, toda
una teología que alimenta un verdadero diseño de moda de la fe religiosa cuya
habilidad para el significado y simbología
sutil envidiarían los equipos de marketing de
los Versace, Dior y Saint Laurent más astutos.
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