por David Graeber *
En
el año 1930, John Maynard Keynes predijo que, para finales de siglo, la
tecnología habría avanzado lo suficiente como para que países como Gran Bretaña
o los Estados Unidos hubieran conseguido una semana laboral de 15 horas. Hay
muchas razones para creer que estaba en lo cierto. En términos tecnológicos,
somos muy capaces de ello. Y sin embargo no ocurrió. En lugar de eso la
tecnología ha estado dirigida, en el mejor de los casos, a descubrir formas de
hacernos trabajar más a todos. Para lograr esto se han tenido que crear empleos
que son, de hecho, inútiles. Gran cantidad de personas, en Europa y
Norteamérica en particular, pasan toda su vida laboral desempeñando tareas que,
en el fondo, creen que realmente no es necesario llevar a cabo. El daño moral y
espiritual que resulta de esta situación es profundo. Es una cicatriz en
nuestra alma colectiva. Sin embargo, prácticamente nadie habla de ello.