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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
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28/3/16

Entrevista HANNAH ARENDT por Gunter Gaus para la TV alemana en 1964











Original con subtítulos en inglés

https://www.youtube.com/watch?v=dsoImQfVsO4


Original con subtítulos en español


https://www.youtube.com/watch?v=WDovm3A1wI4


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14/2/16

HANNAH ARENDT . NOSOTROS LOS REFUGIADOS





Hannah Arendt, 1906-1975, es otra filósofa que vivió la amarga experiencia del exilio. Su condición de judía alemana le hizo participar, como víctima, de la terrible barbarie nazi. Conoció el peregrinaje sin retorno del exilio. Huyendo del nazismo, tuvo que abandonar su tierra, pasando por Ginebra, Praga, hasta llegar a París. El avance del nazismo sobre Francia le hizo conocer la prisión y el campo de concentración, Gurs22, hasta 1941, cuando consiguió huir hacia Estados Unidos. Arendt conoció la experiencia del exilio y de ser apátrida. En Estados Unidos permaneció como apátrida hasta 1951. Después, aunque volvió en diversas oportunidades a Alemania, nunca más consiguió regresar definitivamente a su tierra ni hacer la nueva tierra algo suyo. Peregrinó existencial y políticamente como exiliada.
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17/8/15

LA REPRESENTACION EN CUESTION


Acerca de la institucionalización y la crisis del espacio público. Arendt, Habermas, Castoriadis, Agamben,Frazer,…….

 Por Javier Benyo (FCS-UBA),Jimena Durán Prieto (FADU-UBA), (*)

1. Introducción

La crisis del espacio público es una certeza entre los más variados teóricos sociales de los últimos cincuenta años. A grandes rasgos, los autores coinciden en que esta crisis consiste en la pérdida de una capacidad crítica que, incubada históricamente en el espacio público, se halla en vías de extinción ya sea por obra de una colonización de lo público por parte de lo estatal, o de la intromisión de intereses mercantiles distorsivos de la escena comunicativa entre pares.

Dejando al margen las diferentes definiciones que dan del espacio público y de las causas a las que atribuyen su crisis, suele haber en los estudiosos de esta problemática un tinte nostálgico acerca de un pasado que es retratado en una perspectiva idílica. Ya sea la polis griega en el caso de Arendt, la publicidad burguesa de mediados del siglo XVIII en Habermas, o las formas de sociabilidad en el dominio público durante el Antiguo Régimen para Sennett, el aparato teórico crítico severo con las formas contemporáneas que adopta la esfera pública tiende a disolverse ando se posa sobre estos objetos. Se acepta, entonces, como válida la versión que los propios protagonistas dan de aquellas instituciones. Los motivos que producen la crisis varían de autor en autor.


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14/6/15

EL REPUBLICANISMO DE ARENDT

De "Ciudadanía y espacio público. Una recuperación del republicanismo arendtiano"

 Por María Teresa Muñoz Sánchez*
 
Introducción


El comienzo del siglo XXI viene precedido de fuertes sacudidas en las distintas redes sociales, políticas y económicas. Esta situación evidencia la crisis del pensamiento político, así como la desconfianza, la sospecha y el desengaño que ensombrece las distintas realidades de los espacios tradicionalmente destinados a la política. Al mismo tiempo, nunca como hoy ha dependido el futuro de la humanidad de las relaciones políticas nacionales e internacionales. Sin embargo, de acuerdo con gran parte de la evidencia disponible, asistimos a un alejamiento creciente de la vida pública. El desencanto prevaleciente respecto de las instituciones y el liderazgo establecido se traduce en un retiro hacia lo privado, aun cuando ello, manifiestamente, no proporcione el confort y la seguridad que buscamos.

En este contexto se suele apelar, para restablecer en los ciudadanos la preocupación por la república, al consabido y contradictorio par de consignas: la exhortación al deber cívico, por parte del comunitarismo,1 y la apelación al interés propio, por parte del liberalismo.2 Ninguna de ellas parece contribuir demasiado. Ya casi nadie avala la posibilidad de que la participación política pueda ser una recompensa en sí misma; no se piensa a la manera aristotélica que la participación es una forma de realización de nuestra naturaleza y no una carga.
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6/3/15

HANNAH ARENDT Y LOS DERECHOS HUMANOS


Reyes Mate Instituto de Filosofía - CCHS/CSIC(*)


Los derechos humanos son un logro histórico por la sencilla razón de que ahí se mide la dignidad del hombre por el nacimiento y no por la cuna. Lo que pasa es que ese hito histórico arrastra un grave problema: si resulta que el hombre es el legislador y por tanto la instancia superior de la ley, ¿cómo obligarle a cumplirla si no quiere? ¿A qué instancia acudir si ya no reconocemos la autoridad de Dios o de la naturaleza?

La sospecha de que el hombre bien pudiera no respetar los derechos (y por tanto no cumplir los deberes) a los que se debe por nacimiento, por ser hombre, está más que fundada. Hannah Arendt no necesita recurrir a los periódicos para ilustrar la sospecha. Le basta recorrer la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789. El artículo primero remite los susodichos derechos al hecho de nacer, mientras que el segundo, al hecho de ser ciudadano.

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23/12/14

HANNAH ARENDT: LA LIBRE VOLUNTAD

  
(…) Si contemplamos estos antecedentes con una mirada libre de teorías uy tradiciones, religiosas o seculares resulta verdaderamente difícil  no llegar a la conclusión de que los filósofos parecen genéricamente incapaces de reconciliarse con determinados fenómenos del espíritu y su posición en el mundo: así como tampoco cabe esperar de los pensadores una estimación más justa de la voluntad de la que harían si se tratase del cuerpo. Pero la hostilidad de la filosofía hacia el cuerpo es bien conocida y se trata de una cuestión que puede perseguirse al menos desde Platón. Esta hostilidad no está motivada principalmente por la escasa fiabilidad  de la experiencia sensorial- tales errores se corrigen- o por la famosa ingobernabilidad de las pasiones-  pueden ser controladas por la razón sino por la simple e incorregible naturaleza de nuestras necesidades y requerimientos corporales. El cuerpo, como dice acertadamente Platón, “siempre quiere que lo cuiden” e incluso en las mejores circunstancias- salud y ociosidad por un lado y una  comunidad bien gobernada por otro- interrumpirá con sus siempre recurrentes demandas la actividad del yo pensante;  en términos del mito de la caverna, obligarán al filósofo a regresar desde el cielo de las Ideas a la caverna d elos asuntos humanos.  (Es habitual  achacar esta hostilidad  al antagonismo cristiano hacia la carne.  Pero la hostilidad  es mucho más antigua, incluso se podría  argumentar que uno de los dogmas cristianos fundamentales, la resurrección de  la carne, a diferencia de las antiguas especulaciones acerca de la inmortalidad  del alma,  es claramente contrario  no solo a las creencias  agnósticas  comunes,m sino también  a las ideas de la filosofía clásica).

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5/11/14

HANNAH ARENDT Y ROSA LUXEMBURGO

            


Tanja Storlokken (1) (2)



“Los tiempos sombríos (…) no sólo no son nuevos, ni constituyen una rareza en la historia (…). (…) aún en el tiempo más sombrío tenemos el derecho a esperar alguna iluminación, y (…) tal iluminación puede provenir, menos de las teorías y conceptos, y más de la luz incierta, oscilante y frecuentemente débil que algunos hombres y mujeres, en sus vidas y obras, harán brillar en casi todas las circunstancias, e irradiarán por el tiempo que les fue dado en la Tierra (…).”(3)

Rosa Luxemburgo (1871 -1919) y Hannah Arendt (1906 – 1975), vivieron en los “tiempos sombríos” de Bertold Brecht, que dieron título al libro de ensayos de Arendt, Hombres en tiempos sombríos (1968). Ambas lanzaron alguna luz sobre sus tiempos sombríos, y  aún nos dan coraje para desafiar el totalitarismo, la barbarie y las tendencias autoritarias. Hace algunos años la pensadora antitotalitaria Hannah Arendt tuvo un excepcional y bien merecido renacimiento. La pregunta que debemos hacer es si una parte de ese renacimiento no debería caber también a Rosa Luxemburgo, con quien Arendt contrajo una enorme e indiscutible deuda. A despecho de la crítica de Arendt al marxismo, hay una gran proximidad entre su pensamiento y el de la marxista Rosa Luxemburgo.

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25/5/14

El arbol republicano. Hannah Arendt- Jurgen Habermas

 Hannah Arendt y Jürgen Habermas: del republicanismo político a un modelo procedimental de la democracia


En filosofía política se da un debate entre dos posiciones antagónicas: el liberalismo y el republicanismo. Los aspectos en los que difieren estas concepciones de la política son varios, pero uno de los más importantes es sobre cuál modelo de democracia es el adecuado para las sociedades contemporáneas; sociedades sumamente complejas en las que coexisten multiplicidad de individuos y grupos sociales con concepciones y visiones de mundo diferentes, y muchas veces incompatibles entre sí.

Tanto liberalismo como republicanismo presentan distintas propuestas para la solución de los problemas de las sociedades contemporáneas. Mientras el liberalismo defiende por encima de todo el respeto a las libertades individuales y, debido a ello, tiene una concepción de la sociedad en la que es entendida como una suma de individuos diferenciados y separados los unos de los otros, el republicanismo, crítico de la modernidad,[1] propone formas de auto organización comunitaria, en las que prima el bien de la comunidad, concebida como un todo orgánico y no como una simple agregación de individuos.

 Ante esta aparente indisoluble dicotomía, propone el filósofo Jürgen Habermas una especie de tercera vía: un modelo político que toma elementos del liberalismo y del republicanismo, para articularlos en lo que llama un modelo procedimental de la democracia.

El propósito de este ensayo es, entonces, exponer la propuesta procedimentalista de Jürgen Habermas, contraponiéndola a la visión del republicanismo político desarrollada por la filósofa de origen judío, Hannah Arendt. Para hacerlo, nos basamos principalmente en el texto “La esfera pública y la esfera privada”, de Hannah Arendt, y en “¿Qué significa política deliberativa?” de Jürgen Habermas. De este autor también nos valemos de “Política deliberativa: un concepto procedimental de democracia”.[2]

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18/5/14

ONCE TESIS SOBRE HANNAH ARENDT

 Por Paolo Flores d´Arcaes (*)



TESIS 1

Hannah Arendt comprendió su tiempo mejor que ningún otro filósofo porque lo concibió como un problema político. Es más, como el problema de la ausencia de la política, y sobre todo de la represión política y filosófica (en sentido freudiano) de dicha ausencia. “El interés por la política se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para la filosofía misma” [“Concern with politics has become a life-or-death matter for philosophy itself”] (1954).

Hannah Arendt comprendió su tiempo como nadie (salvo quizá su primer marido, Gunther Anders, con quien el pensamiento de ella está más en deuda de lo que se dice) porque lo concibió como huida de la libertad, miedo a la libertad, manipulación de la libertad incluso allí donde más se habla de libertad. La libertad, no obstante, en el sentido exigente y coherente de poder-de-cada-uno.

Pero su tiempo es más que nunca el nuestro. El tiempo de la sustracción de la esfera pública, de la ciudadanía prometida y después privada. Por ello el pensamiento de Hannah Arendt resulta más que actual. Es más, su filosofía se anuncia cada vez más como una filosofía del futuro. No sólo porque concibe la crisis de la democracia liberal y el riesgo permanente del totalitarismo dentro de la democracia liberal como el problema filosófico por excelencia, que nuestro tiempo se obstina en eludir. Sino también porque, contra esa represión, ella adelanta el proyecto de un pensamiento rigurosamente antimetafísico, hoy desgraciadamente ausente.Pero este proyecto de filosofía del futuro está cada vez más expuesta al riesgo de la neutralización académica. Del embalsamamiento. De convertirse en objeto de erudición, en vez de en horizonte y en alimento de una filosofía de lo finito urgente y ausente.
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15/4/14

WALTER BENJAMIN Y HANNAH ARENDT


Walter Benjamin y Hannah Arendt: la noción de tiempo histórico y la tarea del historiador


No pedimos a quienes vendrán después de nosotros la gratitud por nuestras victorias sino la rememoración de nuestras derrotas. Ese es el consuelo: el único que se da a quienes ya no tienen esperanzas  de recibirlo.
Walter Benjamin
La imparcialidad, y con ella toda la historiografía verdadera, llegó al mundo cuando Homero decidió cantar la gesta de los troyanos a la vez que la de los aqueos, y proclamar la gloria de Héctor tanto como la grandeza de Aquiles. Esta imparcialidad homérica [...] aún es el tipo de objetividad más alto que conocemos. No solo deja atrás el interés común por el propio bando [...], sino que descarta la alternativa de victoria o derrota...
Hannah Arendt

Walter Benjamin y Hannah Arendt se conocieron en París, en donde, como refugiados de la Alemania nazi, se movían en los mismos círculos de perseguidos por el régimen de Hitler, ju to con otros intelectuales exiliados como Alexandre Kojéve y Raymond Aron. Cuando en 1941 Hannah Arendt y su esposo, Heinrich Blucher, lograron huir a New York, tenían en su poder una serie de manuscritos de Walter Benjamin, quien se los había confiado en Marseille, para ser entregados a Theodor Adorno, el director del Institut for Social Research, institución que reunía exiliados judeo-alemanes pertenecientes a la Escuela de Frankfurt, de la que Benjamin había dependido financieramente en los últimos años de su vida. Walter Benjamin no logró escapar a los Estados Unidos, y debido a una serie desafortunada de acontecimientos, como el rechazo de una visa para pasajeros en tránsito por parte de funcionarios fronterizos de la España de Franco, que le impidió llegar a Lisboa para finalmente emprender su viaje a los Estados Unidos, terminó su vida en la frontera franco-española.
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15/3/14

Hannah Arendt: El valor de juzgar


Por Tomás Valladolid Bueno (*)

Análisis de las reflexiones de Hannah Arendt en torno a la problemática del juicio.

1. De Hannah Arendt nos han sido legadas un conjunto de reflexiones, con marcado tinte kantiano, sobre la problemática del juicio; reflexiones que, al presentarse diseminadas a lo largo de una serie de estudios y de conferencias, no conforman un verdadero cuerpo de libro (Cf. Arendt, 1995, 136ss; 1997, 54–57; 2002, 31ss y 116ss; y 2003a).

Además, tales aportaciones eran sólo el adelanto de un estudio exclusivo y sistemático que esta pensadora tenía en proyecto realizar una vez que habían visto la luz sus aportaciones sobre el pensamiento y la voluntad. A pesar de esta diseminación y provisionalidad de los textos, su contenido ha provocado a lo largo de los años una serie de ensayos interpretativos que en buena medida han dejado, hasta donde pueden estarlo, las cosas en su sitio. Quienes a día de hoy deseen acercarse a lo que Arendt consideró sobre el juicio, no sólo habrán de trabajar los textos de la propia autora, sino que no deberán pasar por alto la exposición y valoración que en su momento realizó Ronald Beiner sobre el tratamiento dado por Arendt a la facultad de juzgar (Cf. Beiner, 2003, 157–270).

Este texto es ineludible para situar el contexto evolutivo en el que se mueven las ideas de Arendt, pero también para dirigirse, por contraste, hacia otros derroteros de corte aristotélico que llevarán, a quienes estén interesados en la cuestión, por caminos donde transitan las ideas de Gadamer y Habermas (Cf. Gadamer, 1977, 61–64; Habermas, 1986, 205–222).

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22/12/13

EL ARBOL REPUBLICANO: El ciudadano republicano



EL CIUDADANO REPUBLICANO


Jorge Alvarez Yaguez (1)




El liberal centra su campo de atención en la esfera en que los individuos persiguen su interés particular y, confiando en el carácter integrador de éste y la legaliformidad de esta esfera en su conjunto, solo requería el poder político su cuidado y aseguramiento, y , si acaso, atención a los inevitables fallos del mercado. El republicano tiene una visión muy distinta: desconfía del campo de las actividades particulares , de ese mundo privado movido por intereses e egoístas, del que mas que aportación  a  la integración de la comunidad, no espera sino que contribuya a su corrupción, a la anteposición del interés particular sobre el bien común; o a la generación de falsas necesidades que sumen al individuo en una vida de lujo y ostentación alejada de toda virtud, como temía Rousseau;  o a la perdida el sentido de la acción  por la que el hombre en el encuentro con otros   se realiza,  como apuntaba Hannah Arendt. No, la integración del todo social y la plenitud del individuo mismo no puede proceder de la esfera mercantil, sino del espacio político mismo. Pero este ya no entendido ni al modo hobbesiano como una instancia externa, introductora de orden donde hasta el momento solo reinaba el conflicto, ni siquiera a la manera hegeliana como introducción  la razón universal sobre el dominio particularista de la sociedad civil, sino  como una armonia que realiza la propia sociedad cuando la virtud caracteriza al ciudadano,  cuando el bien común prima sobre cualquier interés. Lo político no es aquí algo externo e instrumental, constituye al mismo individuo, aparece allí donde se da el actuar comunitario. Todo ello supone, desde luego, una concepción muy distinta de las relaciones entre individuo y sociedad, y de la naturaleza de cada uno de ellos.
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18/12/13

Hanna Arendt. LA RESPONSABILIDAD PERSONAL BAJO UNA DICTADURA

Hanna Arendt:   LA RESPONSABILIDAD PERSONAL BAJO UNA DICTADURA

"Los que se aferran a valores 
y pautas morales  
no son de fiar….
mucho mas dignos de confianza 
son los  dubitativos….
que están acostumbrados 
a examinar las cosas."


("…) Plantearé ahora dos preguntas. Primera ¿En qué sentido fueron diferentes  aquellos raros individuos  que no colaboraron en ningún aspecto de la vida ordinaria y se negaron  a participar en la vida pública, aunque no fueron capaces de rebelarse activamente?  Y segunda, si aceptamos que quienes  sirvieron en cualquier nivel y en cualquier grado de responsabilidad no eran simplemente unos monstruos ¿que es lo que les hizo comportarse como lo hicieron? ¿ Con que argumentos morales, ya no legales, justificaron su conducta tras la derrota del régimen y la quiebra del “ nuevo orden” ,  con su nueva serie de valores?

 La respuesta a la primera pregunta es relativamente sencilla: los no participantes, considerados irresponsables por la mayoría, fueron los únicos que se atrevieron a juzgar por si mismos, y fueron capaces de hacerlo no porque dispusieran de un mejor sistema de valores ni porque las viejas pautas sobre lo correcto y lo incorrecto permanecieran firmemente enraizadas en su mente y en su conciencia. Por el contrario, todas nuestras experiencias nos indican que fueron precisamente los miembros de la sociedad respetable que no se habían visto afectados por la agitación intelectual y moral de las primeras fases del periodo nazi quienes primero se entregaron.  

Simplemente cambiaron un sistema de valores por otro. Yo diría, por tanto, que los no participantes fueron aquellos cuya conciencia no  funcionó de manera, por así decir, automática, (como si dispusieran de un conjunto de reglas aprendidas o innatas que aplicáramos, a los distintos casos particulares a mediada  que se fueran presentando, de modo que toda nueva experiencia o situaciones estuviera ya prejuzgada y solo tuviéramos que ejecutar lo ya  aprendido o poseído de antemano). El criterio de lo no participantes fue, pienso yo, otro: se preguntaron hasta que punto podían seguir viviendo en paz consigo mismos: en consecuencia escogieron también morir cuando fueron obligados a   participar  Por decirlo crudamente, se negaron a asesinar, no tanto porque  mantuvieran todavía una forme adhesión  al mandamiento “no mataras” sino porque no estaban dispuestos a convivir con un asesino: ellos mismos.
La condición previa para este tipo de juicio no es una inteligencia altamente desarrollada o una gran sutileza en materia moral, sino mas bien la disposición a convivir explícitamente con uno mismo, tener contacto con uno mismo, esto es, entablar ese dialogo silencioso entre yo y yo mismo que, desde  Sócrates y Platón podemos llamar pensamiento.

 Esta manera de pensar, aunque se halla en la raíz de todo pensamiento filosófico, no es técnica y no tiene nada que ver con problemas teóricos. La linea divisoria entre los que quieren pensar y, por lo tanto, han de juzgar por si mismos, y quienes no quieren hacerlo, atraviesa todas las diferencias sociales, culturales y educacionales. A este respecto  el completo derrrumbe moral de la sociedad respetable durante el régimen de Hitler  puede enseñarnos que, en semejantes circunstancias, quienes aprecian los valores y se aferran  a  las normas y pautas morales no son de fiar: ahora sabemos que las normas y las pautas morales pueden cambiar de la noche a a l a mañana y  todo lo que queda es el hábito de aferrarse a algo. Mucho mas dignos de confianza serán los dubitativos y escépticos, no porque el escepticismo sea bueno o la duda saludable, sino porque esas personas están acostumbradas  a examinar las cosas y construir se sus propias ideas. Los mejores de todos serán aquellos que solo tengan por cierto una cosa: que, pase lo que pase, mientras vivamos habremos de vivir con nosotros mismos."

“Responsabilidad personal bajo una dictadura”.-Hanna Arendt 1968

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20/11/13

Rojos pensantes. GIORGIO AGAMBEM: Mas allá de los derechos del hombre

Rojos pensantes. Giorgio Agamben
MAS ALLA DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE



1. En 1943 Harmah Arendt publicaba en una pequeña revista judía en lengua inglesa, The Menorah Journal, un artículo titulado, "Wee refugees", ("Nosotros los refugiados"). Al final de este escrito breve pero significativo, después de haber pergeñado polémicamente el retrato del Sr. Cohn, el judío asimilado que, después de haber sido alemán al 150%, vienés al 150%, francés al 150%, no puede dejar de advertir finalmente con amargura que "on ne parvient pas deux foix", la autora modifica por completo su visión de la condición de refugiado y sin patria, en que ella misma estaba viviendo, y pasa a proponerla como paradigma de una nueva conciencia histórica. El refugiado que ha perdido todo derecho y renuncia, no obstante, a querer asimilarse a cualquier precio a una nueva identidad nacional, para contemplar lúcidamente su situación, recibe a cambio de una hostilidad cierta, un beneficio inestimable: la historia ya no es para él un libro cerrado y la política deja de ser el privilegio de los Gentiles. "Sabe que a la proscripción del pueblo judío en Europa ha seguido inmediatamente la de la mayor parte de los pueblos europeos. Los refugiados perseguidos de país en país representan la vanguardia de sus pueblos".

Es conveniente reflexionar sobre el sentido de este análisis que hoy, exactamente a cincuenta años de distancia, no ha perdido nada de su actualidad. No sólo el problema se presenta en Europa y fuera de ella con la misma urgencia, sino que, en la ya imparable decadencia del Estadonación y en la corrosión general de las categorías jurídicopolíticas tradicionales, el refugiado es quizá la única figura pensable del pueblo en nuestro tiempo y, al menos mientras no llegue a término el proceso de disolución del Estadonación y de su soberanía, la única categoría en la que hoy nos es dado entrever las formas y los límites de la comunidad política porvenir. Es posible incluso que, si pretendemos estar a la altura de las tareas absolutamente nuevas que están ante nosotros, tengamos que decidirnos a abandonar sin reservas los conceptos fundamentales con los que hasta ahora hemos representado los sujetos de lo político (el hombre y el ciudadano con sus derechos, pero también el pueblo soberano, el trabajador, etc.,) y a reconstruir nuestra filosofía política a partir únicamente de esa figura.

2. La primera aparición de los refugiados como fenómeno de masa tuvo lugar a finales de la Primera Guerra Mundial, cuando la caída de los imperios ruso, austro-húngaro y otomano, y el nuevo orden creado por los tratados de paz alteraron con gran profundidad las bases demográficas y territoriales de la Europa centrooriental. En poco tiempo se desplazaron de sus países 1.500.000 rusos blancos, 700.000 armenios, 500.000 búlgaros, 1.000.000 de griegos y centenares de millares de alemanes, húngaros y rumanos. A estas masas en movimiento hay que añadir la situación explosiva determinada por el hecho de que cerca del 30% de las poblaciones de los nuevos organismos estatales creados por los tratados de paz sobre el modelo del Estadonación (por ejemplo, en Yugoslavia y en Checoslovaquia) constituían minorías que tuvieron que ser tuteladas por medio de una serie de tratados internacionales (los llamados Minority Treaties), que fueron en muchos aspectos letra muerta. Algunos años después, las leyes raciales en Alemania y la guerra civil en España diseminaron por Europa un nuevo e importante contingente de refugiados.

Estamos habituados a distinguir entre apátridas y refugiados, pero la distinción no era sencilla entonces ni lo es ahora, como puede parecer a primera vista. Desde el principio muchos refugiados que no eran técnicamente apátridas, prefirieron llegar a serlo antes que regresar a su país (es el caso de los judíos polacos y rumanos que se encontraban en Francia o en Alemania al final de la guerra y, en la actualidad, el de los perseguidos políticos y el de aquellos para los que el retorno a la patria significa la imposibilidad de sobrevivir). Por otra parte, los refugiados rusos, armenios y húngaros fueron desnacionalizados con prontitud por los nuevos gobiernos soviético, turco, etc. Es importante señalar que a partir de la Primera Guerra Mundial, muchos Estados europeos empezaron a introducir leyes que permitían la desnaturalización y la desnacionalización de sus propios ciudadanos: Francia abrió el camino en 1915 con respecto a los ciudadanos naturalizados de origen "enemigo"; en 1922 el ejemplo fue seguido por Bélgica, que revocó la naturalización de los ciudadanos que habían cometido actos "antinacionales" durante la guerra; en 1926 el régimen fascista promulgó una ley análoga con respecto a los ciudadanos que se habían mostrado "indignos de la ciudadanía italiana"; en 1933 le llegó el turno a Austria, y así sucesivamente hasta que en 1935 las Leyes de Núremberg dividieron a los ciudadanos alemanes en ciudadanos de pleno derecho y ciudadanos sin derechos políticos. Estas leyes —y el apatridismo de masa derivado de ellas— marcan una transformación decisiva en la vida del Estadonación moderno y su emancipación definitiva de las nociones ingenuas de pueblo y de ciudadano.

No es éste el lugar para rehacer la historia de los diversos comités internacionales a través de los cuales los Estados, la Sociedad de Naciones y posteriormente la ONU trataron de hacer frente al problema de los refugiados, desde el Bureau Nansen para los refugiados rusos y armenios (1921), el Alto Comisariado para los prófugos de Alemania (1936), el Comité intergubernamental para los prófugos (1938) y la International Refugee Organisation de la ONU (1946), hasta el actual Alto Comisariado para los refugiados (1951), cuya actividad no tiene, según el estatuto, carácter político sino sólo "humanitario y social". Lo esencial es que cuando los refugiados no representan ya casos individuales sino un fenómeno de masas (como sucedió entre las dos guerras y nuevamente ahora), tanto las mencionadas organizaciones como los Estados individuales, a pesar de las solemnes invocaciones a los derechos individuales del hombre, se han mostrado absolutamente incapaces no sólo de resolver el problema, sino incluso de afrontarlo de manera adecuada. Toda la cuestión quedó transferida de esta forma a manos de la policía y de las organizaciones humanitarias.

3. Las razones de esta impotencia no residen sólo en el egoísmo y en la ceguera de los aparatos burocráticos, sino en la ambigüedad de las propias nociones fundamentales que regulan la inscripción del nativo (es decir de la vida) en el ordenamiento jurídico del Estadonación. H. Arendt titula el capítulo quinto del libro sobre el Imperialismo, que está dedicado al problema de los refugiados, El ocaso del Estadonación y el fin de los derechos del hombre. Es necesario esforzarse en tomar en serio esta formulación, que liga indisolublemente la suerte de los derechos del hombre y la del Estado nacional moderno, de manera que el ocaso de este último implica necesariamente que aquellos se conviertan en obsoletos. La paradoja está aquí en que precisamente la figura —el refugiado— que habría debido encarnar por excelencia los derechos del hombre, marca por el contrario la crisis radical de este concepto. "La concepción de los derechos del hombre" —escribe H. Arendt— "basada en dar por supuesta la existencia de un ser humano como tal, cae en ruinas cuando los que la profesaban se encontraron por vez primera frente a unos hombres que habían perdido verdaderamente toda cualidad y relación específicas, salvo el hecho de ser humanos."

En el sistema del Estadonación, los denominados derechos sagrados e inalienables del hombre se muestran desprovistos de cualquier tutela desde el momento mismo en que ya no es posible configurarlos como derechos de los ciudadanos de un Estado. Esto es algo que, si bien se mira, está implícito, en la ambigüedad del propio título de la Declaración de 1789: DécIaration des droits de lhomme et du citoyen donde no está claro si los dos términos designan dos realidades distintas o forman una endíadis, en la que el primer término está, en realidad, contenido siempre en el segundo.
El orden político del Estadonación no reserva para algo como el puro hombre en sí ningún espacio autónomo, como se pone de manifiesto cuando menos por el hecho de que el estatuto de refugiado ha sido considerado siempre, incluso en el mejor de los casos, como una condición provisional, que debe conducir a la naturalización o a la repatriación. Un estatuto estable del hombre en sí es inconcebible en el derecho del Estadonación.

Ha llegado el momento de dejar de considerar las Declaraciones de derechos desde 1789 hasta hoy como proclamaciones de valores meta jurídicos eternos orientados a vincular al legislador a su respeto, y de reconocerlas de acuerdo con lo que constituye su función real en el Estado moderno. Los derechos del hombre representan sobre todo, en efecto, la figura originaria de la inscripción de la nuda vida natural en el orden jurídicopolítico del Estadonación. Esa nuda vida (la criatura humana) que en el Ancíen Régime pertenecía a Dios y en el mundo clásico se distinguía claramente (como zoé) de la vida política (bios), pasa ahora a ocupar el primer plano en el cuidado del Estado y deviene, por así decirlo, su fundamento terreno. Estadonación significa: Estado que hace del hecho de nacer, del nacimiento (es decir de la vida humana) el fundamento de la propia soberanía. Éste es el sentido (no demasiado oculto) de los tres primeros artículos de la Declaración del 89: sólo porque ha inscrito (arts. 1 y 2) el elemento del nacimiento en el corazón de toda asociación política, puede ésta vincular firmemente (art. 3) el principio de soberanía a la nación (de conformidad con el término, natio significa en su origen simplemente "nacimiento").

Las Declaraciones de derechos han de ser, pues, consideradas como el lugar en que se hace realidad el paso de la soberanía regia de origen divino a la soberanía nacional. Aseguran la inserción de la vida en el nuevo orden estatal que habrá de suceder al derrumbe del Ancien Régime. El que por mediación suya el súbdito se transforme en ciudadano, significa que el nacimiento —es decir, la nuda vida natural— se convierte aquí por primera vez (a través de una transformación cuyas consecuencias biopolíticas sólo podemos empezar a valorar ahora) en el portador inmediato de la soberanía. El principio del nacimiento y el principio de soberanía, separados en el Ancien Régime, se unen ahora de forma irrevocable para constituir el fundamento del nuevo Estadonación. La ficción implícita en este punto es que el nacimiento se hace inmediatamente nación, de un modo que impide que pueda existir separación alguna entre los dos momentos. Así pues los derechos se atribuyen al hombre sólo en la medida en que éste es el presupuesto, que se disipa inmediatamente, (y que, por lo tanto, no debe nunca surgir a la luz como tal) del ciudadano.

5. Si el refugiado representa, en el orden jurídico del Estado nación, un elemento tan inquietante es, sobre todo, porque al romper la identidad entre hombre y ciudadano, entre nacimiento y nacionalidad, pone en crisis la ficción originaria de la soberanía. Naturalmente habían existido siempre excepciones singulares a este principio: la novedad de nuestro tiempo, que amenaza al Estadonación en sus fundamentos mismos, es que cada vez son más las porciones de la humanidad que ya no son representables dentro de él. Por esta razón, es decir, en cuanto quebranta la vieja trinidad Estadonaciónterritorio, el refugiado —esta figura aparentemente marginal— merece ser considerado como la figura central de nuestra historia política. Conviene no olvidar que los primeros campos fueron construidos en Europa como espacios de control para los refugiados, y que la sucesión campos de internamientocampos de concentracióncampos de exterminio representa una filiación perfectamente real. Una de las pocas reglas a las que los nazis se atuvieron constantemente en el curso de la "solución final" era que los judíos y los gitanos sólo podían ser enviados a los campos de exterminio después de haber sido completamente desnacionalizados (incluso en relación con esa ciudadanía de segunda clase que les correspondía tras las leyes de Núremberg). Cuando sus derechos ya no son derechos del ciudadano, el hombre se hace verdaderamente sagrado, en el sentido que tiene este término en el derecho romano arcaico: consagrado a la muerte.

6. Es preciso separar resueltamente el concepto de refugiado del de derechos del hombre y dejar de considerar el derecho de asilo (por lo demás en vía de radical contracción en la legislación de los Estados europeos) como la categoría fundamental en que inscribir el fenómeno (una ojeada a las recientes Tesis sobre el derecho de asilo de A. Heller, muestra que tal cosa sólo puede conducir hoy a confusiones inoportunas). Hay que considerar al refugiado de acuerdo con lo que es, es decir, nada menos que un conceptolímite que pone en crisis radical el principio del Estadonación y que a la vez permite despejar este terreno para dar paso a una renovación categorial que ya no admite demoras.

Mientras tanto, en el plano de los hechos, el fenómeno de la llamada emigración ilegal en los países de la Comunidad Europea ha asumido (y va a asumir cada vez más en los próximos años, con los 20 millones previstos de inmigrantes procedentes de los países de Europa oriental) caracteres y proporciones que justifican plenamente tal inversión de la perspectiva. Lo que los Estados industrializados tienen ahora frente a ellos es una masa residente estable de nociudadanos, que no pueden ni quieren ser naturalizados ni repatriados. Estos no ciudadanos tienen con frecuencia una nacionalidad de origen, pero, al preferir no disfrutar de la protección de su Estado, se encuentran como los refugiados en la condición de "apátridas de hecho". T. Harrimar ha propuesto utilizar para estos residentes no ciudadanos el término denizens, que tiene la virtud de mostrar que citizen es un concepto ya inadecuado para describir la realidad políticosocial de los Estados modernos. Por otra parte, los ciudadanos de los Estados industriales avanzados (tanto en Estados Unidos como en Europa) manifiestan, por medio de su creciente deserción con respecto a las instancias codificadas de la participación política, una propensión evidente a transformarse en denizens, en residentes estables nociudadanos; de modo que ciudadanos y denizens están entrando, por lo menos en ciertos sectores sociales, en una zona de indiferenciación potencial.

Paralelamente, de conformidad con el bien conocido principio según el cual una asimilación sustancial exaspera el odio y la intolerancia cuando existen acusadas diferencias formales, crecen las reacciones xenófobas y las movilizaciones defensivas.

7. Si se quiere impedir que se reabran en Europa los campos de exterminio (lo que ya está empezando a suceder), es necesario que los Estadosnaciones encuentren el coraje de poner en tela de juicio el propio principio de inscripción del nacimiento y la trinidad Estadonaciónterritorio en que se funda. No es fácil, por el momento, establecer las modalidades en que todo eso podría llevarse a efecto concretamente. Aquí nos contentarnos con sugerir una dirección posible. Es sabido que una de las opciones que se han tenido en cuenta para la solución del problema de Jerusalén es que la ciudad pase a ser, al mismo tiempo y sin reparto territorial, capital de dos organismos estatales diferentes. La paradójica condición de extraterritorialidad recíproca (o, mejor dicho, de aterritorialidad) que lo anterior implicaría podría generalizarse y ser elevada a modelo de nuevas relaciones internacionales. En lugar de dos Estados nacionales separados por fronteras inciertas y amenazadoras, sería posible imaginar dos comunidades políticas instaladas en una misma región y en situación de mutuo éxodo, articuladas entre ellas por una serie de extraterritorialidades recíprocas, en que el conceptoguía no sería ya el ius del ciudadano, sino el refugium del individuo.

En sentido análogo podremos considerar a Europa no como una imposible "Europa de las naciones", cuya catástrofe a corto plazo ya entrevemos, sino como un espacio aterritorial o extraterritorial, en el que todos los residentes de los Estados europeos (ciudadanos y no ciudadanos) estarían en situación de éxodo o de refugio y en el que el estatuto del europeo significaría el estarenéxodo (por supuesto también en la inmovilidad) del ciudadano. El espacio europeo establecería así una separación irreductible entre el nacimiento y la nación, y el viejo concepto de pueblo (que, como sabemos, es siempre minoría) podría volver a encontrar un sentido político, contraponiéndose decididamente al de nación (por el que hasta ahora ha sido indebidamente usurpado).

Este espacio no coincidiría con ningún territorio nacional homogéneo ni con su suma topográfica, sino que actuaría sobre todos ellos, horadándolos y articulándolos topológicamente como en una botella de Leyden o una cinta de Moebius, donde interior y exterior se hacen indeterminados. En este nuevo espacio, las ciudades europeas, al entrar en unas relaciones de extraterritorialidad recíproca, volverían a encontrar su antigua Vocación de ciudades del mundo.

En una suerte de tierra de nadie entre Líbano e Israel, se encuentran hoy 425.000 palestinos expulsados del Estado de Israel. Estos hombres constituyen ciertamente, por seguir con la sugerencia de H. Arendt, "la vanguardia de su pueblo". Pero no sólo o no necesariamente en el sentido de que formen el núcleo originario de un Futuro Estadonacional, que resolvería el problema palestino de una manera probablemente tan insuficiente como aquella en que Israel ha resuelto la cuestión judía. Más bien la tierra de nadie en que se han refugiado está retroactuando sobre el territorio del Estado de Israel al que está horadando y alterando de un modo tal que la imagen de ese nevado territorio montañoso le es ahora más propia que cualquier otra región de Heretz Israel. La supervivencia política de los hombres sólo es pensable hoy en una tierra donde los espacios de los Estados hayan sido perforados y topológicamente deformados de aquella manera y en que el ciudadano haya sabido reconocer al refugiado que él mismo es.


Fuente: “Medios sin fin”.-Giorgio Agambem.-Pretextos  .-Valencia 2001.-

















Fuente: “Medios sin fin”.-Giorgio Agambem.-Pretextos  .-Valencia 2001.-
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10/9/13

HANNA ARENDT: Los que piensan,......

RESPONSABILIDAD  PERSONAL BAJO UNA DICTADURA


"Los que se aferran a valores y pautas morales  no son de fiar….mucho mas dignos de confianza son los  dubitativos…. que están acostumbrados a examinar las cosas."


(
…) Plantearé ahora dos preguntas. Primera ¿En que sentido fueron diferentes  aquellos raros individuos  que no colaboraron en ningún aspecto de la vida ordinaria y se negaron  a participar en la vida pública , aunque no fueron capaces de rebelarse activamente?  Y segunda, si aceptamos que quienes  sirvieron en cualquier nivel y en cualquier grado de responsabilidad no eran simplemente unos monstruos ¿que es lo que les hizo comportarse como lo hicieron? ¿ Con que argumentos morales, ya no legales, justificaron su conducta tras la derrota del régimen y la quiebra del “ nuevo orden” ,  con su nueva serie de valores? La respuesta a la primera pregunta es relativamente sencilla: los no participantes, considerados irresponsables por la mayoría, fueron los únicos que se atrevieron a juzgar por si mismos, y fueron capaces de hacerlo no porque dispusieran de un mejor sistema de valores ni porque las viejas pautas sobre lo correcto y lo incorrecto permanecieran firmemente enraizadas en su mente y en su conciencia. Por el contrario, todas nuestras experiencias nos indican que fueron precisamente los miembros de la sociedad respetable que no se avían visto afectados por la agitación intelectual y moral de las primeras fases del periodo nazi quienes primero se entregaron.  Simplemente cambiaron un sistema de valores por otro. Yo diría, por tanto, que los no participantes fueron aquellos cuya conciencia no  funcionó de manera, por así decir, automática, (como si dispusieran de un conjunto de reglas aprendidas o innatas que aplicáramos, a los distintos casos particulares a mediada  que se fueran presentando, de modo que toda nueva experiencia o situaciones estuviera ya prejuzgada y solo tuviéramos que ejecutar lo ya  aprendido o poseído de antemano). El criterio de lo no participantes fue, pienso yo, otro: se preguntaron hasta que punto podían seguir viviendo en paz consigo mismos: en consecuencia escogieron también morir cuando fueron obligados a   participar  Por decirlo crudamente, se negaron a asesinar, no tanto porque  mantuvieran todavía una forme adhesión  al mandamiento “no mataras” sino porque no estaban dispuestos a convivir con un asesino: ellos mismos.

La condición previa para este tipo de juicio no es una inteligencia altamente desarrollada o una gran sutileza en materia moral, sino mas bien la disposición a convivir explícitamente con uno mismo, tener contacto con uno mismo, esto es, entablar ese dialogo silencioso entre yo y yo mismo que, desde  Sócrates y Platón podemos llamar pensamiento. Esta manera de pensar, aunque se halla en la raíz de todo pensamiento filosófico, no es técnica y no tiene nada que ver con problemas teóricos. La linea divisoria entre los que quieren pensar y, por lo tanto, han de juzgar por si mismos, y quines no quieren hacerlo, atraviesa todas las diferencias sociales, culturales y educacionales. A este respecto  el completo derrrumbe moral de la sociedad respetable durante el régimen de Hitler  puede enseñarnos que, en semejantes circunstancias, quienes aprecian los valores y se aferran  a  las normas y pautas morales no son de fiar: ahora sabemos que las normas y las pautas morales pueden cambiar de la noche a a l a mañana y  todo lo que queda es el hábito de aferrarse a algo. Mucho mas dignos de confianza serán los dubitativos y escépticos, no porque el escepticismo sea bueno o la duda saludable, sino porque esas personas están acostumbradas  a examinar las cosas y construir se sus propias ideas. Los mejores de todos serán aquellos que solo tengan por cierto una cosa: que, pase lo que pase, mientras vivamos habremos de vivir con nosotros mismos.

(…)

“Responsabilidad personal bajo una dictadura”.-Hanna Arendt 1968
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29/8/13

El árbol republicano: HANNAH ARENDT

HANNAH ARENDT: UNA FILOSOFIA MORAL POLITICA

Salvador Giner

La ausencia de la filosofía moral pública

La tarea de reincorporar la filosofía moral al pensamiento político tiene su punto de partida en la obra de Hannah Arendt. Una pensadora que nunca compuso un tratado de filosofía moral.
A lo largo de más de un siglo el progreso de las ciencias sociales había hecho una considerable labor de zapa que socavó los cimientos de toda filosofía política uncida a una teoría ética. Ello no acaeció solamente porque la ciencia social atacara de frente las aspiraciones de la filosofía moral. Fue también fruto indirecto del modo mismo con que un sector cada vez más visible de tales ciencias prescindía de toda consideración moral en sus análisis, cuando no afirmaba su absoluta indiferencia ante la ética.

Sería erróneo asumir que toda la ciencia social tomó una deriva amoral. Al contrario, la afirmación de que las ciencias sociales, y especialmente la sociología, se constituyeron como disciplinas amorales es gratuita. No cuesta demasiado demostrar que una parte esencial de la ciencia social se ha enfrentado con notables resultados a los problemas morales de nuestro tiempo y hasta ha propuesto soluciones originales y robustas. Pero aunque ello sea así , lo cierto es que la percepción por parte de algunos pensadores  es que la ciencia social consiste en un ejercicio positivista, conductista y empiricista, ajeno a la condición esencialmente moral de los seres humanos. Su éxito mundano era el eco de la infausta victoria de una mentalidad presuntamente científica, incapaz de comprender nada de lo que realmente nos hace humanos, es decir, responsables.
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18/7/13

HANNAH ARENDT: La banalidad del mal


Hace años, en mi reportaje sobre el proceso de Eichmann en Jerusalén, hablé de la “banalidad del  mal”, y con esta expresión no aludía a una teoría o a una doctrina, sino a algo absolutamente fáctico, el fenómeno de los actos criminales  cometidos a gran escala, que no podían ser imputados a ninguna particularidad de maldad, patología o convicción ideológica del agente, cuya única particularidad distintiva es quizá una extraordinaria superficialidad. Sin embargo, a pesar de lo monstruosidad  de sus actos, el agente no era un demonio, ni un monstruo, y la única característica especifica que se podía detectar en su pasado, así como en su conducta a lo lago del juicio y el examen policial previo fue algo enteramente negativo: no  era estupidez, sino una curiosa y absolutamente incapacidad para pensar. Funcionaba en su papel  de prominente criminal de guerra del mismo modo que lo había hecho bajo el régimen nazi: no tenia la mas minima dificultad en aceptar un conjunto enteramente distinto de reglas. Sabia que lo que antes era su deber ahora era  definido como un crimen, y aceptó este nuevo código de juicio como si fuera mas que una regla del lenguaje distinta, A su ya limitada provisión de estereotipos había añadido algunas frases nuevas y solamente se vio totalmente desvalido al ser enfrentado con una situación  en la que ninguna de estas era aplicable como, en el caos mas grotesco, cuando tuvo que hacer un discurso bao el patíbulo y se vio obligado a recurrir a los clichés usados en las oraciones fúnebres, inaplicables a su caso porque el  superviviente no era el. No se le había ocurrido pensar en como deberían ser sus ultimas palabras en caso de sentencia de muerte que siempre había esperado, del mismo modo que sus incoherencias y flagrantes contradicciones a lo largo del juicio no le habían incomodado. Clichés, freses, hechas,  adhesiones a lo convencional, códigos estandarizados de  conducta y de expresión  cumplen la función socialmente reconocida de protegernos de la realidad, es decir, sobre los requerimientos que sobre nuestra atención pensante ejercen los acontecimiento y hechos en virtud de su misma existencia. Si siempre fuéramos sensibles a este requerimiento, pronto estaríamos exhaustos. Eichmann se distinguía únicamente en que paso por alto todas estas solicitudes.

Esta total ausencia de pensamiento atrajo mi atención. ¿Es posible hacer el mal, los pecados de omisión y también de comisión cuando falta no ya solo los “ motivos reprensibles” ( como los denomina la ley) sino cualquier otro tipo de motivo, el mas mínimo destello de interés o volición? La maldad, como quiera que la definamos, ese  “estar resuelto a ser villano” ¿ no es una condición necesaria para hacer el mal?. Nuestra facultad de juzgar, de distinguir ll o bueno de lo malo, lo bello de lo feo, ¿depende de nuestra facultad de pensar? ¿Hay coincidencia entre la incapacidad para pensar, en si misma,  y el fracaso desastroso de lo que comúnmente denominamos conciencia? Se imponía la siguiente pegunta: la actividad  de pensar, en si misma, el habito de examinar y de reflexionar acerca de todo lo que acontece y llama la atención, independientemente de su contenido especifico y de sus resultados, ¿ puede ser de tal naturaleza que “ condicione” a los hombres contra el mal?. La misma palabra con-ciencia, en cualquier caso apunta en esa dirección, en la medida que significa  “conocer consigo y por mi mismo”, un tipo de pensamiento que se actualiza en cada proceso de pensamiento. Por ultimo ¿ no se refuerza la urgencia de estas cuestiones por el hecho bien conocido y alarmante te de que solo la buena gente es capaz de terner mala conciencia, mientras que ésta es un fenómeno muy extraño en los auténticos  criminales. Una buena conciencia no existe sino como ausencia de la mala.

“ El pensar  y las reflexiones morales”.- en Social Research 1971 Hanna Arendt


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7/6/13

HANNA ARENDT: La incondicionalidad del comportamiento digno

EL EJEMPLO EL SARGENTO ANTON  SCHMIDT (1)

“……, no puede pretenderse que exista  una ley  dictada  por  la naturaleza humana que obligase  todos a perder la dignidad al producirse un desastre…”(1)
 

Epitafio en la tumba del sargento Smichdt en Vilna:
“Aquí yace un hombre que juzgó más importante
 ayudar a sus semejantes que vivir».



(…)  En ese instante un tanto tenso, el testigo mencionó el nombre  de Anton Smichdt, Feldwebel, o sea, sargento, del ejercito alemán, nombre que no era totalmente desconocido   del publico asistente al jucio  por cuanto el Yad Vashem había publicado la historia del Sargento Smichdt algunos años atrás en su boletín  Hebreo y cierto número de periódicos  norteamericanos, publicados en yidddish, la había recogido. Anton Smichdt estaba al mando de una patrulla que operaba en Polonia dedicada a recoger soldados alemanes que habían perdido contacto con sus unidades. En el desarrollo de esa actividad, Schmidt había entrado en relación con otros miembros de las organizaciones clandestinas judías, entre ellos el propio Kovner, y había ayudado a los guerrilleros judíos, proporcionándoles documentos falsos y camiones del ejército. Y lo que es mas importante todavía: “No lo hacia para obtener dinero”. Lo anterior duró cinco meses, desde octubre de 1941 hasta marzo de 1942, en que Schmidt fue descubierto y ejecutado 
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